Semana del 10 al 16 de marzo del 2019
Tiempo de primavera que hace
más agradable el dar una vuelta por el paseo marítimo de San Pedro de Alcántara
LA SILLA DE RUEDAS: PAUTAS PAR UN MANEJO
RESPONSABLE (II y último)
A pesar de la curiosidad que
despierta el descubrir los intríngulis que tiene el manejo de una silla de
ruedas, sobre todo si tienes como criterio principal el de la comodidad y
tranquilidad de la persona que trasladas no se vean alteradas, el estado de
excitación inicial acaba por desaparecer en cuanto adquieres las rutinas de su
utilización. Es como cuando aprendes a conducir. Al principio te fijas en todos
y cada uno de los elementos que tienes que manipular, y en aquellos otros que
te van avisando visual o sonoramente lo que no haces correctamente. Pero cuando
ya tienes adquiridos los automatismos correspondientes, disfrutas del paisaje,
criticas al resto de conductores por las maniobras que hacen o dejan de hacer,
y hasta eres capaz de discutir las recomendaciones que verbaliza el navegador.
Pues cuando empujas una silla
ocurre algo parecido. Una vez adquiridos los automatismos básicos, la atención
se enfoca en otros aspectos. Si estás en una ciudad desconocida, lo primero que
hay que hacer es programar los paseos, no lanzarte a ellos con los ojos
cerrados. Y para ello no hay cosa mejor que marcarlos en uno de esos planos de
papel que te facilitan en los hoteles, pues está comprobado que el hacerlo en
el teléfono por Google solo lleva a frustraciones, engaños y cabreos, ya que no
está diseñado para sillas de ruedas y puede llevarte por sitios inaccesibles
para este medio de locomoción. Y si además ese paseo incluye zonas del casco
antiguo de una ciudad como Cádiz, por las que vas a circular por primera vez
con una silla de ruedas, es muy conveniente hacer previamente el recorrido
programado como si llevases una imaginaria.
De esa manera se pueden ya almacenar datos tan útiles como las zonas de
rodadura más cómodas y con menos pendientes; las aceras aptas para la silla y
las que por su estrechez o impedimentos es mejor evitar; las callejuelas en las
que los vehículos a motor está prohibida y en las que, por lo tanto, peatones y
el resto de medios de transporte campan por sus respetos. Y después de la
recogida de datos, uno se siente ya dispuesto a enfrentarse con la realidad.
Pero la realidad es terca y desde
siempre tiende a no responder a las expectativas previas.
Donde antes habías visto una
calzada lisa, ahora caes en la cuenta de que la fina capa de firme de
aglomerado que la que la recubría, ocultaba un adoquinado irregular. Y por
ello, las ruedas de la silla, desprovistas como es natural de amortiguadores,
trasmitían al resto de la estructura unas vibraciones nada regulares, que
molestaban a quien iba sentado en ella. Pero en todo es mejor ver el lado
positivo de las cosas que, en este caso, consistía en que esas vibraciones se
traducían en un masaje de muslos y glúteos que, bien mirado, podía tener un
efecto terapéutico.
Las aceras no eran tan
desahogadas como parecían a primera vista, pues las salidas y entradas de
personal a comercios y portales te obligaban a ir atento para no provocar
incidentes cuya consecuencia fuera el crear ‘artificialmente’ otro futuro usuario
del mismo medio de locomoción. Y eso cuando no te topabas, en el más prístino
sentido de la palabra, con algún peatón o incluso pareja ‘’peatonal’’, a los
que la presencia de la silla no les intimidaba, y te forzaban a dejarles
‘galantemente’ el paso.
Y no hablemos de las zonas
peatonales. Para empezar, tenías que olvidarte de la exclusión de vehículos de
motor por esas calles. Por culpa de los coches de los residentes y de las
furgonetas de reparto estaba uno obligado a ir en zigzag o a maniobrar para
protegerte con el dintel de entrada al bar, la panadería o frutería más
cercanos. Y prefiero no hablar de los jeribeques a los que obligaban las
terracitas montadas por los anteriormente citados en primer lugar, o los
muestrarios de verduras y frutas que exhibían los últimos. Pero lo más difícil
era acertar con la actuación apropiada en relación a lo que vamos a denominar
‘’tus semejantes’’. Si la silla de ruedas era similar a la tuya, bastaba con
disminuir la velocidad, acoplar la dirección a la que se cruzaba contigo, y
saludar amablemente pero sin esperar contestación. ¿Y si la silla era
‘autopropulsada’? Tanto si la veías al frente, acercándose a una velocidad
insospechada, como si la sentías acercarse por tu espalda, solo te quedaba una
solución: detenerte, hacer el ‘’Don Tancredo’’, y elevar al Señor una oración
para que su trayectoria no pasase por el punto en el que te habías detenido.
Pero, como todo en la vida, la
experiencia es la que hace que, como ‘tracción animal’, elabores tus propias recomendaciones
y normas en relación al manejo de una silla de ruedas:
*Vete por
aceras amplias y, a poder ser, bien pavimentadas, pero evitando siempre el
carril bici o similares, por si acaso.
*En zonas
peatonales que normalmente coinciden con edificios en los que viven personas de
edad avanzada, vas a tener la posibilidad de encontrarte con usuarios de
andadores y sillas de todo tipo, por lo que puede aumentar la autoestima de los
implicados en el uso de estos medios de locomoción, pues siempre podrás fijarte
en alguien que está peor que tú. Es importante, en estas zonas, saludar y
sonreír, ya que esta actitud siempre anima.
*Evita al
máximo recorridos con pendientes largas y/o pronunciadas, no solo por los
esfuerzos requeridos sino también para tranquilidad del trasladado.
*Nunca se te
ocurra programar salidas que incluyan plazas o calles muy transitadas, ni por
las zonas en que se instalan los mercadillos. En estos lugares la gente, en
general, considera inoportuno tropezarse con una silla de ruedas, o que estas
impidan acercarse a los puntos de interés.
*Cuando vayas
a cruzar un paso de cebra sin semáforos no te fíes, repito, NO TE FÍES. Inicia
el cruce de la calle cuando los coches, motos y demás, se hayan detenido.
Incluso puedes tener la suerte, experimentada personalmente en alguna ocasión,
de que el coche disminuya ostensiblemente su velocidad y se detenga a 50 metros
del paso de cebra. Hasta ahora, en ninguna de las ocasiones en que esto me ha
ocurrido, el coche ha arrancado repentinamente mientras esta en el cruce.
Puede haber muchas más
recomendaciones, pero lo que realmente ayuda es definirse uno mismo su propio y
personal ‘protocolo’, como dirían ahora los expertos, teniendo en cuenta que,
en cualquier emergencia, está probado que siempre encontraréis a tu alrededor
más de una persona que te echará una mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario