Semana del 24 al 30 de septiembre del 2017
Esta semana es mejor no dejar
abrir el pico a nuestras insignes invitadas, las gaviotas.
Pero como escribir de temas
caseros y de problemas en la vivienda casi propia es algo bastante inocuo por
lo repetitivo, explicaré mis andanzas con ciertos rodapiés de mármol.
El caso es que, en las
construcciones, los remates finales siempre van al desgaire y con un control de
calidad no muy exigente, pues los últimos detalles se realizan a tal velocidad
que es muy difícil, por no decir imposible, estar al tanto de todo. Y tal vez
por culpa de ello, con la colaboración de las lluvias casi inexistentes y del
cambio climático, han aparecido dos rodapiés con signos de inconformidad con su
situación, y de no estar por la labor de cumplir la norma de todo rodapié que
se precie: la de estar bien fijo y unido a la pared en cuya parte inferior le
han instalado.
El primero, en la salita. Se ha
despegado sin alharacas. Suavemente, dejando la pared lisa y llanamente, de tal
manera que parece más bien que su base de entendimiento le ha permitido irse,
no dejando indicios ni detalles para poder pensar que se ha despegado por
voluntad propia.
El arreglo ha sido sencillo.
Silicona especial de sujeción, unos segundos unidos forzosa y amorosamente a su
pared de sustentación y…¡a otra cosa mariposa! El truco no es otro que el tipo
de silicona, el que une y fija dos partes independientemente del material del
que están compuestas. Haciendo un símil: exactamente igual que lo que pasa
cuando la parte que sustenta todo el entramado de una sociedad da una buena
financiación a una de las piezas de ese entramado cuando chirría un poco.
El segundo rodapié en el salón.
Aquí la cosa se ha complicado ya que el rodapié había hecho suya una parte de
la pared que era la razón de su existencia. Por mucha silicona que se ponga, el
encaje del rodapié tiene dificultades excesivas, por culpa de los ‘’pegotes’’
de los que se ha apropiado.
Cuando intentas colocarlo
pretendiendo hacer coincidir resaltes con oquedades, te puedes volver loco, con
el peligro añadido de que la silicona se seque, y tengas que ‘’rascar’’ y
empapar de nuevo las superficies con silicona. Si acudimos al símil de líneas
anteriores, aquí se puede decir que por mucha financiación que se otorgue, el
correspondiente engranaje chirriará cada vez más e, incluso, puede que quiera funcionar por su
cuenta y así descacharrar el entramado que sostiene y hace funcionar a todas
las partes.
Por lo menos con este rodapié en concreto
ya sé lo que voy a hacer. Un apaño-chapuza que lo mantenga vertical y en posición
de firmes.
Y si se da la circunstancia de que una acción involuntaria pero enérgica
de agentes externos, con o sin fregona, provoca la separación violenta del rodapié,
no tendré más remedio que quitarle todos
los pegotes de los que se ha apropiado, lijar por si acaso la base de sujeción y
aplicar dos o tres líneas de silicona para que no se mueva en los próximos diez
años. ¡Ah! Y de símiles, mejor no hablar.
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