lunes, 5 de diciembre de 2016

Semana del 27 de noviembre  al 3 de diciembre del 2016

Y aunque parecía que el tiempo se iba a arreglar, volvió a llover con ganas a mitad de semana. Primero una borrasca que estuvo danzando por la zona y, además, dando muchos problemas a los meteorólogos que, con las ganas que tenían de perderla de vista, acabaron acertando sobre su desplazamiento por el hacia Mediterráneo en dirección noreste. Pero en que iba a ser sustituida por las altas presiones, se equivocaron. Apareció una nueva borrasca por el suroeste y se nos vino encima casi sin darnos cuenta

La Tatiqui, el Pirulo y compañía optaron por no moverse demasiado, pues el estado de la mar y el fuerte viento, que lo mismo soplaba de levante que de poniente, no aconsejaba otra cosa que olvidarse de la comida que siempre les apetecía, a saber, pececillos de cualquier clase pero vivitos y coleando a ser posible. Y en sustitución a lo temporalmente imposible, decidieron buscar el condumio entre los descartes obligados que pudiesen hacer restaurantes y supermercados al final de la jornada. Y  aquel día, mientras llegaba la hora de dispersarse por las zonas donde la experiencia les decía que eran frecuentadas por los consumidores compulsivos de primero de mes y por los turistas de buen comer y de tarjeta fácil, lo que hacían era charlar sobre temas en los que todos trataban de intervenir con mayor o menor fortuna. Y fue la Surfi la que inició una discusión con lo que, a todas luces, parecía una ingenua pregunta.

- ¿Alguna de las presentes me quiere explicar qué es eso de la LOMCE? Y de paso, ¿por qué tanto follón a su alrededor?

- ¡Joé , Surfi!, empezó a decir el Pisha…


La luminosidad del rayo que cayó en la orilla del mar, a unos 100 metros de donde estaban todas a resguardo, y el correspondiente trueno que las ensordeció milésimas de segundo después, hizo que el silencio se apoderase de todas y que pusiesen en situación de alerta máxima todos sus sentidos. El aguacero que se desató a continuación las obligó a dispersarse, pues lo poco que se podía percibir en el horizonte no auguraba nada bueno. Así que desaparecieron en un santiamén, sin decir ni mu, y cada una a la urbanización que consideraban más segura, y a poder ser en la zona alta de San Pedro de Alcántara. Y ni siquiera quedaron para reunirse de nuevo, pues sabían que los detritus que iba a haber en la orilla del mar después del diluvio que se avecinaba las iba a juntar sin necesidad de convocatoria ninguna.

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