Semana del 31 de julio al 6 de agosto del 2016 (Edición actualizada)
Semana marcada por el amago de ingreso hospitalario de la
Tatiqui, por lo que todo lo demás ha pasado a un segundo plano, incluido este
blog. De todas maneras, antes de 24 horas se podrá ver esta misma entrada
reeditada, con bastante más información
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La historia la escriben siempre los vencedores desde su
perspectiva, ¡claro está! Solo cuando
los vencidos escriben la suya puede empezar a verse, entre nieblas y
claroscuros, algo de lo que realmente pasó. Por eso, lo que viene a
continuación es solo parte de la verdad y, además, de una verdad mediatizada
por sensaciones y sentimientos insalvables y sin posibilidad de eliminación
parcial o total. Es la verdad del Pirulo, acompañante del personaje principal,
la Tatiqui. Y es la historia de unas cuantas horas del martes 2 de agosto, en
concreto las comprendidas entre las 8,00 y las 17 horas aproximadamente.
Amanece, que no es poco, pero la Tatiqui se levanta otra vez
con opresión en la zona pectoral y con dificultades de respiración. Como si
tuviese una pata de elefante en el pecho que le impidiese llenar de aire los
pulmones, según su propia expresión.
Desayunan, preocupados, y en vez de decidir lo que van a comer o
dedicarse a hacer la lista de la compra como casi todos los días, acuerdan
acudir a Urgencias del ambulatorio de San Pedro de Alcántara.
Llegan al ambulatorio hacia las 9,45 h, con tan buena suerte
que encuentran aparcamiento a la primera. Y no solo eso sino que además no hay
nadie en la sala de espera de Urgencias, cosa casi tan imposible como que te
toque el Euromillones en la primera vez que ‘’piques’’ y selles un boleto.
Antes de haber transcurrido cinco minutos, repito, cinco
minutos, se asoma a la sala una doctora de aspecto hispanoamericano,
pronunciando en voz alta el nombre de la Tatiqui, cosa del todo innecesaria,
pues la única persona de sexo femenino era ella y todavía al Pirulo no le ha
dado por travestirse a esas horas de la ‘’madrugada’’. Pasan al despacho de
consultas y allí empieza lo que puede llamarse ‘’viacrucis sanitario’’.
1ª ESTACIÓN: La Tatiqui es interrogada y auscultada
M-Médico T-Tatiqui P-Pirulo
M- ¿Cómo se encuentra ?
T- Mal, muy mal
M-Y, ¿qué le pasa?
T- Tengo aquí (y se señala el pecho) una pata de elefante que no me deja respirar
M- ¿Y algo más?
(P-¿Le parecerá poco? ¡Que se ahoga, mujer!, ¡que se ahoga!)
T- Pues eso, una opresión grande y como un dolor
M- Pero, ¿un dolor agudo?, ¿difuminado?, ¿continuo?, ¿a intervalos
cortos?, ¿Qué se le pasa y vuelve?
(P-¡Esta se parece a San Pablo. ¿Angustiados? ¿Abatidos? ¿Perseguidos?
¿Machacados?)
T-No sé. Es como si me doliese al respirar.
M- Póngase en pie que le voy a auscultar
T- ¿Me quito el vestido?
M-No, no. No hace falta. Basta con que se lo desabroche
Se coloca el fonendoscopio en los
oídos, aplica el otro extremo en distintos sitios del pecho y la espalda,
parece que se mosquea, vuelve a escuchar los ruiditos o lo que sea en distintos
sitios, suspira, y manda sentarse a la Tatiqui.
M-¿Sigue sintiendo dolor en el pecho?
T- ¿Dolor? No lo sé. Yo solo sé que me cuesta mucho respirar.
Esto que parece una frase corta,
se alarga ya que entre palabra y palabra, la Tatiqui aspira aire como puede
para poder articular la/s palabra/s siguiente/s. Lo de la barra y la s (/s) se
debe a que a veces puede con dos o tres palabras si son monosilábicas.
M-Tranquila, tranquila que esto lo vamos a solucionar
(P- ¡La leche con la optimista! ¿O es que pensaba enviarme a ir preparando
los funerales?)
2ª ESTACIÓN: A la Tatiqui le toman la tensión por primera vez
Le coloca el brazalete del
aparato de medida automática de tensión, manipula los mandos, observa las
cifras que aparecen en el dial, y menea la cabeza. Marcaba una máxima de 18
M- Bien, parece que tiene la tensión un poco alta. Vamos a repetirlo
(P-¡No te fastidia! Te estás ahogando, respiras con dificultad, vienes a
urgencias y ¿qué quiere? ¿Qué tenga la tensión como después de pasar dos horas
relajadas en un spa?)
3ª ESTACIÓN: La médico se mosquea
La médico, que tiene toda la
pinta de ser una de esas sustitutas que contratan en verano para que los
médicos de plantilla puedan disfrutar de unas merecidas vacaciones, duda,
vuelve a preguntar a la Tatiqui si sigue con la opresión corporal, intenta
indagar si la opresión tiene alguna característica especial aparte de la que expresa
machaconamente la Tatiqui (‘’es como si tuviera una pata de elefante’’), y al
no conseguir aclarar más la situación, sale del despacho con los pocos datos
que tiene, se supone que para evacuar consultas. Al cabo de pocos minutos
vuelve, y con una expresión gestual que parece querer convencer a los presentes
de que todo está bajo control, dice
M- No se preocupen, que esto lo vamos a solucionar enseguida. Pero antes
le vamos a hacer unas pruebas.
4ª ESTACIÓN: La Tatiqui es trasladada a la sala de infartos
Al salir del despacho, la
Tatiqui, aunque un poco reacia por experiencias anteriores, le entrega al
Pirulo para su custodia el bolso, confiándole así todos sus documentos
identificativos e incluso el móvil.
Entran los dos en una sala donde
están una enfermera y su ayudante ordenando los materiales de esas mochilas que
siempre llevan consigo en la ambulancia y con las que salen siempre cargadas
cuando llegan al lugar de una emergencia, y la enfermera ‘’invita’’ a la
Tatiqui a que se tumbe en la camilla que
está en medio del nuevo cubículo al que han accedido. La Tatiqui mira con
asombro la camilla, pues la altura que tiene le induce a pensar que para
subirse a ella tendrá que dar un salto o trepar como dios le dé a entender,
cosa que por su respiración agónica considera poco posible, hasta que le
indican amablemente el lugar donde hay una escalerillas para facilitar la
maniobra de subida.
Una vez tumbada adecuadamente,
le enchufan todo lo enchufable: mascarilla unida al suministrador de oxígeno,
depósitos intermedios donde incorporar al gas dilatadores bronquiales o lo que
sea que facilite la respiración,… Además, le pinzan uno de los dedos de la mano
con el controlador automático de oxígeno en sangre.
( El Pirulo, que ha entrado con
ella, curiosea todo y se aproxima disimuladamente para comprobar el resultado
que da el medidor de oxígeno: 92%. Un poco bajo, piensa)
5ª ESTACIÓN: A la Tatiqui le hacen el primer electrocardiograma
Una vez que ven que la Tatiqui
respira con más normalidad, le desabrochan el vestido y le ponen electrodos por
todos lados de la zona pectoral que, a su vez, los conectan con el aparato que
tienen en una mesita auxiliar situada en el lateral de la camilla.
Le hacen el primer
electrocardiograma del día, que la enfermera y la doctora observan mientras va
saliendo de la impresora. Cuando acaba de salir, la doctora mira a la enfermera
con cara de interrogación, y la enfermera responde haciendo un gesto como
diciendo: ‘’Eso es cosa suya’’
6ª ESTACIÓN: Ante la duda, prevención
Pasan unos segundos y, siempre
según el Pirulo, se da una de las siguientes situaciones
O la doctora sale con el
electrocardiograma para enseñárselo a alguna colega
O entra una nueva colega avisada
por la doctora para poder tener otra opinión sobre el electrocardiograma
El caso es que entre las dos, al
no tener nada clara la situación real dela Tatiqui, pues sigue con su
sintomatología (opresión pectoral, respiración forzada, tensión no normalizada,
oxígeno en sangre que no sube del 92%,…)deciden aplicar los remedios
‘’preventivos’’:
Le hacen tomar un par de
pastillas no se sabe de qué
Le ponen una pastilla debajo de
la lengua con la recomendación de que no se la trague y la mantenga en esa
posición
Le inyectan en vena, por goteo,
una disolución de NaCl, vamos, suero.
Le aumentan el flujo de oxígeno
o, por lo menos, lo cambian de origen, pues lo desconectan de la botella de
urgencia y la conectan a la conducción general de oxígeno del ambulatorio
Y, no hace falta decirlo, le
toman de nuevo la tensión para comprobar cómo evoluciona.
7ª ESTACIÓN: Sin evolución, no hay solución
En los momentos de crisis en el
terreno de la salud ya se sabe: o todo va a peor y se toman medidas que casi
siempre están claras, o se va mejorando y, en este caso, basta con que el
organismo siga su evolución tranquilamente. La Tatiqui es especial: ni
p’alante, ni p’atrás. Y eso tenía desconcertado al ‘equipo médico’.
Como seguía con ahogo y con
opresión pectoral, quisieron aplicar la primera medida que se le ocurre a todo
bicho viviente con dos patas. Es decir, mantenerla sentada, pero más erguida.
Pero aquí se toparon con las medidas restrictivas de la Junta, pues la camilla
en la que reposaba la Tatiqui estaba ‘’descangallá’’, y aun no la habían podido
sustituir por otra en mejores condiciones de uso. Y después de intentarlo una
vez, y evitar por los pelos que la Tatiqui quedase en posición horizontal de
golpe y con la mascarilla a un metro de la nariz, decidieron dejarla como
estaba.
8ª ESTACIÓN: Reunión de pastores, ‘’ovejera’’ muerta, o casi
Ya habían pasado unas dos horas
desde su llegada a Urgencias, y aquello no tenía pinta de que se solucionase.
El Pirulo, que había estado presente en todo momento, estaba cual Tancredo de
espectáculo taurino, abrazado al bolso de la Tatiqui, sonriendo a la enfermera
que estaba de muy buen ver, y curioseando las cifras en los aparatos que podía.
El % de oxígeno había subido casi al 96%, lo que era buena señal, y le habían
conectado al gotero la segunda ración de medio litro de suero.
En eso estaban, cuando entró el
equipo médico de urgencias al completo, comandado por un doctor de pelo corto y
canoso entreverado, al que se le veía y del que emanaba una autoridad clara y
explícita. Preguntó por todo lo que se le había suministrado a la Tatiqui,
fuese sólido, líquido o gaseoso, en qué dosis y con qué secuencia. Preguntó a
la Tatiqui cuánto pesaba, dio la orden de suministrarle una cantidad de un
medicamento calculado, por lo que se supone, según peso del paciente, y emitió
su veredicto:
‘’ A LA PACIENTE HAY QUE TRASLADARLA
AL HOSPITAL COSTA DEL SOL’’
Ante tal afirmación realizada
con seguridad y contundencia que, según parecía, no admitía réplica alguna, la
Tatiqui (por señas) y el Pirulo (con una vocecita apenas perceptible) dijeron
que ni hablar, que ellos al hospital no iban. El doctor-jefe, medio cabreado,
les vino a decir que ellos ‘’no tenían vela en ese entierro’’, y al aclararles
que no estaba proponiendo ingresarlos en el hospital sino, solamente, trasladar
a la Tatiqui a URGENCIAS del Hospital y que allí ya decidirían lo del ingreso,
ambos, sumisos, aceptaron la decisión que, por otra parte, no tenía
alternativa.
Y eran prácticamente las 12h del
mediodía del 2 de agosto.
Seguirá el viacrucis
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