domingo, 29 de mayo de 2016

Semana del 22 al 28 de mayo del 2016(Brasil VII)


27 de octubre del 2007

¡Por fin un día en el que se levantaron a una hora normal! Pero la entrada en el comedor donde se tomaba el buffet del desayuno, y el panorama con el que se encontraron, les hicieron caer en la cuenta de que era la ‘hora normal’ para la mayoría. Como era sábado y, por lo tanto, fin de semana y fin de mes, la gente habría cobrado y debía de llenar el hotel con parejas y familias ansiosas que disfrutar de un buffet que solo se adivinaba entre todo el personal que se agolpaba a su alrededor. La mayoría de las personas se había acumulado junto a la mesa en torno a la cual nuestros turistas se habían paseado tranquilamente el día anterior para escoger el tipo preferido de pan. En esta ocasión arramplaron con el que tenían más a mano pues, si a uno se le ocurría dudar, para cuando se decidía ya habían desaparecido todas las clases de pan que querías, y tenías que esperar pacientemente a que los repusieran.

¡Cómo echaron de menos la reposada y tranquila cena de la noche anterior! ¡Hasta tuvieron tiempo de sacarse unas cuantas fotos!







Después de desayunar como pudieron, se fueron a prepararse para la primera excursión programada que era nada menos que a visitar algo parecido a una pajarería, pero a lo bestia. La Flores, muy prudente ella, desistió de hacerla, no se sabe si por el esfuerzo derivado de las idas y venidas del desayuno, una mala noche o, simplemente, porque para pájaros ya tenía bastante con las gaviotas, gorriones y mirlos que le pringaban las terrazas de su casa.  Por parte del Palmeras y del Peluche, hubo un amago de renunciar a la visita por solidaridad, pero entre el Recovecos y la Niña abortaron el intento con la contundente razón de que ya estaba la visita pagada y, además, que no iban a hacer ese feo a la persona que se había encargado de recomendarles las actividades de la estancia en Iguaçú. Se despidieron de la Flores, se subieron al autobús correspondiente, y allá se fueron, a pasear entre jaulas y diversos hábitats abiertos, donde se hartaron de ver pájaros, pajaritos y pajarracos de todos los tipos y colores, amén de unos cuantos reptiles con caparazón, sin caparazón, con dientes, sin dientes pero con pico,…











COMO LOS DEL ATLÉTICO DE MADRID: PEQUEÑITOS, PERO MATONES





Volvieron al hotel con los ojos cerrados para lograr borrar las imágenes multicolores que ocupaban la retina y, ya junto a la Flores, esperaron a que vinieran a recogerles para dar un paseo en barca en una zona próxima a las cataratas, con comida incluida. ¡Que ilusionados se les veía sentados en el hall del hotel! Y además, aprovecharon el rato para seguir convenciendo al Peluche de que el barco era seguro y que no corrían ningún peligro. No sabían lo que les esperaba.

Subieron a la furgoneta que vino a buscarles con esa confianza que da el ir los cinco solos, bien acomodados y con un chófer simpático y enterado (o eso parecía). Después de unos cuantos kilómetros de recorrido, se detuvieron en un parking que había delante de lo que parecía una cafetería o restaurante, y permanecieron tranquilamente sentados pues el conductor les había informado escuetamente y sin más explicaciones que se detenían un momento para recoger a unas cuantas personas. Pasó el tiempo, y allí no aparecía nadie. Por fin, al cabo de media hora, se presentaron dos mujeres, una de mediana edad y otra más joven, que se excusaron por la tardanza ya que habían estado ‘arreglándose’ un poco. ¿’Arreglándose’? ¡Pues vaya pinta que debían tener antes del ‘arreglo’! Cuando la madre abadesa y la novicia, que así las identificó desde ese momento el Recovecos, se aposentaron en el microbús y fueron a arrancar rumbo a lo desconocido, les volvieron a avisar de que tenían que esperar un poco más para recoger a más personas. 

Al final, apareció un grupo que subió a lo que al principio era una furgoneta, luego un microbús y a estas alturas parecía un autobús urbano, y al que acompañaba alguien que parecía ser el guía, que se colocó en el asiento del copiloto. Este último y el conductor miraron a nuestros viajeros, como extrañados de tenerlos todavía ahí sentados, y decidieron arrancar tomando lo que parecía el camino de vuelta al hotel. O eso les pareció a más de uno de los cinco, pues ya se conocían hasta las curvas de la carretera, ya que en un intermedio, que a estas alturas no puede precisarse ni el cuándo ni el por qué, habían pasado por el casco urbano próximo a su hotel, donde habían recogido a un nuevo turista.

No habían recorrido más que unos cuantos kilómetros cuando, tanto el chófer como el copiloto, debieron pensar que tener cinco alienígenas en el microbús sin desembarcarlos en algún sitio y con algún fin, era lo suficientemente extraño como para consultarlo a los mandos. La furgoneta se detuvo en el arcén de la carretera y comenzó una conversación telefónica que ninguno de los cinco aludidos entendió, pero que seguro se refería a ellos y a lo que tenían que hacer con esas cinco personas en edad de jubilación o próxima, y que no se habían movido de sus asientos desde hacía más de un par de horas. Les debieron aclarar lo suficiente como para que se dieran cuenta de que habían metido la ‘patita’ y que lo arreglasen como Dios les diese a entender pero que…¡lo arreglasen!

Como es natural, a estas alturas nuestros viajeros estaban más que hartos de que los llevasen de aquí para allá, y más cuando vieron que les trasladaban al primer sitio en el que se habían detenido y que resultó ser el embarcadero de donde salían los barcos que daban un paseo acercándose a las cataratas. Una vez allí les aclararon que como podían comprender lo de dar una vuelta en barco ya era imposible porque el grupo al que pertenecían había salido hacía rato. Y añadieron que, de todas maneras, podían disfrutar de la comida contratada en las instalaciones que tenían delante. Y allí empezó la discusión.

’¡Que ellos ni se bajaban de la furgoneta!’’

‘’¡Que qué se creían!’’

‘’Y encima, ¿comer en aquel chiringuito? Ni soñando’’

‘’¿Qué les llevasen al hotel, pero…¡cuidado!, al mismo del que habían salido’’

‘’¡El paseo en barco pa’su padre!’’

Cuando los dos responsables se convencieron de que el grupo no iba a reblar, comenzaron de nuevo un sin fin de conversaciones telefónicas que, al cabo de veinte minutos, dieron su resultado: se anulaba el paseo en barco, comida incluida, y se devolvía a las cinco personas a su hotel de procedencia. No se sabe si por vergüenza o porque en ese momento no había otro medio de transporte, les invitaron a subirse en otra furgoneta ya que, según dijeron, con la que habían utilizado hasta el momento la necesitaban para otros compromisos. El detalle fue que en el nuevo vehículo los respaldos de los asientos estaban muy inclinados, y sin ningún dispositivo que funcionase para enderezarlos. Total, que la vuelta al hotel la hicieron cabreados (unos más y otros menos), medio tumbados (unos menos y otros más), y hambrientos.

Por fin llegaron al hotel, lograron aclarar las cosas con Cynthia, con la que habían contratado la fallida excursión, recobraron lo pagado, y se fueron a hacer una frugal comida pues los ánimos no estaban para tirar cohetes. Y cada uno a su habitación a intentar relajarse.

Por la tarde, la cosa se fue normalizando. El Recovecos y el Palmeras se fueron a darse un masaje con una rusa o de algún otro país del este de Europa, que les dejó la musculatura sin ninguna de las tensiones acumuladas por la mañana y después,….¡todos a la piscina!


Y el ambiente se acabó de arreglar con una cena animada, unos Irish Coffee, y una partidas de chinchón, en las que volvió a ganar el Peluche, aunque esta vez las victorias las tuvo que repartir con la Flores.

domingo, 22 de mayo de 2016

Semana del 15 al 21 de mayo del 2016(Brasil VI)

Lo primero que ha hecho el Pirulo ha sido llevar a todos a ver algo que aparece por aquí solo cuando ha habido unos días de lluvias abundantes, para aclararles que no es una medusa terrestre sino algo que puede provocarles alteraciones digestivas.


LA SETA DE MARRAS



JARDINERA VISTA DESDE EL EXTERIOR: ROSAS, ROMERO, PLUMBAGO 


Y luego, aplicando el principio político que puede enunciarse de la siguiente manera:  ‘’Aquí el único que habla y opina soy YO’’, les ha seguido relatando lo ocurrido en el famoso viaje a Brasil

26 de octubre del 2007

El madrugón obligado por el recorrido turístico programado, se vio compensado porque llegaron de los primeros al desayuno, con las ventajas que eso tiene hasta en los viajes del IMSERSO. Y lo que más les asombró fue el número y tipos de panes y crepes que tenían a su disposición. El Palmeras se tomó su tiempo en la sección de panes hasta que pudo decidirse por los que más le apetecían, y el Recovecos no lo dudó y se acercó a la sección de crepes, avituallándose después de toda clase de mermeladas con las que alegrarlas el sabor.

Les trasladaron hasta la Central Eléctrica de Itaipu donde, en un recorrido más o menos guiado, les dieron los datos necesarios para hacerse una idea de la magnitud de la mega-presa que estaban viendo y que, aun hoy, la energía que produce se puede equiparar a la que se genera en la central china ubicada en la llamada presa de las Tres Gargantas. Por su situación, y por la procedencia de las aguas que alimentaban la presa, Itaipu pertenecía a Brasil y Paraguay, países que participaron en su construcción y que se repartían la energía eléctrica que se producía. Como curiosidad, les explicaron que la energía que correspondía a Paraguay superaba las necesidades que debía de atender y que, por razones del acuerdo que habían firmado con Brasil, el excedente lo tenían que vender al propio Brasil a un precio muy por debajo del existente en el mercado, lo que estaban tratando de corregir.




ENTRADA A ITAIPU



LA PRESA


LA FLORES Y LA NIÑA


CUENCA DE RECEPCIÓN

Como en cualquier viaje organizado, cuando acabaron el recorrido programado, y sin dejarles siquiera que los de más edad recuperaran la respiración, les trasladaron a un mirador desde el que, a lo lejos, se veían las cataratas de la zona de Argentina. Y les dieron dos opciones: o ir haciendo senderismo por la orilla del río hasta la catarata principal de Iguaçu (Brasil), o ahorrarse la caminata y sin bajar del autobús trasladarse al mismo lugar al que iban a llegar los que quisieran ir a pie, donde existían unas instalaciones en las que podrían descansar y tomar un refrigerio o lo que se les ocurriese. Ninguno lo dudó. La Flores ni se levantó del asiento, mientras que el resto optó por estirar las piernas y hacer un poco de ejercicio.






Más que un sendero, aquello era una trocha que subía, bajaba, esquivaba la tupida vegetación, volvía a subir o bajar, se alejaba o acercaba peligrosamente al talud desde el que se podía contemplar el río cien metros más abajo, … El Recovecos parecía el más alocado. Lo  mismo iba mirando fijamente al suelo para evitar que su pie ‘tonto’ tropezase con raíces, piedras o escalones, que se paraba bruscamente en un cambio de dirección del camino para sacar fotos. La ventaja era que la vereda no tenía pérdida pues, a parte de la empinada pendiente sobre la que estaba trazada, estaba llena de turistas que hacían el mismo recorrido, lo que te impedía, a veces, hasta detenerte para hacer fotos.






Al llegar a las instalaciones que estaban a la altura de la mayor de las caídas de agua, y después de hacerse las consabidas fotos en la plataforma que habían construido cerca del desnivel principal, se unieron a la Flores y se sentaron en una de las mesas disponibles para intentar organizar un buen yantar. Probaron todo tipo de empanadillas aunque el Recovecos hizo uso de su poder, pues era el encargado de administrar la bolsa común, y prohibió que fueran de bacalao, y como no había TV, se dedicaron a observar lo que ocurría en la mesa de al lado.







Había tres jóvenes sentadas en torno a la mesa que estaba junto a la barandilla que separaba lo que podía denominarse zona de libre ocupación turística, de la pendiente que descendía hacia las cataratas. Y dicha pendiente estaba ocupada por una vegetación bastante tupida y constituida, sobre todo, por toda clase de arbustos. No se sabe por qué detalle, tal vez por el habla, parecían australianas o, por lo menos, eso era lo que pensaba el Recovecos que no les quitaba el ojo de encima. Una vez acomodadas, extrajeron de sus mochilas sendos envoltorios con bocadillos que no tenían nada que envidiar al surtido de empanadillas que se repartían nuestros viajeros. Y cuando ya los tenían dispuestos para empezar a comérselos, y estaban medio distraídas comentando lo que fuese, apareció un coatí que venía de la zona de los arbustos y, ágilmente, se subió a la mesa.



COATÍ

Y antes de que se desvaneciese en el aire el gritito que dieron las tres al unísono, el dichoso animalito había desaparecido llevándose uno de los bocadillos. Hubo risitas, miradas a su alrededor, gestos simpáticos a los comensales más próximos como queriendo decir: ‘’¡Mira! ¡Qué monos!’’, y se dispusieron a seguir con su disminuido condumio.  Aun no habían acercado sus manos a los bocatas que les quedaban cuando, sin saber cómo ni de dónde, se plantó encima de la mesa otro coatí que no tenía rasgos diferenciales suficientes para determinar si era ‘otro’ o el mismo sinvergüenza que había desaparecido segundos antes  y, atrapando otro bocadillo, se fue por donde había venido. En ese momento ya no se oyeron grititos ni nada parecido sino palabras en un idioma que parecía el inglés, y con un tono y unos gestos que no eran precisamente amistosos sino más bien coléricos. Y no lo dudaron. Cogieron el bocadillo que les quedaba, las mochilas donde debían de tener alguno más de repuesto, se levantaron como indignadas, y se fueron




¿OTRO COATÍ? ¿EL MISMO?

Nuestros cuatro protagonistas, después de este espectáculo gratuito y divertido, y felicitándose por haberse colocado en una mesa alejada de la barandilla por donde debían entrar y salir los animalito a su libre albedrío, volvieron al autobús, y con una parada intermedia para tomar un cafelito, les trasladaron al hotel.

La tarde se la tomaron de descanso en la piscina y, de paso, se bebieron unas caipirinhas. Estas debieron desinhibir al Palmeras, pues confesó haberse equivocado con los mejunjes de que disponía para su aseo personal y que había acabado, no sabía cómo, dándose el colutorio, marca Listerine, en la calva creyendo que era colonia.


Y al anochecer, antes de retirarse a sus aposentos, comenzaron a practicar el entretenimiento más común entre jubilados, la partida de cartas, y concretamente el chinchón. Y ganó el Peluche. 

sábado, 14 de mayo de 2016

Semana del 8 al 14 de mayo del 2016(Brasil V)


La buganvilla y el rosal a mediados de mayo







25 de octubre del 2007

Como siempre que se programa un vuelo para primera hora de la mañana, hay que madrugar. Y más, si eso ocurre en Sao Paulo aunque el vuelo despegue del aeropuerto de Congonhas que se encuentra, si no en el centro de la ciudad, sí rodeado de edificios de todos los tamaños.

Nuestros viajeros se levantaron, se lavaron (alguno de ellos como los gatos), y bajaron al lobby donde, a pesar de lo temprana que era la hora, intentaron degustar un zumo y un café que, una vez añadida el azúcar, estuvieron a punto de agitar con el dedo índice pues no veían cucharillas por ningún lado. Menos mal que se fijaron en la Flores, que era la más ‘viajada’, y se limitaron a imitarla, cogiendo todos su palito de plástico del montón que había entre los vasos desechables y las jarras de zumo.

Como el día anterior habían tenido la previsión de encargar un taxi para una hora prudencial y, en su indagación, se habían enterado de que podían disponer de uno de 5 plazas si así lo solicitaban, no tuvieron que esperar más que unos minutos a que llegase el vehículo a los pies de la escalera que daba acceso al hotel. Las dudas que tenían sobre cómo sería un taxi ‘especial’ de 5 plazas se les despejaron nada más verlo. Era un poco más largo que lo normal, pero no mucho. Y al abrir el portón trasero para cargar las maletas, el taxista les indicó, con un gesto, que el quinto pasajero debía de acceder por ese mismo portón a un asiento plegable que había junto al lateral. Se miraron unos a otros, y con la justificación de no separar a los matrimonios, invitaron al Palmeras a entrar por la trasera del taxi. En realidad, más que invitar, lo que hicieron las parejas fue reaccionar con celeridad ante la situación e introducirse rápidamente los cuatro por las puertas laterales.

Muy atentos todos a los problemas de respiración de la Flores, lo primero que hicieron al llegar al aeropuerto fue hacerse con una silla de ruedas, aunque las malas lenguas afirman que este detalle y la posterior ‘discusión’ sobre quién la empujaba se debía más a las ventajas para el embarque que daba al que la impulsaba que a una disponibilidad personal ofrecida gratuitamente a la discapacitada. No obstante, el Recovecos hizo valer su prerrogativa de consorte y no hubo más ofrecimientos ‘generosos’.

Para evitar cualquier equivocación en lo que se refería a la puerta de embarque y a su localización, se dirigieron a la que indicaban los paneles que reflejaban los horarios y destinos de salidas y se acomodaron, pues les habían anunciado que su vuelo hacia Foz de Iguaçu partiría con retraso. La espera se hizo interminable, pero por lo menos tuvieron un pequeño consuelo: unas barritas ¿energéticas? que eran un regalo de la compañía que les iba a trasladar y que, entre sus ingredientes figuraban las castañas y/o las bananas. El Recovecos degustó la que le correspondió, y cerrando los ojos e imaginando que estaba saboreando un apetitoso bocata de tortilla de patatas, acabó abriendo los ojos, deglutiendo como pudo lo que tenía en la boca, y arrojando el resto a la papelera más cercana.

El vuelo, la llegada y el traslado al Hotel Bourbon Cataratas, sin problemas, pero con sol y mucho calor. Lo primero que hicieron fue darse la pequeña alegría de una mini-comida en la cafetería del hotel. Al finalizarla, y después de un postre gratis como regalo de bienvenida, instauraron una celebración que iba a transformarse en costumbre a lo largo de los días de estancia en Brasil: beberse una caipirinha en cualquier situación del día que lo propiciase.

Antes de que nadie se diese cuenta, el Palmeras desapareció para darse un ‘capucete’ en la piscina, y los demás deambularon por el hotel tratando de identificar los lugares que iban a ser útiles durante su estancia.

A media tarde se reunieron con la persona que, en todos los hoteles existe y que se encarga de organizar las excursiones y visitas más o menos demandadas por los turistas, y los nuestros cumplieron la tradición con creces, como podrá comprobarse más adelante. Una de las ofertas de Cynthia, que así se llamaba, fue jaleada por el Palmeras, tal vez porque le recordaba aquel viaje que había hecho como copiloto en la Expo de Sevilla-92, y que aquí se denominaba con el pomposo nombre de ‘’Helicóptero-75’’. Pero en cuanto se enteraron del precio, el Recovecos y la Niña se encargaron de convencerle de que era mejor rechazarlo por múltiples razones, que se las cuchichearon en un aparte: que era muy peligroso pues se acercaban temerariamente a las cataratas; que si tenían un accidente lo único que podía ocurrir esa estamparse contra las rocas o morir ahogados; que el traslado a España de los cadáveres (si los había) era muy complicado y costoso; que por allí no abundaban los traumatólogos y acabaríamos en manos de un chamán sin experiencia; que… El Palmeras, el Peluche y la Flores se miraron, se encogieron de hombros,  entendieron la indirecta y adivinaron que la justificación del rechazo era puramente pecuniaria, y apoyaron sumisamente y al unísono el no arriesgarse a sobrevolar las cataratas. Eligieron las que les parecían las más típicas y, una vez que apoquinaron los reales que les solicitaron como anticipo, se fueron tranquilamente a cenar.

Haciendo alarde de dominio de la situación, entraron muy decididos en el primer restaurante que encontraron por los pasillos, y cuando dieron los números de las habitaciones…¡sorpresa! Les dijeron muy amablemente que se los consideraba como ‘grupo’ y que su comedor era otro que, gracias a Dios, estaba casi puerta con puerta respecto al que habían accedido y que, por lo menos, el buffet al que tenían derecho era aceptable.


 Y después de la cena, la primera visita concertada: al ‘’RAFAEL-IN’’. Lugar al que, por lo que vieron al entrar, habían acudido todos los turistas de la zona y que ya estaban formalmente sentados por docenas, en mesas alargadas y colocadas perpendicularmente a un largo escenario. Y como es natural en estos casos, entretenidos en beber todo tipo de líquidos más o menos identificables que, como comprobaron posteriormente, estaban incluidos en la entrada que habían abonado. Y allí pasaron un par de horas bebiendo, charlando y contemplando las manifestaciones del folklore de los tres países que rodean las cataratas (Brasil, Paraguay y Argentina), y que fueron apareciendo sin solución de continuidad.

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Danzas indígenas ancestrales que dedujeron que debían corresponder a los pobladores de alguna zona de la selva que rodeaba Iguaçu



Cantos típicos paraguayos, y si no, basta fijarse en los colores del arpa






Más bailes y cantos paraguayos (el del arpa sigue ahí, al fondo)

Y por fin,…¡lo argentino! Tangos y demás



Y de este gaucho que casi no se ve en la foto, nuestros viajeros estuvieron a a punto de salir huyendo. No se sabe si era un gaucho auténtico o no, pero lo que sí eran auténticas eran las boleadoras con las que se puso a ‘’jugar’’ y, sobre todo, a girar a gran velocidad, con el peligro de que si se soltaba una (o todas) la situación iba a ser más arriesgada que haber contratado el vuelo en helicóptero.

Volvieron sanos y salvos al hotel y…¡a descansar! Aunque el Recovecos y la Flores se entretuvieron un rato…¡en buscar el papel de váter! En estos hoteles modernos, igual por pudor, o tal vez por ahorrar, dejan el papel en los sitios menos previsibles.

domingo, 8 de mayo de 2016

Semana del 1 al 7 de mayo del 2016

A veces ocurren cosas impensables: este fin de semana no ha aparecido el Pirulo. Todos los que estaban presentes han preguntado a la Tatiqui por la causa de esta incomparecencia, que es la primera vez que ocurría en años. Y la Tatiqui se ha limitado a aducir excusas que a todos les parecieron, cuando menos, infantiles. Que los últimos días le había visto muy alicaído; que si tal vez era por agotamiento, pues le había impuesto una serie de tareas del todo obligadas por el cambio de estación que, a su vez, se había acelerado después del paso de las últimas borrascas,… 

¡En fin! Lo normal, a saber: desenganchar las cortinas, lavarlas, volverlas a enganchar y asegurarse, liado en lo alto de la escalera, que funcionan bien, con la ventaja de que no tiene que lavarlas a mano; cambiar los muebles de la terraza para poder pasar la mañana cómodamente sentados y, si se tercia, también la tarde; repintar lo que va a exponerse a la furia de los elementos a partir de mediados de mayo; quitar los plumíferos y toda la parafernalia de ropajes de invierno y sustituirlos por los de verano, ordenados adecuadamente para su correcta utilización.




A FINALES DE ABRIL



ANTES




DESPUÉS



HOJA CAÍDA, PLANTA RENACIDA


Y cuando todos estaban inmersos en una competición para ver quien ponía al Pirulo ‘a bajar de un burro, ‘como hoja de perejil’, ‘a caldo’, ‘de vuelta y media’,…, héte aquí que aparece el calificado como comodón, acomodaticio, vago cual funcionario prejubilado, …, les mira con desprecio, y les suelta lo siguiente sin cortarse un pelo:

- ¿Qué pasa? ¿No os basta con los políticos que tenéis que meteros conmigo? ¿A alguien le molesta que prefiera tumbarme al sol y que me traigan la manduca? Pues vosotros, si no lo hacéis, no será por falta de ganas sino porque no podéis. Sois una panda de ‘desgraciaos’ que no tenéis un ERE que llevaros a la boca.

Menos mal que la Tatiqui, que conocía al Pirulo como si le hubiera parido, le tranquilizó, convenciéndole de que lo que había escuchado no era una cruel crítica a su persona, aunque lo pareciese, sino una clara manifestación de lo importante que consideraban su presencia y sus cualidades. Lo que pasa es que el grupo, concluyó la Tatiqui, para no caer en la depresión, y ni siquiera en una melancolía con efectos secundarios negativos, se había dedicado a tomar a broma su ausencia, invirtiendo las cualidades que le reconocían en inocuos defectos. Que no lo consideraban vago sino tan trabajador que a los 60 años ya había cotizado 35 en la Seguridad Social y podía prejubilarse. Que no era un comodón sino que se tumbaba en cuanto tenía ocasión obligado por las recomendaciones de los traumatólogos. Que no era acomodaticio sino que tenía en consideración todo lo que opinaban los demás y así podía adaptarse a la tendencia mayoritaria…. Bueno, que le doró la píldora y, gracias a la ascendencia que tenía sobre él, logró sosegarle y la charla del grupo empezó como si nada hubiese pasado aunque, por si acaso, todo el mundo anduvo con pies de plomo en los primeros compases de la conversación.

- Pirulo, el otro día con eso del sistema educativo estuviste fenomenal, ‘peloteó’ con suavidad la Surfi. Y después de 1970, según nos hemos enterado, te metiste en la docencia y hasta fuiste, con la Tatiqui y otros, un precursor de la Ley del 90, ¿no?

- No lo sabes bien, dijo la Txuri-Txori. A mediados de los 80, allá por el 84 o el 85, implantaron lo que iba a ser la ESO en unos cuantos centros de Euskadi.

- ¡No me digas que aprendiste a dar eusko-graznidos! ¿El Pirulo, un políglota? Y nosotros sin enterarnos, apostilló el Pisha.

Ante el peligro de que el Pisha empezara a poner en marcha su gracejo gaditano, que al Pirulo le alegraba los ojillos si no se metía con él pero que se enfurruñaba en caso contrario, la Txuri-Txori, que sabía que el aludido tenía en esos momentos la piel muy sensible, intervino rápidamente sin dejar opción al Pisha de seguir con su discurso.

-Pues para que os enteréis, era una de las parejas más conocidas en todo el golfo de Bizkaia. Con un solo defecto que les impidió ser los invitados de honor de cualquier evento no deportivo, a saber,…¡¡no eran de Bilbao ni siquiera de sus alrededores!!  O peor aún, en muchos sitios les tomaron por guipuches infiltrados. Y eso pesa mucho.

- Entonces, Pirulo, ¿vosotros erais partidarios de eso que tanto defendían los que redactaron la ley del 90?, preguntó inocentemente la Surfi. De eso que denominaban comprensividad, o principios de la enseñanza comprensiva, o, ¡algo así, vamos!

Aquella preguntita tuvo el mismo efecto que el encendido de la mecha de la ‘’mascletá’’ más ruidosa de la Fallas. Fue como abrir la caja de Pandora, pues hasta el tranquilo del Filloas levantó la voz y se unió a las diatribas y descalificaciones que surgieron de todos los picos que estaban presentes. De todos no, pues la Surfi cerró el suyo y se refugió en el rincón más alejado, asustada del pandemónium que había originado con su ingenua afirmación. Tabuló en su pequeño cerebro las frases y afirmaciones que más le llamaron la atención entre las que había algunas que hasta parecían alabanzas de la dichosa ley del 90.

Y por si fuera poco, al Guindilla no se le ocurrió otra cosa que un par de afirmaciones que actuaron como el fulminante de un proyectil

- Pero, ¿la escuela comprensiva no era lo mejor de aquellos tiempos? Por lo menos aseguraban los gurús de la educación que era lo que mejor para atender a la diversidad.

-¡Pero si en los 90 ya habían eliminado la enseñanza comprensiva en los países más progresistas!, vociferó el Filloas

- ¡Tranquilo, Filloas! Que gritando no vas a convencer ni a la Surfi ni al Guindilla, terció la Tatiqui. Lo mejor es trasladarles lo que decía el profesorado de la nueva ley. Primero dijeron:

‘’Y eso, ¿qué es? ¿Que vamos a tener más alumnos por aula? ¿Cómo? ¿Comprimiéndolos?’’.

Al cabo de un par de años si a alguno le preguntaban sobre cómo le iba, contestaban:

‘’¿Diversidad? ¿Heterogeneidad? Lo que tengo en clase es un zoo. A cada uno hay que darle de comer aparte.’’

Cuando pasaron un par de lustros la mayoría se conformó con la situación, diciendo:

 ’O sea, café con leche para todos. Y muy aguado que si no, se le indigesta a la mayoría’’

Y ahora se consuelan afirmando que el nivel parecerá que ha bajado, pero como hay más masa estudiantil, la ciencia, lo que se dice ciencia, hay igual o más que antes

La Txuri-Txori que, hasta el momento, no había abierto el pico, no pudo ni quiso que la asamblea quedase privada de su opinión

- Pues lo que más se escucha entre los irakasleak de nuestra zona es que entre que no puedes suspender a los alumnos porque los traumatizas, no puedes dar una colleja en el momento oportuno porque es violencia y abuso de autoridad, no puedes mandarles a freír espárragos porque es bullying o lenguaje sexista,…, no saben qué hacer. Además, todos dicen que no merece la pena explicar nada porque la mitad no te escuchan y la otra mitad no te entiende.

- Pues diréis lo que queráis, pero los padres parecen contentos y la reforma les parece muy bien. Dicen que sus vástagos pasan de curso hagan lo que hagan y que ni se tienen que preocupar de los boletines de calificaciones, informó el Borni. Incluso aseguran que a los chicos les ha crecido la autoestima, porque, según parece, sacan casi las mismas notas que los que antes eran los primeros de la clase.

-Pues que cuiden con sus hijos, le dijo con sorna el Pirulo, que muchos, al final de la ESO, creían que eran unos ‘’máquinas’’ y cuando empezaron a fallar se pensaron que no funcionaban por falta de energía y andaban metiendo los dedos en los enchufes que encontraban por si tenía que cargarse como el móvil.

- Yo conozco a uno que aprobó todo haciendo más pellas que un liberado sindical, complementó el Pisha. Y en cuanto empezó a trabajar creía que las cosas funcionaban igual, y solo iba al taller el viernes para cobrar. No duró ni quince días.

Antes de que nadie pudiese intervenir de nuevo, la Tatiqui soltó unas palabras y una aseveración a las que nadie ni pudo ni se atrevió a darles una réplica

-AUTORITAS, CALAMITAS, PAIDEIA, ¡que bellas palabras! Pero, ¿quién las entiende? La única solución que tiene todo esto es aplicar los principios cholistas: RÉVALIDA, REVÁLIDA y REVÁLIDA, y que todos, en equipo, se empeñen en PASAR, PASAR y PASAR

Las referencias al Cholo Simeone y al Atlético de Madrid fueron como un bálsamo. Todos vitorearon a la Tatiqui y se pasaron aplaudiendo más tiempo que los forofos del Atlético después de la eliminación del Bayern.

Lo que no pudieron evitar es que el Pisha volviese a intervenir en cuanto se acalló el batir de alas y los vivas a la Tatiqui, al Atlético y a la Real. Aunque los vivas a esta última que lanzó la Txuri-Txori nadie las entendió

- Yo lo siento, pero no puedo dejar de daros una noticia que tengo en el buche. No se refiere a nada de lo que hemos hablado, pero por lo menos está relacionada con cursos de formación.

La Tatiqui, más para que el personal se olvidase del ‘chuleo’ que habían supuesto sus palabras que por darle ‘cancha’ al Pisha, logró (se supone que con su AUTORITAS) que todos prestasen atención a lo que iba a decir el Pisha, que no desaprovechó la ocasión y les comunicó una serie de datos que había obtenido de lo que había sido un curso de formación, tal vez subvencionado por la Junta, y que los había obtenido de una fuente fidedigna: de un alumno que había asistido fielmente a todas las sesiones.

 En resumen, la información fue la siguiente:

TÍTULO: Carnet de Manipulador de Productos Fitosanitarios

ASISTENTES: Jardineros no titulados pero con puesto de trabajo

MATRÍCULA: 250 euros, con una aportación suplementaria de 100 euros para obtener el carnet sin asistir a las clases.

FINANCIACIÓN SUPLEMENTARIA: Las empresas en las que están contratados los asistentes aportan 400 euros que les serán descontados de los pagos que tienen que hacer por el matriculado a la Seguridad Social.

NUMERO DE MATRICULADOS: 38

NUMERO DE ASISTENTES (media): 12

SISTEMAS DE CONTROL:

Durante el curso, la del profesor (cuando asiste). Los presentes firman y los ausentes son ‘’firmados’’

Al fin de curso, se conocen los 38 en la prueba final. Muchos de los que no han asistido entregan su prueba en blanco. El carnet se entrega por asistencia real o imaginaria. Por fin, asiste alguien que aparece como inspector del curso y es el que entrega el carnet a cada uno de los presentes.


 Para cuando el Pisha acabó la enumeración de esos datos, salpicados como es natural con sus ocurrencias respectivas, no quedaban junto a él más que el Pirulo y la Tatiqui, quienes le compensaron la fuga de ‘’cerebros’’ que se había producido llevándole a cenar las sobras de unos cuantos bares que participaban en el Concurso de Tapas y que, por culpa de la falta de clientes,  tenían sobras en abundancia.

lunes, 2 de mayo de 2016

Semana del 24 al 30  de abril del 2016 (Brasil IV)

24 de octubre del 2007


La noche fue larga o, por lo menos, eso les pareció a alguno de nuestros expedicionarios, ya sea por no tener todavía acostumbrado el cuerpo al nuevo horario o, tal vez, porque el frío que sintieron les obligó a levantarse, buscar una manta en los armarios y echarla por encima en la cama. Pero a pesar de todo se levantaron con tiempo para dar una vuelta por los alrededores del hotel en busca de un nuevo lugar donde cambiar pate de los euros que llevaban. Y el Recovecos, que para las cuestiones monetarias tiene un olfato infalible, se coló en un hotel de lujo situado en las proximidades, entró en él simulando ser un cliente más, y deambuló por el hall y anexos hasta dar con un cubículo en el que estaba  instalada una oficina de cambios. De vuelta al hotel se hizo con un plano de la ciudad en un quiosco, pues en esos años no se disponía ni de iPod, ni de Tablet donde conectar con Google Maps.

Una vez desayunados y preparados con la ropa adecuada, pues se anunciaban lluvias y se temía que no fuesen como un simple txirimiri donostiarra sino más parecidas a los chaparrones tropicales, se instalaron en las escaleras de entrada al hotel a esperar a las que les iban a enseñar un par de sitios típicos de Sao Paulo. Lo de esperar en el exterior era una concesión al Recovecos para que pudiese fumarse un cigarrillo y para estar atentos a la llegada de los coches que iban a trasladarles, pues en la avenida Paulista no podían detenerse mi los taxis.



El primer destino fue el Mercado Municipal, edificio singular construido hacia 1933 y que había sido restaurado recientemente (2004), y la primera norma que aprendimos fue la de que perderse en una ciudad del tamaño de Sao Paulo es lo más normal, vayas solo o acompañado por un residente, vayas en coche o andando.  Después de recorrer unos cuantos kilómetros de más y de pasar por delante de parkings públicos, privados, grandes, pequeños y desvencijados, topamos con uno que agradó a la conductora, y allí se metieron. Al verlos salir y detectar por las pintas que llevaban en cuanto a la vestimenta y las miradas de asombro y curiosidad que dirigían en todas direcciones, les rodearon unos cuantos vendedores de paraguas, ofertándoles a buen precio toda la gama de la que disponían: de apertura automática y manual, grandes y más grandes, colores ‘apañados’ y multicolores, baratos y más baratos,…¡Estaba visto que aquel iba a ser un día de lluvia!





Hicieron la primera inmersión en un mundo de colores y olores solo perceptible en los mercados centrales de las grandes ciudades de Hispanoamérica. Bueno, la primera inmersión para la Niña y el Peluche, pues los otros tres ya se habían empapado de colores y olores semejantes en mercados de México.







Compraron de todo aquello que les llamó la atención, sobre todo el Palmeras que era un ‘frutívoro’ empedernido, y además señalando con el dedo, pues de los nombres, por mucho que se los repitieran, no acababan de entenderlos. Acabado el recorrido que, como no podía ser menos, incluyó la visita a un puesto que solamente vendía especias de todos los colores y texturas y entre las que destacaban los mil tipos de granos de pimienta y que, dada la edad de los que la visitaban, se limitaron a observar, subieron a una entreplanta que había en la zona de la entrada principal y cuyo espacio estaba ocupado una línea continua de bares y restaurantes.





Y una vez arriba, hicieron lo que la mayoría de la gente hacía en Brasil a las 12 del mediodía, es decir, comer. Bueno, comer, lo que se dice comer, lo que se llama comer tanto en el norte como en el sur de España, no. Al menos, buscaron un sitio donde sentarse todos para tomar algo sólido, pero donde servían comida no había una mesa libre y, si la había, no disponía de las suficientes sillas para sentarse todos. Al fin encontraron sitio en uno de los bares, pero…¡solo servían bebidas!. Lograron convencer al encargado para que les permitiese traer algo de ‘manduca’ para tomarla con las cervezas y, después de lograr su conformidad, se organizaron. Las anfitrionas se fueron a buscar algo que comer y nuestros viajeros se encargaron de las bebidas. 

Y aunque parezca mentira, ahí no acabó todo.   Al Recovecos se le alegró la cara cuando vio llegar a las encargadas de la comida con una bandeja de empanadillas, una para cada cual. Pero, ¡oh sorpresa!, cuando hincó el diente a la que le correspondía, se encontró con que no estaba rellena con aquella mezcla de picadillo o bonito del norte con tomate, que es lo que le pirriaba de las empanadillas de su madre, sino con…¡bacalao! ¡El único producto de los mares que le había repelido desde niño! Tal vez porque le recordaba el famoso aceite de hígado de bacalao que le daban cuando se empachaba en las fiestas navideñas, o porque cuando tomaba un trozo cocinado normalmente le parecía que estaba masticando uno de aquellos estropajos de esparto. Pero como estaba de visita y había aprendido por experiencia que los guisos más típicos, numerosos, famosos y gourmet de los países de habla y cultura portuguesa, se lo comió como pudo y luciendo la más amable de sus sonrisas. Aunque si hay que decir toda la verdad, cuando estaba a mitad de empanadilla, se levantó con la excusa de que tenía que ir al servicio, y cuando ya estaba en la parte trasera de los puestos de comidas y bebidas, arrojó el resto de empanadilla en el primer cubo de basura que encontró.

Después de una ‘amena’ charla sobre las cien recetas posibles de entrantes y platos principales a base de dicho pececito en salazón, dieron por terminada la visita al mercado, y volvieron a buscar el coche. Y se emplea el verbo ‘buscar’ como el más apropiado para lo que sucedió, pues se volvieron a perder en el trayecto del mercado al parking y dieron unas cuantas vueltas de más. Y lo tomaron con deportividad porque siempre es bueno un poco de ejercicio físico después de una comida copiosa, pues de la empanadilla lo que no podía negarse es que era de tamaño XXL.




No se sabe si para consolarlos o para favorecer la digestión, en el recorrido que hicieron de vuelta al hotel se detuvieron en uno de los múltiples shopping que existen en cualquier metrópoli para tomar un café. Para acompañarlo, alguien propuso probar el ‘pan de queijo’, producto semidulce muy típico del Brasil, para acompañar el café. El Recovecos y el Palmeras aplaudieron la idea, pero por distintas razones. El Palmeras en cuanto le dijeron que ‘pao’ significaba ‘pan’, y eso ya le emocionó, independientemente de los que significase ‘quiejos’. Y el Recovecos porque después de deshacerse de la media empanadilla y beber una cerveza de más por hacer el teatro de que tanto bacalao le había dado sed, necesitaba meter algo sólido en el estómago para evitar los efectos secundarios del alcohol. Y se puso las botas, logrando lo que pretendía. Y una vez en el hotel, a descansar pues al día siguiente iban a salir de viaje.

A la caída de la tarde se reunieron en el hall, pues habían decidido tomar algo ligero antes de acostarse. Antes de la hora de la cita, el Recovecos, empujado por el síndrome de abstinencia, se instaló en las escaleras de entrada al hotel para fumar compulsivamente un par de cigarrillos. Y aprovechó la ocasión para entablar conversación con los ‘boys’ que estaban a la espera de clientes, y que, como fuentes de información de temas que no tengan que ver con la política y las finanzas, son de lo más fiables. Así se enteró de que salas de juego estilo bingo no conocían ninguna; que de ‘mulheres’ sabían mucho y sobre todo en plan picaresco; y de restaurantes lo que quisiéramos siempre que se les preguntase por zonas que no fueran la avenida Paulista y alrededores. Y esta información es la que permitió que, cuando se juntaron todos, solo tuviesen que cruzar la calzada para probar el Tahitiano que estaba en la acera de enfrente al hotel.

Antes de entrar al restaurante, convencidos por los ruegos del Palmeras que era partidario acérrimo de ayudar a la gente, y a pesar de la labor de zapa que hizo la Niña, también defensora incorruptible pero de…no hacer gastos superfluos,  compraron un paraguas automático a un vendedor ambulante por 7 reales y sin regatear el precio. El automatismo se reducía a que, una vez apretado el botoncito de apertura, ‘automáticamente’ quedaba hundido y permanecía impracticable a partir de ese momento.

Fue una cena de lo más agradable por el ambiente y lo bien que les atendió el personal. Pidieron un poco a voleo, pues lo que se dice entender, no entendieron muy bien la carta. Como es natural, la Niña esperó a que pidiese la Flores, pues sabía por experiencia que de esa manera había muy pocas probabilidades de equivocarse. Y mientras, se metía con el Peluche cada vez que intentaba decidirse por algún plato, anunciándole las desgracias que podían ocurrirle si lo comía, y recordándole que ya no tenía edad para hacer locuras gastronómicas. A pesar de todo, hubo alguno que picó, pues probó, por descuido, unas bolitas rosas con muy buen aspecto pero que no eran otra cosa que granos de pimienta picante. Hubo risas, tragos apresurados de cerveza y otros líquidos para diluir el picante, y todo acabó bien. Volvieron a cruzar la calzada para irse a dormir y preparar las maletas con lo que pensaban llevar en el viaje que iban a emprender al día siguiente al sur del Brasil