Semana del 24 al
30 de diciembre del 2017
El domingo por la noche, Nochebuena para los humanos, la
Tatiqui, tal vez recordando eso de que era una ‘’Noche de paz, noche de amor’’,
o tal vez achuchada anímicamente por la sensación de culpabilidad que le
reconcomía interiormente, se arrepintió de haber provocado indirectamente la
huída de todos los integrantes del grupo ante la aparición del Borni, tal como
se ha dejado descrito en las últimas líneas de la crónica precedente. E inmediatamente se puso manos a la obra para
reparar, o por lo menos compensar, el posible daño moral causado.
Lo primero que hizo, acompañada por el Pirulo, fue
sobrevolar los tejados del pueblo en busca del Borni, operación que tuvo sus
dificultades pues no le encontraron en ninguno de los lugares habituales en los
que se refugiaba cuando estando enfadado, harto de que se metieran con él, o
aburrido, abandonaba el grupo. Al cabo de un rato, y después de salvarse un par
de veces por los pelos de salir chamuscados a causa de los cohetes y petardos
lanzados por algunos desaprensivos que habían olvidado qué es lo que se
celebraba en Nochebuena, se dieron cuenta que, igual que hubiesen hecho ellos,
el Borni se habría ido a pasar la noche a alguna zona tranquila. Al final, le
encontraron en los descampados donde se suele montar el mercadillo de los
jueves, acurrucado en un rincón de la tejavana adosada al lateral de una nave
municipal utilizada para distintos eventos y, además, con la mirada perdida.
Ni contestó a los graznidos de alegría que surgieron
espontánea y simultáneamente de los picos de la Tatiqui y el Pirulo, y mucho
menos a la invitación de acompañarlos
que le hicieron ambos insistentemente. Después de mucho rogar, lograron
que les siguiera hasta la zona del restaurante ‘’El Ancla’’, que esa noche
estaba cerrado y, por lo tanto, tranquilo. Y se acomodaron para pasar,
descansando y sin intercambiar palabra, las horas que quedaban hasta el
amanecer.
Unas horas antes de que apareciese el sol por el horizonte,
se despertaron casi al mismo tiempo, pues estaban acostumbrados a ir a esas
horas en busca del desayuno volando en la estela de los pequeños pesqueros que
a esas tempranas horas entraban en el puerto con sus capturas nocturnas..
Cuando se dieron cuenta de que era festivo y, por lo tanto, no iban a encontrar
nada ni a nadie por los alrededores. Intentaron echar una cabezadita hasta que
se hiciese de día, pero no lo consiguieron.
Al cabo de un par de horas que se pasaron revoloteando por
la orilla de la playa, en un silencio que más parecía de trapenses que de
parlanchines gaviotas, el Borni comunicó a la Tatiqui y al Pirulo que él
cortaba unilateralmente las relaciones con el grupo y que se volvía a su
Catalonia natal; que no aguantaba más bromas de mal gusto que implicasen al
Barça, al cava o a las peras leridanas; que si sus ancestros habían conseguido
echar a los romanos de la Tarraconensis, él no iba a ser menos y que en un par
de semanas, o mejor, de horas, habrá logrado borrar del disco duro de su
cerebrín todo recuerdo del grupo; que… La Tatiqui le interrumpió y empezó a
lavarle el cerebro como solo ella sabía hacerlo. Que tenía razón; que habían
sido despiadados, crueles, desalmados, implacables e incluso sádicos; que nunca
habían apreciado lo suficiente sus cualidades de análisis, de dominio de
circunstancias adversas, de aportaciones enriquecedoras para el grupo sin
esperar nada a cambio;….
Al ver que el Pirulo no intervenía a pesar de las señas que le enviaba con el pico, guiñando el ojo y hasta con las plumas timoneras, y que se hacía el sueco como siempre que se encontraba inmerso en una situación conflictiva, cambió de tercio y empezó a nombrar al Borni todo aquello que ella sabía que iba a subirle la autoestima hasta cotas que ni él mismo hubiese imaginado nunca que alcanzaría. Y cuando ya vio que el Borni estaba a punto de caramelo, concluyó:
- ¡En serio, Borni! Lo
mejor va a ser que organicemos lo antes posible una reunión, y yo te prometo
que tendrás a todos esperando a que les plantees las quejas que tienes de cada
uno de ellos. Todos te quieren y te aprecian pero, por diversas circunstancias,
te han elegido como blanco de sus propias frustraciones, y sobre todo de una de
ellas: quieren ser como tú y no pueden. Por eso lo mejor es que te descargues
de todos los posos que tienes y que te envenenan; que pongas delante de los
ojos de cada uno de ellos las palabras, actitudes y desplantes que te han hecho
daño. ¡Vamos! Que hagas una catarsis a fondo y que, de paso, se la provoques a
ellos.
Ante estas palabras parece que el Borni se relajó, y con
tono ya sumiso dijo:
- Creo que tienes
razón, Tatiqui. Pero creo que yo también he inducido en cierta manera esa
conducta de los integrantes del grupo, pues pienso que muchas veces he dado
imágenes casi, casi contrapuestas, ¿no?
- Ya que te pones así
te voy a decir algo que tal vez te ayude, le contestó muy seria y
trascendente la Tatiqui. Tienes que
aceptar tu historia y tienes que aceptarte tal como eres. Yo diría que estás
afectado por un principio de lo que podíamos denominar esquizofrenia
catalano-españolista. Un ejemplo. Lo mismo acompañar con cava un picoteo a base
de ‘’gildas’’, que te niegas a apoyar la propuesta de una calçotada y a cambio
propones una degustación de jamón de jabugo cortado a mano. Esa doble personalidad
tienes que equilibrarla, o como dirían ahora, ‘amodiarla’.
El Borni volvió a quedarse dándole vueltas a las palabras de
la Tatiqui, cosa que aprovechó ésta para seguir ‘’machacándole’’ con
argumentaciones psicológicas, que a veces rozaban lo psiquiátrico, viniesen a
cuento o no, con el fin de provocar en su cerebro un ‘brainstorming’ de esos
que te dejan como una fregona después de un mes de uso continuado y, además,
noqueado para una semana. Y de esa sibilina manera logró, en primer lugar, su
aquiescencia para organizar una reunión del grupo en la primera semana del
2018, y después su aceptación incondicional de la misma. Y en cuanto estuvo
segura de que no iba a haber marcha atrás, y de que tenía al Borni más maleable
que el ‘funny gunny’ ese que tanto divierte a los críos, encargó al Pirulo que
se las arreglase como quisiera o pudiera para convocar a todos en el plazo de
dos o tres días.
El Pirulo no perdió el tiempo en prepararse ni en hacer
ejercicios de precalentamiento, ni siquiera se entretuvo en preguntar por las
razones que debía esgrimir para justificar una convocatoria tan apresurada,
sino que emprendió el vuelo hacia Algeciras con la esperanza de encontrar allí
al Guindilla enfrascado en los cambalaches fronterizos propios de estas fiestas.
Iba un poco preocupado, pues no había encontrado, por muchas vueltas que daba a
su magín, la manera de contactar con la Txuri-Txori y el Filloas, a quienes
suponía pasando las navidades en sus lugares de origen.
Cuando llegó a Algeciras, se dirigió directamente a un
huerto cercano a la playa del Rinconcillo, donde el Guindilla solía pasar la
mayor parte del día y en cuya caseta para aperos de labranza siempre había
productos de contrabando, sobre todo bebidas espirituosas, tabaco y…¡conservas
de ‘chatka’ ruso!, a las que el Pirulo era muy aficionado, y para cuya apertura
se había hecho un experto ya que desde joven había aprendido a tirar con el
pico de la anilla que tenían en la tapa.
Allí encontró al Guindilla tomando el sol, le trasmitió la
orden de la Tatiqui, le arrancó el compromiso de su asistencia y, al
preguntarle por la Surfi, se llevó una gran alegría con la respuesta que le
dio. Resultó que el Filloas y la Txuri-Txori se habían reunido hacía unos días
con la Surfi en Tarifa, huyendo de las sucesivas borrascas que estaban
barriendo las costas de Galicia y del País Vasco, por lo que se le facilitó
enormemente el trasladar la convocatoria de la reunión encargada por la
Tatiqui.
Después de avisar al Pisha en Cádiz y pasar una agradable
jornada en tarifa, de vuelta a San Pedro de Alcántara, reportó los resultados
de sus gestiones a la Tatiqui que aun seguía con el Borni tratando de aclararle
una serie de conceptos relativos a los trastornos psicóticos pues el tal Borni se
había dedicado a curiosear términos de este jaez en la Wikipedia, y cada vez que
leía la definición de uno de ellos , se sentía identificado con él.
Así que el Pirulo, para no acabar ‘tocado del ala’ decidió refugiarse
los días que quedaban hasta la reunión en la desembocadura del río Guadaiza, donde
siempre podía encontrar algo que llevarse a la boca, ya que el restaurante Nuevo
Reino y sus sobras tipo gourmet los tenía a dos pasos
(Continuará)