Quincena del 1 al 14 de octubre del 2017
Esta quincena no está para
bromas. Y mucho menos para charlas insustanciales, inanes o de tres al cuarto.
Lo mejor es dedicarse a
contemplar las plantas que, con esto de la prolongación del verano, no saben
qué camino tomar. ¿Florecer de nuevo? ¿Dejar caer las hojas mustias? ¿Permitir
e impulsar brotes nuevos? ¿Incluso volver a dar frutos de la
misma forma en que los iniciaron hace tres meses?
Y en cuanto a la savia, ¿qué? ¿Bajar el nivel de producción? ¿Constreñir al máximo los vasos capilares? Como se ve, y ante la extraña situación climática que están pasando, se plantean las mismas preguntas que los humanos y, al igual que ellos, no tienen respuestas claras para ninguno de los interrogantes. Y para muestra, lo que se puede ver en cualquiera de las terrazas de la zona.
La higuera el día de la Hispanidad
Y en cuanto a la savia, ¿qué? ¿Bajar el nivel de producción? ¿Constreñir al máximo los vasos capilares? Como se ve, y ante la extraña situación climática que están pasando, se plantean las mismas preguntas que los humanos y, al igual que ellos, no tienen respuestas claras para ninguno de los interrogantes. Y para muestra, lo que se puede ver en cualquiera de las terrazas de la zona.
Ahí están los hibiscos. Las
flores se pelean para que su imagen sea la más visible de entre las que se
aposentan en la mima rama. Y ninguna de ellas se ve amenazada por las que le
rodean, y no se recatan para mostrar sus más perfectas formas y sus más vívidos
colores.
Se saben todas, parte del mismo
tronco que mantiene a todas por igual sin distinción del lugar donde han fijado
su residencia. Arriba, abajo, a la izquierda o a la derecha. Da igual. A la que
no le da el sol por la mañana, se lo dará por la tarde.
Solo algunas de las más
privilegiadas, situación que hasta ellas mismas desconocen, gozarán de los
rayos solares desde el amanecer hasta que el sol desaparezca o algún nubarrón
impertinente se lo impida. Aunque, como flores preeminentes, no son conscientes
de que si esto último ocurre no es por culpa de las compañeras que les rodean y
a las que la carencia de rayos luminosos durante unas horas, puede ser que les
prive de los únicos momentos que tienen para lucir sus galas a plena luz.
Lo curioso de la naturaleza es
que todas las ramas, floridas o no, están unidas en distintos puntos y con
distintas direcciones a un tronco común que no podría mantenerse enhiesto si
sus raíces no estuviesen bien arraigadas en una tierra común a todas ellas y en
la que reside todo aquello que puede mantenerlas y darles vida.
Y da lo mismo que el hibisco sea
grande o pequeño. Todos aprovechan esta prolongación del verano y le sacan el
mayor rendimiento posible, sin siquiera quejarse por ser su maceta más pequeña
y la cantidad de agua disponible más exigua.
Y no como el solitario clavel del
aire que con la humedad que puede aportarle tanto el levante como el poniente
e, incluso, la suave brisa del atardecer, puede desarrollarse lenta y
permanentemente. Eso sí, sin exigencias de tierra propia ni atención alguna. En
solitario.
¿Y la buganvilia? De flor
volandera pero poco duradera, sobre todo si sopla el terral o el viento de levante
Y que no se le ocurra a nadie
acercarse y meter la mano entre sus ramas para ‘manipularla’. Dispone de
defensas puntiagudas, leñosas y rígidas que se clavan profundamente a la menor
presión, incluso cuando ésta sea tan leve como una caricia. Adorna, llama la
atención a propios y forasteros, pero cuando las relaciones con cualquier ente
extraño avanzan o imagina que puede podar las ramas que infrautiliza, lo impide de malas maneras y llega hasta el
derramamiento de sangre si es preciso, y obliga a aplicar el famoso refrán que
dice ‘Mírame pero no me toques’.
Es muy suya, e intenta en todo
momento ampliar su territorio de influencia sujetándose como puede en cualquier
saliente que encuentra en las paredes o adaptando su tronco a columnas, vigas o
celosías.
Pero, eso sí. Pide de
todo: agua, sol, vitaminas y hasta un preparado especial para su uso exclusivo.
Sus cuidadores, aunque detenten su propiedad, acaban hartos de recoger y
limpiar sus mustias flores que finalizan aposentándose en los más inverosímiles
recovecos del jardín o terraza y, muchas veces, sus mismos dueños deciden
dejarlas al albur de la climatología sin ser conscientes de que son plantas que
se aferran a la vida, a la suya ¡claro! Y al final se dan cuenta de que con
esta planta hay que tomar medidas drásticas tales como no suministrarles nada
de lo que exigen o como trasplantarlas a lugares lo suficientemente lejanos
para que no molesten. En resumen, o hay que adaptarse a sus exigencias en fondo
y forma, o hay que, literalmente hablando, perderlas de vista.
La hortensia es otra cosa. Se
adapta al clima mediterráneo con dos condiciones fáciles de cumplir: permanecer
más tiempo a la sombra que al sol y mantenerla hidratada. Y si esas condiciones
se respetan, lo agradece floreciendo constantemente, desde la primavera hasta
finales del otoño. Y si se pretende que su floración adquiera colores vistosos
y variados, solo hay que proporcionarles las sustancias adecuadas fáciles de
adquirir y sin tener que desembolsar cantidades excesivas. Además, al contrario
que la buganvilla, no contamina su entorno ya que sus corimbos permanecen
unidos a su origen hasta que algún agente externo los seccione cuando las
pequeñas florecillas que los constituyen han perdido color y tersura. Es
interesante observar como la sabia naturaleza ha logrado que un conjunto de
pequeñas florecillas permanezcan unidas sin molestarse unas a otras, sin
disputarse el espacio o la supremacía, para lograr un vistoso conjunto que
puede durar meses y que, si se seca en las condiciones convenientes, puede
servir para la ornamentación de interiores.
Y por último, otra planta
agradecida: el jazmín de Chile. Y en esta ocasión sin escribir palabra ni sobre
su aspecto ni sobre su comportamiento vital
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