Semana del 8 al 14 de
septiembre del 2013 (Educación)
El otro día, sobrevolando los
eucaliptos de la playa, me fijé en un hombre con aspecto de profesor jubilado,
sentado en el pretil del paseo. Me recordó ese anuncio de Cofidis que emiten
durante la retransmisión de la Vuelta: cogía un folio de un montón que tenía a
su lado, lo arrugaba y lo tiraba; volvía a coger otro, y hacía lo mismo, y así
sucesivamente hasta que agotó todos los del montón. Me picó la curiosidad y,
por si eran ideas para iniciar negocios de franquicia o posibilidades para un
emprendedor autónomo, hice un vuelo rasante, y disimulando como quien no quiere
la cosa, atrapé uno de los folios con los dedos y volví a esconderme entre las
ramas de los eucaliptos para leerlo tranquilamente. Y me encontré con algo que
no entendía ni de lo que tenía pajolera idea, por lo que me limito a
transcribirlo.
Se está hablando, y se hablará mucho todavía, sobre la nueva Ley de
Educación y de sus consecuencias, por cierto, siempre negativas para la
oposición y los sindicatos. Bajará la calidad de la enseñanza, disminuirá el
número de profesores, discriminará a los alumnos, y así, bajarán (aun más) los
resultados académicos, y subirán (aun más) los abandonos,….Lo curioso es que los
augures de estos desastres hacen referencia casi exclusivamente a la enseñanza
pública, olvidándose de la concertada y de la privada .¿Por qué será? No lo sé.
Lo único que está en mis manos después de más de 30 años de experiencia
como profesor de lo que actualmente se conoce como ESO y Bachillerato, es
tratar de recordar los detalles más significativos de mi vida profesional. Tal
vez, al que los lea, le pueden ayudar a evocar recuerdos propios, a razonar y
establecer relaciones que personalmente le den la posibilidad de comprender o,
incluso, explicar lo que ocurre en la actualidad.
Empecé a ejercer de profesor en torno al año 1970, como ‘interino’,
pues no tengo en cuenta los escarceos anteriores dando clases particulares para proveer a mis
gastos personales durante mis años de universidad. Y ya entonces existía una
jerarquía clara y rotunda. Catedráticos, Agregados, Interinos. Y a los
interinos nos asignaban las asignaturas y horarios que dejaban libres los
anteriores en orden jerárquico. Tampoco me importaba. Empezabas y, además, yo
disfrutaba dando clases, cosa que no he dejado de hacer en mi jubilación, con
escaramuzas de clases particulares a hijos de amigos y conocidos. Y esta es
para mí la primera condición que debe cumplir quien está en este mundo de la
educación: disfrutar en clase, sin pensar en lo valioso que podría ser uno
mismo en niveles de enseñanza superiores, o en otra de las muchas funciones que
posibilita la Administración Educativa. Y eso que empecé impartiendo entre 30 y
32 horas de clase a grupos de 40 o más alumnos.
Las primeras demandas de calidad de enseñanza se tradujeron en la
exigencia de reducir el horario del profesorado. Y se logró. Pasamos de 30-32
horas semanales a un máximo de 28 horas, pero entre el profesorado no se produjo
ningún cambio que pudiese detectarse desde el exterior, o se tradujera en la
mejora de alguno de los indicadores por los que
se controla el funcionamiento del sistema educativo. Los buenos
profesores seguían siendo buenos profesores, y los que se escaqueaban, llegaban
tarde, leían la prensa, o sometían y acogotaban a los alumnos con su sapiencia
universitaria, seguían también más o menos igual.
A lo largo de los años, y con movilizaciones casi generalizadas, el
horario del profesorado se redujo sucesivamente a 24 y 20 horas semanales, pero
sin cambios significativos en el funcionamiento del profesorado, lo que me hace
pensar que no está ahí la clave de la calidad de la enseñanza. Y eso que
descendió también el número de alumnos por aula hasta situarse alrededor de los
treinta, aunque hay que especificar que este número solo se alcanzaba en las llamadas
asignaturas troncales, es decir, las obligatorias para todos los alumnos.
¿De qué depende la calidad de enseñanza?¿Del número de horas semanales
de clase presencial del profesor?¿Del número de alumnos que hay en cada
aula?¿Del tipo de relación que establece el profesor con los alumnos?¿De la
motivación familiar y social hacia el estudio?...
En mi primer destino como profesor Agregado, creo que en el curso
1970-71, llegué a un instituto de
Enseñanzas Medias que, a posteriori, me di cuenta de que era singular por una
serie de características que en destinos posteriores no encontré:
- El grupo que dirigía el centro funcionaba como un equipo, a pesar de
su diversidad. Un director al que no recuerdo, que ya es mucho. Un Jefe de
Estudios que, en aquellos tiempos, ejercía de hippie: melena y barba
desarregladas, e indumentaria con la que no le dejarían ni entrar en la
Delegación de Educación correspondiente. Un secretario que nos organizaba una
excursión de fin de curso a todo el claustro y todo gratis, y que no ponía
dificultades a las peticiones de material ni de organización de actividades aunque
las que suponían un desembolso económico a veces nos las demoraba hasta los momentos en que la Bolsa
estuviese en situación favorable.
- Un claustro en el que había discrepancias pero que la mayoría de las
veces se llegaba a un acuerdo que el equipo directivo respetaba a pesar de que
tal acuerdo le pudiese indisponer con autoridades superiores.
- Un profesorado dedicado, parte del cual organizaba actividades el fin
de semana a las que…¡¡acudían voluntariamente la mayoría de los alumnos!! Recuerdo
que a la profesora de Ciencias Naturales le advirtieron que las actividades que
hacían los alumnos con el material que ellos mismos tenían que llevar (ojos de
oveja, pezuñas de cerdo,…), había aumentado el precio de los despojos en las
carnicerías del mercado próximo al instituto.
-Unos padres que, de manera autónoma, organizaban y controlaban
actividades deportivas los fines de semana.
-…
No sé si la calidad de la enseñanza que impartíamos era alta. Ahora
bien, lo que puedo afirmar es que había un ambiente alegre y de trabajo; unas
relaciones fluidas entre profesorado, padres y alumnos; un claustro dedicado a
lo suyo y sin escatimar horas, y un equipo directivo que se dedicaba a
solucionar problemas y no a crearlos.
Por eso, ahora, al oír hablar a gente que ha pasado por el aula a
hurtadillas antes de ser liberado sindical, a alumnos que opinan como si ya
hubiesen hecho un máster en sistemas educativos, a políticos que con la bandera
de la no discriminación han impedido que
más de un buen alumno no desarrolle todas sus posibilidades, he recordado todo
esto y mucho más que me dejo en el tintero para otra ocasión. Sobre todo, aspectos
referentes a los que nos sufren, los alumnos
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