domingo, 26 de noviembre de 2017

Semana del 19  al 25 de noviembre del 2017


CRÓNICAS DE UN VIAJE (III)


Jueves 2 de noviembre

Y amaneció el día clave para convertir a un tibio madridista en un partidario incondicional de la Real: el del partido de la Real Sociedad con el Vardar de Macedonia. Partido de la Europa League que estaba en el origen, hacía ya casi dos meses,  de la organización de la estancia en San Sebastián.

Como el tiempo acompañaba (soleado, sin nubes, con una temperatura de unos 22ºC), decidieron subir a Igeldo utilizando el antiguo funicular, denostado e infrautilizado durante unas cuantas décadas. Su utilización había recibido un fuerte impulso con la celebración del centenario de su inauguración en el 2012, y una de sus características era que seguía funcionando con el sistema de tracción y los vagones de madera originales. Y todo ello, a pesar de que algunos donostiarras pesimistas y algo gafes habían intentado, sin éxito, extender el rumos de que el mantenimiento había dejado mucho que desear.

Para llegar al pie del Monte Igeldo, nuestros viajeros decidieron pedir un taxi y evitarles así a sus familiares vueltas inútiles en el coche para recogerles en la puerta del hotel. Y también influyó en la decisión el ‘’gusanillo’’ de comprobar que la casualidad del día anterior había sido exactamente eso: una casualidad. Y es que para ir al Topa Sukaldaria también habían solicitado un taxi por teléfono y….¡había aparecido su sobrino! La sorpresa fue, además de agradable, enorme, pues acertar con el único familiar taxista en una ciudad como San Sebastián , y en un día de fiesta en el que la mitad de ellos se lo han tomado de descanso, es de una probabilidad pequeñísima.

Cuando llegaron a la antigua estación del funicular que estaba exactamente igual que hacía más de 60 años, y delante de la cual hasta se había respetado la rotonda en la que solo faltaban las vías del tranvía que circulaba por los años cincuenta del siglo pasado, comprobaron que el poner el funicular en funcionamiento como reclamo turístico daba resultado, pues las personas con las que compartieron la ‘cola’ de acceso era de lo más internacional e interautonómica: franceses, orientales, aragoneses en viaje de novios,…Dadas las dificultades de respiración de los más veteranos, se introdujeron en el primer compartimento que encontraron libre, Pues las escaleras de acceso a los vagones eran lo suficientemente empinadas como para transformar una respiración armónica en un resuello incontrolable hasta en los más sanos, exceptuando los menores de diez años.

Después de salvar el funicular el desnivel de 150 mts, los adultos mejor dotados y los ‘escuincles’ se fueron a recorrer la zona dando la vuelta al faro y buscando un mingitorio los unos, y correteando de un lado para otro subiéndose a cualquier objeto susceptible de ello, los otros.




Los más adultos escogieron sentarse a la sombra después de sacar unas cuantas fotos panorámicas de San Sebastián







Gracias a la experiencia adquirida, optaron por ponerse los primeros de la fila para acceder al funicular de bajada, y así hacer posible la ocupación del primer compartimento desde donde podía observarse todo el recorrido hasta en sus menores detalles.







Desde allí se dirigieron al restaurante donde tenían programada la comida, el Portuetxe, y después de disfrutar de sus variados pescados a la brasa y otras viandas no menos apetitosas, volvieron a sus respectivos lugares de reposo.




Caída ya la noche, se reunieron las tres generaciones (antigua, media e infantil) para trasladarse juntos al Estadio de Anoeta, con el tiempo de antelación suficiente para dar con el palco al que habían sido invitados, pues no tenían ni idea de la situación de la puerta 14 por la que debían acceder, y mucho menos de la del palco 25. Como puede imaginárselo cualquiera, el perteneciente a la generación infantil se había enfundado la correspondiente camiseta de uno de los jugadores del equipo y, por si quedaban dudas, su progenitor le compró una bufanda al llegar a los alrededores del campo de fútbol, con la excusa de protegerlo del relente.

Después de dos o tres intentos y con la ayuda de alguno de los empleados que pululaban por los pasillos, dieron con dichoso palco 25, y se encontraron con la agradable sorpresa  de que iban a ser solo cuatro personas para ocupar los nueve asientos existentes. Así que pudieron acomodarse donde les apeteció, y encima disfrutar de un catering previsto para nueve comensales, con lo que cada vez que les entraba el gusanillo podían comerse lo mismo un mini-bocadillo de bonito con mahonesa o dar cuenta de un pincho de tortilla de patatas.


Al final de un partido insulso a pesar de la victoria por 3-0, se trasladaron a la puerta por la que iban a salir los jugadores, pues habían hecho las gestiones para que uno de los de la Real Sociedad se hiciese una foto con el peque del grupo para reforzar así lo de convertirlo en un hincha de la Real. Y así fue como se hizo una foto con el veterano capitán de la Real y, de carambola, con una de sus estrellas emergentes.





Y de ahí a casa, es un decir, paseando hasta una parada de taxis por la Avenida de Madrid que en esos momentos estaba totalmente desierta, ya que había pasado más de una hora desde la finalización del encuentro.

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