domingo, 31 de diciembre de 2017

Semana del 24 al 30 de diciembre del 2017

El domingo por la noche, Nochebuena para los humanos, la Tatiqui, tal vez recordando eso de que era una ‘’Noche de paz, noche de amor’’, o tal vez achuchada anímicamente por la sensación de culpabilidad que le reconcomía interiormente, se arrepintió de haber provocado indirectamente la huída de todos los integrantes del grupo ante la aparición del Borni, tal como se ha dejado descrito en las últimas líneas de la crónica precedente.  E inmediatamente se puso manos a la obra para reparar, o por lo menos compensar, el posible daño moral causado.

Lo primero que hizo, acompañada por el Pirulo, fue sobrevolar los tejados del pueblo en busca del Borni, operación que tuvo sus dificultades pues no le encontraron en ninguno de los lugares habituales en los que se refugiaba cuando estando enfadado, harto de que se metieran con él, o aburrido, abandonaba el grupo. Al cabo de un rato, y después de salvarse un par de veces por los pelos de salir chamuscados a causa de los cohetes y petardos lanzados por algunos desaprensivos que habían olvidado qué es lo que se celebraba en Nochebuena, se dieron cuenta que, igual que hubiesen hecho ellos, el Borni se habría ido a pasar la noche a alguna zona tranquila. Al final, le encontraron en los descampados donde se suele montar el mercadillo de los jueves, acurrucado en un rincón de la tejavana adosada al lateral de una nave municipal utilizada para distintos eventos y, además, con la mirada perdida.

Ni contestó a los graznidos de alegría que surgieron espontánea y simultáneamente de los picos de la Tatiqui y el Pirulo, y mucho menos a la invitación de acompañarlos  que le hicieron ambos insistentemente. Después de mucho rogar, lograron que les siguiera hasta la zona del restaurante ‘’El Ancla’’, que esa noche estaba cerrado y, por lo tanto, tranquilo. Y se acomodaron para pasar, descansando y sin intercambiar palabra, las horas que quedaban hasta el amanecer.

Unas horas antes de que apareciese el sol por el horizonte, se despertaron casi al mismo tiempo, pues estaban acostumbrados a ir a esas horas en busca del desayuno volando en la estela de los pequeños pesqueros que a esas tempranas horas entraban en el puerto con sus capturas nocturnas.. Cuando se dieron cuenta de que era festivo y, por lo tanto, no iban a encontrar nada ni a nadie por los alrededores. Intentaron echar una cabezadita hasta que se hiciese de día, pero no lo consiguieron.

Al cabo de un par de horas que se pasaron revoloteando por la orilla de la playa, en un silencio que más parecía de trapenses que de parlanchines gaviotas, el Borni comunicó a la Tatiqui y al Pirulo que él cortaba unilateralmente las relaciones con el grupo y que se volvía a su Catalonia natal; que no aguantaba más bromas de mal gusto que implicasen al Barça, al cava o a las peras leridanas; que si sus ancestros habían conseguido echar a los romanos de la Tarraconensis, él no iba a ser menos y que en un par de semanas, o mejor, de horas, habrá logrado borrar del disco duro de su cerebrín todo recuerdo del grupo; que… La Tatiqui le interrumpió y empezó a lavarle el cerebro como solo ella sabía hacerlo. Que tenía razón; que habían sido despiadados, crueles, desalmados, implacables e incluso sádicos; que nunca habían apreciado lo suficiente sus cualidades de análisis, de dominio de circunstancias adversas, de aportaciones enriquecedoras para el grupo sin esperar nada a cambio;….

Al ver que el Pirulo no intervenía a pesar de las señas que le enviaba con el pico, guiñando el ojo y hasta con las plumas timoneras,  y que se hacía el sueco como siempre que se encontraba inmerso en una situación conflictiva, cambió de tercio y empezó a nombrar al Borni todo aquello que ella sabía que iba a subirle la autoestima hasta cotas que ni él mismo hubiese imaginado nunca que alcanzaría. Y cuando ya vio que el Borni estaba a punto de caramelo, concluyó:

- ¡En serio, Borni! Lo mejor va a ser que organicemos lo antes posible una reunión, y yo te prometo que tendrás a todos esperando a que les plantees las quejas que tienes de cada uno de ellos. Todos te quieren y te aprecian pero, por diversas circunstancias, te han elegido como blanco de sus propias frustraciones, y sobre todo de una de ellas: quieren ser como tú y no pueden. Por eso lo mejor es que te descargues de todos los posos que tienes y que te envenenan; que pongas delante de los ojos de cada uno de ellos las palabras, actitudes y desplantes que te han hecho daño. ¡Vamos! Que hagas una catarsis a fondo y que, de paso, se la provoques a ellos.

Ante estas palabras parece que el Borni se relajó, y con tono ya sumiso dijo:

- Creo que tienes razón, Tatiqui. Pero creo que yo también he inducido en cierta manera esa conducta de los integrantes del grupo, pues pienso que muchas veces he dado imágenes casi, casi contrapuestas, ¿no?

- Ya que te pones así te voy a decir algo que tal vez te ayude, le contestó muy seria y trascendente la Tatiqui. Tienes que aceptar tu historia y tienes que aceptarte tal como eres. Yo diría que estás afectado por un principio de lo que podíamos denominar esquizofrenia catalano-españolista. Un ejemplo. Lo mismo acompañar con cava un picoteo a base de ‘’gildas’’, que te niegas a apoyar la propuesta de una calçotada y a cambio propones una degustación de jamón de jabugo cortado a mano. Esa doble personalidad tienes que equilibrarla, o como dirían ahora, ‘amodiarla’.

El Borni volvió a quedarse dándole vueltas a las palabras de la Tatiqui, cosa que aprovechó ésta para seguir ‘’machacándole’’ con argumentaciones psicológicas, que a veces rozaban lo psiquiátrico, viniesen a cuento o no, con el fin de provocar en su cerebro un ‘brainstorming’ de esos que te dejan como una fregona después de un mes de uso continuado y, además, noqueado para una semana. Y de esa sibilina manera logró, en primer lugar, su aquiescencia para organizar una reunión del grupo en la primera semana del 2018, y después su aceptación incondicional de la misma. Y en cuanto estuvo segura de que no iba a haber marcha atrás, y de que tenía al Borni más maleable que el ‘funny gunny’ ese que tanto divierte a los críos, encargó al Pirulo que se las arreglase como quisiera o pudiera para convocar a todos en el plazo de dos o tres días.

El Pirulo no perdió el tiempo en prepararse ni en hacer ejercicios de precalentamiento, ni siquiera se entretuvo en preguntar por las razones que debía esgrimir para justificar una convocatoria tan apresurada, sino que emprendió el vuelo hacia Algeciras con la esperanza de encontrar allí al Guindilla enfrascado en los cambalaches fronterizos propios de estas fiestas. Iba un poco preocupado, pues no había encontrado, por muchas vueltas que daba a su magín, la manera de contactar con la Txuri-Txori y el Filloas, a quienes suponía pasando las navidades en sus lugares de origen.

Cuando llegó a Algeciras, se dirigió directamente a un huerto cercano a la playa del Rinconcillo, donde el Guindilla solía pasar la mayor parte del día y en cuya caseta para aperos de labranza siempre había productos de contrabando, sobre todo bebidas espirituosas, tabaco y…¡conservas de ‘chatka’ ruso!, a las que el Pirulo era muy aficionado, y para cuya apertura se había hecho un experto ya que desde joven había aprendido a tirar con el pico de la anilla que tenían en la tapa.

Allí encontró al Guindilla tomando el sol, le trasmitió la orden de la Tatiqui, le arrancó el compromiso de su asistencia y, al preguntarle por la Surfi, se llevó una gran alegría con la respuesta que le dio. Resultó que el Filloas y la Txuri-Txori se habían reunido hacía unos días con la Surfi en Tarifa, huyendo de las sucesivas borrascas que estaban barriendo las costas de Galicia y del País Vasco, por lo que se le facilitó enormemente el trasladar la convocatoria de la reunión encargada por la Tatiqui.

Después de avisar al Pisha en Cádiz y pasar una agradable jornada en tarifa, de vuelta a San Pedro de Alcántara, reportó los resultados de sus gestiones a la Tatiqui que aun seguía con el Borni tratando de aclararle una serie de conceptos relativos a los trastornos psicóticos pues el tal Borni se había dedicado a curiosear términos de este jaez en la Wikipedia, y cada vez que leía la definición de uno de ellos , se sentía identificado con él.

Así que el Pirulo, para no acabar ‘tocado del ala’ decidió refugiarse los días que quedaban hasta la reunión en la desembocadura del río Guadaiza, donde siempre podía encontrar algo que llevarse a la boca, ya que el restaurante Nuevo Reino y sus sobras tipo gourmet los tenía a dos pasos


(Continuará)

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