lunes, 6 de julio de 2015

Semana del 28 de junio al 4 de julio

Miércoles 10 de junio

El desayuno fue tan irregular que ni el camarero del día anterior le preparó el chocolate a la Chuli. Bueno, la verdad es que no apareció ni como reponedor de productos. Debía de estar disfrutando de sus dos días libres, aunque las malas lenguas decían que había pedido la baja por agotamiento y depresión, pues al acabar la jornada del día anterior dijo algo así como que ‘’Esto es peor que una sesión en el Sofá de Chester’’.

Fueron paseando hasta el parking, el Bigotes se ´’retrató’ y pagó con tarjeta la estancia del coche, y salieron sin ningún sobresalto y sin equivocaciones por la E-1 en dirección a Huelva, pues lo que pretendían este día era ver la zona de El Rompido y alrededores. Entre que no se habían preocupado de preparar el recorrido ni de buscar un punto de destino con la suficiente importancia para que apareciese en las señalizaciones de la autovía, fueron despreciando todas las desviaciones con las que se encontraron en la E-1, y acabaron en una bifurcación que llevaba a La Rábida o al puerto de Huelva. Aquí el Bigotes nos se equivocó porque lo que tenía seguro era que no iban a La Rábida. Así que ¡hacia el puerto! La decisión fue acertada, y después de atravesar el puente sobre el río Odiel, con unas marismas que asombraron a los viajeros por su extensión, tomaron la ruta que les llevaría a El Rompido.


Una vez allí, y viendo que estaba nublado y con el tiempo un poco desapacible, dieron una vuelta por el pueblo, tomaron un refrigerio, y decidieron acercarse hasta Punta Umbría para comer.


EL ROMPIDO: PLAYA



EL ROMPIDO:: PUERTO DEPORTIVO


EL ROMPIDO: : LA CHULI



EL ROMPIDO: EL FARO


EL ROMPIDO: AMIGAS DEL PIRULO


Una vez en Punta Umbría, recorrieron el paseo paralelo a la playa, y la Bronquios se encargó de tomar nota de los restaurantes que iban detectando para ver cuál de ellos era de fiar. Como en la primera pasada no le convenció ninguno, después de recorrer un par de kilómetros, dieron la vuelta y pararon junto a un pasaje  que daba a la playa y desde el cual se veía un chiringuito en el que se apreciaba gente moviéndose. Se encargó el Bigotes de hacer las indagaciones pertinentes, y volvió para comunicar al resto que el único que estaba abierto todo año era el que estaba al inicio del paseo, y que casi todos los demás, si había gente, era que estaban preparando el chiringuito correspondiente para el fin de semana. Volvieron al inicio del paseo, y allí vieron que estaba el restaurante ‘’El Camarón’’, que además disponía de un amplio aparcamiento. Se quedaron y comieron productos de la zona, pues hasta les ofrecieron una dorada a la plancha que acababa de traer uno de los pescadores que estaban con sus aparejos en la orilla y que veían desde la mesa en la que les habían instalado. Hasta discutieron sobre las diferencias que hay entre chirlas y almejas según las vea uno del norte, uno del centro o uno del sur de la península. Como el ‘’tabuci’’ ya estaba inquieto y dando la lata (y si alguno no se entera que lea la crónica del día anterior), fueron por turno a cambiarle el agua en unos servicios que tenían una buena aireación, pues la puerta permanecía siempre abierta y además daban al aparcamiento. Así que el usuario con una mano sostenía el ‘’tabuci’’ y con la otra sujetaba la puerta para que se mantuviese cerrada.


PUNTA UMBRÍA




PUNTA UMBRÍA: RESTAURANTE CAMARÓN

Volvieron a Sevilla, encontraron sin excesivas dificultades el parking Roma, pasearon hasta el hotel y, como ya se estaba haciendo costumbre, quedaron en el bar de la azotea.

Y en ese ambiente, al calor de unas caipiriñas, unas de cachaça y otras de ron, desgranaron una serie de recomendaciones geriátricas y recuerdos, que después de saltar de una época a otra, acabaron centrándose en los años 60 (del siglo pasado) y en las milicias universitarias que, en aquellos tiempos, ‘’padecieron’’  el Tirantes y el Bigotes.


CAIPIRIÑAS

Como todo grupo de jubilados que se precie, empezaron discutiendo sobre la extraña relación que existe entre el aparato respiratorio y el excretor y, en particular, sobre el por qué cada vez que toses o estornudas te meas, aunque solo sea un poquito. El tema lo dejaron sin resolver, pues el Tirantes explicó al resto la mala idea que tuvo cuando inició la jubilación, pues no se le ocurrió otra cosa que hacerse un chequeo médico. Resumiendo: ni lo acabó, y los cardiólogos están todavía esperándole para hacerle un cateterismo con el fin de comprobar el funcionamiento del corazón, ya que habían visto ‘’algo’’ en los electrocardiogramas que le habían hecho previamente. Al anuncio de la prueba les contestó mentalmente que se metieran el catéter por donde les cupiera, y aun sigue ilocalizable.

Terció la Chuli a propósito de sus divertículos y el Tirantes, sin pensárselo dos veces, le recomendó que leyese el artículo que había aparecido en el DV digital :

Por lo que parece, hay por ahí una doctora que afirma y razona el por qué cada quién tiene que hacer sus necesidades en cuclillas en vez de sentado cómodamente en el wáter.  Dice que así evitaríamos divertículos, almorranas, y…¡hasta perderíamos menos tiempo en los servicios! ¡A ver quien aguanta media hora en cuclillas y leyendo el Marca!

Se cambió de tema, y a raíz de la mención de la problemática de un edificio de San Sebastián próximo a la Perla, se comentó la transformación que había experimentado la zona, y más concretamente la conocida como Cuesta del Culo. Ante la cara de asombro que pusieron tanto la Bronquios como el Bigotes, el Tirantes explicó que, durante el franquismo, en la cuesta que nace enfrente de la Perla y va hasta el palacio de Miramar se instalaron una serie de bares de copas, actualmente ya desaparecidos, que frecuentaban con cierto grado de libertad los gays. De ahí su nombre. Y para remachar la diferencia con la actualidad, les contó que ahora la gente se manifestaba más libremente y sin empacho alguno, como el día en que un vecino que subía con él en el ascensor le dijo cariñosamente: ‘’¡Qué poxpolin estás!’’ (Nota.- Poxpolin(euskera), diminutivo de pospolin=mocita, muchachita guapa)

El nombrar la época del franquismo actuó como un detonante para abrir las compuertas de las vivencias militares, ya casi olvidadas, del Bigotes y el Tirantes. Y más o menos ordenadas, podrían concretarse en las siguientes: 

Viaje Zaragoza- Campamento de Montelarreina (cerca de Toro)


ANTES DEL VIAJE

El viaje lo hacían por primera vez todos los universitarios que acababan el curto curso de los estudios correspondientes, y que según éstos, les correspondía un arma u otra del Ejército: los de medicina, los llamados pisa-hormigas, a Infantería; los físicos y químicos, los elegidos, a Ingeniería;… Se concentraban en la famosa estación de Las Delicias, la antigua, y allí se formaba o llegaba de Barcelona un tren de los antiguos, de los de vagones de tercera con asientos de madera. Subían, se apelotonaban como podían y…¡marchando! Se atravesaba horizontalmente la meseta, se paraba, se arrancaba, se dejaba pasar hasta a los mercancías en los puntos de cruce y, desde luego, se cumplía con la norma de que todos los trenes (correos, rápidos, expresos,…) debían detenerse en Venta de Baños, lugar de referencia para todos los recorridos. El único recuerdo memorable para nuestros reclutas fue que tuvieron que parar, no sé dónde, para…¡desatascar las letrinas!



Chiribiqueras
No es que sea un término al uso ni que aparezca en diccionarios o enciclopedias, es que si la introduces en el Google solo te aparecen referencias al campamento de Montelarreina.

Después de hacer indagaciones entre gente de la postguerra que vivía en Madrid, parece ser que chiribiquis se llamaban a unos churros que se hacían a partir de masa a la que se incorporaban patatas cocidas, debido a la escasez de harína de trigo que entonces se padecía. Pero es mejor pasar a otro tema, pues ya se explicó lo que eran las chiribiqueras en una entrada de primeros de marzo del año pasado de este mismo blog.



Clases teóricas
Solían recibirse al comienzo del horario de tarde, y la primera batalla entre los ‘miliquis’ era la de elegir y conseguir el lugar menos expuesto a las miradas del profesor de turno, pues los que tenían un poco de experiencia podían prolongar la siesta dando unas cuantas cabezadas. Las explicaciones eran ‘’sui generis’’, y la del tiro parabólico era la que más y mejor recordaban los estudiantes de ciencias.

‘’El tiro parabólico es un tiro en el que la bala sale inclinada hacia arriba, y cuando llega a lo más alto empieza a bajar por su propio peso (¡ahí queda eso!) y con la misma inclinación que a la salida, pero hacia abajo, hasta que llega al suelo impactando con el enemigo.’’



Substracciones
No tiene nada que ver con sumas y restas, sino que es una manera elegante de expresar la acción que, en lenguaje paladino, se denomina roba, hurto, ratería, latrocinio, rapiña y que, a veces, deriva en saqueos. En el campamento, si te desaparecía o perdías cualquier elemento de los que el ejército había puesto bajo tu responsabilidad y para tu uso personal (manta, gorra, mosquetón, bayoneta, calcetines, botas,…) nunca era un robo sino un pequeño accidente. Y tu obligación era conseguir el mismo elemento que se te había extraviado y, normalmente, por el mismo sistema por el que te había desaparecido. Lo más normal era que se te esfumara la  manta y  era un hecho que tenía fácil solución: petición de visita al médico y a la vuelta, mientras todos estaban desfilando, entrar en la primera tienda que estuviese vacía y afanar la manta que estuviese más a mano. Uno de los elementos de la vestimenta militar que cambiaba de mano con frecuencia eran las gorras, quepis, morrión, chacó, charipi, o gorro cuartelero. Pero su reposición tenía sus dificultades. Por una parte, casi nadie se la quitaba durante el día, y si lo hacía, se lo ponía plegado por debajo del cinturón; y por otra, tenías que dar con alguien que tuviese un tamaño de cabeza semejante a la del ‘’sustractor’’.  Pero había siempre individuos que estaban al quite y aprovechaban el menor descuido.

Como le pasó a aquel que fue a las letrinas a hacer sus necesidades. Y aquellas letrinas de Montelarreina estaban en hilera y separadas una de otra por un murete que, una vez aposentado, te superaba la cabeza por un palmo (no se continúa con la descripción para evitar la aparición de imágenes muy duras y repelentes en la imaginación del lector). Pues el recluta al que se refiere este hecho fue, se sentó o simplemente se agachó, se quitó el gorro cuartelero para estar más a gusto, y lo dejó en lo alto del murete colindante. Y cuando estaba de lo más afanado, vio aparecer una mano por lo alto del murete que cogía su gorra y salía escopeteado. Y como podrá imaginarse el lector, en la postura y quehacer en los que estaba nuestro protagonista, no tuvo nada que hacer, sino empezar a cavilar sobre el cómo podía agenciarse otra gorra.



Hipnosis
Las sesiones de hipnosis que se hacían después del toque de silencio en la tienda que compartían el Bigotes y el Tirantes con otros once compañeros fueron, sin duda, los recuerdos más interesantes. Estuvieron a cargo de un catalán, tal vez su nombre fuera Capdevilla, y tuvieron tal éxito que a partir de la segunda o tercera sesión nocturna acudía el alférez de la compañía, un tal Bastero. El tal hipnotizador tenía la teoría de que podía provocar, mediante hipnosis, una regresión en la edad del que se prestase a ello y que, a veces, esta regresión podía llegar hasta antes de la concepción del individuo, y hacerle revivir situaciones de personas que habían en cualquier época y lugar del mundo anterior a la del hipnotizado.

En las primeras sesiones pasó de todo. A un hipnotizado le tuvieron que despertar bruscamente echándole agua del botijo del que se disponía en todas las tiendas, porque a uno de los espectadores que estaba fumando se le cayó la colilla encima de la manta que le cubría, y ésta empezó a arder. Y no sin antes preguntar un par de veces gritando: ‘’¿ Quién me está meando?’’. A otro le interrumpieron la regresión porque al comienzo, y para demostrar que estaba completamente hipnotizado, le dieron a beber agua del botijo diciéndole que era ginebra, y…cogió tal cogorza que hubo que traerlo al mundo real porque no hacía caso a las órdenes del hipnotizador y encima se reía en sus propias barbas.

LOS TRECE DE LA TIENDA

La única regresión que tuvo éxito fue la que intentaron con el Tirantes. Todo se iniciaba con la oscilación de un péndulo delante del sujeto, en medio de un silencio sepulcral y con una persona a su vera que hubiese convivido con él. Como es fácil de suponer esa persona fue el Bigotes. Una vez comprobado su estado de hipnosis profunda, se le ‘sugería’ la edad que tenía hasta que él la confirmaba, se le preguntaba cómo se llamaba, con quién estaba y que es lo que veía o estaba haciendo. En el caso del Tirantes, y entre otras que no se recuerdan, las fases de la regresión fueron las siguientes:

- Tienes 23 años, pero contéstame, ¿qué edad tienes?
-¡Vaya cachondeo!¡Pero si tú me lo has dicho!
(Aquí todo el mundo se miró entre sí, con la seguridad de que estaba más despierto que el comandante Checa en una imaginaria)
- Sí, pero confírmamelo, ¿qué edad tienes?
- 23 años
- ¿Y quién eres?
- Alberto
- ¿Con quién estás?
- ¡Vaya pregunta! Contigo José Ignacio
-  ¿Y dónde estás?
- ¡Pues dónde vamos a estar! En el tren. Y supongo que algún día llegaremos al campamento. Y espero que pronto pues aquí huele a tigre que no veas.

…..

- ¡Vale! Ahora relájate, porque ahora tienes 19 años, 19 años,…¿qué edad tienes?
- 19 años (lo dice con la respiración entrecortada, como si hablase estando corriendo)
- ¿Y con quién estás?
- Solo, porque he dejado a tres con los que iba
-  ¿Y dónde estás?
- Voy por un camino
- ¿Y qué haces?
- Pues participar en una prueba de cross
- Pero, ¿dónde?
- Dónde va a ser,  ¡en Valladolid!

……

- Estás retrocediendo en edad y ahora tienes 15 años, repito 15 años. ¿Qué edad tienes?
- 15 años (con la voz entrecortada)
- ¿Quién eres?
- Alberto
- ¿Dónde estás?
- En La Concha, nadando hacia la gabarra (sigue con la voz entrecortada y el hipnotizador se mantiene en silencio hasta que la respiración se hace normal)
- ¿Y dónde estás ahora?
-En la gabarra, por fin
-Pues ahora relájate

…..

-Atiéndeme, tienes 7 años. Ahora tienes 7 años. ¿Qué edad tienes?
- 7 años
- ¿Quién eres?
- Tito (nombre por el que se conocía al Tirantes a esa edad)
- Y, ¿con quién estás?
- Con Tacho, que me lleva de la mano (nombre con el que se conocía la Bigotes a esa edad).
- Y, ¿dónde estás?
- Por la calle Prim

…….

- Tienes 4 años. ¿Me oyes? Tienes 4 años. ¿Cuántos años tienes?
- 4 años
- ¿Quién eres?
- Tito
- Y, ¿con quién estás?
- Con Tacho
- Y, ¿dónde estás?
- Por la calle, sentado en una silla
- ¿Sabes alguna letra?
- La eme
- ¿Y cómo es la m?
- Como un puente, así (y hace un gesto poniendo tres dedos de la mano separados sobre la manta)

……

- Ahora estate atento. Aún no has nacido. Repito, aún no has nacido. ¿Quién eres?
- Yo
- Pero, ¿quién eres? ¿Cómo te llamas?
- Yo
(Por muchos intentos y formas en las que el hipnotizador hizo la pregunta, siempre y sólo contestaba YO)
- ¿Dónde estás?
- No lo sé. Está muy oscuro
- Pero, ¿ves algo?
- Casi nada. Está muy oscuro
- Si puedes, dibuja lo que ves
(Y se le dio un papel y un bolígrafo, y lo único que dibujó fue una curva con la parte cóncava hacia arriba)

Después de varios intentos para proseguir con la regresión, no se le consiguió cambiar de esa situación en la que decía que era ‘’YO’’ y que estaba muy oscuro, por lo que se le provocó la vuelta a la edad real que tenía, y se despertó.

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