Semana del 27 de
noviembre al 3 de diciembre del 2016
Y aunque parecía que el tiempo se
iba a arreglar, volvió a llover con ganas a mitad de semana. Primero una
borrasca que estuvo danzando por la zona y, además, dando muchos problemas a
los meteorólogos que, con las ganas que tenían de perderla de vista, acabaron
acertando sobre su desplazamiento por el hacia Mediterráneo en dirección
noreste. Pero en que iba a ser sustituida por las altas presiones, se
equivocaron. Apareció una nueva borrasca por el suroeste y se nos vino encima
casi sin darnos cuenta
La Tatiqui, el Pirulo y compañía
optaron por no moverse demasiado, pues el estado de la mar y el fuerte viento,
que lo mismo soplaba de levante que de poniente, no aconsejaba otra cosa que
olvidarse de la comida que siempre les apetecía, a saber, pececillos de
cualquier clase pero vivitos y coleando a ser posible. Y en sustitución a lo
temporalmente imposible, decidieron buscar el condumio entre los descartes
obligados que pudiesen hacer restaurantes y supermercados al final de la
jornada. Y aquel día, mientras llegaba
la hora de dispersarse por las zonas donde la experiencia les decía que eran
frecuentadas por los consumidores compulsivos de primero de mes y por los
turistas de buen comer y de tarjeta fácil, lo que hacían era charlar sobre
temas en los que todos trataban de intervenir con mayor o menor fortuna. Y fue
la Surfi la que inició una discusión con lo que, a todas luces, parecía una
ingenua pregunta.
- ¿Alguna de las presentes me
quiere explicar qué es eso de la LOMCE? Y de paso, ¿por qué tanto follón a su
alrededor?
- ¡Joé , Surfi!, empezó a decir
el Pisha…
La luminosidad del rayo que cayó
en la orilla del mar, a unos 100 metros de donde estaban todas a resguardo, y
el correspondiente trueno que las ensordeció milésimas de segundo después, hizo
que el silencio se apoderase de todas y que pusiesen en situación de alerta
máxima todos sus sentidos. El aguacero que se desató a continuación las obligó
a dispersarse, pues lo poco que se podía percibir en el horizonte no auguraba
nada bueno. Así que desaparecieron en un santiamén, sin decir ni mu, y cada una
a la urbanización que consideraban más segura, y a poder ser en la zona alta de
San Pedro de Alcántara. Y ni siquiera quedaron para reunirse de nuevo, pues sabían
que los detritus que iba a haber en la orilla del mar después del diluvio que se
avecinaba las iba a juntar sin necesidad de convocatoria ninguna.
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