Semana del 10 al 16 de agosto
del 2014 (Escenas veraniegas
II)
CARNICERÍA
Creo que nació al mismo tiempo que la panadería, y están separados ambos sólo por un tabique. Por eso hay muchos clientes que pasan de una a otra sin solución de continuidad, sobre todo los trabajadores: chóped aquí, mollete allá, y bocata preparado.
El dueño, el que la lleva y el
que la atiende son la misma persona que conoce no solo el origen y calidad de
lo que vende, sino también, en el caso del vacuno, el nombre y figura del
animal de origen de sus productos, pues los visita en las dehesas de la serranía
de Ronda donde viven y pacen hasta que les llega la hora. Eso sí, en estos
tiempos de crisis se ha acomodado a la clientela y como la normal de aquí
prefiere un secreto ibérico a unas chuletillas de cordero, quien quiera un buen
lechal tiene que encargarlo y en un par de días pone a tu disposición un lechal
de Burgos como dios manda.
La costumbre de la zona es que el
lunes se hace acopio de carne para toda la semana, por lo que ese día siempre
gotea gente haciendo la compra, y la escena que se describe a continuación
incluye, entre paréntesis, los pensamientos de alguno de los presentes.
- ¿Tienes solomillo?
- Uno muy bueno. Y además acabo de desprenderlo de la pieza de vacuno y
está recién preparado.
Antes de poder decir nada el
cliente, entra una persona con pantalón corto de Tucci y camisa Hilfiger, es
decir, un veraneante, e interrumpe el diálogo de intercambio comercial
diciéndole al carnicero:
- ¡Oye! Los chuletones del fin de semana, puesh,…¡qué te voy a decir!
¡Ashí, ashí!, ¿gallegos tienes?
- ¡Hombre! ¡Galicia está un poco lejos para trabajarlo con garantías!
Pero lo kilos que te llevaste para toda la familia era vacuno del bueno de la
serranía de Ronda.
- ¡Ya! Pero no era para toda la familia. Solo somos dos. ¿Pero tú
puedes conseguirme chuletón gallego, gallego? Es que si no, intento buscarlo
por otro lado.
- (¡Este tío! ¡Se cree que puedo
ir a Galicia y traerle la ternera recorriendo el Camino Sur de Santiago a la
inversa!) Intentar, intentar, puedo
hacerlo pero en esta época es difícil. Hasta las vacas toman vacaciones.
- Eso de las vacas, será un chiste, ¿no? Es que tengo invitados de
lujo. Seremos cuatro de buen comer y necesitaría unos 4 kilos de chuletones
para estar tranquilo.
-(¡Este me mata y encima me va a
espantar la clientela!) Lo mejor es que
vaya al Corte Inglés que allí tienen de todo, incluso esa carne especial de
Japón, Kobe o como se llame ( y de paso me deja en paz)
- Tienes razón, puesh. Aunque ahora el Corte inglés, con eso del final
del Ramadán, lo que más tiene es cordero halal. Además, ya sabes, nosotros
cuatro, dos lechales necesitaríamos y, ¿dónde los asamos? Gracias, ¿eh?, Nos
vemos la semana que viene.
- (Eso será si te abro. Menos mal
que he puesto persiana automática y si te veo de lejos, echo el cierre). ¡Hasta la semana que viene! . ¡Perdón señor
por la interrupción! Pero siempre me hace lo mismo. ¿Le preparo el solomillo?
FRUTERÍA
Un ejemplo de ‘’self-made’’ a la
andaluza. Emigrantes en la época oscura, trabajadores hasta la extenuación en
el país de acogida, ahorros y aprendizaje de una lengua y de cómo tratar a la
clientela, vuelta a los orígenes, y creación de un negocio que se entiende y
que da para vivir cómodamente, aunque trabajando igual o más que durante la
emigración.
Aquí también suelen recalar a la
hora del ‘coffee-break’ unos
trabajadores especiales y, por lo que solicitan, partidarios de la dieta sana:
policías municipales. Si piden plátanos,
se los dan escogidos; si piden sandía, recortada y troceada en su corteza y
lista para comer. Siempre hacen la intención de pagar y algunas veces se les
cobra y otras no. En compensación, avisan que van a multar el coche mal
aparcado de alguna clienta comodona que lo ha dejado en la puerta, pero en zona
prohibida.
Otra política comercial es la de
dar a probar sus productos: picotas, cerezas, pequeñas porciones de melón o
sandía,… Y si hay niños pequeños no faltará la oferta de un plátano o una pera.
-¡El siguiente!
- ¡Yo!, ‘’oranges’’
- ¡Vale! Naranjas, ¿no? ¿Cuántas?
- Quince o veinte
La dependienta va poniéndolas en
una bolsa, y cuando va a pesarlas…
- ¡¡No!! ¡Quince o veinte kilos! Que han venidó amigós y gustarles
mucho, mucho el orange juice, bueno el ‘sumo de naganja.
- (¡Coño!, sí que les gusta el zumo) Lo mejor es que se lleve un par de cajas que pesan aproximadamente 22
kilos.
- ¡Ok! ¡Pegfecto! ¿Cuánto debo?
La siguiente es una señora muy
bien puesta, que ha aprovechado la espera para ir de un sitio a otro observando
el género y palpando el que estaba a su alcance. En uno de esos momento se
acerca a comprobar lo maduros que están tomates de una caja que había junto a
los mostradores y, sin darse cuenta, empuja un cartón de huevos que estaba
sobre los mismos. ¡Media docena de huevos al suelo! Menos mal que de las dos o
tres docenas que suelen tener los cartones, se salvan la mayoría gracias a la
rápida intervención de un cliente que estaba por la zona y logra sujetar el
cartón antes de que se cayera. Detención de ventas, colaboración de los
clientes en la limpieza del suelo, manejo de escobón y fregona, y al cabo de
diez minutos se reinicia la atención a los clientes que, debido al incidente,
han aumentado significativamente. Llega por fin el turno de la ‘’manitas’’.
- ¿Qué desea, señora?
- ¡Por fin! Quería un kilo de tomates muy maduros y duros.
- Señora, esas dos cualidades son casi siempre incompatibles.
- Eso será aquí. Donde yo vivo, siempre los encuentro.
- (Paciencia ¡Dios mío! Que aún
me quedan muchas horas de atención al público) Estos son de garantía pues los traigo de mi propia huerta. ¿Para qué
los quiere usted? ¿Para gazpacho o para ensalada?
- Para ensalada
- Pues llévese estos.
- ¡Vale! Pero como salgan buenos los primeros que utilice, el resto los
traigo de vuelta.
- (¡Y aquí voy a estar yo para
recogerlos! ¡Que te lo has creído!) ¿Algo
más?
- Sí, medio de pimientos verdes ni muy grandes ni muy pequeños.
La dependienta, señalándolos
sucesiva y resignadamente, le contesta;
- Para nosotros, estos son grandes, estos pequeños y, por último,
tenemos los de Padrón.
- Pues póngamelos de los que llama pequeños, pero donde yo vivo…
- ¡Ya,ya! A estos seguro que los llaman medianos y no pequeños. Pero en
nuestra tierra hasta los pequeños se hacen medianos con el tiempo. ¡Qué le
vamos a hacer!
La señora se queda callada y no
se atreve a abrir la boca al ver la sonrisa irónica de los clientes que la
rodean, y que ella no sabe que son clientes habituales de todo el año.
- ¿Algo más?
- Pues sí. Quiero fruta. ¿Qué tal los melones?
-Este año, todos muy buenos. ¿Quiere uno entero como aquellos de las
cajas? ¿O medio como estos de aquí?
- Déme medio. ¿Pero son buenos de verdad?
La persona que le está
atendiendo, más paciente que el santo Job, y ante el asombro generalizado de
los clientes habituales le dice:
-¿Quiere probar usted este medio?
-Y acto seguido corta un trocito y se lo da. La señora lo
prueba y le dice que no le convence. La misma operación se repite hasta,,,,
¡cuatro veces!, y al final dice:
- Sabe lo que le digo,
que hoy no llevo melón ni ninguna otra fruta. ¿Cuánto le debo?
CONTINUARÁ
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