Semana del 5 al 11 de julio
Jueves 11 de junio
Al bajar a desayunar les
advirtieron que el día había amanecido nublado, pero acordaron seguir con lo
planificado, que no era otra cosa que recorrer la ciudad en uno de los
autobuses turísticos. Así que el Bigotes se acercó a Recepción para preguntar
por ellos, y se encontró con la agradable sorpresa de que no sólo tenían una
información exhaustiva sobre los mismos, sino que además podían adquirir los
billetes allí mismo.
Así que pertrechados con los
tickets correspondientes y convencidos de que lo mejor era evitar paseos
matutinos, cogieron un taxi para que les trasladaran a la plaza de San
Sebastián que era el único nombre con connotaciones sentimentales para la
mayoría de ellos. Al llegar a la citada parada se percataron (y hasta se
humedecieron) de que lo de nublado, en Sevilla, significaba que la nube estaba
tan baja que envolvía a los transeúntes e incluso mojaba la ropa. Y como a
ninguno de los cuatro se le había ocurrido traerse a Sevilla nada que
protegiese la ropa ligera con la que habían salido, tuvieron que decidir en qué
parte del autobús ponerse: o a cubierto en el piso inferior, o, a la intemperie
en la parte superior. Y ocurrió lo contrario de lo que podía preverse: los
acostumbrados al txiri-miri, a cubierto; los que no habían visto llover desde
febrero, a la intemperie. La ventaja de los que subieron a la parte descubierta
fue la de poder elegir sus asientos, pues estaban vacíos casi todos.
Después de un par de paradas y de
que la espesa niebla desapareciese, subieron los chicarrones y chicarronas del
norte, y se dedicaron todos a escuchar las explicaciones de las audio-guías.
Aunque a alguno/a no entendió nada de todo lo que le dijeron durante el
recorrido de las antiguas, desiertas y, en algunos casos, deterioradas
instalaciones de la Expo 92. Y eso por haber conectado el canal 10 (chino
mandarín) y creer que lo que pasaba era que le estaban hablando en un andaluz
muy cerrado. A decir verdad, al Tirantes y al Bigotes se les pasaron las
explicaciones por otra razón. Se les iba la vista hacia las maniobras que hacía una joven turista rubia que, culín
en pompa y minifalda (el orden de los factores no altera el producto),
intentaba secar un asiento que estaba dos filas más adelante y que, por lo que
tardó y los kleenex que empleó, parecía que se había mojado por el
desbordamiento del Guadalquivir y no por la condensación de la humedad
ambiente.
Cuando llegaron a la plaza del
Duque, próxima al final de la calle Sierpes, se bajaron para tomar un café en
La Campana y, de paso aprovecharse de unos aseos decentes (¿Os acordáis?,
problemas con el tabuci).
Y luego, ya se sabe lo que pasa
en vísperas de volver a casa,…¡de compras! La primera parada fue en Trucco donde,
como se puede uno suponer, no entraron ni el Bigotes ni el Tirantes. Como les
habían dicho que iban a ser cinco minutos, se pusieron enfrente, a la sombra,
observando a la gente que pasaba, de lo más variopinta, y no quitando el ojo de
la puerta de salida de Trucco. Al cabo de un buen rato salieron dos viejecitas
y, aunque estaban seguros de que la Chuli y la Bronquios no podían haberse
deteriorado tanto en tan ‘’poco’’ tiempo, se aseguraron de que no eran ellas.
Pasó el tiempo…, y el tiempo, y
se fijaron en dos monjas que parecía que salían de la tienda, pero desecharon
enseguida la idea de que eran ellas disfrazadas por la rapidez y seguridad con
que andaban.
Como puede comprenderse, después
de un par de compras más se hizo la hora de comer, y se acercaron al
restaurante Las Rejas, no sin antes cruzarse con las viejecitas antes
nombradas, transformadas casi en jovencitas rozagantes y animadas, tal vez debido al éxito de sus adquisiciones.
Después de comer y de un intento
fracasado para encontrar la tienda de zapatos Mari Paz, igual debido a que la
marca ha sido comprada por una cadena de
tiendas de chinos, volvieron al hotel a descansar. Al llegar, el Bigotes y el
Tirantes se quedaron en el hall, reconociendo primero y observando después cómo
Borrell trataba de vender a una editorial un libro que estaba escribiendo en el
portátil que tenía delante, según podía deducirse de sus frases y gestos.
Mientras la Chuli y la Bronquios
‘descansaban’, decidieron dar un paseo hasta la plaza del ayuntamiento para
hacer una gestión bancaria, con tan mala fortuna que se perdieron por el
entramado de calles que rodea la Catedral y, en vez de utilizar el GPS del
móvil cuyo funcionamiento acababan de descubrir, se dedicaron a pedir
explicaciones a los que encontraban a su paso. Y así empezaron una serie de
indicaciones: ‘’a la derecha, ¡no!, ¡no!, a la izquierda’, ‘mejor sigan recto,
y cuando tropiecen con una casa, sigan la calle’,…lo que les obligó a dar más
idas y vueltas que a un político para lograr un pacto. Lo único que sacaron en
claro de su extenso y pluridireccional paseo fue que el 80% de las jóvenes que
circulan por Sevilla, autóctonas o foráneas, tienen tendencia a la obesidad,
sobre todo si se las mira por detrás.
Volvieron al hotel, comprobaron
que el descanso de la Chuli y de la Bronquios no había sido tal, pues se habían
dedicado a hacer las maletas, y quedaron para su última cita en el bar de la
azotea.
Y una vez allí,…¡otra sorpresa!
Pero esta vez meteorológica, ya que, contra todo pronóstico, la noche sevillana
se había tornado ‘’fresquita’’, y la espera de la actuación de un grupo de jazz
se prolongó tanto que a los clientes les tuvieron que proporcionar ´´mantitas’’
para evitar posibles enfriamientos o el quedarse sin espectadores para el
espectáculo que habían organizado.
Y después de todo esto, al día
siguiente, viernes 12 de junio,
‘’CADA MOCHUELO A SU
OLIVO’’
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