domingo, 17 de agosto de 2014

Semana del 10 al 16 de agosto del 2014 (Escenas veraniegas II)

CARNICERÍA

Creo que nació al mismo tiempo que la panadería, y están separados ambos sólo por un tabique. Por eso hay muchos clientes que pasan de una a otra sin solución de continuidad, sobre todo los trabajadores: chóped aquí, mollete allá, y bocata preparado. 


El dueño, el que la lleva y el que la atiende son la misma persona que conoce no solo el origen y calidad de lo que vende, sino también, en el caso del vacuno, el nombre y figura del animal de origen de sus productos, pues los visita en las dehesas de la serranía de Ronda donde viven y pacen hasta que les llega la hora. Eso sí, en estos tiempos de crisis se ha acomodado a la clientela y como la normal de aquí prefiere un secreto ibérico a unas chuletillas de cordero, quien quiera un buen lechal tiene que encargarlo y en un par de días pone a tu disposición un lechal de Burgos como dios manda.

La costumbre de la zona es que el lunes se hace acopio de carne para toda la semana, por lo que ese día siempre gotea gente haciendo la compra, y la escena que se describe a continuación incluye, entre paréntesis, los pensamientos de alguno de los presentes.

- ¿Tienes solomillo?

- Uno muy bueno. Y además acabo de desprenderlo de la pieza de vacuno y está recién preparado.

Antes de poder decir nada el cliente, entra una persona con pantalón corto de Tucci y camisa Hilfiger, es decir, un veraneante, e interrumpe el diálogo de intercambio comercial diciéndole al carnicero:

- ¡Oye! Los chuletones del fin de semana, puesh,…¡qué te voy a decir! ¡Ashí, ashí!, ¿gallegos tienes?

- ¡Hombre! ¡Galicia está un poco lejos para trabajarlo con garantías! Pero lo kilos que te llevaste para toda la familia era vacuno del bueno de la serranía de Ronda.

- ¡Ya! Pero no era para toda la familia. Solo somos dos. ¿Pero tú puedes conseguirme chuletón gallego, gallego? Es que si no, intento buscarlo por otro lado.

- (¡Este tío! ¡Se cree que puedo ir a Galicia y traerle la ternera recorriendo el Camino Sur de Santiago a la inversa!) Intentar, intentar, puedo hacerlo pero en esta época es difícil. Hasta las vacas toman vacaciones.

- Eso de las vacas, será un chiste, ¿no? Es que tengo invitados de lujo. Seremos cuatro de buen comer y necesitaría unos 4 kilos de chuletones para estar tranquilo.

-(¡Este me mata y encima me va a espantar la clientela!) Lo mejor es que vaya al Corte Inglés que allí tienen de todo, incluso esa carne especial de Japón, Kobe o como se llame ( y de paso me deja en paz)

- Tienes razón, puesh. Aunque ahora el Corte inglés, con eso del final del Ramadán, lo que más tiene es cordero halal. Además, ya sabes, nosotros cuatro, dos lechales necesitaríamos y, ¿dónde los asamos? Gracias, ¿eh?, Nos vemos la semana que viene.

- (Eso será si te abro. Menos mal que he puesto persiana automática y si te veo de lejos, echo el cierre). ¡Hasta la semana que viene! . ¡Perdón señor por la interrupción! Pero siempre me hace lo mismo. ¿Le preparo el solomillo?

FRUTERÍA

Un ejemplo de ‘’self-made’’ a la andaluza. Emigrantes en la época oscura, trabajadores hasta la extenuación en el país de acogida, ahorros y aprendizaje de una lengua y de cómo tratar a la clientela, vuelta a los orígenes, y creación de un negocio que se entiende y que da para vivir cómodamente, aunque trabajando igual o más que durante la emigración.


Aquí también suelen recalar a la hora del ‘coffee-break’  unos trabajadores especiales y, por lo que solicitan, partidarios de la dieta sana: policías municipales. Si piden  plátanos, se los dan escogidos; si piden sandía, recortada y troceada en su corteza y lista para comer. Siempre hacen la intención de pagar y algunas veces se les cobra y otras no. En compensación, avisan que van a multar el coche mal aparcado de alguna clienta comodona que lo ha dejado en la puerta, pero en zona prohibida.

Otra política comercial es la de dar a probar sus productos: picotas, cerezas, pequeñas porciones de melón o sandía,… Y si hay niños pequeños no faltará la oferta de un plátano o una pera.

-¡El siguiente!

- ¡Yo!, ‘’oranges’’

- ¡Vale! Naranjas, ¿no? ¿Cuántas?

- Quince o veinte

La dependienta va poniéndolas en una bolsa, y cuando va a pesarlas…

- ¡¡No!! ¡Quince o veinte kilos! Que han venidó amigós y gustarles mucho, mucho el orange juice, bueno el ‘sumo de naganja.

- (¡Coño!, sí que les gusta el zumo) Lo mejor es que se lleve un par de cajas que pesan aproximadamente 22 kilos.

- ¡Ok! ¡Pegfecto! ¿Cuánto debo?

La siguiente es una señora muy bien puesta, que ha aprovechado la espera para ir de un sitio a otro observando el género y palpando el que estaba a su alcance. En uno de esos momento se acerca a comprobar lo maduros que están tomates de una caja que había junto a los mostradores y, sin darse cuenta, empuja un cartón de huevos que estaba sobre los mismos. ¡Media docena de huevos al suelo! Menos mal que de las dos o tres docenas que suelen tener los cartones, se salvan la mayoría gracias a la rápida intervención de un cliente que estaba por la zona y logra sujetar el cartón antes de que se cayera. Detención de ventas, colaboración de los clientes en la limpieza del suelo, manejo de escobón y fregona, y al cabo de diez minutos se reinicia la atención a los clientes que, debido al incidente, han aumentado significativamente. Llega por fin el turno de la ‘’manitas’’.

- ¿Qué desea, señora?

- ¡Por fin! Quería un kilo de tomates muy maduros y duros.

- Señora, esas dos cualidades son casi siempre incompatibles.

- Eso será aquí. Donde yo vivo, siempre los encuentro.

- (Paciencia ¡Dios mío! Que aún me quedan muchas horas de atención al público) Estos son de garantía pues los traigo de mi propia huerta. ¿Para qué los quiere usted? ¿Para gazpacho o para ensalada?

- Para ensalada

- Pues llévese estos.

- ¡Vale! Pero como salgan buenos los primeros que utilice, el resto los traigo de vuelta.

- (¡Y aquí voy a estar yo para recogerlos! ¡Que te lo has creído!) ¿Algo más?

- Sí, medio de pimientos verdes ni muy grandes ni muy pequeños.

La dependienta, señalándolos sucesiva y resignadamente, le contesta;

- Para nosotros, estos son grandes, estos pequeños y, por último, tenemos los de Padrón.

- Pues póngamelos de los que llama pequeños, pero donde yo vivo…

- ¡Ya,ya! A estos seguro que los llaman medianos y no pequeños. Pero en nuestra tierra hasta los pequeños se hacen medianos con el tiempo. ¡Qué le vamos a hacer!

La señora se queda callada y no se atreve a abrir la boca al ver la sonrisa irónica de los clientes que la rodean, y que ella no sabe que son clientes habituales de todo el año.

- ¿Algo más?

- Pues sí. Quiero fruta. ¿Qué tal los melones?

-Este año, todos muy buenos. ¿Quiere uno entero como aquellos de las cajas? ¿O medio como estos de aquí?

- Déme medio. ¿Pero son buenos de verdad?

La persona que le está atendiendo, más paciente que el santo Job, y ante el asombro generalizado de los clientes habituales le dice:

-¿Quiere probar usted este medio?

-Y acto seguido corta un trocito y se lo da. La señora lo prueba y le dice que no le convence. La misma operación se repite hasta,,,, ¡cuatro veces!, y al final dice:

- Sabe lo que le digo, que hoy no llevo melón ni ninguna otra fruta. ¿Cuánto le debo?

CONTINUARÁ


No hay comentarios:

Publicar un comentario