domingo, 15 de septiembre de 2013

Semana del 8 al 14 de septiembre del 2013 (Educación)

El otro día, sobrevolando los eucaliptos de la playa, me fijé en un hombre con aspecto de profesor jubilado, sentado en el pretil del paseo. Me recordó ese anuncio de Cofidis que emiten durante la retransmisión de la Vuelta: cogía un folio de un montón que tenía a su lado, lo arrugaba y lo tiraba; volvía a coger otro, y hacía lo mismo, y así sucesivamente hasta que agotó todos los del montón. Me picó la curiosidad y, por si eran ideas para iniciar negocios de franquicia o posibilidades para un emprendedor autónomo, hice un vuelo rasante, y disimulando como quien no quiere la cosa, atrapé uno de los folios con los dedos y volví a esconderme entre las ramas de los eucaliptos para leerlo tranquilamente. Y me encontré con algo que no entendía ni de lo que tenía pajolera idea, por lo que me limito a transcribirlo.

Se está hablando, y se hablará mucho todavía, sobre la nueva Ley de Educación y de sus consecuencias, por cierto, siempre negativas para la oposición y los sindicatos. Bajará la calidad de la enseñanza, disminuirá el número de profesores, discriminará a los alumnos, y así, bajarán (aun más) los resultados académicos, y subirán (aun más) los abandonos,….Lo curioso es que los augures de estos desastres hacen referencia casi exclusivamente a la enseñanza pública, olvidándose de la concertada y de la privada .¿Por qué será? No lo sé.
Lo único que está en mis manos después de más de 30 años de experiencia como profesor de lo que actualmente se conoce como ESO y Bachillerato, es tratar de recordar los detalles más significativos de mi vida profesional. Tal vez, al que los lea, le pueden ayudar a evocar recuerdos propios, a razonar y establecer relaciones que personalmente le den la posibilidad de comprender o, incluso, explicar lo que ocurre en la actualidad.
Empecé a ejercer de profesor en torno al año 1970, como ‘interino’, pues no tengo en cuenta los escarceos anteriores  dando clases particulares para proveer a mis gastos personales durante mis años de universidad. Y ya entonces existía una jerarquía clara y rotunda. Catedráticos, Agregados, Interinos. Y a los interinos nos asignaban las asignaturas y horarios que dejaban libres los anteriores en orden jerárquico. Tampoco me importaba. Empezabas y, además, yo disfrutaba dando clases, cosa que no he dejado de hacer en mi jubilación, con escaramuzas de clases particulares a hijos de amigos y conocidos. Y esta es para mí la primera condición que debe cumplir quien está en este mundo de la educación: disfrutar en clase, sin pensar en lo valioso que podría ser uno mismo en niveles de enseñanza superiores, o en otra de las muchas funciones que posibilita la Administración Educativa. Y eso que empecé impartiendo entre 30 y 32 horas de clase a grupos de 40 o más alumnos.
Las primeras demandas de calidad de enseñanza se tradujeron en la exigencia de reducir el horario del profesorado. Y se logró. Pasamos de 30-32 horas semanales a un máximo de 28 horas, pero entre el profesorado no se produjo ningún cambio que pudiese detectarse desde el exterior, o se tradujera en la mejora de alguno de los indicadores por los que  se controla el funcionamiento del sistema educativo. Los buenos profesores seguían siendo buenos profesores, y los que se escaqueaban, llegaban tarde, leían la prensa, o sometían y acogotaban a los alumnos con su sapiencia universitaria, seguían también más o menos igual.
A lo largo de los años, y con movilizaciones casi generalizadas, el horario del profesorado se redujo sucesivamente a 24 y 20 horas semanales, pero sin cambios significativos en el funcionamiento del profesorado, lo que me hace pensar que no está ahí la clave de la calidad de la enseñanza. Y eso que descendió también el número de alumnos por aula hasta situarse alrededor de los treinta, aunque hay que especificar que este número solo se alcanzaba en las llamadas asignaturas troncales, es decir, las obligatorias para todos los alumnos.
¿De qué depende la calidad de enseñanza?¿Del número de horas semanales de clase presencial del profesor?¿Del número de alumnos que hay en cada aula?¿Del tipo de relación que establece el profesor con los alumnos?¿De la motivación familiar y social hacia el estudio?...
En mi primer destino como profesor Agregado, creo que en el curso 1970-71,  llegué a un instituto de Enseñanzas Medias que, a posteriori, me di cuenta de que era singular por una serie de características que en destinos posteriores no encontré:
- El grupo que dirigía el centro funcionaba como un equipo, a pesar de su diversidad. Un director al que no recuerdo, que ya es mucho. Un Jefe de Estudios que, en aquellos tiempos, ejercía de hippie: melena y barba desarregladas, e indumentaria con la que no le dejarían ni entrar en la Delegación de Educación correspondiente. Un secretario que nos organizaba una excursión de fin de curso a todo el claustro y todo gratis, y que no ponía dificultades a las peticiones de material ni de organización de actividades aunque las que suponían un desembolso económico a veces nos las demoraba hasta los momentos en que la Bolsa estuviese en situación favorable.
- Un claustro en el que había discrepancias pero que la mayoría de las veces se llegaba a un acuerdo que el equipo directivo respetaba a pesar de que tal acuerdo le pudiese indisponer con autoridades superiores.
- Un profesorado dedicado, parte del cual organizaba actividades el fin de semana a las que…¡¡acudían voluntariamente la mayoría de los alumnos!! Recuerdo que a la profesora de Ciencias Naturales le advirtieron que las actividades que hacían los alumnos con el material que ellos mismos tenían que llevar (ojos de oveja, pezuñas de cerdo,…), había aumentado el precio de los despojos en las carnicerías del mercado próximo al instituto.
-Unos padres que, de manera autónoma, organizaban y controlaban actividades deportivas los fines de semana.
-…
No sé si la calidad de la enseñanza que impartíamos era alta. Ahora bien, lo que puedo afirmar es que había un ambiente alegre y de trabajo; unas relaciones fluidas entre profesorado, padres y alumnos; un claustro dedicado a lo suyo y sin escatimar horas, y un equipo directivo que se dedicaba a solucionar problemas y no a crearlos.

Por eso, ahora, al oír hablar a gente que ha pasado por el aula a hurtadillas antes de ser liberado sindical, a alumnos que opinan como si ya hubiesen hecho un máster en sistemas educativos, a políticos que con la bandera de la no discriminación  han impedido que más de un buen alumno no desarrolle todas sus posibilidades, he recordado todo esto y mucho más que me dejo en el tintero para otra ocasión. Sobre todo, aspectos referentes a los que nos sufren, los alumnos 

No hay comentarios:

Publicar un comentario