sábado, 31 de diciembre de 2016

Semana del 24 al 31 de diciembre  del 2016


RECUERDOS DE UN COMA INDUCIDO(V)
(Octubre-Noviembre de 1987)



Casi un mes de coma inducido da para mucho, sobre todo en cuanto a sensaciones experimentadas y deseos reprimidos. Supongo que el desasosiego que sentía en ciertos momentos era una manifestación del síndrome de abstinencia que se iniciaba en aquellas situaciones en que, por causas por mí desconocidas, el nivel de morfina en sangre disminuía, lo que me provocaba deseos de buscar cualquier tipo de drogas en sueños. Efecto parecido al de la intensa sed que sentía frecuentemente y que ahora, a treinta años vista, no puedo identificar lo que podía ocasionarla. Pero lo que sí creo es que ambas circunstancias eran las detonantes e impulsoras de los ‘’viajes’ que voy a describir.

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Esa mañana se me acercó un compañero del ITE, y jesuita para más señas (‘E.S’), al que insistí en que teníamos que volar a Londres. Lo primero que me contestó fue que era imposible dada mi situación y que, además no sabía qué íbamos a encontrar en Londres que no tuviésemos a nuestra disposición aquí. Yo no sabía cómo explicárselo, y más teniendo en cuenta que no dejaban de pulular a nuestro alrededor gente con bata blanca. Al cabo de un rato, y viendo que el tráfico de personas ya había disminuido lo suficiente, le murmuré que la explicación era muy sencilla. Y le aclaré que lo que quería traer de Londres era droga para meterme los chutes necesarios para compensar las bajas dosis que a veces me suministraban. Después de un buen rato instalados en un ‘tira y afloja’ que se me hacía interminable, logré convencerle de la necesidad que tenía de esa droga suplementaria, y quedamos para iniciar la fuga hacia las dos de la madrugada para tener el tiempo suficiente para trasladarnos al aeropuerto de Loiu, y coger allí el primer avión que despegase rumbo a Londres. Además, le argumenté que esa era la hora en la que la vigilancia en la UCI solía estar bajo mínimos.


No sé lo que ocurrió entre la planificación del viaje y el inicio del mismo, pues el siguiente recuerdo es el traqueteo de la camilla en la ambulancia que me trasladaba por la autopista  AP-8. Cuando llegamos a la terminal de la Paloma todo empezó a torcerse. ‘E.S.’, acompañado de otra persona que, sin duda, también era jesuita a tenor de ropa que vestía, me llevaron hasta los mostradores de embarque donde, al verme en camilla, se negaron a tramitarme mi tarjeta, alegando que yo no podía viajar en esas condiciones. Intenté incorporarme, pero todos mis esfuerzos resultaron vanos. Después de un diálogo infructuoso, en el que yo también intervine aduciendo la necesidad que tenía de una medicación muy específica de la que solo podía disponer en Londres, ‘E.S.’ desistió de convencer al que nos atendía y, con un gesto de impotencia, me comunicó que, como mal menor, viajaría el solo a Londres si yo le proporcionaba los datos necesarios para encontrar y adquirir los ‘’medicamentos’’ que necesitaba. Después de una pequeña discusión, y cabreado porque veía imposible ir a Londres, le facilité las direcciones y nombres adecuados, y me dejó al cuidado de su acompañante.


Después de la partida de ‘E.S.’ no sé cómo volví o me trajeron a la UCI. Una vez en ella, y gracias a una actividad de mis neuronas cerebrales, premonitoria de los actuales Skype y gafas de realidad virtual, seguí las andanzas de mi enviado especial por Inglaterra, esperando ansiosamente su regreso. Al cabo de lo que me parecieron tres o cuatro días, ‘E.S.’ volvió, me sonrió, y…, poniendo las palmas de las manos hacia arriba como si fuese a rezar un padrenuestro, me dijo que no podía suministrarme o proporcionarme ni una mísera dosis. Y me explico, eso sí todo compungido, que le habían descubierto todas las ampollas que traía ya preparadas para inyectármelas, y que se las habían confiscado. Y además, que el poco material que había escondido fuera del hospital lo había malvendido para hacer frente a las deudas adquiridas para hacer frente a los gastos del viaje.



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Hubo otro viaje, aunque éste, gracias a Dios, tuvo más éxito que el anterior. Esta vez fue Ángel, otro compañero del equipo de trabajo, el que me lo organizó y llevó a cabo. Era, y es, un sujeto de una bonhomía que impregnaba toda su personalidad y que, por lo tanto, lo hacía accesible para solicitar su colaboración en empresas que beneficiasen al prójimo. Yo debí quejarme muchas veces a él de la sed que padecía y del hartazgo que tenía de las papillas de vainilla que me introducían por los tubos que me llegaban hasta el estómago. O tal vez fue él quien intuyó mis necesidades relativas a la bebida y a la comida. Sea como fuere, el caso es que un día yo le comuniqué, a mi manera,  mi deseo casi desesperado de tomarme unas cañas de cerveza con unas buenas gambas. Y el tal Ángel, con esa sonrisa que casi siempre iluminaba su rostro, y que se percibía a duras penas entre su melena y sus bien pobladas barbas, me dijo que no me preocupara y que eso lo resolvía él en un abrir y cerrar de ojos. Y así fue.

Una mañana llegó eufórico y me dijo que lo tenía todo arreglado y que nos íbamos a Galicia en ese mismo momento. Cuando ya íbamos por la autopista hacia Bilbao, y me comunicó que la primera etapa de nuestro viaje acababa en Loiu, el alma se me cayó a los pies, supongo que debido al fracaso de mi anterior intento de volar a Londres. Pero Ángel lo había preparado a conciencia. Cuando llegamos al aeropuerto comprobé       que teníamos vía libre, pues la ambulancia entró hasta el aparcamiento de los aviones privados, donde había uno ya preparado para el despegue y en el que introdujeron la camilla en la que iba. Volamos directamente al aeropuerto de Vigo y desde allí nos trasladamos al Grove, donde pude ver satisfechos mis deseos. ¡Aun puedo recordar las deliciosas sensaciones que experimenté al beber mi primera caña en una soleada terraza que estaba ubicada en un paseo que estaba a la orilla del mar!

Y no sé ni cómo acabó el aperitivo ni cómo volvimos a la UCI, pero ese recuerdo de la terraza soleada del Grove es lo último que pervive en mi memoria en relación con la escapada que me proporcionó mi amigo Ángel

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Y a continuación unas cuantas fotos de viajes reales del Pirulo, anteriores a los ya descritos. Y para empezar, el portal de Prim 43, donde nació el Pirulo allá por 1938





En el mes de marzo de aquel lejano 1981 se fue junto a otros ititas a dar un curso en la Universidad René Moreno de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia)





Y  ahí está el Pirulo, sentado en el hall del hotel haciendo cuentas de los gastos del grupo





El profesorado del curso




Con algunas colaboradoras bolivianas

Y de vuelta a Madrid visitaron Buenos Aires, como dan fe estas fotografías en el barrio La Boca y en el Parque Palermo










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