sábado, 15 de diciembre de 2018


Semana del 9 al  15 de diciembre del 2018

LA TELEVISIÓN Y YO (III y último)
(‘’El burro/a por delante para que no se espante’’)

Reality show

Incluyo aquí algunos de los anunciados como concursos, pero que debido a las ‘adherencias’ que aparecen solapadas o explícitas hacen que se parezcan a los Reality show, pero con gente más seria y centrada en lo que hacen en esos momentos y en lo que se juegan. Y empiezo por ellos, ya que me estoy refiriendo, entre otros, a dos que considero representantes genuinos de lo que pienso: ‘’O.T.’’ y ‘’Master Chef’’.

O.T.  lo prolongan y amplían como pueden: desayuno de los concursantes televisados en directo, ensayos de todo tipo y charlas  en grupo más o menos distendidas. Lo bueno o lo malo, según se mire, es que todos los concursantes son gente joven y la mayoría de sus mentores y jueces, profesionales de la generación de los 80, los más veteranos. Y todos ellos, reflejando las virtudes y vicios de sus coetáneos correspondientes. Los primeros, haciendo gala de su libertad de expresión que no suele distinguirse, en general, ni por sus formas ni por su riqueza de facetas que tocan ni por su léxico; los segundos, con una mezcla de autoritarismo y permisividad que lo mismo les inclina a imponer sus criterios sin razonamiento ninguno, que a reír las ‘gracias’ de sus supuestos discípulos. De ahí que puedan aparecer escenas en que uno de los ‘maestros’ ponga a un concursante como ‘hoja de perejil’, como que una de las participantes haga una performance tipo FEMEN. Y no digo nada de lo que puede ocurrir cuando, para dar colorido al programa, se decide admitir en la Academia a personas relacionadas con aquellos que han superado todos los procesos de selección previos, sean novios, novias, compañeros de vida, o familiares. Lo que vaya a suceder nunca es previsible, sea bueno o malo, agradable o desagradable, emisible o censurable porque, además, se vea o no en el programa correspondiente, tiene sus secuelas en las cuentas de twitter, algo que, por otra parte, es inevitable. No creo que haga falta más reflexiones para sacar la conclusión de que ‘’O.T.’’ no aparece en la pantalla de mi televisión a no ser porque me equivoque de canal cuando hago zapping mientras me bombardean con interminables anuncios en alguno de los múltiples cortes que se producen en las películas con las que me estoy entreteniendo.


Master Chef es otra cosa. Sobre todo en dos de sus tres variantes: ‘Junior’ y ‘Celebrity’. Son concursos mucho menos dañinos a la vista y al oído que ‘O.T.’. Tal  vez sea porque en la época de la ‘movida‘ a mí me dio por trabajar hasta en los fines de semana o, simplemente, porque soy de unos años en los que las normas de educación y de convivencia eran otras. En el ‘Junior’ se ponen de manifiesto la frescura de las intervenciones infantiles, las reacciones espontáneas frente a un éxito o un fracaso y, a veces, hasta el espíritu competitivo inculcado por los adultos. Pero te divierte, te engancha y estás pendiente de lo que ocurrirá después de la ‘metedura de pata ‘ de uno de los participantes. Y en la variante de los ‘Celebrity’ conoces a personas fuera del contexto en el que les tenías identificadas, ya sean actores, personajes sociales o famosos del mundo deportivo. Y, en muchos casos, cambias la imagen e incluso la opinión que tenías de ellos, unas veces a favor y otras en contra.

Pero aunque sea un programa que puedo ‘soportarlo’ tiene sus pegas. Primero, que es más largo que un día sin pan que llevarte a la boca, ya que lo prolongan hasta la una de la madrugada, y eso es algo que solo lo pueden asumir los jubilados que no tengan ninguna obligación en las mañanas de los lunes. Segundo, que utilizan unos criterios de selección de participantes con cierto tufillo de manipulación, con la que logran que el perfil de los participantes atraigan al sector de televidentes lo más amplio posible, algo de lo que no se salvan ni los telediarios, pues todas las cadenas buscan aumentar al máximo posible su propio ‘’share’’( con lo fácil es decir ‘cuota de pantalla’). Y lo tercero es que hacen un ‘cocinado’ de las imágenes de todo lo  que han grabado para reducirlo al tiempo de emisión, que dejan al actual director del CNI como pinche de cocina, o mejor, como un simple lavaplatos. Solo vemos lo que los productores, o quien sea, quieren que veamos para que nos hagamos la ‘historia’ ya predeterminada por ellos mismos.
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Y he tenido que poner una línea roja para que quede claro que entro en aguas procelosas: los auténticos ‘’ Reality show’’, de los que solo tengo datos por zapear en momentos de aburrimiento.

GH empezó en el 2.000, con el nuevo siglo, y un año antes de la serie con la que compite en longevidad: ‘’Cuéntame cómo pasó’’. No quiero ni pensar que ese modelo de convivencia de personas de distintas procedencias sea un reflejo total ni parcial de la sociedad española, pues si alguien me demostrase lo contrario, no solo pediría que se aumentase la edad de jubilación sino que también se rebajase, por los medios que fuese necesario, la esperanza de vida, por lo menos la mía, de diez en diez años.

Para que no decayese el público televidente se utilizaron los trucos y escenarios más diversos, según el efecto positivo que provocaban en el ‘share’. Que a la gente le gustaban las escenas más o menos eróticas de la piscina, pues escena de la piscina escogiendo previamente a sus protagonistas: el ‘’cachas’’ de turno junto a la ‘’desinhibida’’ del grupo. Y mejor no hablar de las peleas llenas de palabras malsonantes cuando ponían a los concursantes en las situación ‘límite’ de hacer en grupo la comida, cuidar el huerto, o lavar los ‘trastes’. Pero uno de los logros que más impacto supuso fue la utilización de la tecnología usada en las películas de los ‘navy seals’: cámaras de visión nocturna. La que se utilizaba en las acciones que llevaban a cabo en las selvas colombianas donde residían los narcos, y en las que todo se veía difuminado en un halo verdoso. Esas cámaras instaladas en los dormitorios de los concursantes daban alas a la imaginación de los televidentes cuando percibían movimientos de cuerpos debajo de los edredones. ¡ Y no digo nada cuando las implementaban con cámaras detectoras del calor! ¡Ah, esas pequeñas zonas rojas moviéndose suavemente sobre fondo verde! A veces, cuando estas técnicas empezaban a no dar el resultado previsto, se anunciaba hasta la saciedad que los concursantes ‘’pillados’’ iban a explicar lo que había pasado realmente en lo que se denominaba ‘’el confesionario’’.

Pero creo que es mejor no seguir hablando del tema pues, a lo mejor, el dar demasiados datos produce el efecto contrario al deseado y aumenta el número de televidentes del programa.



De los demás ‘Reality show’ poco puedo hablar, pues ni zapeando he conseguido algo más que imágenes sueltas. Hay uno, ‘’Adán y Eva’’, que duró menos que un suspiro, y del cual aun hacen reposiciones en alguna de esas cadenas de tercera o cuarta fila. Y que consiste en trasladar a una playa paradisíaca a un par de hombres y otro par de mujeres para que ellos compitan en la ‘conquista’ de la pareja (heterosexual, ¡claro!) que consideren más adecuada a sus gustos y aficiones. Eso sí, completamente desnudos y sin paredes ni biombos en las cabañas preparadas ‘ad hoc’, donde cocinan para la pareja escogida, o establecen ‘sesudos’ diálogos sobre los temas más variados, plácidamente sentados en la arena a orillas del mar. Pero siempre y en cualquier ocasión, con sus ‘partes’ pixeladas.
Tal vez por eso del machismo y de la libertad de cada uno en la elección de su propio ‘género’ haya aparecido en la actualidad el programa ‘’First date’’. Viene a ser lo mismo que la anteriormente citada, pero vestidos, de dos en dos y en torno a una mesa y, además, admitiéndose todo tipo de parejas y de participantes. La primera vez que lo anunciaron me llamó la atención que el conductor del programa fuese Carlos Sobera, pero ni siquiera por el talante, simpatía y buen hacer que le reconozco por otros programas en los que le he visto actuar, he sido capaz de detenerme ni un segundo si, zapeando, he tropezado con ‘’First date’’.

Por último, no puedo dejar de citar el más reciente invento televisivo: arreglar los problemas de pareja mediante un intercambio consentido de vivienda de uno de los integrantes de las mismas, durante un tiempo que creo que es de una semana. No tengo ni idea, ni pienso que la tuviese aunque fuese psicólogo, de la motivación que puede tener una pareja para meterse en tal berenjenal, ya que me parece imposible que puedan pensar que tal intercambio sea capaz de solucionar sus conflictos, sean éstos los que sean. A mí solo se me ocurre que únicamente puede impulsarles las ganas de pasar una semana divertida e incluso bien remunerada, pero con riesgos inherentes que no se pueden detectar previamente. Algo así como el ‘puenting’, pero prolongado en el tiempo y sin saber si la goma elástica que te mantiene en el aire es más corta o más larga que la altura que te separa del suelo.


Resto de programas

De las tertulias pseudo-sociales y pseudo-políticas, mejor no hablar. Así que me voy a limitar a retratarme y tratar de concretar qué es lo que veo por televisión. Y la respuesta la tengo muy clara: fútbol y más fútbol, menos los partidos en los que intervenga la Real Sociedad, pues me producen estrés e incluso cabreos poco racionales. Y películas, muchas películas,  en las que alterno las de acción y suspense con las del oeste y las bíblicas, por eso de equilibrar los gustos de los televidentes que estamos en el salón. Y gracias a Movistar la cosa se ha facilitado mucho, ya que se puede disponer de la programación de la última semana, con lo que puedes ver a las tres de la tarde películas que han pasado de madrugada. Mención especial merecen las comedias francesas e inglesas, que constituyen el mejor método de relajación previo a irse a descansar.

Y de política nacional o autonómica hablaremos pronto.

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