domingo, 30 de diciembre de 2018


Semana del 23 al  29 de diciembre del 2018

Fiestas ¿navideñas?

Esto de las Navidades parece que se está complicando cada día más. O, tal vez, a mi me lo parece.

En mi infancia, el pistoletazo de salida era el 21 de diciembre, el día de Santo Tomás, que conocíamos todos como el ‘’día de la chistorra’’ (la ‘tx’ no existía en aquella época). Empezaban las vacaciones en el colegio, íbamos a buscar a mi padre a la Diputación , ya que en ese día daban fiesta a sus funcionarios a partir de las 12 del mediodía, y nos dirigíamos todos a la plaza de la Constitución, aunque no tengo la seguridad de que entonces se llamase así pero, fuese cual fuese la denominación en la postguerra, por ese nombre la conocíamos.

Y allí seguíamos el ritual que se trasmitía de padres a hijos, y que consistía en dar una vuelta por los puestos en que se vendían bocadillos de chistorra, elegir aquél en el que parecía que ofrecían la mejor relación tamaño/precio, y acercarnos, saboreando ya el bocata, hasta el corralito montado en el centro de la plaza donde se exhibía un cerdo que nos parecía enorme. Era un cerdo que, según la tradición, alimentaban los barrenderos del ayuntamiento con los restos orgánicos que seleccionaban en su trabajo diario, y que rifaban entre los que habían comprado el correspondiente boleto. Según se rumoreaba, el producto de la venta de participaciones en la rifa se repartía entre los que habían participado en el cuidado y engorde del cerdo para, de esa manera, aumentar el montante del magro aguinaldo navideño que tenía fijado el consistorio. Que yo recuerde, nunca compramos ningún ticket para el sorteo por razones obvias: una familia con seis hijos no podía arriesgarse a complicarse la vida, y menos las navidades, con el engorro que suponía hacerse cargo de un cochino de más de 100 kilos.

Y al día siguiente empezaban las navidades en todos los rincones del país, es decir, de España. Y eso ocurría teniendo casi todo el mundo una radio que les trasmitiese, con la cantinela que aún subsiste en el siglo XXI, los números y premios que iban saliendo en el sorteo del Gordo de Navidad. Por lo menos, hasta que los niños de San Ildefonso extraían el primer premio, a partir de lo cual la audiencia bajaba drásticamente.
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Y en cambio ahora, ¿qué? Las compras navideñas empiezan con un mes de antelación y por etapas. El pistoletazo de salida se da con el anuncio y celebración del ‘’Black Friday’’. Moda estadounidense que la han importado con éxito todo tipo de grandes almacenes. Se compra de todo, desde regalos de Papá Noel hasta las cosas que menos se necesitan, porque se ponen a precios ‘muy asequibles’ hasta los calzoncillos. Lo sigue el puente festivo, ya consolidado, de  la Constitución y la Inmaculada, en que los loteros hacen su agosto particular. Y a partir de ahí, la locura, ya que todo el mundo sabe que cuanto más se aproximan las fiestas navideñas más aumentan los precios de los productos estrella: langostinos, besugo, percebes,… Y, por lo tanto, interesa comprarlos cuanto antes y mantenerlos congelados hasta la hora en que toque sacarlos para confeccionar un menú adecuado con el que asombrar a los invitados. Con la salvedad del besugo que de plato ‘estrella’ ha pasado a plato exclusivo de restaurantes con un mínimo de ‘tres estrellas’ Michelin ya que, por lo que comentan los ‘’pescateros’’, han desaparecido del mapa o se han ido a pasar un par de semanas de vacaciones al Caribe.

Y no voy a decir casi nada en relación con las elucubraciones mentales, por no llamarlas de otra manera más soez, que se hace la gente para comprar el regalo adecuado. Antes con una muñeca para las niñas y un coche más o menos automatizado para los niños estaba todo solucionado. Solo había que escoger entre muñeca rígida u otra con articulaciones en piernas y brazos en el primero de los casos, o un coche con o sin cuerda de muelle con la que tuviese una autonomía de unos cuantos metros, para el segundo. Y con un criterio muy sencillo de aplicar en la elección: las disponibilidades monetarias. Y cuando éstas estaban bajo mínimos ya sabíamos lo que nos esperaba, algo de vestir o calzar. Y si cuando, de escuincles, sospechábamos que algo parecido podía ocurrir, nos encomendábamos al Niño Jesús, a la Inmaculada  o al santo que más devoción tuviésemos en aquel momento, para que se cumpliese una de las alternativas que se citan a continuación.

a)      Que si sus majestades nos traían zapatos nuevos, no fuesen de los de Segarra, más duros que una piedra, indeformables e indomables. Porque, al parecer, eran los que más a mano les venían pues, viniendo de Oriente, siempre tenían que pasar por Castellón, que era donde creo que los fabricaban.

b)      Y si la cosa iba de jerséis, chaquetas o pantalones heredados, que fuesen de un hermano mayor que hubiese dado un estirón repentino y no le hubiese dado tiempo a estropearlos en demasía.

Por otra parte, siempre tenías tiempo hasta enero para hacer la selección y la compra, ya que todo y todos entregaban sus regalos a través de los Reyes Magos. Ahora lo primero es elegir entre los intermediarios posibles. Unos se decantan por Papá Noel, otros por el Olentzero, muchos siguen con los Reyes Magos, y hasta algunos más ‘modernos’, hacen intervenir a las ‘’Reyes Magas’’. Y el tema de elección del regalo se transforma en un trabajo de cíclopes pues existen catálogos que te presentan más de mil posibilidades y que ponen en un brete al empleado al que solicitan algunos clientes que les diga si tienen disponible el juguete número 425 del catálogo. Al final, la solución suele ser pasear entre los estantes que tienen organizados los grandes almacenes por edad y finalidad educativa y utilizar el juego infantil de ‘’Pinto, pinto, gorgorito’’ para decidirse por uno de ellos. Eso sí, arriesgándose a que se lo tiren despectivamente a la cara cuando llegue el Olentzero, Papá Noel e incluso aunque sean los Reyes Magos.

Y son días de estrés, no post-traumático, pero casi. Todo el mundo de un lado a otro con prisa, andando o en coche, y quiere que se le atienda rápido y sin equivocaciones. Además, si vas tú conduciendo, te protestan si vas despacio buscando un aparcamiento o, a veces, hasta te insultan si no aciertas a la primera en aparcar en la zona azul y, si les viene a mano, te impiden hasta la incorporación a una rotonda que encuentres en tu camino. Y todo son exigencias en fruterías, colmados e, incluso, en la panadería.

- Estos kiwis están muy duros, y no digo nada de los aguacates que me has puesto. Esos no los puedo comer hasta la próxima Semana santa.

- Señora, ¡pues venga la semana que viene que ya estarán blanditos!

- Pues con el rato que lleva y las interrupciones y añadidos que le provocan las llamadas que atiende, a nosotras nos ‘’dan las uvas’’.

- ¡Eso! Pero miremos el lado positivo. Cuando nos llegue el turno, los kiwis y los aguacates estarán en su punto.
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- Caballero, ¿qué pan quiere?

- Aquél, ¿cómo se llama?

- ‘Pan payés’

- ¿Pan payés? Pues por la pinta que tiene yo creía que era ‘pan de pueblo’

-Tiene razón. Es que también se le conoce como ‘pan de pueblo’

- Pues aquí, en Andalucía, le llamamos ‘pan de pueblo’. Así que deje de llamarlo ‘pan payés’ que de los catalanes estamos hasta…¿Puede cortarme uno?

-¡Naturalmente! ¡No faltaba más!

- Pues me llevo uno bien cortado. ¡Y de payés, nada!

(En este diálogo me ha sido imposible reflejar las sucesivas expresiones de las caras de ambos interlocutores)


Y para los críos, chamacos, chavos o como quiera que se les llame en cada región, autonomía o país, ¿qué son las fiestas navideñas? Ni me lo puedo imaginar, pero supongo que para todos serán, fundamentalmente, una época de vacaciones. Su proximidad la habrán detectado en cuanto hayan visto colocar y encender las luces que iluminan las calles del lugar donde residan, y esa esperanza se habrá visto reforzada cuando la rutina colegial se haya roto debido, sobre todo, a la introducción de actividades extra-académicas. Fiestas de disfraces en unos casos, de celebración del solsticio de invierno en otros, representaciones teatrales para solaz de padres y parientes en algunos, o de Navidad con interpretación de villancicos en los menos. Estos últimos escasean cada vez más, pues eso de cantar villancicos, de visitar belenes, o de escribir cartas a los Reyes Magos, puede tacharse de intromisión en la intimidad de los infantes, o de ofensa a otras creencias religiosas.



Y cuando cierran los centros educativos, ¿qué pasa con ellos? ¡Pues vaya usted a saber! Las posibilidades son enormes, y van desde no saber con certeza hasta el último momento si toca pasar la Nochebuena (¡perdón! La noche de Santa Claus o de Papá Noel) con papá y la nueva mamá, o, con mamá y el nuevo papá, hasta si la cosa va a consistir en disfrutar de la compañía de los abuelos la mayor parte del tiempo. Aunque muchos quizá sueñen con que este año, ¡por fin!, van a irse a pasar unos días a una estación de esquí o casa de unos familiares. O, con un poco de suerte, comenzar el nuevo año en algún lugar exótico.


Yo quiero creer, y espero, que muchos de los que aún no tengan duda alguna de que los Reyes Magos existen, pasen estas fiestas en familia, saboreando esos momentos y manjares que cualquier persona de mi edad considera inolvidables: las almendras tostadas que solo aparecían en las cenas de Navidad; la sopa de pescado que preparaba el abuelo o la compota que siempre traía a las cenas la abuela; la ceremonia de preparar la bandeja de turrones y demás dulces navideños; el primer sorbo de una bebida alcohólica, y me refiero al champán, que te permitía probar el abuelo a escondidas y de su propia copa; el dormitar, agotado, entre los brazos de quien se prestaba a ello, en la únicas noches que no te acostaban a las 10 en punto; las travesuras que hacías metiéndote debajo de la mesa en un momento de descuido de los mayores, y de las que siempre se chivaban tus hermanos o hermanas;….


Y mejor es dejar de lado los recuerdos y desear a todos

¡¡¡FELICES FIESTAS NAVIDEÑAS!!

lunes, 24 de diciembre de 2018



Semana del 16 al  22 de diciembre del 2018

Por lo menos unas fotos curiosas. Se han hecho desde el mismo lugar y casi al mismo tiempo, con diferencia de pocos segundos, los necesarios para girar 180º. Una mirando al este, con la luna llena, y la otra mirando al oeste, donde se acababa de poner el sol.







Y preparando una mesa ‘elegante’ para la cena de Nochebuena









sábado, 15 de diciembre de 2018


Semana del 9 al  15 de diciembre del 2018

LA TELEVISIÓN Y YO (III y último)
(‘’El burro/a por delante para que no se espante’’)

Reality show

Incluyo aquí algunos de los anunciados como concursos, pero que debido a las ‘adherencias’ que aparecen solapadas o explícitas hacen que se parezcan a los Reality show, pero con gente más seria y centrada en lo que hacen en esos momentos y en lo que se juegan. Y empiezo por ellos, ya que me estoy refiriendo, entre otros, a dos que considero representantes genuinos de lo que pienso: ‘’O.T.’’ y ‘’Master Chef’’.

O.T.  lo prolongan y amplían como pueden: desayuno de los concursantes televisados en directo, ensayos de todo tipo y charlas  en grupo más o menos distendidas. Lo bueno o lo malo, según se mire, es que todos los concursantes son gente joven y la mayoría de sus mentores y jueces, profesionales de la generación de los 80, los más veteranos. Y todos ellos, reflejando las virtudes y vicios de sus coetáneos correspondientes. Los primeros, haciendo gala de su libertad de expresión que no suele distinguirse, en general, ni por sus formas ni por su riqueza de facetas que tocan ni por su léxico; los segundos, con una mezcla de autoritarismo y permisividad que lo mismo les inclina a imponer sus criterios sin razonamiento ninguno, que a reír las ‘gracias’ de sus supuestos discípulos. De ahí que puedan aparecer escenas en que uno de los ‘maestros’ ponga a un concursante como ‘hoja de perejil’, como que una de las participantes haga una performance tipo FEMEN. Y no digo nada de lo que puede ocurrir cuando, para dar colorido al programa, se decide admitir en la Academia a personas relacionadas con aquellos que han superado todos los procesos de selección previos, sean novios, novias, compañeros de vida, o familiares. Lo que vaya a suceder nunca es previsible, sea bueno o malo, agradable o desagradable, emisible o censurable porque, además, se vea o no en el programa correspondiente, tiene sus secuelas en las cuentas de twitter, algo que, por otra parte, es inevitable. No creo que haga falta más reflexiones para sacar la conclusión de que ‘’O.T.’’ no aparece en la pantalla de mi televisión a no ser porque me equivoque de canal cuando hago zapping mientras me bombardean con interminables anuncios en alguno de los múltiples cortes que se producen en las películas con las que me estoy entreteniendo.


Master Chef es otra cosa. Sobre todo en dos de sus tres variantes: ‘Junior’ y ‘Celebrity’. Son concursos mucho menos dañinos a la vista y al oído que ‘O.T.’. Tal  vez sea porque en la época de la ‘movida‘ a mí me dio por trabajar hasta en los fines de semana o, simplemente, porque soy de unos años en los que las normas de educación y de convivencia eran otras. En el ‘Junior’ se ponen de manifiesto la frescura de las intervenciones infantiles, las reacciones espontáneas frente a un éxito o un fracaso y, a veces, hasta el espíritu competitivo inculcado por los adultos. Pero te divierte, te engancha y estás pendiente de lo que ocurrirá después de la ‘metedura de pata ‘ de uno de los participantes. Y en la variante de los ‘Celebrity’ conoces a personas fuera del contexto en el que les tenías identificadas, ya sean actores, personajes sociales o famosos del mundo deportivo. Y, en muchos casos, cambias la imagen e incluso la opinión que tenías de ellos, unas veces a favor y otras en contra.

Pero aunque sea un programa que puedo ‘soportarlo’ tiene sus pegas. Primero, que es más largo que un día sin pan que llevarte a la boca, ya que lo prolongan hasta la una de la madrugada, y eso es algo que solo lo pueden asumir los jubilados que no tengan ninguna obligación en las mañanas de los lunes. Segundo, que utilizan unos criterios de selección de participantes con cierto tufillo de manipulación, con la que logran que el perfil de los participantes atraigan al sector de televidentes lo más amplio posible, algo de lo que no se salvan ni los telediarios, pues todas las cadenas buscan aumentar al máximo posible su propio ‘’share’’( con lo fácil es decir ‘cuota de pantalla’). Y lo tercero es que hacen un ‘cocinado’ de las imágenes de todo lo  que han grabado para reducirlo al tiempo de emisión, que dejan al actual director del CNI como pinche de cocina, o mejor, como un simple lavaplatos. Solo vemos lo que los productores, o quien sea, quieren que veamos para que nos hagamos la ‘historia’ ya predeterminada por ellos mismos.
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Y he tenido que poner una línea roja para que quede claro que entro en aguas procelosas: los auténticos ‘’ Reality show’’, de los que solo tengo datos por zapear en momentos de aburrimiento.

GH empezó en el 2.000, con el nuevo siglo, y un año antes de la serie con la que compite en longevidad: ‘’Cuéntame cómo pasó’’. No quiero ni pensar que ese modelo de convivencia de personas de distintas procedencias sea un reflejo total ni parcial de la sociedad española, pues si alguien me demostrase lo contrario, no solo pediría que se aumentase la edad de jubilación sino que también se rebajase, por los medios que fuese necesario, la esperanza de vida, por lo menos la mía, de diez en diez años.

Para que no decayese el público televidente se utilizaron los trucos y escenarios más diversos, según el efecto positivo que provocaban en el ‘share’. Que a la gente le gustaban las escenas más o menos eróticas de la piscina, pues escena de la piscina escogiendo previamente a sus protagonistas: el ‘’cachas’’ de turno junto a la ‘’desinhibida’’ del grupo. Y mejor no hablar de las peleas llenas de palabras malsonantes cuando ponían a los concursantes en las situación ‘límite’ de hacer en grupo la comida, cuidar el huerto, o lavar los ‘trastes’. Pero uno de los logros que más impacto supuso fue la utilización de la tecnología usada en las películas de los ‘navy seals’: cámaras de visión nocturna. La que se utilizaba en las acciones que llevaban a cabo en las selvas colombianas donde residían los narcos, y en las que todo se veía difuminado en un halo verdoso. Esas cámaras instaladas en los dormitorios de los concursantes daban alas a la imaginación de los televidentes cuando percibían movimientos de cuerpos debajo de los edredones. ¡ Y no digo nada cuando las implementaban con cámaras detectoras del calor! ¡Ah, esas pequeñas zonas rojas moviéndose suavemente sobre fondo verde! A veces, cuando estas técnicas empezaban a no dar el resultado previsto, se anunciaba hasta la saciedad que los concursantes ‘’pillados’’ iban a explicar lo que había pasado realmente en lo que se denominaba ‘’el confesionario’’.

Pero creo que es mejor no seguir hablando del tema pues, a lo mejor, el dar demasiados datos produce el efecto contrario al deseado y aumenta el número de televidentes del programa.



De los demás ‘Reality show’ poco puedo hablar, pues ni zapeando he conseguido algo más que imágenes sueltas. Hay uno, ‘’Adán y Eva’’, que duró menos que un suspiro, y del cual aun hacen reposiciones en alguna de esas cadenas de tercera o cuarta fila. Y que consiste en trasladar a una playa paradisíaca a un par de hombres y otro par de mujeres para que ellos compitan en la ‘conquista’ de la pareja (heterosexual, ¡claro!) que consideren más adecuada a sus gustos y aficiones. Eso sí, completamente desnudos y sin paredes ni biombos en las cabañas preparadas ‘ad hoc’, donde cocinan para la pareja escogida, o establecen ‘sesudos’ diálogos sobre los temas más variados, plácidamente sentados en la arena a orillas del mar. Pero siempre y en cualquier ocasión, con sus ‘partes’ pixeladas.
Tal vez por eso del machismo y de la libertad de cada uno en la elección de su propio ‘género’ haya aparecido en la actualidad el programa ‘’First date’’. Viene a ser lo mismo que la anteriormente citada, pero vestidos, de dos en dos y en torno a una mesa y, además, admitiéndose todo tipo de parejas y de participantes. La primera vez que lo anunciaron me llamó la atención que el conductor del programa fuese Carlos Sobera, pero ni siquiera por el talante, simpatía y buen hacer que le reconozco por otros programas en los que le he visto actuar, he sido capaz de detenerme ni un segundo si, zapeando, he tropezado con ‘’First date’’.

Por último, no puedo dejar de citar el más reciente invento televisivo: arreglar los problemas de pareja mediante un intercambio consentido de vivienda de uno de los integrantes de las mismas, durante un tiempo que creo que es de una semana. No tengo ni idea, ni pienso que la tuviese aunque fuese psicólogo, de la motivación que puede tener una pareja para meterse en tal berenjenal, ya que me parece imposible que puedan pensar que tal intercambio sea capaz de solucionar sus conflictos, sean éstos los que sean. A mí solo se me ocurre que únicamente puede impulsarles las ganas de pasar una semana divertida e incluso bien remunerada, pero con riesgos inherentes que no se pueden detectar previamente. Algo así como el ‘puenting’, pero prolongado en el tiempo y sin saber si la goma elástica que te mantiene en el aire es más corta o más larga que la altura que te separa del suelo.


Resto de programas

De las tertulias pseudo-sociales y pseudo-políticas, mejor no hablar. Así que me voy a limitar a retratarme y tratar de concretar qué es lo que veo por televisión. Y la respuesta la tengo muy clara: fútbol y más fútbol, menos los partidos en los que intervenga la Real Sociedad, pues me producen estrés e incluso cabreos poco racionales. Y películas, muchas películas,  en las que alterno las de acción y suspense con las del oeste y las bíblicas, por eso de equilibrar los gustos de los televidentes que estamos en el salón. Y gracias a Movistar la cosa se ha facilitado mucho, ya que se puede disponer de la programación de la última semana, con lo que puedes ver a las tres de la tarde películas que han pasado de madrugada. Mención especial merecen las comedias francesas e inglesas, que constituyen el mejor método de relajación previo a irse a descansar.

Y de política nacional o autonómica hablaremos pronto.

lunes, 10 de diciembre de 2018


Semana del 2 al  8 de diciembre del 2018

Llegó de nuevo la fecha en la que hay que adornar la casa y la terraza para las fiestas navideñas.









Y La Concha desde distintas perspectivas









domingo, 2 de diciembre de 2018


Semana del 25 de noviembre al  1 de diciembre del 2018

LA TELEVISIÓN Y YO (II)
(‘’El burro/a por delante para que no se espante’’)

Series

A nuestra edad, eso de estar ‘enganchados’ a las series no nos va. Yo, por lo menos, a la tercera o cuarta entrega ya estoy cansado del mismo esquema del guión: presentación de la nueva situación de los personajes; batalla dialéctica entre los protagonistas y sus oponentes; acercamientos amorosos, eróticos y hasta sexuales entre personajes del mismo o distinto sexo, por parejas o por tríos; …¡y vuelta a empezar!  A no ser que se les ocurra incluir un ‘flash back’ y repetirnos medio capitulo entresacado de alguno o algunos de los precedentes.

He de confesar que me gustan las series de temas históricos tales como ‘’Los Medici’’ o ‘’Babylon Berlin’’ cuya factura y actores suele estar muy cuidada. O alguna que tiene un guión original y próximo a mis estudios y aficiones como ‘’Breaking Bad’’. Pero las que podría calificar como juveniles o familiares no las aguanto, por muchas temporadas que lleven en antena.   Y entre ellas no puedo dejar de citar la famosa y eterna ‘’Cuéntame cómo pasó’’. He de reconocer que la primera temporada me mantuvo a la espera de su emisión todas las semanas durante unos cuanto meses, pero en cuanto comprobé que lo que describían que pasaba en los madriles era sustancialmente distinto de lo que ocurría en provincias o, por lo menos, de lo que yo había vivido y ‘padecido’, dejó de interesarme. Aunque tengo que confesar que hay una serie de este tipo que me ha enganchado no sé si por el contraste de ambientes, personajes y situaciones que refleja e incluye: ‘’Allá Abajo’’. Además de un guión que siempre guarda sorpresas y cambios de dirección, su acción se desarrolla alternativamente en dos zonas de España que las considero ‘’mías’’: Donostia, mi lugar de nacimiento, y Andalucía mi refugio en la jubilación.

Antes de cerrar este epígrafe no quiero de dejar de citar las series cuyo guión se basa en algún ‘best seller’, como La Catedral del Mar’’, ‘’La vida entre costuras’’, ‘’Los pilares de la tierra’’,… En este caso, casi siempre caigo en la tentación de ver algún capítulo, sobre todo si he leído el libro correspondiente. Más que nada por comprobar si lo que ha construido mi imaginación durante la lectura en cuanto a lugares o personajes, coincide en algo con lo que han decidido los responsables del casting y el de la ambientación de la serie. Además tienen la ventaja de que el número de capítulos, la mayoría de las veces, es limitado y controlable. Tal vez por ser tan ‘inconmensurable’, o tal vez por tener propagandistas y promotores de ideologías que no me son afines, exceptúo ‘’Juego de Tronos’’, serie de la que no he disfrutado ni padecido un solo capítulo.

Concursos

Los hay de todos los tipos y a todas las horas posibles. Y hoy viernes, pero no 13, he tenido más de hora y media para reflexionar sobre el por qué soporto mejor determinados concursos. Y esas reflexiones me han surgido cuando estaba tumbado e inmóvil mientras me hacían tres RMN de manera consecutiva y solo con una pequeña interrupción para recolocarme convenientemente. Parecía como si estuviese ensayando mi postura de ‘difunto’ de pro, pues el frío congelador que hacía en el habitáculo ayuda a conformar la macabra imagen.



Pero vayamos al grano. Hay concursos que debido a las horas en que se emiten es difícil, por no decir imposible, prestar atención. ¿Quién puede estar expectante, con los ojos abiertos y pendiente de las preguntas y respuestas a la hora de la siesta, que es cuando está programada la emisión de ‘’Saber y ganar’’? O, ¿quién está dispuesto a que se le estropee la comida por ver ‘’La Ruleta de la suerte’’? Porque a esa hora estás vigilando para que no se acabe el agua con la que has puesto los huevos a cocer, y que es lo que constituye tu magra comida junto a una crema de verduras, por eso de conservar la línea para no tener que renovar el vestuario. Y es que nadie entiende que a partir de los 80 te engorda hasta el respirar y, al mismo tiempo y en esas edades, el apetito y el gusto por las exquisiteces es lo único que se mantiene casi, casi como en tu juventud. Por tanto, lo que te apetecería comer son unas buenas pochas con borraja o unos langostinos tigre recién cocidos con mayonesa aunque, eso sí, siempre condicionado a lo que de de sí tu pensión. Y hay que convencerse de que esos deseos solo los puedes hacer realidad espaciadamente, aunque únicamente sea para no poner en riesgo tu salud.

Quedan los concursos vespertinos como ‘’Ahora caigo’’ y ‘’Boom’’, y es este último el que sigo asiduamente, sobre todo porque precede a un telediario que, por ahora, no me produce sarpullidos mentales ni al que tengo alergia intelectual. Y eso que cuenta con elementos que más de una vez han provocado el que prefiera permanecer inmerso en la lectura de una novela o el que me vaya a hacer solitarios al ordenador. Sobre todo cuando su presentador sobreactúa en los que debe de ser el estilo moderno o se mete en charcos originados por sus fijaciones infantiles (aquellas de culo, pito, pis, caca, pedo,..),  o alguno de sus concursantes demuestran un nivel cultural o de razonamiento más que discutibles. ¡ Dónde han ido a parar mi amigo Sobera, el de ‘’Atrapa un millón’’, al que ahora utilizan para promover apuestas o presentar ‘Reality show’!

Y de concursos, ya está bien.

domingo, 25 de noviembre de 2018


Semana del 18 al  24 de noviembre del 2018

Hay semanas que no hay quien pueda escribir. Entre la lluvia, las tormentas y, sobre todo, los ataques (‘episodios’ los llaman ahora los galenos) de ciática y lumbago, no puedes ni estar cinco minutos sentado. Y solo te levantas para huir de las ¿sandeces?, ¿memeces?, o como quiera cada uno calificarlas, que ves y oyes en los telediarios. Así que,…¡hasta otra semana!

domingo, 18 de noviembre de 2018


Semana del 11 al  17 de noviembre del 2018

LA TELEVISIÓN Y YO
(‘’El burro/a por delante para que no se espante’’)

Hay un aspecto de la vida diaria en el que los jubilados llegan a ser críticos expertos de los programas ofrecidos por las distintas cadenas disponibles en cada autonomía. Y esto es porque constituyen uno de sus entretenimientos favoritos por distintas razones:

Es el entretenimiento que menos euros les resta de sus pensiones

Los esfuerzos físicos que requiere son siempre asumibles

Sus programas siempre pueden favorecer el ‘descanso’ con excepciones que se intentará poner de relieve

Están disponibles a cualquier hora del día y de la noche con solo pulsar un botón del mando a distancia

Lo mismo activa las neuronas hasta límites insospechados como te sumen en una somnolencia agradable y reparadora.

Lo malo es que las conclusiones que se pueden sacar o a las que se puede llegar a partir de los personajes que aparecen y de sus parloteos, o de las opiniones que se vierten con una voz en ‘off’ a raíz de hechos o situaciones reflejadas en imágenes, dependen en gran manera de los entretenimientos, aficiones o gustos que tenían los receptores de la información en su antigua vida laboral, ya que ésta última condicionaba sus tiempos libres y en qué emplearlos.  Y mejor no hablar de lo que ocurre cuando dichos receptores tienen un mínimo de capacidad analítica y de relación. Por lo tanto, lo que viene a continuación no creo que pueda generalizarse, aunque tal vez haya bastantes personas que estén de acuerdo con las opiniones que aparezcan a continuación.

Telediarios

Son los mejores programas de TV que puedes elegir si quieres experimentar una montaña rusa de emociones: asombro, curiosidad, indignación, estremecimiento, indiferencia, depresión, ansiedad,…, y ¡hasta aburrimiento!

Siempre comienzan con la actualidad nacional que, si los editores no tienen grandes accidentes o inundaciones o ninguna otra cosa, tratan de explicarnos con todo detalle las corruptelas, plagios y contradicciones de unos y otros, sean del color que sean. Pero lo peor es cuando ponen vídeos en los que algún miembro del Gobierno, tanto da que sea ‘bonito’, trata de convencer a la población de lo buenos que son y preocupados que están por su bienestar físico, económico y hasta psíquico.

En esos momentos, tienes dos opciones: o te carcajeas o lloras. Y eso porque, o son mentiras disfrazadas de verdades, o son deseos de quienes las expresan, pues en las fechas en las que datan sus proyectos estaremos, los de mi edad y muchos de los actuales fumadores (según las estadísticas), criando malvas.

‘’Aquí nadie que solicite una hipoteca va a pagar el impuesto de Actos Jurídicos Documentados’’

Esto solo ocurriría si las autonomías renunciasen a ese impuesto, y eso sería un milagro. Y, por otra parte, cualquiera que te preste dinero te va a cobrar  hasta el papel que emplee para redactar toda la documentación que precise para asegurar al máximo su devolución. Y si no lo hiciese, quien te presta el dinero seguro que es una ONG y no una entidad financiera. 

‘’La base de cotización de los autónomos aumentarán con la finalidad de mejorar sus prestaciones’’

Y la gente de a pie, a pagarlo. Porque ya me contará el ‘experto’ a quien se le haya ocurrido esta idea si, como dice mi frutera, no van a tener que subir los autónomos los precios de sus productos o servicios.

 ‘’Obedece a la lógica dar el título de bachiller con un suspenso’’

En palabras de la propia ministra de educación (las minúsculas están puestas a propósito), es mejor ser generosos desde la ley que bajar la autoestima de nuestros jóvenes. ¡Si de autoestima van ‘sobraos’! Tienen derecho a todo lo que se les pasa por la cabeza, se consideran ‘doctores’ por tres horas de trabajo de ‘corta y pega’ en el ordenador, ganan más con unos vídeos en youtube que sus progenitores como consejeros delegados de una mediana empresa y, además, sin los riesgos inherentes que conllevan tales cargos.

‘’En el 2050 no podrán venderse coches de gasolina ni de gasoil’’

¡Pues qué bonito! A mi edad, me deja frío y sigo sin entender cómo se atreven a proponer cualquier tipo de legislación para los que vengan. ¿O es que piensan estar son convocar elecciones hasta esos años?

‘’Entre el 2023 y el 2028 se cerrarán todas las centrales nucleares’’

Pues los que estén para jubilarse o ya jubilados en esas fechas, ya pueden hacer acopio de velas porque la electricidad va a ponerse por las nubes. A no ser que los mayores de 65 años tengan derecho a un molinillo autogenerador de electricidad para instalarlo en la terraza (si la tiene), a precio de Días de Oro del Corte Inglés.

Y no hablemos de otras cosas pues ya se sabe que un Gobierno no está para gobernar sino para MANTENERSE.

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La actualidad internacional tampoco da para muchas alegrías. Siempre aparecen los mismos mandatarios aunque en distinto orden según las cadenas: Merkel, Macron, Salvini, Putin y Trump. A veces nos divierten con las ‘rajadas’ de algún dirigente iberoamericano, pero sin exagerar. Y el mayor porcentaje de las noticias referentes a estos personajes son de índole negativa. Pierden elecciones, descalifican a la prensa, a otros mandatarios o quien se les ponga por delante. O sea, que te quitan las ganas de viajar al extranjero a no ser que regales a tus nietos un viaje a Disneyland París, o quieras echar una canita al aire y visitar alguna playa del Caribe.
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Y la parte seria de la primera sección del telediario acaba con ‘’El Caso’’. Y si alguien no entiende la metáfora que lo busque en la Wilkipedia. Se nos cuenta con todo detalle y hasta con enviados especiales las desgracias de todo tipo que han ocurrido en las últimas 24 horas, o nos amplían información de cualquiera sobre las que nos hayan informado en la última semana. Y no puede faltar algún suceso que pueda calificarse como violencia de género.
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Y después de esa media hora que nos han tenido en vilo, pues hasta nos anuncian que el fondo de pensiones tiene menos recursos que los pantanos después de diez años de sequía, y que la hucha de la SS está más exprimida que un limón, viene las secciones más inocuas y despreocupantes: los deportes y el tiempo. Lo peor es que cuando llegan, es fácil que ya estemos sesteando o siesteando (no tengo seguridad de cómo se dice), y lo mejor es que no nos enteramos de cuándo nos llega la gota fría ni de lo que le pasa al real Madrid o al Barcelona.

No puedo dejar de citar una sección deportiva que siempre me asombra: la del telediario de la noche de A3. De lunes a viernes casi todas las noticias que aparecen tienen como modelo a la película de ‘Pulp Fiction’. Avalanchas en campos de fútbol, peleas entre padres en partidos de alevines, accidentes que sufren jugadores al ir a entrenamientos o de fiesta, árbitros a los que descalabran los futbolistas durante o al final de los partidos, peleas entre aficionados ultra, caídas de futbolistas de la camilla cuando los sacan del campo,…

Y del resto de programas, ¿qué? Pues si me da tiempo, ya hablaremos

lunes, 12 de noviembre de 2018


Semana del 4 al  10 de noviembre del 2018



Fin de semana en Benahavís, si no de descanso, de relajación


AMANECER (fotos tomadas entre las 8 y las 9 a.m.)










GRAN HOTEL DE BENAHAVÍS


sábado, 3 de noviembre de 2018


Semana del 28 de octubre al  3 de noviembre del 2018


Y después de los 80, ¿qué?(II y último)


Es curioso, pero cuando te jubilas y emprendes uno de esos viajes en los que has estado soñando toda tu vida, parece que quieras acabarlo lo más rápido posible. Si vas en avión, llegas al aeropuerto con dos o tres horas de adelanto para poderte poner el primero en las colas de facturación. Y una vez que te olvidas del equipaje, te diriges lo más deprisa que te lo permiten tus fuerzas hacia la puerta de embarque correspondiente. Y si el recorrido previsto es en coche propio, madrugas e intentas llegar a tu destino lo antes posible. A partir de los 80 todo cambia. Procuras hacer el viaje de día, pues conducir de noche no te parece tan agradable y sugerente como cuando eras joven. Vas tranquilamente disfrutando de una conducción reposada, sin inmutarte cuando te sobrepasan camiones o autobuses. Y cuando te sobrepasa a más de 140 km/hora un R-5 con matrícula antigua, sonríes socarronamente e intentas no perderlo de vista por si se descuajeringa ante tus ojos.

Y hablando de coches.  Si uno tiene intención de cambiar de coche y hacerse con uno que tenga todas las comodidades y adelantos tecnológicos, hazlo antes de los 80. Y eso, porque a partir de esa edad hay un inconveniente muy serio, y es que las financieras te consideran un producto de caducidad inmediata y te exigen un aval  para cualquier préstamo, por pequeño que sea. Y esta situación concreta manifiesta claramente cómo te consideran los que no pertenecen a ese mundo particular que constituyen el grupo de jubilados.

Para los críos eres, en el mejor de los casos, alguien que puede contar historias que, por descabelladas e insólitas, les entretienen, disparan su imaginación y siempre les parecen distintas aunque solo se diferencien en pequeños detalles. Y en el peor de los casos, eres para ellos como un juguete al que pueden hacerle diabluras más o menos atrevidas en función de su aguante y de la proximidad de sus progenitores.

¿Y cómo te relacionas con los jóvenes con los que no tienes ningún vínculo directo de consanguinidad? Si por circunstancias casuales tienes alguna relación con ellos o sus progenitores que vaya más allá de lo ocasional o indirecto, esa relación se inicia casi siempre a raíz de problemas académicos o psicológicos. Pero si eso te hace ‘tilín’ cuando estás recién jubilado, a los 80 te ‘resbala’ y prefieres no complicarte la vida que ya te has montado, y en la que sortear con eficacia los achaques que te van surgiendo ya te da suficiente entretenimiento. Además, en estos tiempos, los jóvenes no saben relacionarse con el resto de los humanos a no ser por facebook, whatsapp o instagram.

Y en cuanto a los adultos que tienes próximos en tu nuevo entorno, y que la mayoría de las veces se reducen a tus vecinos de urbanización, has ‘quemado’, por una u otra razón, los puentes que inicialmente habías tendido. Los quince años que han pasado desde la lejana fecha de tu jubilación es tiempo más que suficiente para haberte hartado de discutir sobre problemas de la comunidad cuya solución nunca satisface a todos.

O sea, que te has convertido en una pareja ‘Robinson Crusoe’. Has ido conformando un islote en el que vives y disfrutas de todas aquellas cosas que antes considerabas ‘menudencias’ o entretenimientos de la vida ordinaria: ir de compras solo o acompañado por tu pareja, planificar y realizar viajes para mantener contactos familiares o para rememorar estancias pasadas y, sobre todo, ejecutar las rutinas  diarias de una manera que resulte llevadera y, a poder ser, divertida. Y siempre teniendo en cuenta una serie de consejos y/o sugerencias, entre otros muchos, que dicta la experiencia:

- Date los caprichos que te permitan tus ingresos, pues el ahorro, los planes de pensiones, las inversiones y demás zarandajas, ya no te prolongan la vida ni te protegen de los planes económicos de los políticos.

- No hagas esfuerzos que tu experiencia te dice que puedes poner en un compromiso a tu zona lumbar o el funcionamiento de tus esfínteres.

- No cruces los pasos cebra corriendo ni sin mirar antes a todos lados, pues hasta los coches autónomos están programados para cargarse antes a un ‘vejete’ que a un inconsciente, sobre todo si éste es joven.

- Celebra con los de tu generación el mayor número posible de reuniones en las que puedas contratar, compartir, relatar,…, los recuerdos que se te ocurran, sin que haya jovenzuelos que te interrumpan, te corten bruscamente, o te intimiden para que te calles.

- No te pongas en corrientes de aire aunque la temperatura ambiente alcance los 35ºC, ya que un catarro, a nuestras edades, se convierte en neumonía en menos de lo que canta un gallo.

- Piénsatelo mucho antes de ingresar e integrarte en un grupo con edad media menor de 45 años, pues te sentirás como un florero al que se le atiende cuando tiene las flores en tal estado que les induce a pensar que lo mejor es cambiarlas y olvidarse de paso del florero.

- Evita cenas ‘a calzón quitado’, por mucha hambre que tengas, pues te pueden provocar, como mínimo, una noche toledana y, como máximo, el tener que llamar al 112.

- No se te ocurra cortarte las uñas de los pies porque, si lo intentas, tendrás que llamar a un quiropráctico para poderte poner en pie en una posición normal y, en casos extremos al 112. ¡Búscate un buen podólogo!

-…

Y no sigo.

sábado, 27 de octubre de 2018


Semana del 21 al 27 de octubre del 2018

Pues esta semana, no seguimos.

Es preferible admirar las cosas que logra la naturaleza si se la trata con mimo. Y como muestra, se adjunta la evolución de una planta de acebo.

En marzo presentaba este aspecto



Y a finales de octubre había vuelto a florecer







domingo, 21 de octubre de 2018


Quincena del 7 al 20 de octubre del 2018

Y después de los 80, ¿qué?


Lo acaecido en días pasados en relación con el viacrucis que supuso la resolución del problema telefónico, me ha llevado a reflexionar sobre los ámbitos en los que un jubilado puede hablar con más o menos libertad.

A estas edades somos conservadores por naturaleza y, si has vivido épocas en las que te hubiese gustado cambiar las cosas y hasta te hayas unido a grupos más o menos revolucionarios, ahora te rías de tus propios arrebatos reformadores tanto si proceden de la izquierda, como si los proclaman como promesas los del centro o los de la derecha. Pero no todos. Hay gente entre los de nuestra generación, sobre todo entre los que consideran que la pensión que perciben no se corresponde con los esfuerzos y sacrificios que hicieron durante su vida laboral, a los que las proclamas sobre cualquier aumento de los precarios ingresos que les hace el ‘papá estad’ a fin de mes, les alegran el oído y les despiertan la esperanza. Y hasta les disminuyen los achaques que, en otras circunstancias les impedirían salir a manifestarse contra viento y marea.

Pero vayamos al grano. ¿Con quién y de qué puede hablar un jubilado de mis características? Profesional de la educación, funcionario saltarín que ha picoteado en casi todos los niveles, y trasplantado ‘motu propio’ a un lugar que está a mil kilómetros de lo que era su hábitat natural durante los últimos veinticinco años. Hagamos un repaso.

Y vamos a empezar por los contactos habituales y cuasi obligatorios de todos los días en los que siempre hay algo que comprar y, si no, uno se los inventa para no aburrirse. Para estos casos, lo primero que hay que hacer es una matización muy importante: no hablas, sino que escuchas. Y los temas suelen ser de lo más variado. Lo mismo te hablan de la ignorancia supina que manifiesta la juventud en relación con gestiones que a los ‘antiguos’ nos parecían tan sencillas como comprar el pan (‘’¡Ah! ¿O sea que para comprar un sello de correos no hace falta dar la dirección propia ni enseñar el DNI?’’), como te explican con todo detalle cómo se hizo su pariente una herida en el pie con la radial cuando arreglaba una cerca y las consecuencias que ese ‘detalle’ ha tenido en la recolección de tomates ecológicos.

Capítulo aparte merecen las llamadas telefónicas de toda índole y sobre temas de lo más variados. Con esto de los ‘’big data’’,  el que llama para hacerte alguna oferta sabe más de tí que la madre que te parió. Si es de una compañía telefónica ya conocen lo que pagas a la que te suministra sus servicios, y tratan de convencerte que con la que representan ellos vas ahorrar un montón de dinero. Y al final no te queda más remedio que decir a tu interlocutor que lo que quieres y te gusta es gastarte el dinero porque no quieres dejar ni cinco a tus allegados. Y mejor no hablar de los seguros de deceso. ¡Si cuando me muera, yo no voy a pagar ni un céntimo de lo que cueste mi entierro!

La única ventaja que tienen los años es el ‘’haber cruzado la línea invisible’’, tal como dice Pérez Reverté en su artículo del XL del 23 de septiembre último. Es decir, poder pensar y decir lo que quieres sin ningún tipo de autocensura. Lo peor de este principio es que los ámbitos en los que puedes aplicarlo son mínimos, ya que las personas dispuestas a escucharte se pueden contar con los dedos de una mano, y aun te sobran dedos. Los jóvenes se las saben todas y, como mucho, te interpelan para preguntarte la hora, para pedirte una ‘ayudita’ que les permita ir a divertirse a la feria del pueblo más próximo o directamente 10 euros para recargar el móvil. Y los de más edad, sobre todo si están inmersos en una vida laboral ajetreada, consideran que tus opiniones están ya pasadas de moda, que tus posibles recomendaciones están fuera de contexto y, solo esporádicamente, se interesan por tu salud y tus achaques, si los tienes.

Pero siempre queda por abrir una puerta a la esperanza: contactar con los de tu generación el mayor número de veces posible. Mientras puedas, reunirte con ellos para desgranar hechos y rememorar historias pasadas que siempre son las agradables pues, gracias a dios, las desagradables son las primeras que se olvidan. Y si ya no puedes trasladarte con facilidad ‘por tierra, mar y aire’, ahí están los medios de comunicación modernos, aunque la verdad es que, por nuestra iniciación tardía, lo único que utilizamos con cierta destreza es el correo electrónico.

Pero no hay que desanimarse. A partir de los ochenta aun quedan muchas cosas que podemos hacer, pero siempre evitando aquellas que pueden provocarnos más males que beneficios. Seguiremos.

domingo, 7 de octubre de 2018


Quincena del 23 de septiembre al 6 de octubre del 2018

A partir de ciertas edades, o te enganchas a las redes sociales y te reciclas en las expresiones y el léxico de las nuevas generaciones, o te resignas a no poder hacer gestiones telefónicas para poder solucionar problemas tecnológicos, ya sean de internet, de TV, de teléfonos fijos o móviles, o de cualquier otra cosa más o menos automatizada.

Y para muestra un botón

Los antiguos, no sé por qué, seguimos enganchados al teléfono fijo. No hemos vivido mucho tiempo en este mundo de los denominados en muchos países ‘celulares’, y mucho menos nos hemos implicado vitalmente en sus desmedidas prestaciones, y el teléfono fijo nos parece un artilugio más seguro y más apropiado para charlas prolongadas o para gestiones a las que damos importancia: no se corta la comunicación por falta de cobertura ni porque hayamos puesto el dedo donde no debíamos. Y como es natural (para nosotros), en cuanto te quedas sin línea, procuras por todos los medios solucionar el problema.

Lo primero que hice fue ponerme el auricular al oído y tocar todos los botoncitos de los que dispone un DOMO. Marcar, Desactivar, Mensajes, Agenda,…¡Bueno! A decir verdad, todos no. No me atreví a apretar el botoncito rojo en el que ponía ‘’112’’, por si provocaba la llegada de una ambulancia con la sirena funcionando, y la situación me obligaba a ‘’embarcar’’ a mi señora camino del hospital, con la excusa de un episodio agudo de EPOC. Hice lo mismo en el aparato inalámbrico de que disponíamos, pero con mucho menos entusiasmo y rigurosidad, aunque con el mismo resultado: ‘cero patatero’.

Inicié con desgana el repaso de los puntos de conexión ubicados en esa especie de enchufes que los instaladores te dejan en las paredes pero que, como siempre, tienen la ‘delicadeza’ de ponértelos en sitios discretos y casi inaccesibles. En consecuencia me vi obligado a desplazar el sofá y hacer algo similar a los ejercicios de barras paralelas, pero debido a mis limitaciones gimnásticas, me conformé con una inspección visual, sin comprobar que la clavija del hilo telefónico estuviese bien insertada en su receptáculo.

Al llegar a la conclusión de que no estaba en mis manos el retorno de la ‘línea’, hice lo único que se me ocurrió en ese momento, es decir, llamar a la compañía telefónica con….¡el móvil! Y en ese momento empezó mi calvario.

No conseguí ponerme en contacto con alguien de carne y hueso, o dicho de otra manera, con alguien que tuviese nombre, apellidos, y DNI o pasaporte (como te solicitan siempre en las compras por internet), hasta después de varios intentos. La razón es muy sencilla. Entre que no oía lo que me decían; cuando oía y escuchaba atentamente la relación que había entre cada uno de los números que citaba una voz impersonal y el tema al que estaban asociados, y cuando llegaba la frase ‘Si su tema no es ninguno de los anteriores, pulse el 7’, ya no me acordaba de qué efecto tendría el apretar el 1; y como además se me cortaba la comunicación por alguna causa para mí desconocida, acabé por llamar y esperar a que se acabase la retahíla de recomendaciones, pues en el intento previo había percibido que acababan diciendo algo así como

‘’Si no es nada de lo anterior, le pasamos la comunicación a uno de nuestros comerciales’’

Pero, …¡mi gozo en un pozo!, ya que la primera vez que lo intenté, y después de varios intervalos musicales interrumpidos solo por la frase ‘’En breves momentos le atenderemos’’, surgió otra vez la voz impersonal para advertirme que todas las líneas estaban ocupadas y que el tiempo de espera podía ser de hasta cinco minutos. Así que corté la comunicación y traté de relajarme fumando un cigarrillo, a pesar de ser consciente de que ese simple acto iba a acortarme la vida. Y el estrés que se me estaba generando, ¿qué?

Después de varios intentos más, logré establecer comunicación con una persona de carne y hueso, y que se me presentó amablemente con el nombre de Lucía ‘no sé qué’. ¡Que la santa homónima le conserve la vista! Me refiero a la ‘vista’ para detectar cuál es la mejor vía de asesoramiento para los clientes a los que presta asesoramiento. Porque en mi caso, y a la vista de los resultados, no fue así.

Lo primero que hizo cuando le informé de que no tenía línea en el teléfono fijo, fue conminarme seriamente a extraer la ‘’roseta’’ del cable que partía de la base del aparato telefónico. Me quedé momentáneamente mudo, sin saber qué decir, y únicamente pude articular con timidez la frase ‘’¿Qué ‘roseta’?’’ Y con cierta contundencia, me aclaró que se estaba refiriendo a desenganchar el hilo telefónico de la toma que tenía al final del mismo. Tímidamente, traté de confirmar si se refería a la clavija que unía el aparato con la línea telefónica de la casa, y se limitó a repetir varias veces:’’¡Pues claro, la ‘roseta’, caballero, la ‘roseta’ !

La citada operación no produjo el efecto deseado y, en consecuencia, mi interlocutora, que supongo que seguía mis actuaciones por ordenador, me preguntó si tenía algún inalámbrico, y que si era así hiciese la misma operación en el mismo, es decir, desenganchar la correspondiente roseta del aparato. Nuevo fracaso.

Ante el nuevo panorama que se abría, la tal Lucía no se arredró, sino que se empoderó aun más, y sin cortarse un pelo, me dijo que cogiese el aparato telefónico, buscase el PTR del apartamento, e insertase en él la dichosa roseta.

Y ahí me veo yo llevando en una mano el aparato telefónico con sus cables colgando, y en la otra el móvil a través del cual mi interlocutora seguía percutiendo, como dicen ahora, con la misma cantinela: ‘’¡Busque el PTR! ¡Busque el PTR!’’ En un destello de clarividencia me ddi cuenta de que estaba refiriéndose a los terminales telefónicos que, como es normal en las urbanizaciones, estaban centralizados en un habitáculo especial que suele denominarse el RITI. Se lo comuniqué a quien seguía, imperturbable al desaliento, repitiendo lo del PTR, especificándole al mismo tiempo que el RITI estaba en la zona de garajes y, por tanto, sin cobertura. Deseándome suerte y recordándome al mismo tiempo lo de insertar la roseta, cortó la comunicación.

Y cualquiera puede imaginarse las siguientes escenas: a un menda bajando al sótano con mi DOMO bajo el brazo y llamando al conserje para que me facilitase el acceso al RITI; una vez dentro del recinto, mirar por todos lados tratando de identificar la caja metálica que contuviese todo lo referente a las líneas telefónicas; y por último, una vez identificada, abriéndola con el objetivo claro de localizar el PTR de mi línea. Y no se puede nadie imaginar cuál fue mi asombro al visualizar una auténtica maraña de cables telefónicos que entraban y salían de distintos dispositivos de plástico donde se perdían sus pistas, y sin la más mínima señal que pudiese indicarme cuál correspondía a mi número y, además, sin ninguna clavija visible en la que poder insertar la dichosa roseta. Visto lo cual, cerré el armarito de conexiones, salí del RITI, y me volví a mi apartamento con mi apreciado y, a estas alturas, querido aparato telefónico.

Llamé de nuevo a la compañía que me prestaba (y cobraba) los servicios, y saqué provecho de mi buena estrella. Al otro lado del hilo telefónico ya no oí la ‘dulce’ voz de Lucía, sino la de un caballero que, después de escuchar mis explicaciones, me tranquilizó, y me dijo que no me preocupara pues él mismo iba a rellenar un parte de incidencias para el personal técnico que se encargaría de arreglar la avería. Añadió que el técnico que se hiciese cargo del parte se pondría en contacto conmigo a través del móvil para acordar el momento más adecuado para realizar la visita.

Y a partir de ese momento todo fue como la seda: mensajitos al móvil pormenorizando detalles de la avería; llamada del técnico con anuncio de visita; llegada del mismo a la hora indicada; toma de datos específicos del problema ‘in situ’; y, por fin, resolución del mismo.

Cuando acabó todo, y teniendo ya la línea restablecida, llegué a una conclusión: cualquier problema imprevisto, por simple y pequeño que sea, te desestabiliza mental y psicológicamente. Tardé como mínimo 24 horas en funcionar en régimen normal, aunque aún sufro alteraciones puntuales del sueño, con pesadillas en las que estoy en un laberinto del que no puedo salir a pesar de que, en cada recodo, aparecen carteles con una flechita indicando por donde se llega al PTR, al RITI, y que, como es natural, no hago ni caso.

Nota.-Las palabras y siglas DOMO, PTR, RITI, ROSETA, seguro que se explican en Google

lunes, 24 de septiembre de 2018


Semana del 16 al 22 de septiembre del 2018

Mazagón a los 80 (IX y último)

18 de julio

No sé si he tenido una pesadilla en los momentos previos al estado de vigilia, pero el caso es que me he despertado inquieto y mirando a mi alrededor, tratando de recordar el sitio en que me encontraba. Cuantos más años tienes, más se exagera la necesidad de dominar tu entorno, y más reacio se vuelve uno a cambiar el lugar donde duermes y vives habitualmente por otro desconocido. No hay nada más angustioso que levantarte a media noche y no saber con certeza dónde está el baño.

En el desayuno se ha dado una circunstancia extraña y es que, al contrario de la mayoría de las veces, todo el mundo tenía necesidad de mantequilla, por lo que se han vivido unos momentos de desabastecimiento con las consiguientes prisas y hasta empujones por hacerse con las últimas raciones. Y eso que Danacol sigue ‘machacando’ con sus anuncios intentando que bajemos el consumo de grasas o que, si no renunciamos a ellas, nos hagamos adictos a sus productos. Me da la impresión de que los anuncios y reportajes sobre los efectos nocivos del aceite de palma haya inducido a que la gente se fie más de los derivados directos de la leche de vaca y que, por si acaso, reduzca el consumo de margarinas.

Tal vez debido a que era el último día de nuestra estancia en el Parador, la elección de las hamacas fue más difícil de lo normal. De entrada, nos colocamos en las que estaban junto al acceso a la zona de la piscina que también eran las más próximas a los servicios. La llegada de la segunda pareja acompañada de sus churumbeles dando gritos de alegría y abrazados a sus flotadores, nos convenció de que estaríamos más tranquilos alejados de esa entrada, y nos trasladamos con nuestros bártulos a otra sombrilla. Al cabo de no mucho tiempo, unos diez minutos aproximadamente, y no recuerdo bien si fue porque la sombra de que disponíamos no era la adecuada por su tamaño u orientación, doblamos las toallas, las metimos en las canastas piscineras junto a los libros, la radio y demás, y…¡de hamaca a hamaca y te aguantas por la matraca! Y ya no cambiamos, más por agotamiento que por las cualidades y situación del nuevo emplazamiento.

En el intento de probar todos los servicios del Parador, hice una excursión hasta la cafetería para comprobar si podíamos comer en el jardín del que disponía. Si la gestión resultó un fracaso, no fue menos deprimente el comprobar, cuando llegué al lugar donde nos habíamos instalado, que el camino de vuelta se me había cagado encima un pájaro que, gracias a Dios, era de pequeño tamaño y no una gaviota de esas que revolotean a todas horas en las zonas de costa.



Menos mal que el pargo que nos sirvieron en la comida compensó en gran parte las vicisitudes padecidas por la mañana, lo que nos permitió volver animados a nuestra habitación para descansar e ir preparando el equipaje.

La despedida fue de lo más ascética: un sándwich misto para los dos. Y con ese escaso bagaje alimenticio nos fuimos a descansar, pensando ya en el viaje de vuelta.


19 de julio

El desayuno casi normal, pues me di el gustazo de disfrutar del bufet, atrapando y engullendo un ‘xuxo’, con la esperanza de que esa masa azucarada y cremosa mantuviese mi estómago en silencio durante todo el viaje de vuelta.

El recorrido por las carreteras de Huelva hasta Sevilla transcurrió con retenciones cuya causa trajo a mi memoria recuerdos pretéritos. Aquellos tiempos de la postguerra en los que veíamos a los peones camineros de la Diputación de Guipúzcoa empujando sus carretillas llenas de grava con la que iban rellenando los baches de la carretera antes de amalgamarla con lo que entonces conocíamos con el nombre de ‘galipot’. Y ahora, casi 80 años después, con otros medios más modernos, seguían haciéndolo en una autovía de alta densidad de circulación….¡a media mañana! ¿Es que no hay otros intervalos de horas con circulación más escasa en que pueda hacerse este tipo de reparaciones?

Aguantamos con estoicismo los no menos de cinco kilómetros de coches con que tropezamos un par de veces, y llegamos sin más problemas a San Pedro de Alcántara, donde lo primero que hicimos fue recoger las rosas que florecían en nuestra terraza