domingo, 19 de junio de 2016

Semana del 12 al 18 de junio del 2016(Brasil X)

¡Y el Pirulo sigue con sus ‘’historias’’ del Brasil! Esperamos que después de las elecciones nos deje hablar a los demás

30 de octubre del 2007

Era su último día de estancia en Itanhaem, y empezaron entretenidos. En el desayuno se les instaló en la zona donde lo hacían una mosca ‘’cojonera’’, como se les denomina en España. De esas que son más pesadas que los políticos, es decir, que no te la puedes quitar de encima. Se te pone a zumbar en un oído y cuando la espantas arriesgándote a darte un auto-bofetón, ¡zas!, se te pone en el otro y sigue susurrándote al oído. Y cuando la has perdido de vista, te la encuentras ‘’chupando del bote’’ encima precisamente de la raja de sandía a la que le habías echado el ojo. Pero en Brasil no se andan con chiquitas. No pasó un minuto y nuestros viajeros tenían a su disposición una especie de raquetilla pero….¡electrificada! Y allí mismo se organizó la pelea entre los comensales para hacerse con el artilugio e intentar electrocutar a la marisabidilla de la mosca.

Y no quedó ahí el entretenimiento, ya que a la Niña se le ocurrió pedir miel para endulzar la infusión que estaba tomando, pues notaba picores e irritación de garganta. Y como no había disponible miel de abeja, le convencieron entre todos que para lo que sentía le iba a hacer el mismo efecto la miel de caña. ‘’La miel…¿de qué?’’, preguntó con desconfianza. Menos mal que el Recovecos, como químico, y el Peluche, como consorte, le explicaron el origen, procedimiento de extracción y virtudes del producto, poco conocido en las riberas del Ebro pero muy usado en el Ándalus como condimento de algunos platos. Y al final aceptó utilizarlo como mal menor, aunque la impresión que tuvieron los presentes fue que el acto de sumisión de la Niña se debió más a su deseo de que el Recovecos dejase de dar las explicaciones que, más que científicas, parecían inventadas sobre la marcha.


Pasearon por la playa, disfrutaron de la piscina y de las consabidas caipirinhas, y después de comer se echaron una siesta para estar descansados, ya que a media tarde tenían previsto volver a Sao Paulo.




El viaje lo hicieron con la luz suficiente como para apreciar lo peligrosa que podía ser la autovía de subida hacia Sao Paulo en manos de un conductor inexperto: curvas pronunciadas, túneles, barrancos que empezaban al otro lado de las defensas y cuyo fondo mejor no imaginarlo,…Les llamó la atención que la citada autovía contaba con entradas y salidas incomprensibles, a no ser que los distintos tramos y túneles los estuvieran explotando empresas distintas. Pero para lo que no hallaron explicación, por mucho que pusieran en marcha sus neuronas cerebrales, fue para la existencia de pasos de cebra en algunos puntos en los que, en base a lo que podían apreciar desde el coche en marcha, no existía posibilidad aparente de que pudiesen cruzar peatones.


Una vez llegados al hotel, después de atravesar la avenida Paulista a paso de caracol, hicieron el check-in y quedaron a tomar una cervecita en la cafetería del hall para decidir qué hacían a continuación. Allí apareció el Peluche cojeando, por lo que acordaron buscar un sitio cercano para cenar. Accedieron a un centro comercial próximo al hotel, y a base de preguntar a los guardias de seguridad que vigilaban el interior, se decantaron por entrar en una pizzería de nombre SÚBITO.








Y allí empezó un tira y afloja con un maître que parecía salido de la película ‘’Alicia en el País de las Maravillas’’: cara de cerdito y sonrisa de conejo. La conversación, no fue exactamente como se va a reflejar a continuación, pero la traducción de lo que decía el maître y lo que respondían nuestros viajeros con medias palabras y acompañamiento de gestos, se acerca a la realidad

-  Bonas noites, ¿qué va a ser?

-  No lo sabemos todavía. La carta de pizzas, prego

-  No tenemos carta. Hoy solo hay rodizio

- ¿Rodizio? (al unísono) Y eso, ¿qué es?

Y a continuación vino la extensa explicación de lo que era un rodizio, es decir, un servicio continuado de distintos tipos de pizzas (en este caso) de las que, al pasar por la mesa, los comensales pueden coger una porción y, si no les gusta, esperar a la siguiente que ofrezcan.

- ¡Entendido!, contestaron los más atrevidos, y luego añadieron… Entonces, con el poco apetito que tenemos, apúntenos dos rodizios.

- Lo siento, pero no puede ser, contestó de inmediato el maître. Según las normas, hay que encargar un rodizio por comensal.

Comenzó otra vez un nuevo tira y afloja para convencer al maitre de que algunos de los presentes solo iban a mirar, y con la promesa de que uno de ellos solo iba a tomar una cerveza, lograron que aceptara una comanda de 4 rodizios, aunque al encargado le pareció que había conseguido más de lo esperado pues, todo sonriente, concluyó

- Todo en orden. Y como obsequio de la casa añadiré que les sirvan un gateaux (fonéticamente ‘’un gato’’) cuando hayan dado cuenta del rodizio.

Se pusieron a probar pizzas hasta que les salieron por las orejas y se quedaron reposando lo ingerido a la espera del ‘gateaux’ prometido. Pero como no llegaba el gato ni nada parecido, acabaron por abonar hasta lo que no habían comido y se volvieron al hotel paseando tranquilamente, al ritmo que imponían la Flores y el Peluche debido a sus respectivas discapacidades.

Y una vez allí, se pusieron a hacer y deshacer maletas, pues tenían que preparar el equipaje para el viaje a Brasilia que iniciaban al día siguiente. Y con la incógnita de que, igual al día siguiente, el Palmeras se unía a los dos discapacitados, pues empezaba a sentir los efectos de la cantidad de fruta que había tomado en Itanhaem en el funcionamiento de su aparato digestivo.




31 de octubre del 2007


La mañana empezó un poco accidentada: la Flores sin ganas de desayunar y el Palmeras con ‘’carrerillas’’ por culpa de la ingesta de frutas. Y para colmo, al ir el Recovecos a liquidar los gastos del hotel, se dio cuenta de que un ‘Sí’’ inoportuno con el que contestó alguno del grupo a una pregunta que les habían formulado en el check-in del día anterior, significaba que tenían todos el desayuno pagado. La Niña y el Recovecos se miraron como diciendo: ‘’¡Ya empezamos el viaje con dispendios inútiles! ¡Tres desayunos por el valor de cinco!’’.

La imagen que dieron al circular los cinco por el aeropuerto de donde partían hacia Brasilia era todo un poema, aunque nadie intentó siquiera inmortalizarla para la posteridad: un cojo, una con dificultades respiratorias y otro con ‘apretones’ que le obligaban a tener a la vista en todo momento el wc más próximo. Pero como las desgracias nunca vienen solas, cuando ya estaban aposentados cómoda y confiadamente junto a la puerta de salida 10 que era la que anunciaban las pantallas…¡cambio de datos en SALIDAS! ¡Vuelo a Brasilia por la puerta 20!

El viaje, normal. A no ser por el estado de tensión del Palmeras derivado del control que hacía a la situación de Ocupado/Libre del wc, por si sus intestinos le obligaban a salir corriendo. Y ya en el aeropuerto de Brasilia y de camino a la zona de equipajes, se perdieron porque a alguien se le ocurrió entrar por una puerta por la que no se debía pasar.

El traslado al hotel fue entretenido pues les permitió visualizar las zonas residenciales de alto standing, pues el núcleo de Brasilia no contaba prácticamente con viviendas, y los altos funcionarios y personal de las embajadas residían en urbanizaciones de la periferia, y los trabajadores de menor categoría en ciudades satélite. Hasta vislumbraron el lago artificial que se había construido para ‘’regocijo y solaz’’ de los más pudientes.







Llegaron al hotel, que era más un macro hotel, tomaron posesión de sus habitaciones y, mientras comían de buffet, pero acompañados de caipirinhas, planificaron la tarde







Después de la siesta pasaron por el SPA ZEN de que disponía el hotel para apuntarse a tratamientos de masaje y embellecimiento con nombres a cual más exótico, y se instalaron en la piscina. La Niña y el Peluche no quisieron saber nada ni del SPA ni del ZEN y se incorporaron directamente de la siesta a la piscina, donde soplaba un viento tan fuerte como el del Moncayo, pero más calentito. Y se les pasó el tiempo sin darse cuenta pues pasearon por allí cuatro o cinco novias haciéndose el álbum de fotos de la boda, y a nuestros viajeros se les iban los ojos, sobre todo cuando a la novia de turno se le ocurría que le tomasen fotos tumbadita en una de las hamacas y en distintas posturitas.

Decidieron ir a cenar a un shopping del núcleo de Brasilia para lo que contaban con autobuses gratis puestos por el hotel a disposición de sus huéspedes. Quedaron para tomar el de las 20 horas, pero con tan mala fortuna que, por culpa de algún retraso de alguno de los implicados, se les adelantó un grupo de argentinos que lo ocupó totalmente, teniendo que quedarse en tierra. Alguno de los ‘no retrasados’ cogió un cabreíllo, que se solucionó esperando el de las 21 horas y alegrando la espera con una birra.

En la zona del shopping casi se pierden, pero con la ayuda de unos y otros acabaron cenando a lo brasileño y volviendo al hotel en taxi, que también costó lo suyo localizarlo.


Y ahí se acabó la jornada, aunque al Recovecos aun le quedó vivir la experiencia de probar botoncitos e interruptores de la habitación que no acabó de entender, dejó la habitación a oscuras, y terminó por los suelos cuando volvía del baño a la cama.

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