domingo, 17 de marzo de 2019


Semana del 10 al 16 de marzo del 2019

Tiempo de primavera que hace más agradable el dar una vuelta por el paseo marítimo de San Pedro de Alcántara





LA SILLA DE RUEDAS: PAUTAS PAR UN MANEJO 

RESPONSABLE (II y último)



A pesar de la curiosidad que despierta el descubrir los intríngulis que tiene el manejo de una silla de ruedas, sobre todo si tienes como criterio principal el de la comodidad y tranquilidad de la persona que trasladas no se vean alteradas, el estado de excitación inicial acaba por desaparecer en cuanto adquieres las rutinas de su utilización. Es como cuando aprendes a conducir. Al principio te fijas en todos y cada uno de los elementos que tienes que manipular, y en aquellos otros que te van avisando visual o sonoramente lo que no haces correctamente. Pero cuando ya tienes adquiridos los automatismos correspondientes, disfrutas del paisaje, criticas al resto de conductores por las maniobras que hacen o dejan de hacer, y hasta eres capaz de discutir las recomendaciones que verbaliza el navegador.

Pues cuando empujas una silla ocurre algo parecido. Una vez adquiridos los automatismos básicos, la atención se enfoca en otros aspectos. Si estás en una ciudad desconocida, lo primero que hay que hacer es programar los paseos, no lanzarte a ellos con los ojos cerrados. Y para ello no hay cosa mejor que marcarlos en uno de esos planos de papel que te facilitan en los hoteles, pues está comprobado que el hacerlo en el teléfono por Google solo lleva a frustraciones, engaños y cabreos, ya que no está diseñado para sillas de ruedas y puede llevarte por sitios inaccesibles para este medio de locomoción. Y si además ese paseo incluye zonas del casco antiguo de una ciudad como Cádiz, por las que vas a circular por primera vez con una silla de ruedas, es muy conveniente hacer previamente el recorrido programado como si llevases una imaginaria.  De esa manera se pueden ya almacenar datos tan útiles como las zonas de rodadura más cómodas y con menos pendientes; las aceras aptas para la silla y las que por su estrechez o impedimentos es mejor evitar; las callejuelas en las que los vehículos a motor está prohibida y en las que, por lo tanto, peatones y el resto de medios de transporte campan por sus respetos. Y después de la recogida de datos, uno se siente ya dispuesto a enfrentarse con la realidad.

Pero la realidad es terca y desde siempre tiende a no responder a las expectativas previas.

Donde antes habías visto una calzada lisa, ahora caes en la cuenta de que la fina capa de firme de aglomerado que la que la recubría, ocultaba un adoquinado irregular. Y por ello, las ruedas de la silla, desprovistas como es natural de amortiguadores, trasmitían al resto de la estructura unas vibraciones nada regulares, que molestaban a quien iba sentado en ella. Pero en todo es mejor ver el lado positivo de las cosas que, en este caso, consistía en que esas vibraciones se traducían en un masaje de muslos y glúteos que, bien mirado, podía tener un efecto terapéutico.

Las aceras no eran tan desahogadas como parecían a primera vista, pues las salidas y entradas de personal a comercios y portales te obligaban a ir atento para no provocar incidentes cuya consecuencia fuera el crear ‘artificialmente’ otro futuro usuario del mismo medio de locomoción. Y eso cuando no te topabas, en el más prístino sentido de la palabra, con algún peatón o incluso pareja ‘’peatonal’’, a los que la presencia de la silla no les intimidaba, y te forzaban a dejarles ‘galantemente’ el paso.

Y no hablemos de las zonas peatonales. Para empezar, tenías que olvidarte de la exclusión de vehículos de motor por esas calles. Por culpa de los coches de los residentes y de las furgonetas de reparto estaba uno obligado a ir en zigzag o a maniobrar para protegerte con el dintel de entrada al bar, la panadería o frutería más cercanos. Y prefiero no hablar de los jeribeques a los que obligaban las terracitas montadas por los anteriormente citados en primer lugar, o los muestrarios de verduras y frutas que exhibían los últimos. Pero lo más difícil era acertar con la actuación apropiada en relación a lo que vamos a denominar ‘’tus semejantes’’. Si la silla de ruedas era similar a la tuya, bastaba con disminuir la velocidad, acoplar la dirección a la que se cruzaba contigo, y saludar amablemente pero sin esperar contestación. ¿Y si la silla era ‘autopropulsada’? Tanto si la veías al frente, acercándose a una velocidad insospechada, como si la sentías acercarse por tu espalda, solo te quedaba una solución: detenerte, hacer el ‘’Don Tancredo’’, y elevar al Señor una oración para que su trayectoria no pasase por el punto en el que te habías detenido.

Pero, como todo en la vida, la experiencia es la que hace que, como ‘tracción animal’, elabores tus propias recomendaciones y normas en relación al manejo de una silla de ruedas:

*Vete por aceras amplias y, a poder ser, bien pavimentadas, pero evitando siempre el carril bici o similares, por si acaso.

*En zonas peatonales que normalmente coinciden con edificios en los que viven personas de edad avanzada, vas a tener la posibilidad de encontrarte con usuarios de andadores y sillas de todo tipo, por lo que puede aumentar la autoestima de los implicados en el uso de estos medios de locomoción, pues siempre podrás fijarte en alguien que está peor que tú. Es importante, en estas zonas, saludar y sonreír, ya que esta actitud siempre anima.

*Evita al máximo recorridos con pendientes largas y/o pronunciadas, no solo por los esfuerzos requeridos sino también para tranquilidad del trasladado.

*Nunca se te ocurra programar salidas que incluyan plazas o calles muy transitadas, ni por las zonas en que se instalan los mercadillos. En estos lugares la gente, en general, considera inoportuno tropezarse con una silla de ruedas, o que estas impidan acercarse a los puntos de interés.

*Cuando vayas a cruzar un paso de cebra sin semáforos no te fíes, repito, NO TE FÍES. Inicia el cruce de la calle cuando los coches, motos y demás, se hayan detenido. Incluso puedes tener la suerte, experimentada personalmente en alguna ocasión, de que el coche disminuya ostensiblemente su velocidad y se detenga a 50 metros del paso de cebra. Hasta ahora, en ninguna de las ocasiones en que esto me ha ocurrido, el coche ha arrancado repentinamente mientras esta en el cruce.


Puede haber muchas más recomendaciones, pero lo que realmente ayuda es definirse uno mismo su propio y personal ‘protocolo’, como dirían ahora los expertos, teniendo en cuenta que, en cualquier emergencia, está probado que siempre encontraréis a tu alrededor más de una persona que te echará una mano.


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