Semana del 21 al 27 de junio
Continuamos con el viaje de de la
Chuli, el Bigotes y el Tirantes, los hermanos, que como ya se sabe estaban
acompañados por la Bronquios.
Martes 9 de junio del 2015
El desayuno de la mayoría, normal
dentro de lo que cabe, Pues los huevos plancha rebotaban en el plato y la yema
parecía que la habían estado calentando desde la noche anterior. En cambio, la
Chuli se había levantado media hora antes y había tenido tiempo de camelar al
camarero de tal manera que éste había acabado preparándole un chocolate de los
de ‘’toma pan y moja’’.
Fueron paseando hasta el parking
para coger el coche pues habían decidido ir a Córdoba, y y allí, el astuto del Bigotes encontró una caja
automática de esas que solo admiten billetes y con la condición de que no sean
de más de 10 euros. E inocentemente sacó un billete de 50 y otro de 20, y
volviéndolos a meterlos en la cartera y
a ésta en el bolsillo, convenció a sus acompañantes a que quitaran las
telarañas de sus billeteros y a que le proporcionaran un par de billetes de 10.
Solo apareció uno, pero entre ese y la colaboración de todos se logró validar
el pago del ticket y pudieron salir, ya acomodados, del aparcamiento.
Lo malo fue que a la salida y en
la primera bifurcación que encontraron, el Bigotes, que es el que conducía, y
siguiendo su inveterada costumbre de equivocarse de opción cuando solo se le
presentan dos, tomó la de la izquierda. Y como casi siempre que eliges la
izquierda te equivocas, les hizo tragarse a sus acompañantes un tour ‘Turístico-industrial’
atravesando sucesivamente barriadas dormitorio, polígonos de desarrollo,
polígonos industriales, parques tecnológicos,…, hasta que, ¡por fin!, se
incorporaron a la autovía E-5.
El desliz de la salida de Sevilla
lo compensaron con una acertada entrada en Córdoba: directos a un parking
situado a la vera de una de las entradas a la judería, la presidida por el
ínclito filósofo y médico andalusí Averroes. Dieron un paseíllo en Z por callejuelas en las que había que evitar a grupos de
turistas que, a veces, las taponaban, y se encontraron casi sin darse cuenta en
las puertas de la Mezquita. Lo de ‘’casi sin darse cuenta’’ solo puede
asignarse a los varones, pues la Chuli y la Bronquios aprovecharon el trayecto
para observar y valorar cada una de las tiendas por las que pasaban con el fin,
según confesaron, de decidir cuál era la más adecuada para comprar las
‘’chucherías’’ que pensaban adquirir antes de volver a Sevilla.
Entraron al Patio de los Naranjos
y, una vez realizadas las indagaciones oportunas, pagaron las correspondientes
entradas a la Mezquita-Catedral. Pero lo hicieron sin poder disfrutar de la
rebaja que la Junta tiene prevista para los residentes mayores de 65 años, pues
por mucho que buscaron , no encontraron la tarjeta correspondiente entre las
muchas que llevaban (Visa de crédito, de débito, American Express, Corte
Inglés, Meliá Gold, Muface, Asisa, Seguridad
Social, …). Hasta lo intentaron con el DNI en el que figuran los datos
esenciales, a saber, año de nacimiento y lugar de residencia, pero…¡ni caso!
¡La tarjetita verde de la Junta o nada de nada!
Al acceder al interior de la
Mezquita y comprobar ‘’in situ’’ su extensión y, en
consecuencia, los paseos que había que dar a lo largo y a lo ancho, a la
Bronquios casi le dio un ahogo con solo pensarlo, peso se le pasó ‘’ipso
facto’’ (¡y dale con los latinajos!) en cuanto vio a su izquierda un
par de sillas de ruedas aparcadas junto al muro. Como, según les dijeron, no
había que presentar la tarjetita verde de la Junta, ni certificado médico de
minusvalía, ni ningún otro documento, sino simplemente apropiarse de una de
ellas y dejar la que se usase a la salida, la Bronquios, animada, sonriente,
y…¡sentadita!, incitó al resto a iniciar el recorrido: Columna del prisionero
cristiano que pasó sus días de cautiverio gravando en la columna en la que
estaba aherrojado una cruz con las uñas, sillería del coro, lámpara de plata,
retablo y, al final, el mihrab. Y entre las columnas que había, los visitantes,
los grupos de árabes a los que delataba su vestimenta, y algún que otro
cristiano que se acercaba a rezar al altar mayor, aquello se parecía más, en
cuanto a circulación y movimiento de la gente, al recinto de la Feria de Abril
en Sevilla que a una iglesia. Menos mal que el Bigotes actuó como un conductor
avezado, y que una silla de ruedas se domina casi mejor, ‘’mutatis mutandis’’ (¡y
dále!), que un vehículo motorizado.
RETABLO Y LAMPARA DE PLATA
SILLERÍA
SILLITA
MIHRAB
CÚPULA DEL MIHRAB
Salieron de nuevo al Patio de los
Naranjos, una vez abandonada la silla de ruedas en el lugar adecuado, lo
cruzaron, y se fueron por donde habían venido. Atravesaron la calle y
accedieron rápidamente al bar más próximo para tomar una caña y, de paso, llevar
a cabo la tan deseada ‘’mutatio aquam tabuci’’ o, lo que
es lo mismo, cambiar el agua al canario.
MUTATIO AQUAM TABUCI
Como era pronto para que nuestros
turistas comieran (los guiris ya estaban degustando su lunch de las twelve),
decidieron darse un paseo en calesa. La primera de la fila que había a la vera
de la Mezquita estaba descubierta, y al decir al calesero que preferían la
segunda que iba provista de un toldillo, los detuvo diciendo que eso no era
ningún problema. Y en un abrir y cerrar de ojos sacó, no sé de dónde, unos
palitroques, los encajó a los cuatro lados de la calesa, sujetó, no sé cómo,
una loneta encima, y se los llevó a hacer el recorrido típico por los alrededores de la Mezquita. Y la Bronquios
haciendo fotos a todo lo que se le ponía por delante y por los lados: patios
andaluces, monumento a Manolete, a la regadora de patios, a las ruinas romanas
o lo que fuese,…Y a pesar del traqueteo de la calesa por culpa del empedrado,
no le salió movida ni una de las fotos.
PATIO ANDALUZ
MANOLETE
REGADORA DE PATIOS
RUINAS ROMANAS
Una vez pagado el servicio se
fueron al Don Pepe, comieron divinamente (la Chuli con vino), y alguno de los
comensales perdió la respiración cuando, queriendo poner en práctica el ya
mencionado ‘’mutatio aquam tabuci’’, tuvo que subir dos tramos de escalera
de más de 10 escalones cada uno. Una vez recuperada la respiración normal,
iniciaron el camino de vuelta al parking para coger el coche y volver a
Sevilla. Se detuvieron en alguna de las tiendas previstas por la mañana, y el
Tirantes y el Bigotes, que esperaban fuera, hicieron de guías improvisados para
unos guiris que buscaban la Mezquita y que, con las indicaciones que les dieron
en spanglish, aun deben estar dando vueltas por Córdoba.
Reiniciaron la Z que habían hecho por la mañana pero debido, tal vez, a que
prolongaron demasiado la línea transversal de la Z, acabaron
al comienzo de una empinada callejuela que a la Bronquios, al verla, le produjo
un no sé qué que le obligó a sentarse en el saliente de un dintel de una
puerta, y a pedir a los demás que confirmasen que el final de la calle que se
percibía desde allí daba a una puerta de salida del recinto amurallado. Una vez
confirmada la existencia de una salida, siguieron andando pausadamente,
atravesaron la muralla y…¡decepción! ¡Estaban
a más de medio kilómetro de la puerta de Averroes y del parking! La Bronquios,
muy tranquila debido a que la salida de marras estaba justamente junto al
edificio del hospital de la Cruz Roja, informó al resto que a ella no la movía
de allí ni la policía municipal, así que el Bigotes y el Tirantes bajaron hasta
el parking, subieron con el coche, e iniciaron el camino de vuelta a Sevilla.
Y esta vez encontraron a la
primera y por el camino más corto el enlace con la autovía. Lo malo es que un
cartel que ponía ‘’Acceso cerrado por obras’’ les impidió el paso, y tuvieron
que seguir las sucesivas indicaciones, a izquierda, a derecha, de frente,…, a
través del polígono industrial cordobés hasta poder incorporarse a la E-5.
Llegaron a Sevilla, dieron un par de vueltas de más, y cuando el optimista del
Bigotes empezaba a murmurar diciendo que iban a tener que ir hasta Huelva a dar
la vuelta, se toparon de narices con la entrada del parking Roma. Aparcaron a
la primera junto a la salida que disponía de ascenso para salir al nivel de
calle, y se encontraron de cara a la Puerta de Jerez. Para celebrarlo se fueron
a tomar un helado y el Bigotes aplicó el truco del almendruco: pedir el helado
el penúltimo, desaparecer, y dejar al Tirantes que pidiese el suyo y no tuviese
más remedio que pagarlos, pues los demás ya estaban sentados cómodamente a
cierta distancia.
Volvieron al hotel y se pusieron
a remojo hasta la hora de subir al bar de la azotea. Una vez allí, pidieron
cuatro mojitos, discutieron sobre los problemas de financiación y fidelización
de Eroski y de cómo aprovecharse de ellos, y…¡a descansar!
LA BRONQUIOS
EL BIGOTES
LA CHULI
EL TIRANTES
LOS MOJJITOS
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