domingo, 23 de noviembre de 2014

Semana del 16 al 22 de noviembre del 2014

El sol, la luz y el fresquillo matinal parece que nos ha puesto a tono a todas. Las bromas y los chascarrillos han empezado nada más vernos todas reunidas. Y lo primero que se ha comentado es lo de Campofrío y el incendio de su fábrica de Burgos. Unas decían que había sido cosa de alguno que había creído que así iba a acabar con todos los ‘’chorizos’’ que estaban apareciendo por toda la ‘piel de toro’, o que su vida iba a terminar de esa manera como ‘chorizos a la brasa’.

Por su parte el Borni nos envió un despacho oficial comunicándonos que no podía trasladarse en esta ocasión desde sus tierras, por varias razones:

- que tenía que quedarse toda la semana porque participaba en el recuento de votos del 9-N, y que este recuento podía durar hasta Navidad.

- que como el viaje a estas tierras no podía incluirse entre sus obligaciones, no se lo pagaban como otras veces y que, por tanto, tenía que buscar otros medios para que se lo subvencionasen.

- que tenía que hacer una serie de visitas a los productores de cava para agradecerles la aportación que habían hecho al 9-N con la cesión de las cajas de cartón en que embalaban las botellas para hacer las urnas. De todas formas su coste había sido nulo, ya que eran las que les sobraban por el descenso de pedidos navideños del resto de la península. Se conoce que la gente se dedicaba a comprar cava en la Rioja, Extremadura y Andalucía, a tenor de los rumores que se habían propagado sobre un posible impuesto de aduanas.


Con tantos comentarios sobre alimentos apetitosos y bebidas refrescantes no me quedó más solución que proponer la preparación de una buena bandeja de boquerones con un  majado de aceite y ajos, regado con un clarete de aguja Peñascal, cosa que fue no solo aceptada por unanimidad sino incluso aplaudida por algunas de las presentes.


APERITIVO DE BOQUERONES Y PEÑASCAL

Aquello fue un auténtico picoteo porque algunas de las presentes, sobre todo la Surfi que está en una edad que se echa al gaznate todo lo que encuentra, aprovecharon el haber encontrado una hogaza para untar en el aceite que dejaron los boquerones. Como estábamos todas ahítas y un poco aletargadas por haber llenado el buche de manera algo precipitada para no perder comba, la Tatiqui aprovechó la ocasión para culturizar nuestras mentes sobre el ataque de corrupción galopante que estábamos sufriendo, y nos soltó lo siguiente:

- ¿Sabéis lo que os digo? Que los pequeños regalos que se hacían por los servicios prestados son los antecedentes de la corrupción. Y eran la expresión del agradecimiento de personas físicas o jurídicas por la diligencia y objetividad aplicada por algún probo funcionario en la tramitación de expedientes. ¡En la TRA-MI-TA CIÓN y no en la CON-CE-SIÓN!

Y ante nuestras miradas y gestos de asombro, prosiguió:

- Ya se ve que nunca os han mencionado ese refrán que dice ‘’De personas bien nacidas es ser agradecidas’’. Y eso es lo que se aplicaba hace tiempo y algunos siguen aplicándolo ahora a esos profesionales auténticos (médicos, dentistas, camareros, profesores, funcionarios,…) que, además de hacerte un servicio, lo nacen con alegría y todo su buen saber. Y no como otros que lo hacen como quien te vende unos tomates o unos zapatos sin interesarse cómo te gustan o si te hacen daño en el dedo meñique. O como esos funcionarios que si te niegan algo, lo hacen siempre invocando la ‘legislación vigente’, sin darte a cambio solución alguna. Dicho de otra manera. Agradeces que te traten como si fueses la única persona a la que están prestando ese servicio, y no como a un coche al que le están pasando la ITV.

La Surfi miraba alternativamente a unas y otras con cara de no entender nada, y preguntó tímidamente:

- Y eso, ¿qué tiene que ver con la corrupción?

- Pues todo y nada, prosiguió la Tatiqui. Lo que era una profesión que ejercías con ganas porque te gustaba y la considerabas como un servicio a los demás, se transformó en una manera de vivir, y de ahí a no dar ni golpe y a estar convencido de que no estás para servir sino para que te sirvan, no hay más que un paso. A partir de eso, todo se encadena. Quien quiere algo procura encontrar un conseguidor, para lo que no tiene más que invitar a comer a unos cuantos hasta encontrar al que le guste desempeñar ese papel. Y de una comida por conseguir una entrevista con el ‘’jefe’’ de turno, se pasa a otras cosas de mayor calado y con mejores contraprestaciones. Y no hace falta ir a las administraciones públicas para comprobar eso de que ‘’Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija’’, o, dicho en lenguaje paladino, no vale la pena estar al servicio de la gente, sino servir al que más pague o más te beneficie. Y si no, que os cuente el Pisha, que tiene más gracia que yo, lo que vio y oyó en una urbanización de por aquí cerca.

- ¡Tatiqui, no me enredes!, respondió el aludido. Que el hecho al que te refieres se parece a lo que has explicado lo que un huevo a una castaña.

- Algo sí se parece, Pisha; por lo menos en lo de dar servicio al que te paga, le dijo la Tatiqui. Y además tiene gracia.

Entre todas convencimos al Pisha que, al final, y después de hacerse mucho de rogar, nos contó lo siguiente:

- Pues estaba yo descansando el otro día por la mañanita en el tejadillo de una urbanización próxima al paseo marítimo, cuando vi a un señor talludito, en edad ¡claro!, que sale a una terraza en camiseta y pantalón de pijama, y se pone a extender parsimoniosamente una manguera. Yo creía que iba a ponerse a regar, pero después de comprobar que la dicha manguera no tenía ninguna doblez que impidiese el paso del agua, desapareció por donde había venido



LA MANGUERA DE MARRAS

Yo me quedé un poco perplejo, pero como estos jubilados que viven por aquí tampoco es que hagan las cosas como los demás mortales, seguí con lo mío, que era esperar a ver si los del camión de la basura, que pasaba en ese momento, dejaban algún desperdicio aprovechable. Al cabo de cinco minutos salió a la terraza una mujer que, por la edad aparente, no podía ser la concubina del ‘’talludito’’. Sería su mujer, esposa, compañera o como quiera que se llame ahora, pero mujer al fin y al cabo. Abrió la llave de paso, se fue hasta el otro extremo de la terraza donde había una higuera y un olivo, y empezó a enredar con el pitorrico de la manguera


LA HIGUERA Y EL OLIVO

Giro a la izquierda, giro a la derecha, sacudida del pitorrico, pero nada, no salía ni gota de agua. Vuelta a la llave de paso para comprobar que estaba abierta, y paseíllo por la terraza para tratar de hacer funcionar el pitorrito, ensayando sus diversas posiciones que, según el manual de instrucciones, era: chorrito, aspersión, chorrazo. ¡¡Ni por esas!! Desesperada (digo yo), gritó:

-¡Luisito!¡Tu manguera no funciona! ¡No sale nada por el pitorrito!

Lo de ¡Luisito!, debía ser en plan cariñoso, pues por la edad debía de haber dicho D.LUIS, como mínimo. Pero surtió efecto porque, no sé si por mentar ‘tu manguera’, Luisito salió en camiseta, subiéndose los pantalones, y con toda la cara embadurnada con espuma de afeitar. Y el tal Luisito, con el ceño fruncido, coge el pitorrito con las dos manos, manda a su mujer cerrar la llave de paso, y empieza a manipularlo. Giro a la izquierda, giro a la derecha, y no pasa nada. Lo desmonta, lo mira detenidamente por todos lados, mete el dedo meñique por la salida y por la entrada de agua, lo vuelve a montar, manda (suspirando) abrir la llave de agua,…¡y nada! ¡Ni gota!. Se acerca a la llave de paso, la abre y la cierra sucesiva y repetidamente, y entonces ella exclama:

- ¡Luisito! No se oye el ruido de agua por la cañería como otras veces.

- ¡JOD…, Kita (diminutivo de Mariquita a principios del s.XX)! ¿A que nos han cortado el agua otra vez sin avisarnos?

- ¿No te dio la administración un teléfono de urgencias la otra vez que pasó lo mismo? Pues comprueba si sale agua de los grifos y llámales.

Luisito, rezongando y jurando por lo bajinis, entra en el apartamento, comprueba que no sale agua por ningún grifo, coge el móvil, marca el número que tiene para urgencias, y vuelve a la terraza dispuesto a lo que sea. Después de sonar unas cuantas veces, la llamada se corta automáticamente. Menta a la madre que dio a luz a los teléfonos móviles, y vuelve a marcar. Esta vez, y después de escuchar una especie de musiquilla electrónica, escucha una voz que le dice: ‘’El teléfono cuyo número ha marcado, no está disponible.’’

- ¿Y esto es un teléfono de urgencias? ¡Pues se llamará así por el infarto que te puede dar al intentar contactar! ¡JOD…!

-Luisito, cálmate. ¿No tienes el teléfono de la administración? Pues llámales

- ¿De qué administración? ¿De Guarda-Fincas? ¡Si esos solo están al servicio del Presidente! Y a los que los pagamos, ¡¡que nos zurzan!!

- Tú, inténtalo

Marca un número de teléfono y oye una voz que le dice. ‘’Disculpe, pero las líneas están ocupadas. Espere un momento y le atenderá la persona adecuada.’’ Hace unos visajes indescriptibles, pero la mujer, que debe de conocerle hace tiempo, debe intuir que la tormenta se acerca y, por si las moscas, desaparece. Mientras tanto, Luisito escucha cinco veces y con intervalos de unos diez segundos la fatídica frase: ‘’Espere un momento, enseguida le atendemos’’. Cuando ya estaba dudando entre cortar la llamada, tirar el teléfono lo más lejos posible, o gritar insultos de todos los tipos y colores por si grababan la llamada por razones de seguridad o de controlar la calidad del servicio, escucha que la anónima voz le dice; ‘’ Por acumulación de llamadas entrantes, le rogamos vuelva a intentarlo dentro de unos minutos.

- ¡¡Ni que fuera el teléfono de citas médicas!! Yo voy ahora mismo a las oficinas en persona y…

Y cuando iba a seguir despotricando y dando ejemplos sobre lo que le iba a oír, se escuchó una voz alegre que decía

- ¡Luisito! ¡Que sale agua por todos los grifos! ¡Olvídate de regar las plantas y aféitate de una vez! Y acuérdate de volver a enjabonarte la cara que no te imaginas cómo la tienes!

Y ahí se acabó todo.

La Surfi, no se sabe si por ser la más atrevida o la más inconsciente, preguntó tímidamente:

-Y todo este rollo,  ¿a cuento de qué?

-¡Y yo qué sé!, respondió el Pisha. A mí me han dicho que lo cuente y lo cuento. ¿Pasa algo?

Al ver que se daba por ofendido, ninguna de nosotras se atrevió a pedir más explicaciones, y como la Tatiqui tampoco habría el pico, hicimos corrillos hablando de nuestras cosas para hacer tiempo hasta la hora en que nos tocaba acercarnos al puerto pesquero para ver si encontrábamos algo para la cena.


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