sábado, 14 de mayo de 2016

Semana del 8 al 14 de mayo del 2016(Brasil V)


La buganvilla y el rosal a mediados de mayo







25 de octubre del 2007

Como siempre que se programa un vuelo para primera hora de la mañana, hay que madrugar. Y más, si eso ocurre en Sao Paulo aunque el vuelo despegue del aeropuerto de Congonhas que se encuentra, si no en el centro de la ciudad, sí rodeado de edificios de todos los tamaños.

Nuestros viajeros se levantaron, se lavaron (alguno de ellos como los gatos), y bajaron al lobby donde, a pesar de lo temprana que era la hora, intentaron degustar un zumo y un café que, una vez añadida el azúcar, estuvieron a punto de agitar con el dedo índice pues no veían cucharillas por ningún lado. Menos mal que se fijaron en la Flores, que era la más ‘viajada’, y se limitaron a imitarla, cogiendo todos su palito de plástico del montón que había entre los vasos desechables y las jarras de zumo.

Como el día anterior habían tenido la previsión de encargar un taxi para una hora prudencial y, en su indagación, se habían enterado de que podían disponer de uno de 5 plazas si así lo solicitaban, no tuvieron que esperar más que unos minutos a que llegase el vehículo a los pies de la escalera que daba acceso al hotel. Las dudas que tenían sobre cómo sería un taxi ‘especial’ de 5 plazas se les despejaron nada más verlo. Era un poco más largo que lo normal, pero no mucho. Y al abrir el portón trasero para cargar las maletas, el taxista les indicó, con un gesto, que el quinto pasajero debía de acceder por ese mismo portón a un asiento plegable que había junto al lateral. Se miraron unos a otros, y con la justificación de no separar a los matrimonios, invitaron al Palmeras a entrar por la trasera del taxi. En realidad, más que invitar, lo que hicieron las parejas fue reaccionar con celeridad ante la situación e introducirse rápidamente los cuatro por las puertas laterales.

Muy atentos todos a los problemas de respiración de la Flores, lo primero que hicieron al llegar al aeropuerto fue hacerse con una silla de ruedas, aunque las malas lenguas afirman que este detalle y la posterior ‘discusión’ sobre quién la empujaba se debía más a las ventajas para el embarque que daba al que la impulsaba que a una disponibilidad personal ofrecida gratuitamente a la discapacitada. No obstante, el Recovecos hizo valer su prerrogativa de consorte y no hubo más ofrecimientos ‘generosos’.

Para evitar cualquier equivocación en lo que se refería a la puerta de embarque y a su localización, se dirigieron a la que indicaban los paneles que reflejaban los horarios y destinos de salidas y se acomodaron, pues les habían anunciado que su vuelo hacia Foz de Iguaçu partiría con retraso. La espera se hizo interminable, pero por lo menos tuvieron un pequeño consuelo: unas barritas ¿energéticas? que eran un regalo de la compañía que les iba a trasladar y que, entre sus ingredientes figuraban las castañas y/o las bananas. El Recovecos degustó la que le correspondió, y cerrando los ojos e imaginando que estaba saboreando un apetitoso bocata de tortilla de patatas, acabó abriendo los ojos, deglutiendo como pudo lo que tenía en la boca, y arrojando el resto a la papelera más cercana.

El vuelo, la llegada y el traslado al Hotel Bourbon Cataratas, sin problemas, pero con sol y mucho calor. Lo primero que hicieron fue darse la pequeña alegría de una mini-comida en la cafetería del hotel. Al finalizarla, y después de un postre gratis como regalo de bienvenida, instauraron una celebración que iba a transformarse en costumbre a lo largo de los días de estancia en Brasil: beberse una caipirinha en cualquier situación del día que lo propiciase.

Antes de que nadie se diese cuenta, el Palmeras desapareció para darse un ‘capucete’ en la piscina, y los demás deambularon por el hotel tratando de identificar los lugares que iban a ser útiles durante su estancia.

A media tarde se reunieron con la persona que, en todos los hoteles existe y que se encarga de organizar las excursiones y visitas más o menos demandadas por los turistas, y los nuestros cumplieron la tradición con creces, como podrá comprobarse más adelante. Una de las ofertas de Cynthia, que así se llamaba, fue jaleada por el Palmeras, tal vez porque le recordaba aquel viaje que había hecho como copiloto en la Expo de Sevilla-92, y que aquí se denominaba con el pomposo nombre de ‘’Helicóptero-75’’. Pero en cuanto se enteraron del precio, el Recovecos y la Niña se encargaron de convencerle de que era mejor rechazarlo por múltiples razones, que se las cuchichearon en un aparte: que era muy peligroso pues se acercaban temerariamente a las cataratas; que si tenían un accidente lo único que podía ocurrir esa estamparse contra las rocas o morir ahogados; que el traslado a España de los cadáveres (si los había) era muy complicado y costoso; que por allí no abundaban los traumatólogos y acabaríamos en manos de un chamán sin experiencia; que… El Palmeras, el Peluche y la Flores se miraron, se encogieron de hombros,  entendieron la indirecta y adivinaron que la justificación del rechazo era puramente pecuniaria, y apoyaron sumisamente y al unísono el no arriesgarse a sobrevolar las cataratas. Eligieron las que les parecían las más típicas y, una vez que apoquinaron los reales que les solicitaron como anticipo, se fueron tranquilamente a cenar.

Haciendo alarde de dominio de la situación, entraron muy decididos en el primer restaurante que encontraron por los pasillos, y cuando dieron los números de las habitaciones…¡sorpresa! Les dijeron muy amablemente que se los consideraba como ‘grupo’ y que su comedor era otro que, gracias a Dios, estaba casi puerta con puerta respecto al que habían accedido y que, por lo menos, el buffet al que tenían derecho era aceptable.


 Y después de la cena, la primera visita concertada: al ‘’RAFAEL-IN’’. Lugar al que, por lo que vieron al entrar, habían acudido todos los turistas de la zona y que ya estaban formalmente sentados por docenas, en mesas alargadas y colocadas perpendicularmente a un largo escenario. Y como es natural en estos casos, entretenidos en beber todo tipo de líquidos más o menos identificables que, como comprobaron posteriormente, estaban incluidos en la entrada que habían abonado. Y allí pasaron un par de horas bebiendo, charlando y contemplando las manifestaciones del folklore de los tres países que rodean las cataratas (Brasil, Paraguay y Argentina), y que fueron apareciendo sin solución de continuidad.

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Danzas indígenas ancestrales que dedujeron que debían corresponder a los pobladores de alguna zona de la selva que rodeaba Iguaçu



Cantos típicos paraguayos, y si no, basta fijarse en los colores del arpa






Más bailes y cantos paraguayos (el del arpa sigue ahí, al fondo)

Y por fin,…¡lo argentino! Tangos y demás



Y de este gaucho que casi no se ve en la foto, nuestros viajeros estuvieron a a punto de salir huyendo. No se sabe si era un gaucho auténtico o no, pero lo que sí eran auténticas eran las boleadoras con las que se puso a ‘’jugar’’ y, sobre todo, a girar a gran velocidad, con el peligro de que si se soltaba una (o todas) la situación iba a ser más arriesgada que haber contratado el vuelo en helicóptero.

Volvieron sanos y salvos al hotel y…¡a descansar! Aunque el Recovecos y la Flores se entretuvieron un rato…¡en buscar el papel de váter! En estos hoteles modernos, igual por pudor, o tal vez por ahorrar, dejan el papel en los sitios menos previsibles.

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