sábado, 21 de febrero de 2015

Semana del 15 al 21 de febrero del 2015


¡Vaya semanita! Nos hemos tenido que refugiar todas en el extremo este de la playa de San Pedro de Alcántara, junto al Kala Kalua, que en estas celebraciones del carnaval permanece casi desierto, y desde donde podemos mantener vigilada toda la playa de San Pedro.


CHIRINGUITO KALA-KALUA


VISTA DE LA PLAYA DE S.PEDRO DESDE EL KALA-KALUA


Y como es natural, la conversación se ha desarrollado por los derroteros más ‘’insospechados’’, aunque sí propicio a manifestaciones del ingenio de las gaviotas participantes: los carnavales autonómicos y su idiosincrasia. Y sin proponérnoslo siquiera, el que ha iniciado todo ha sido el carnavalesco por antonomasia, el Pisha.

- ¡Anda que este año, vaya nombres que se han puesto las agrupaciones chirigoteras! ‘Los buscaruina’ ¿se referirán a nuestros políticos? ¡Mira que la denominada ‘El que no entra no sale’! No tengo ni idea de qué estarían recordando cuando se lo inventaron, pues lo mismo han tenido intenciones eróticas que estaban pensando en nuestros alcaldes que, por la edad, van a tener que jubilarse en cualquier momento.

- Pues lo que escriben por ahí sobre el origen de vuestro Carnaval tampoco tiene desperdicio, intervino el Pirulo. Según he oído, son el ‘hijo pródigo’ del cristianismo. Aunque las agrupaciones cantoras no aparecen hasta el siglo XIX, y lo único que pretendían es alegrar los oídos de los gaditanos de pro para conseguir de ellos alguna invitación o algunas monedas.

- ¡Déjate de historias, Pirulo!, contrarrestó el Pisha. Que del tema del Carnaval soy un ‘enterao’. Que las agrupaciones empezaron a estar tuteladas por el Ayuntamiento a partir de 1.861. ¿Te enteras? ¡Desde 1.861! En ese año, el alcalde, que era un tal Julio Valverde, destinó nada menos que 30.000 reales de vellón para la reforma ( y control, ¡por supuesto!) de los Carnavales de Cái.

- Pues me han llegado noticias de que este año ha participado una agrupación de cerca de mi tierra, dijo la Txuri-Txori. Y no sé si por doraros la píldora se han bautizado con el nombre de ‘Lo que pide Cádiz’?. ¡Y son de Santoña! ¿Han venido a cantar o llevarse vuestros boquerones de la Bahía para envasarlos como anchoas del Cantábrico?

- Lo que sí te aseguro, le contestó un poco mosqueado el Pisha, es que será difícil ver y oír a un ochote gastronómico de esos que tenéis por allí, cantando en euskera en el Falla.

- ¡Haya paz!, dijo la Tatiqui. ¡Que carnavales y fiestas hay en todos lados! Y como sigamos por ese camino de …’’¡y tú más!’’,  esto va a parecer más una reunión de políticos que a una de pacíficas aves marinas.

- ¡Yo te apoyo!, exclamó el Borni, que yo tampoco soy de gastar energías,..¡ni euros!, en unas fiestas de este tipo. Además he leído en alguna de esas múltiples páginas web oficiales que hay en nuestra tierra, que nuestras fiestas de carnaval son más antiguas que todas las vuestras. O que sus raíces se hunden, como diría el poeta, en tiempos inmemoriales.

- ¡Vamos! Que los Carnavales os los inventasteis vosotros, intervino calmadamente el Filloas. Menos mal que nosotros nos conformamos con el hallazgo de la morriña y con venderos nuestros percebes para que los acompañéis con un cava ‘brut’.

- No se dice eso exactamente, contestó el Borni. Pero sí se afirma que el origen de los carnavales está en unas celebraciones especiales que ya organizaban los egipcios en tiempo de los faraones. Y el ‘’quid’’ de la cuestión estaba en que en esos festejos estaba permitido hacer lo que en tiempo normal prohibía la ley.

- ¡Hombre!, dijo el Guindilla. ¡Eso no es nuevo! Ahora pasa lo mismo, pero al revés. En tiempo normal, algunos de los que nos mandan, o están ahí arriba cerca de ellos, son los que hacen las cosas que prohíbe la ley. Y además en cualquier día, sin necesidad de que sean carnavales. Y tú, Borni, podrías dar unos cuantos ejemplos, ¿no?.

- ¡No empecemos otra vez! ¡Que estamos hablando de carnavales populares!, ¡Po-pu-la-res!, medió la Txuri-Txori. Y en mi tierra, los de Tolosa son los más famosos. Los celebrábamos hasta en tiempos de Franco, y eso que estaban prohibidos. Lo que pasa es que los llamábamos ‘’Fiesta de la Primavera’’, aunque la tal fiesta la celebrásemos en pleno invierno. Y aquí también, en sus comienzos, eran celebraciones rurales que se organizaban para ‘postular’, es decir, para pedir dinero o cualquier tipo de material comestible que permitiese montar una buena francachela a la gente joven.

- Nuestros carnavales no sé si serán los más antiguos, pero son los más numerosos, nos informó el Filloas. Con deciros que creo que somos la autonomía con más carnavales declarados de interés turístico. Entre estos y los normales hay unos 20 que aparecen en los folletos turísticos de la Xunta. Además, el de Xinzo de Limia se celebra durante cuatro, digo bien, cuatro fines de semana. Así que si a alguna de vosotras le apetece, aun está a tiempo de curiosear cómo son.


CARNAVALES DE XINZO DE LIMIA

A partir de ese momento la conversación por parejas o tríos se generalizó, y derivó por otros derroteros, sobre todo por el de los disfraces reales que se habían visto en las distintas zonas, y el de esos disfraces que alguna de las presentes se había imaginado pero no los había encontrado plasmados en algo real. Como casi siempre fue el Pisha el que más voces daba planteando que le hubiese gustado ver a gente con trajes deteriorados, caras tristes, lagrimones maquillados en el rostro, y asomando la cabeza por un marco de ventana que debían de llevar apoyado en los hombros. Y cuando alguna le preguntó que de qué era ese disfraz, les contestó lo siguiente:

- De defenestrados. Si van con traje y corbata, de defenestrados de la Junta., si van con bata blanca, defenestrados de sanidad; y si van normales, con pantalón vaquero y tal, defenestrados monitores de educación.

La cosa siguió hasta que los disfraces que se le ocurrieron a alguna de las presentes era copia de de lo que no-usaban y no-vestían los que participaban en el programa de ‘’Adán y Eva’’, al hilo de lo cual otras proponían imaginarnos personajes conocidos ‘vestidos’ de esa guisa. Como es fácilmente imaginable se armó tal guirigay que los empleados del Kala Kalua salieron con diversos y contundentes instrumentos de limpieza, y nos espantaron en todas las direcciones en un abrir y cerrar de ojos.



ENTRADA AL KALA-KALUA


domingo, 15 de febrero de 2015

Semana del 8 al 14 de febrero del 2015 (Viaje a Japón VI)


Hoy me he puesto a observar a los jubilados que hacen ejercicio en la bicicleta estática, desde la chimenea que está en la casa de enfrente de su apartamento, y en cuya terraza tienen un naranjo con sus frutos en sazón, y he recordado esos folios que tengo con sus recuerdos de su viaje a Japón, por lo que decidido seguir con ellos.



Día 25 de junio del 2005 (Segunda parte)


Después de la parada en el Fuji-yama, nos dirigimos al lugar donde iba a tener lugar la comida, que resultó ser en un restaurante situado en una especie de Parque de Atracciones. Y nos llegó la hora de tener que relacionarnos con algunas de las que formaban parte del resto de viajeros. La mesa en la que nos sentamos era de cuatro plazas, y se nos aposentaron dos féminas, una ucraniana y otra…¡española! La más interesante era, con mucho, la ucraniana: paracaidista, experta en karate y secretaria de la Asociación Profesional de Artes Marciales, con domicilio en Kiev. Como además dominaba nueve (9) idiomas, no nos fue difícil entablar conversación, aunque la que pudo hablar fue ella, ya que acabó enseguida con las pocas’’ hierbas’’ que le pusieron en el plato. Viendo el aspecto atlético y saludable que tenía me entró la tentación de hacerme vegetariano, pero me duró poco tiempo. Sobre todo, por lo que hablaba la española, procedente de Asturias y, según sus propias palabras, enfermera y psicóloga. Ahora bien, cuando empezó a comentar que ella, con el poco inglés que hablaba, se había arreglado la mar de bien hasta en China y, para corroborarlo, nos afirmó que la entendían tan bien que se había comprado compresas sin utilizar el lenguaje de los signos, empezamos a pensar que los compañeros del hospital o manicomio en que pudiese trabajar había decidido pagarle un viaje lo más lejos posible para disfrutar ellos de un período de descanso. Lo del lenguaje de signos lo he añadido de mi cosecha, pues es lo que pensé e imaginé para poder mantener una educada sonrisa mientras ella parloteaba y nosotros comíamos lo que nos iban poniendo por delante.


 Agradecimos que la guía nos anunciase la salida del autobús, pues ya habíamos aprendido que lo de anunciar algo no era lo mismo que en nuestro país de procedencia, sino que el lapso de tiempo entre el anuncio y la ejecución de algo en Japón era tan minúsculo que todo ello constituía un continuo. Así que nada más oír el aviso, dejamos a Julia, la asturiana, con la palabra en la boca, y nos fuimos detrás de Eugenia, la ucraniana, a la que no volvimos a ver, según recuerdo, en el resto del periplo. A Julia sí que la volvimos a encontrar en nuestra misma mesa al cabo de algunos días, con lo que confirmamos todas nuestras sospechas: enfermera, quizás; psicóloga, ¡ni soñando!; con necesidad de atención psicológica, casi seguro.

Después de la comida, y siguiendo las órdenes de nuestro apreciado ADN, me olvidé del paisaje, cerré los ojos, y no los abrí hasta que me zarandearon suavemente para comunicarme que teníamos que bajar del autobús para dar un paseo en barco. 



Me puse a mirar alrededor creyendo que era una broma, hasta que vi por la ventana al resto de compañeros del autobús que se dirigían hacia un embarcadero. Nos subimos al típico barco con turistas máquina de fotos en ristre, para dar una vuelta por el denominado lago Ashi, rodeado de montañas boscosas de un verde intenso, salpicadas aquí y allí por lo que eran, según nos dijeron, balnearios de aguas termales debido a que era un lago de origen volcánico. Entre lo que decía la guía en inglés y lo que yo podía imaginarme, tabulé la siguiente información:

1.       Desde el barco se podía ver el monte Fuji, y si no lo veíamos no era por falta de perspectiva sino porque estaba nublado.
2.       El barco pirata que se cruzaba con nosotros no era real, sino que constituía otra manera de recorrer los distintos escenarios que proporcionaba el lago.
3.       Era una zona turística porque estaba muy cerca del monte Fuji, y porque existían otras curiosidades cercanas que podíamos visitar, como fumarolas volcánicas, recorridos ecoturísticos,…


 

El siguiente trayecto ya lo hice despierto y era digno de verse lo bien cuidados que estaban los arcenes de la carretera secundaria por la que circulábamos. Me acordé entonces de cuando nos metíamos con los Peones Camineros de la Diputación de Guipúzcoa que limpiaban los laterales de las carreteras para que el agua circulase libremente hasta las tajeas más próximas. Aquí no sé cómo lo harían, pero tenían hasta hortensias plantadas en el talud que había en el borde de la carretera, y no de cualquier manera, sino alienadas y a la misma distancia unas de otras. Y no vimos el equivalente a los Peones Camineros (lo pongo con mayúsculas por que los de la Diputación de Guipúzcoa merecen un respeto), sino a unas personas uniformadas, con unas porras luminosas, que estaban de pie a la entrada de los aparcamientos de los restaurantes y hoteles, para facilitar el acceso y salida de los coches y autobuses. ¡Vamos! ¡Como los ‘’gorrillas’’ sevillanos pero lavados y planchados!

Después de pasar un rato zigzagueando por una carretera rodeada de bosques, llegamos al Hotel Kowaki-in en Hakonen, que era nuestro destino



Estaba situado en medio de una zona montañosa y con bosques de todo tipo de árboles, y con unos jardines que relajaban no sé si porque eran japoneses o porque los estábamos admirando desde los ventanales de la habitación y cómodamente sentados. Dimos una vuelta para ver las instalaciones del hotel, y nos llamó la atención la cantidad de madera que habían utilizado en la construcción y en el revestimiento de las paredes. Tanto es así que, en cuanto tuvimos ocasión, preguntamos al guía cómo podían mantener los bosques que veíamos y, al mismo tiempo, utilizar tanta madera en los edificios y viviendas. La respuesta fue de lo más sencilla y sorprendente: ‘’En Japón está prácticamente prohibido cortar un árbol. Toda la madera que necesitamos la importamos de China’’.  Hubo otro detalle que provocó los gestos típicos de asombro e interrogación: cruzarnos con personas aisladas, parejas, familias con niños, que iban de un lado para otro en albornoz. Enseguida nos lo aclaró un empleado del hotel, explicándonos dónde estaban las instalaciones de baños y saunas, y dándonos instrucciones de cómo utilizarlas.


El día acabó proporcionándonos detalles de otros compañeros de viaje en los que, hasta el momento, no nos habíamos fijado. Era un par de adultos que, por el color de su tez y los rasgos de la cara, debían de ser hindúes o pakistaníes. Al ir a entrar al ascensor para subir a la habitación a descansar, nos los encontramos en un rincón la mar de acaramelados y haciéndose carantoñas, lo que nos indujo a tomar la decisión de estar más atentos en los días siguientes, para confirmar lo que parecía ser a primera vista. La decisión fue acertada, más que nada porque nos posibilitaron el estar alertas en situaciones posteriores que enriquecieron el anecdotario del viaje y que tuvieron un desenlace sorprendente.


domingo, 8 de febrero de 2015

Semana del 1 al 7 de febrero del 2015

Después de la juerga mística del fin de semana, nos hemos reunido de nuevo todo, y la primera conclusión que hemos sacado es que este año va a ser movidito: elecciones por aquí, elecciones por allá. Y nos hemos inventado un entretenimiento que seguro nos va a ayudar a soportar el oír promesas de unos y otros de lo más ‘’originales’’ y, sobre todo, a prepararnos para no sufrir y para no lamentarnos cuando nos quiten, nos arrebaten, nos supriman o nos prohíban lo que se les ocurra, una vez ganadas las elecciones. Y lo hemos denominado ‘’JUEGO DEL DESPRENDIMIENTO’’, que consiste en que cada una identifique aquella posesión personal a la que tiene más apego, y que se DESPRENDA de ella como Dios le dé a entender: regalándola, tirándola, vendiéndola,…En fin, renunciando a ella de la manera más eficaz que se nos ocurra. No tardamos ni treinta segundos en llegar a la conclusión de que, en nuestra situación, eso era impensable para mantenernos vivas, pues no habíamos evolucionado todavía (y opinábamos que no lo íbamos a hacer nunca), de una economía de subsistencia a esa  que dicen ‘más avanzada’ (¡!) y que llaman economía de consumo. Total, que acabamos decidiendo que cada una se pusiese en la piel de un humano-tipo de su zona  de procedencia o de asentamiento, e imaginase qué tendría que quitarle para que sufriese más que los inquilinos del infierno de la Divina Comedia.

- A mí me lo habéis puesto bien difícil, comenzó el Borni. Allí, cada persona es un mundo. Desde el/la que usa ropa interior del Barça o con los colores de la ‘seniera’, y que no se ‘’desprenden’’ de ella ni una vez a la semana para darles una lavada, hasta los que tienen guardados los primeros billetes de 50 euros que salieron a principios de siglo y han conseguido mantenerlos a buen recaudo viviendo todos estos años a costa de los demás (cafés, tabaco, entradas de fútbol,…). Y a estos últimos creo que será difícil convencerlos de que ‘desprenderse’ de ellos significa que es darlos sin esperar nada a cambio. Creo que eso, en Catalonia, tiene menos posibilidades de que ocurra que el que te toque los euromillones jugando una sola combinación de números. Ya sé que es un poco exagerado, pero con el ejemplo de ‘desprendimiento’ que nos dan los de arriba…

- ¡No conocía esta faceta pesimista tuya, Borni!, le dijo la Txuri-Txori. ¡Anímate, gaviotilla! ¡Que todo puede cambiar! Si no, mira lo que está pasando por aquí. Si te fijas en los partidos de los leones que se televisan desde la Catedral a partir de las nueve de la noche, ya no se ven en el descanso esos bocatas de más de medio metro que antes llevaba el 80% de los espectadores. ¡Y no me digas que no estaban ‘apegados’ a ellos! ¡Pues se han ‘desprendido’ de los famosos bocatas de filetes empanados! Lo malo es que circulan rumores de que no ha sido para dar lo que les costaban para apoyar la lucha contra el hambre. Unos dicen que con los resultados del equipo al irse al descanso, y con el temor de lo que podía pasar en el segundo tiempo, a los que se los comían se les formaba un ‘bolo’ a la altura del estómago que no lograban desatascarlo en toda la semana. Otros dicen que entre los filetes empanados de los bocatas de los domingos y los chuletones que se consumen diariamente, han tenido que declarar especie en peligro de extinción al vacuno autóctono, y que importar el producto de otras autonomías cuesta un pastón y, por otro parte, que tampoco queda bien que saquen en TV a un forofo de los leones con un bocata de tortilla de patatas. ¡Aizú, haragia bezalako lehoiak duten! ¡Uy! ¡Perdón! ¡Me ha salido el ADN! Quiero decir, ¡que a los leones les gusta la carne!

- Los de mi tierra no se desprenden, emigran, intervino el Filloas. Y entre los que se pueden quedar, ¡qué te voy a decir! Pues unos dicen que sí se desprenden, otros que no, y los que quedan, que tal vez. No puedo ni afirmar ni negar pues, como dicen en el resto de autonomías, respecto a los de aquí  no se sabe nunca si suben o bajan, o si se desprenden o arramplan. Y en estas condiciones, menos puedo informaros del qué. ¿Se desprenden del marisco que recolectan? Pues no, porque lo venden a muy buen precio.  Y a lo que tienen apego, apego, es al terruño, que por algo se inventaron eso de la ‘morriña’.

- Por estos pagos, nos aclaró el Pisha, no tenemos ese problema. Si hay que dar algo, se da, a no ser que pidas el disfraz a un miembro de una chirigota del Carnaval, después de lo que le ha costado. Primero inventárselo, y luego conseguir que la parienta se lo hiciese con ayuda de los churumbeles. Ahora bien, si me ponéis entre la espada y la pared, y me exigís que os nombre algo a los que algunos tienen mucho apego y de lo que deberían desprenderse, pues…¡quillo!..., yo diría que de un PER o de un ERE que le hayan concedido los que mandan y mangonean.

- ¡No entréis en política!, nos recriminó la Tatiqui. Que en ese terreno tendríamos conversación para unas cuantas semanas. Lo que hemos planteado en relación con los apegos y desprendimientos se refiere a humanos normales y en cuanto a lo que son sus propiedades personales e intransferibles.


Y como la Tatiqui es de las que ve venir las cosas de lejos, y no debía considerar oportuno que interviniese el Guindilla con sus ocurrencias relacionadas con el Peñón y con sus gobernantes, o el Pirulo con sus salidas de pata de banco, decidió invitarnos a todos a ‘emigrar’ a un sitio más abrigado, pues en donde estábamos había bajado tanto la temperatura que teníamos hasta el plumón como escarpias. Y mientras tanto, algunos jubilados haciendo ejercicios de bicicleta estática en sus bien templados apartamentos.





lunes, 2 de febrero de 2015

Semana del 25 al 31 de enero del 2015 (Viaje a Japón V)




PLAYA DE RINCÓN DE LA VICTORIA

Esta semana la Tatiqui y el menda nos hemos tomado unos días de reflexión, refugiándonos en un paraje próximo al Rincón de la Victoria. Por eso he decidido que lo mejor es que los lectores de este blog puedan disfrutar de nuevo de las memorias de ese par de jubilados que hicieron un viaje al Japón. Continúa así.

Día 25 de junio del 2005 (Primera parte)

Bajamos a desayunar a no sé qué hora, pero a mí me dio la impresión de que nos íbamos a encontrar con los rezagados de la cena. Para mi sorpresa, ya había familias sentadas alrededor de las mesas más grandes, y peques con los ojos rasgados, que abrían como platos en cuanto nos veían, correteando entre las mesas del buffet.  Como el día anterior, yo me dediqué a las cosas conocidas y la jubilada a las orientales.

Después de desayunar ojeamos el único periódico del que podíamos disponer, el New Japan. Y menos mal que había hojas con noticias redactadas en inglés, pues lo demás nos habríamos imaginado las noticias cosa que, por lo que vemos en la prensa actual y en la sección de política nacional, también lo hacen los periodistas que las redactan. Por curiosidad buscamos las referentes a España (allí todavía no discriminan las noticias en función de la autonomía de procedencia), y encontramos una: Los diputados por fin habían votado todos en el mismo sentido, con un SI (360 votos a favor y 0 en contra). Lo que no aclaraba era si la inclusión de la noticia era debido al resultado producido o al tema que se votaba que era ni más ni menos la prohibición de la ablación. Aun me estoy preguntando por qué llamó tanto la atención esta noticia a los periodistas japoneses y si era por alguna de estas dos razones:

·         Los españoles siempre andan a la gresca, y no se ponen de acuerdo ni para los ingredientes de un bocadillo de jamón

·         Los españoles son unos salidos y no hacen otra cosa en sus ratos libres (y de estos tienen muchos nuestros diputados) que pensar en el sexo.

Como quedé impactado por la noticia, y adelantándome cinco años a lo que iba a vivir en España, salí a la zona donde se podía fumar. Al tratar de acceder al exterior ya recibí el primer aviso, como los toreros. Un ‘’pisha’’ (como dirían en ‘’Cái’’), que por la vestimenta parecía un camarlengo de la corte austro-húngara, me hacía señas con la mano para que mirase hacia el suelo. Como hasta ese momento había visto quer todo el mundo que se cruzaba conmigo agachaba la cabeza, yo hice lo propio en dirección al ‘’pisha’’. Pero éste, con signos que entiende todo el mundo, es decir, moviendo el dedo índice de izquierda a derecha y luego señalando con él la zona de pavimento de delante de mí, me venía a decir que le importaba un comino mi saludo, que no saliese por esa puerta, y que mirase dónde pisaba. Atendiendo sus instrucciones miré, y vi que por la puerta por donde iba a salir había un felpudo en el que estaba grabada, con grandes letras, la palabra TAXI, y que en la puerta colindante había otro felpudo con IN/OUT grabado. Giré lo suficiente como para dar la impresión de que lo de salir por la puerta de los taxis había sido un amago, y salí por la puerta correcta. Lo que nunca me he enterado es de las consecuencias que hubiese tenido salir por donde ponía TAXI. ¿Me habrían obligado a subirme a uno y, por la cara de panoli que habría puesto, me habría llevado directamente al aeropuerto?¿Habría tenido que hacer un recorrido por valor mínimo de 100 yenes?

Una vez en el exterior, me fui al rincón de los leprosos del siglo XXI, y allí quedé sorprendido del material que rellenaba los ceniceros. Tenía todo el aspecto de ser sal marina, pues eran cristalitos translúcidos y de un tamaño tal que se discriminaban unos de otros a simple vista. No quise hacer la comprobación directa, llevándome uno o dos a la boca para probarlos, por si se producía un efecto nocivo e inmediato, y me perdía por su culpa la excursión que íbamos a iniciar en un cuarto de hora.

Al acercarse la hora a la que nos habían citado, dimos una vuelta por el hall del hotel para observar si había alguna señal que nos indicase a dónde teníamos que acudir. Al no ver ningún cartel ni nada que se le pareciese, nos fijamos en un pequeño grupo con bolsas de viaje  que se había formado cerca de las puertas de salida, y nos dirigimos hacia allí sin dejar de examinar el resto del hall por si aparecía alguna otra señal más evidente. Nos acercamos lo suficiente para incluirnos en el grupo si era menester, y esperamos. No habían pasado más que unos minutos, cuando se nos acercó una señorita y en un inglés que a duras penas entendíamos nos entregó una hoja verde pintarrajeada. Menos mal que los gráficos los entendíamos mejor que el inglés, pues no nos costó deducir lo siguiente:

·         Nos teníamos que subir a un autobús

·         Ese autobús nos iba a llevar , por lo menos hasta el monte Fuji.

·         Nos teníamos que sentar en el asiento 3, detrás del conductor

·         En ese autobús iban a ir más personas, pero no completo.

·         Como había números no correlativos y colocados al azar, eliminamos lo del asiento 3, y lo sustituimos por los asientos de la segunda fila a la derecha.

No le perdimos de vista mientras se presentaba a otras personas del hall y cuando se dirigió hacia la alfombrilla IN/OUT, le seguimos como corderitos hasta el autobús.



El viaje hasta el Fuji-jama fue inolvidable: ni me acuerdo por dónde pasamos, ni conservo imagen alguna, ni fotográfica ni cerebral.  Y eso que he hecho ensayos hasta con las neuronas espejo (último descubrimiento neurológico) próximas a la zona de la memoria visual.




Llegados a la explanada de la que partían todos los que querían hacer la ascensión a pie y que, según la tradición, todo japonés que se precie debe hacerla al menos una vez en la vida, el autobús aparcó frente a un edificio con instalaciones para solaz de los turistas, y que podríamos recorrer durante 20 minutos, según información que entendí a la guía (el resto de información pasó totalmente ‘desapercibida’ para mí). Solaz, palabra cuyo significado es placer/recreo, y que en situaciones como la de la llegada de un autobús de turistas a una parada preestablecida se manifiesta en comportamientos como los que se describen a continuación:
1.       Empujones en las proximidades a las puertas del autobús. Tal como se produce la salida, el término más adecuado a esas puertas es ‘vomitorio’, pues la acumulación de personas produce una mezcla de aromas que van desde el de pachulí hasta el de emanaciones o fumarolas que producen lugares más o menos recónditos del cuerpo humano.

2.       Caminar que evoluciona de poco a nada pausado, de pasitos cortos a grandes zancadas, y la mayoría de las veces en la misma dirección, la que indican los carteles de W.C. que, gracias a Dios y a Confucio, no estaban señalizados mediante ideogramas. En estos momentos debería imponerse la norma de que la salida de los autobuses debe hacerse por el orden que proporciona la vida laboral: jubilados con micción compulsiva, que van cuando pueden; jubilados normales, que van cuando quieren; parados de larga duración, que van por entretenerse; parados normales, que pueden aguantar; trabajadores, que van a horas fijas, y el resto. Por suerte, y por una razón que explicaré más adelante, yo no tuve ningún problema en quedar el último.



3.       Paseíllo hasta la barra de bar más cercana a pedir un cortado o un botellín de agua, si es que puedes acercarte a  ella. Si no puedes, basta que digas al que tengas al lado, con voz suficientemente baja para que crean los de alrededor que es un secreto: ‘Vámonos ahí al lado que han abierto otro bar’. Normalmente hay gente que pica y te dejan avanzar un par de filas. Es algo que funciona de maravilla en las filas de las cajas de los supermercados, donde basta decir: ‘¡Vamos!, que  han abierto otra caja’, para que te ahorres un cuarto de hora de espera.

4.       Si el paseíllo anterior no apetece, se puede perder tiempo y dinero yendo a la consabida tienda de souvenir que no falta ni en las gasolineras.

5.       Por último, se puede incluso dar una vuelta por los alrededores, sobre todo si la parada se ha hecho en un lugar que sea turístico en razón de las construcciones existentes o de la proximidad de accidentes geográficos.

Yo me dediqué a sacar algunas fotos  pues, por lo que voy a explicar, tengo una capacidad de retención urinaria que, en tiempo, puede abarcar desde el momento en que me levanto de la cama y salgo del baño (la meadica matutina es una de las mayores gozadas) hasta mediada la tarde. ¡Quién lo iba  a decir de una persona que tuvo incontinencia nocturna hasta los cuatro o cinco años!

Todo cambió cerca de la madurez cronológica, pues la otra la considero indefinible temporalmente, y cuando estudiaba en la Facultad de Químicas de Zaragoza. Y en concreto en uno de los exámenes parciales de Química Inorgánica. Había estudiado el examen a conciencia. Es más, recuerdo que había aprendido de memoria listados de potencial de electrodo en los que a cada elemento estaba asociado un voltaje con dos cifras decimales. Hacíamos el citado examen en un aula enorme frente a cuya entrada estaban los urinarios con más plazas de  la Facultad de la plaza del Paraíso de Zaragoza. Entramos, y el Dr. Usón, que era el profesor ayudante que nos vigilaba, nos distribuyó por el aula, y a mí me tocó subir diez escalones para llegar al sitio que había asignado. Nos dictaron las preguntas y me puse a escribir como un loco folio tras folio. Cuando llevaba, como mínimo, tres horas escribiendo, comencé a sentir un cosquilleo entre las piernas que me indicaba que mis riñones funcionaban a la perfección. Crucé las piernas, cambié de posición, las sensaciones se diluyeron (nunca mejor dicho), y seguí contestando a las preguntas reproduciendo lo que ponían las correspondientes páginas del Wiberg, que así es como creo que se llamaba el libro de texto. Al cabo de cinco minutos, el cosquilleo se transformó en una presión que solo disminuía mediante movimientos convulsivos y cruces bruscos de piernas. Al final tuve que rendirme  a la evidencia, y decidí que tenía que pedir permiso, pues cualquier otra decisión provocaría, no una incontinencia nocturna, sino una meada diurna y pública. Me levanté, bajé los diez escalones que me separaban de la tarima donde estaba el Dr. Usón, y allí mantuvimos el siguiente diálogo (más o menos):

-          ¿Me da Vd. Permiso para ir al servicio?

-          ¡Qué dice!¡Del examen no sale nadie! Y menos a un lugar donde se puede consultar cualquier apunte.

-          Yo solo voy a orinar

-          ¡Ni que vaya a abanicarse!

-          Me puede acompañar cualquiera de sus ayudantes y comprobar que no consulto nada, ni hablo con nadie.

-          Ya le he dicho, por si no me ha entendido, que de aquí no sale nadie que no dé por finalizado el examen y me lo entregue. ¿Queda claro?

Me volví a mi sitio y, como todo el mundo sabe y alguno lo habrá experimentado, el paseíllo disminuye la presión de la vejiga urinaria, por lo que pude seguir escribiendo. No pasaron ni diez minutos cuando la ‘necesidad’ no solo se volvió a presentar sino que se hizo insostenible, por lo que tuve que tomar la decisión más drástica y cabreante. Me levanté, recogí los seis u ocho folios que llevaba escritos, me acerqué a la tarima, y medio arrojé lo folios a la mesa del profesor dando las gracias con cara de muy pocos amigos. Eso era lo único que podías hacer en aquellos tiempos si no querías exponerte a quedar ‘marcado’ para unas cuantas convocatorias. Si estos hechos hubiesen sucedido hoy en día,  hasta podría haber sacado al Dr Usón la Matrícula de Honor y una indemnización de tres o cuatro mil euros  por vejaciones con secuelas fisiológicas y psicológicas. Y no digo nada si se me ocurre incluir el pitorreo que tuve que padecer cuando los compañeros del curso se enteraron que el parcial lo había suspendido por no mearme en los pantalones. Resultado: desde aquel día tengo una capacidad de retención de orina de más de un litro, con lo que puedo hacer viajes en coche de hasta nueve horas sin parar.