domingo, 31 de marzo de 2019


Semana del 24 al 30 de marzo del 2019


Puerto Banús visto desde San Pedro





Paseo de San Pedro





FEMINISMO: Substantivo MASCULINO singular



(Lo de MASCULINO es destacable, irónico e, incluso, sarcástico. Menos mal que se compensa con lo del adjetivo MACHISTA. Pero vayamos a lo nuestro)

Estamos del Levante hasta las narices. No se sabe si por el cambio climático o porque las Borrascas y los Anticiclones se colocan donde les da la gana  o donde les parece bien, el caso es que este año toca  B entre Canarias y África, y A en el Atlántico, al suroeste de Inglaterra. Consecuencia: nubes u vientos fuertes en las costas andaluzas, pero con poca lluvia. Y menos mal que podemos hablar de la meteorología, pues entrar en otros temas te lleva siempre al mismo terreno de arenas movedizas que, sobre ten época pre-electoral, es el de elegir con cuidado y mimo el léxico apropiado para no salirte de lo políticamente correcto. Y si no, vamos a hacer un pequeño repaso de lo que puede ocurrir al hacer los ‘mandados’ habituales de todos los días.

Entras en el estanco a comprar el periódico, y ya se presenta la primera disyuntiva. Casi todos los periódicos son ‘machistas’: EL País, EL Mundo, EL ABC, EL Marca,…Y si vas en plan feminista no se te ocurre otra cosa que preguntar, en un susurro, por LA Razón, pero antes de articular el nombre se te pasa por la cabeza es lo que van a pensar las personas que te rodean (‘’¡Este es un ‘facha!’’) , y acabas diciendo: ‘’Deme un periódico’’. Y ante la cara de interrogación que pone la dependienta señalas con el dedo el que te apetece o coges el que tenías previsto diciendo con displicencia: ‘’¡Este mismo!’’.

Cruzas de acera y vas a la panadería, y tres cuartos de lo mismo. ¿Será machista pedir una ‘malagueña’ por eso de ‘’ser fina y delgada como tu madré’’? ¿O será mejor solicitar un mollete por eso de que acaba en ‘e’?

Pero la duda mayor surge en al carnicería ya que lo de ‘solomillo de ternera’ tiene claras connotaciones sexistas, pues supongo que los terneros también tienen solomillo y que los ganaderos no los desecharán a la hora de llevarlos al matadero.

Menos mal que en la frutería las cosas están más equilibradas: los mangos y los plátanos frente a las fresas y las mandarinas; los arándanos contra las moras, aunque con éstas últimas, si la petición la haces con un tono despectivo, pueden tacharte de racista.

Pero el peor momento de la compra diaria lo pasas en la droguería. Tienes que andar con pies de plomo para evitar que puedan intuir que estás escogiendo el suavizante con criterios ajenos. Tienes que entrar pisando fuerte y con un esquema aprendido que te permita formular cualquier petición: ‘’Dame….(aquí pones el nombre del producto) que es lo que mejor me va cuando ….(completarlo con la faena casera de la que te encargas, aunque sea solo teóricamente)’’. De esta manera, a tu interlocutor o interlocutora siempre le quedará la duda de quién es el q    ue se encarga de las labores caseras. Y cumple, además, la siguiente norma: cuando compres un artículo incontestablemente masculino, ,por ejemplo gel de afeitar, adquiere también el correspondiente femenino que en este caso sería la cera de depilación. Y no te olvides que la calidad de esta última ha de ser un escalón o dos superior a la tuya, pero sin pasarte, ya que si no darás una imagen de ‘proteccionismo machista’ inaceptable.

Y un consejo final: si la compra diaria te crea problemas o complejos de la índole descrita, olvídate del pequeño comercio local, y vete a un súper donde puedas comprar de todo sin preguntar a nadie y sin que nadie te pregunte. 



domingo, 24 de marzo de 2019


Semana del 17 al 23 de marzo del 2019


Esta semana no hay nada que contar, ni nada sobre lo que escribir. Sobre todo, porque es mejor no interferir con las ‘tontadas’ que dicen las televisiones sobre las próximas elecciones. En cualquier momento te pueden asignar el nivel mental de los que participan en cualquier reunión de tipo político, comenzando por las ruedas informativas de los ‘viernes sociales’.


Más vale recordar mejores tiempos como cuando visitábamos Baelo Claudia hace ya 10 años.




domingo, 17 de marzo de 2019


Semana del 10 al 16 de marzo del 2019

Tiempo de primavera que hace más agradable el dar una vuelta por el paseo marítimo de San Pedro de Alcántara





LA SILLA DE RUEDAS: PAUTAS PAR UN MANEJO 

RESPONSABLE (II y último)



A pesar de la curiosidad que despierta el descubrir los intríngulis que tiene el manejo de una silla de ruedas, sobre todo si tienes como criterio principal el de la comodidad y tranquilidad de la persona que trasladas no se vean alteradas, el estado de excitación inicial acaba por desaparecer en cuanto adquieres las rutinas de su utilización. Es como cuando aprendes a conducir. Al principio te fijas en todos y cada uno de los elementos que tienes que manipular, y en aquellos otros que te van avisando visual o sonoramente lo que no haces correctamente. Pero cuando ya tienes adquiridos los automatismos correspondientes, disfrutas del paisaje, criticas al resto de conductores por las maniobras que hacen o dejan de hacer, y hasta eres capaz de discutir las recomendaciones que verbaliza el navegador.

Pues cuando empujas una silla ocurre algo parecido. Una vez adquiridos los automatismos básicos, la atención se enfoca en otros aspectos. Si estás en una ciudad desconocida, lo primero que hay que hacer es programar los paseos, no lanzarte a ellos con los ojos cerrados. Y para ello no hay cosa mejor que marcarlos en uno de esos planos de papel que te facilitan en los hoteles, pues está comprobado que el hacerlo en el teléfono por Google solo lleva a frustraciones, engaños y cabreos, ya que no está diseñado para sillas de ruedas y puede llevarte por sitios inaccesibles para este medio de locomoción. Y si además ese paseo incluye zonas del casco antiguo de una ciudad como Cádiz, por las que vas a circular por primera vez con una silla de ruedas, es muy conveniente hacer previamente el recorrido programado como si llevases una imaginaria.  De esa manera se pueden ya almacenar datos tan útiles como las zonas de rodadura más cómodas y con menos pendientes; las aceras aptas para la silla y las que por su estrechez o impedimentos es mejor evitar; las callejuelas en las que los vehículos a motor está prohibida y en las que, por lo tanto, peatones y el resto de medios de transporte campan por sus respetos. Y después de la recogida de datos, uno se siente ya dispuesto a enfrentarse con la realidad.

Pero la realidad es terca y desde siempre tiende a no responder a las expectativas previas.

Donde antes habías visto una calzada lisa, ahora caes en la cuenta de que la fina capa de firme de aglomerado que la que la recubría, ocultaba un adoquinado irregular. Y por ello, las ruedas de la silla, desprovistas como es natural de amortiguadores, trasmitían al resto de la estructura unas vibraciones nada regulares, que molestaban a quien iba sentado en ella. Pero en todo es mejor ver el lado positivo de las cosas que, en este caso, consistía en que esas vibraciones se traducían en un masaje de muslos y glúteos que, bien mirado, podía tener un efecto terapéutico.

Las aceras no eran tan desahogadas como parecían a primera vista, pues las salidas y entradas de personal a comercios y portales te obligaban a ir atento para no provocar incidentes cuya consecuencia fuera el crear ‘artificialmente’ otro futuro usuario del mismo medio de locomoción. Y eso cuando no te topabas, en el más prístino sentido de la palabra, con algún peatón o incluso pareja ‘’peatonal’’, a los que la presencia de la silla no les intimidaba, y te forzaban a dejarles ‘galantemente’ el paso.

Y no hablemos de las zonas peatonales. Para empezar, tenías que olvidarte de la exclusión de vehículos de motor por esas calles. Por culpa de los coches de los residentes y de las furgonetas de reparto estaba uno obligado a ir en zigzag o a maniobrar para protegerte con el dintel de entrada al bar, la panadería o frutería más cercanos. Y prefiero no hablar de los jeribeques a los que obligaban las terracitas montadas por los anteriormente citados en primer lugar, o los muestrarios de verduras y frutas que exhibían los últimos. Pero lo más difícil era acertar con la actuación apropiada en relación a lo que vamos a denominar ‘’tus semejantes’’. Si la silla de ruedas era similar a la tuya, bastaba con disminuir la velocidad, acoplar la dirección a la que se cruzaba contigo, y saludar amablemente pero sin esperar contestación. ¿Y si la silla era ‘autopropulsada’? Tanto si la veías al frente, acercándose a una velocidad insospechada, como si la sentías acercarse por tu espalda, solo te quedaba una solución: detenerte, hacer el ‘’Don Tancredo’’, y elevar al Señor una oración para que su trayectoria no pasase por el punto en el que te habías detenido.

Pero, como todo en la vida, la experiencia es la que hace que, como ‘tracción animal’, elabores tus propias recomendaciones y normas en relación al manejo de una silla de ruedas:

*Vete por aceras amplias y, a poder ser, bien pavimentadas, pero evitando siempre el carril bici o similares, por si acaso.

*En zonas peatonales que normalmente coinciden con edificios en los que viven personas de edad avanzada, vas a tener la posibilidad de encontrarte con usuarios de andadores y sillas de todo tipo, por lo que puede aumentar la autoestima de los implicados en el uso de estos medios de locomoción, pues siempre podrás fijarte en alguien que está peor que tú. Es importante, en estas zonas, saludar y sonreír, ya que esta actitud siempre anima.

*Evita al máximo recorridos con pendientes largas y/o pronunciadas, no solo por los esfuerzos requeridos sino también para tranquilidad del trasladado.

*Nunca se te ocurra programar salidas que incluyan plazas o calles muy transitadas, ni por las zonas en que se instalan los mercadillos. En estos lugares la gente, en general, considera inoportuno tropezarse con una silla de ruedas, o que estas impidan acercarse a los puntos de interés.

*Cuando vayas a cruzar un paso de cebra sin semáforos no te fíes, repito, NO TE FÍES. Inicia el cruce de la calle cuando los coches, motos y demás, se hayan detenido. Incluso puedes tener la suerte, experimentada personalmente en alguna ocasión, de que el coche disminuya ostensiblemente su velocidad y se detenga a 50 metros del paso de cebra. Hasta ahora, en ninguna de las ocasiones en que esto me ha ocurrido, el coche ha arrancado repentinamente mientras esta en el cruce.


Puede haber muchas más recomendaciones, pero lo que realmente ayuda es definirse uno mismo su propio y personal ‘protocolo’, como dirían ahora los expertos, teniendo en cuenta que, en cualquier emergencia, está probado que siempre encontraréis a tu alrededor más de una persona que te echará una mano.


sábado, 9 de marzo de 2019


Semana del 3 al 9 de marzo del 2019



Las nuevas vistas del Paseo de san Pedro de Alcántara y de la desembocadura del río Guadaiza. Ya se puede ir andando por el borde del mar desde San Pedro hasta Marbella












LA SILLA DE RUEDAS: PAUTAS PARA UN MANEJO 

RESPONSABLE(I)



Las sillas de ruedas no entran en los hogares solamente porque sí. Siempre hay alguna razón, algo que compensar, o algo que aportar a la vida cotidiana. Y si ésta última mejora en cualquiera de sus aspectos,…¡bienvenida sea!

Pero como con cualquier medio de transporte, también en la compra de una silla de ruedas hay que tener muy claros los criterios de elección del tipo y modelo porque, aunque parezca mentira, éstos se han multiplicado en los últimos tiempos:  de tracción eléctrica y de tracción animal; de ruedas grandes o pequeñas; de conducción mediante ‘stick’ o con mandos en los manillares; con baterías de plomo, de gel, de litio,…; plegables o rígidas; de mucho peso o algo más ligeras;… Por eso, si tienes alguien de confianza y exento de malas intenciones que la empuje, si es la primera vez que la necesitas, y la vas a utilizar en tus desplazamientos en coche, lo mejor es que decidas comprar una con las siguientes características: de tracción ‘animal’, plegable, y con las menores dimensiones y peso posibles. Y siempre que puedas, alquila previamente una por un período corto de tiempo y. a poder ser, con un viaje de por medio, para poder probar experimentalmente sus prestaciones y efectos positivos en quien/quienes estén implicados en su utilización.

Y si por primera vez te vas a dedicar a ser el impulsor y conductor de uno de estos artilugios es mejor que te hagas a la idea de que tienes por delante un periodo de aprendizaje más o menos largo en función de tus posibilidades de esfuerzo rápido y corto, en determinadas situaciones estáticas, y de esfuerzo prolongado y constante en las dinámicas.

Para comenzar, debes de ensayar el plegado y desplegado de la silla que, aunque parece sencilla, a veces se estanca de tal manera que ya no sabes si tirar del asiento hacia arriba, sentarte en él y descansar un rato, o apoyar la silla contra la pared más cercana y empujar hacia ella el reposabrazos más alejado de la misma. Y para no aburrirte, lo mejor es unir a este ejercicio el de subir y bajar la silla plegada del maletero del coche, para descubrir cuál es la mejor manera de colocarla en el mismo sin que al final se impida el cierre del mismo. Y todo ello con la parsimonia adecuada, como en los ejercicios de tai-chi, para acertar con las posturas de tu propio cuerpo que impidan tirones musculares y, sobre todo, los temidos ataques de lumbago, que pueden provocar la necesidad de una silla de ruedas suplementaria. Y en ese caso, ¿quién las empujaría? Al final todo se reduce a adquirir la coordinación y destreza necesarias para hacer, sucesivamente, las siguientes operaciones hasta completar el ciclo:

Desmontar los adminículos de la silla  -----> Plegar la silla ----->Subir la silla al maletero   ----->    

----->Colocarla adecuadamente ----->Cerrar el maletero -----> TRASLADO A LA ZONA   DE 

PASEO  -----> Abrir maletero -----> Bajar la silla -----> Colocar reposapiés  -----> Desplegar la silla

 -----> Echar el freno  -----> Sentarse  (el otro) -----> Pasear  ambos   -----> Volver al coche y….¡a

empezar de nuevo!

Aun sin adquirir las destrezas necesarias para hacer lo anteriormente citado con soltura y armonía, es necesario iniciarse en la denominada ‘’tracción animal’’. Y lo primero que recomiendan es que cuando se empuje la silla, se haga desde una posición corporal erguida o, según dicen los expertos, en base a los esfuerzos que hagamos con la masa muscular de los brazos. Tal que así


Esa postura es la ideal, pero lo que normalmente ocurre es que los de edad tienen bastante atrofiados, por falta de ejercicio ¡claro!, tanto el bíceps braquial como el deltoides y todos los demás. Por lo que tienen que recurrir a ‘tirar’ de riñones que, por cierto es la postura clave para subir las cuestas por pequeñas que sean, tal que así



De todas maneras, esta postura tiene una ventaja y es que el transportista (¿) y el transportado tendrán sus cabezas muy próximas, por lo que las posibilidades de mantener una conversación fluida y agradable son altas. Claro está, siempre que ambos estén bien avenidos. De todas maneras, cuando se suba una cuesta, y sobre todo si son empinadas o prolongadas, hay que estar preparado para bloquear las ruedas de la silla y así impedir que le arrastre a uno marcha atrás cuando se le acabe el resuello. En cualquier caso, el bloqueo siempre servirá para descansar un rato a mitad de trayecto y así poder normalizar la respiración.

Las cuestas abajo son siempre agradables para quien empuja, pero no tanto para quien es trasladado, que siempre piensa que a quien lleva la silla puede ésta escapársele de las manos y dejarle a él o ella en una situación de peligro inminente, sobre todo si no están a su alcance los sistemas de frenado. De todas maneras, siempre es útil utilizar el cuerpo para disminuir o contrarrestar el efecto de la gravedad poniéndose en la postura adecuada, tal que así


Capítulo aparte merecen las maniobras necesarias y habituales que hay que practicar para salvar desniveles. Las primeras veces que tropiezas con ellos tiendes a salvarlos intuitivamente, cosa que no te lo suele permitir la persona transportada, sobre todo si se baja de nivel. La idea de que se va a caer de narices por culpa de la inclinación de la silla o de la disminución brusca de la velocidad por el efecto propio del descenso de nivel, hace que las primeras veces no se fíe de las habilidades del que la pasea y, o solicita explícitamente o con la mirada la ayuda de cualquier persona que esté a su alrededor, o manda bloquear la silla para bajarse con seguridad de la misma y salva el desnivel por su propio pie.

(continuará)

domingo, 3 de marzo de 2019


Semana del 24 de febrero al 2 de marzo del 2019

La primera flor de azahar de nuestro naranjo





LA INFANCIA DE LOS 80

Muchos dicen que los mayores son como críos. E incluso algunos afirman que cuanto más edad tienen, peor. Y en parte tienen razón, ya que se dan circunstancias, situaciones o reacciones más o menos inconscientes que lo corroboran.


Para empezar, basta con fijarnos en cómo salvan los desniveles por escaleras o rampas los bebés que trasladan  sus madres o cuidadoras en sus correspondientes cochecitos. Si los bajan, con caras de asombro cuando aprecian que el precipicio que se abre bajo sus pies disminuye a saltos o pausadamente, y sintiéndose seguros gracias a los múltiples medios de sujeción que les mantiene con el trasero pegado al asiento. Y si los suben, tumbados tranquilamente, mirando al cielo y viendo revolotear a los pájaros en primavera o tratando de atrapar una hoja de las que caen de los árboles en otoño.

En cambio los mayores, mayores, por edad o por deterioro anticipado de las extremidades que permiten una locomoción autónoma y que, en consecuencia, son paseados de un lado a otro por recomendación médica en una silla de ruedas de tracción animal, tienen una perspectiva bien distinta de escaleras y rampas. Cuando las bajan, la cara de asombro de los bebés se transforma en expresión de terror pensando en la posibilidad de que no puedan compensar la gravedad, caigan de bruces por movimientos bruscos debidos a descuidos momentáneos de sus cuidadores que van atendiendo a llamadas telefónicas o avisos de llegada de ‘whatsapp’, y se descalabren más de lo que están. Se aferran como pueden, compulsivamente, a los brazos de la silla de ruedas para evitar que sus escasos glúteos de apoyo se deslicen o pierdan el contacto con el asiento, y ellos acaben sentados en el suelo en una postura poco ortodoxa por culpa de la inclinación de las escaleras o por un frenazo inoportuno que pueda provocar el ‘autónomo’ que les atiende, ante una llamada telefónica portadora de noticias desagradables. Y cuando las suben, lo hacen más tranquilos y relajados aunque no exentos de malos augurios. Pero siempre tienen la certeza de que las consecuencias de un traspié del que está a su servicio les permitirá gozar al final de una situación dominante: el auxiliar abajo y él encima, lo que, a veces, consigue que su expresión sea alegre y hasta sonriente en algunos casos

Pasear, tomar el aire, palpar la vida a su alrededor e incluso, en ciertas ocasiones, poder participar de insulsas tertulias de jubilados es reconfortante, aun asumiendo que en las noches posteriores no se va a librar de sueños recurrentes que muy frecuentemente versan sobre el mismo tema: ‘caída libre’ por una escalera o rampa a la que no se ve el final y con el agravante de un aumento progresivo de la velocidad.

Peor sigamos analizando la evolución de los más pequeños

Pasa el tiempo, y hartos de ir en cochecito, en brazos, o estar más o menos aislados en sus ‘parques’ donde se entrenan en los diversos estilos de gateo, consiguen liberarse de sujeciones y espacios reducidos mediante el sistema más sencillo y efectivo: poner en modo agudo y a todo volumen su sistema fonador. Y comienzan así a explorar su entorno a cuatro patas, sonriendo, babeando, y buscando sitios donde agarrarse e intentar alcanzar la verticalidad propia de su raza. Así empieza la fase de esos andares desequilibrados, bamboleantes y, casi siempre, controlados atentamente por adultos para evitar males mayores. Y si se topa con dificultades que le parecen insalvables hace lo que todas las personas que en cualquier época de su vida se encuentran con idéntica situación: se retrotrae en su evolución y busca soluciones en sus experiencias ya vividas. Es el caso de las escaleras o desniveles. Cuando los encuentra, no duda en ponerse de nuevo a cuatro patas y gatear. Hasta que alguien mayor que él y con ese tipo de dificultad ya superada, le echa una mano.  Y ante el descubrimiento de la ayuda, se embala, muestra la mayor de sus sonrisas, y obliga a quien le ha tendido  inconscientemente una mano amiga con la mejor de las intenciones, a acompañarle en el subir y bajar escaleras un número indefinido de veces, solo limitado por el aguante de aquél a cuya mano se aferra.

La evolución de las personas en edad provecta es algo parecida pero con las etapas en orden inverso. 

La experiencia le dice que el andar y salvar los obstáculos normales no tiene ninguna dificultad, y que los automatismos adquiridos para hacerlo siguen funcionando perfectamente. Y esto es solo una pequeña manifestación de lo que podíamos denominar ‘autosuficiencia fisiológica’. Todo les funciona perfectamente y, además, está bajo control. Comen lo que les apetece porque según su ‘experiencia’ es lo que mejor les va, criterio que extienden al cuanto y al cuándo. Saben perfectamente qué movimientos y esfuerzos pueden hacer. Visten de la manera que más les apetece tanto en verano como en invierno, pues son inmunes a insolaciones y resfriados, ya que para eso están las cremas y las vacunas de la gripe. Ven y oyen perfectamente hasta que algún familiar próximo y atrevido les demuestra lo contrario, como mínimo, en unas quince ocasiones.

En cuanto al tema que nos ocupa, el de desplazarse manteniendo el equilibrio necesario y sin tropiezos en terreno llano y en el momento de salvar desniveles, solo empiezan a aceptar limitaciones cuando los incidentes que le ocurren suceden cuando están solos, y se repiten unas cuantas veces. Porque, si van acompañados, normalmente la culpa es siempre de los ‘’otros’’: del acompañante, por distraerlos; de la persona más próxima ya que no se fija por dónde va; del ayuntamiento porque no arregla los desniveles de las losetas del suelo; de quien haya cambiado el mueble de sitio, si el tropezón acaece en casa,  …Y pasado un tiempo y unos cuantos sustos, aceptan, primero, poner los cinco sentidos en sus paseos matinales y, si esto no da el resultado apetecido, contar con un acompañante en que apoyarse o valerse de un bastón que les proporcione una cierta seguridad. Y hasta aquí llega la evolución inversa, pues antes de llegar a eso de andar a cuatro patas como los críos, el plan de emergencia familiar decide, la mayoría de las veces,  que lo mejor y más seguro es pasear al anciano en silla de ruedas.

Pero no solo parece que vuelven a la infancia en lo referente a desplazamientos, sino también en algunas de las múltiples manifestaciones de su mundo emocional. Dicho de otra manera, los que superan cierta edad son ‘’muy suyos’’.  Hay muy pocas personas de su entorno que se atrevan a contradecirle, lo mismo cuando expresan una opinión en voz alta ante imágenes o noticias del telediario, como cuando pontifican  sobre la mejor manera de pelar un huevo duro o sobre cualquier otro proceso normal y diario que se lleva a cabo en cualquier hogar. ¡Y hay del que se le ocurra contradecirle!

Y lo que en los niños pequeños son rutinas que adquieren ayudados por los que les tutelan, y que les permiten a la larga organizar su vida diaria, en los mayores son manías que cada día arraigan más, molesten o no a los que les rodean.

Y acabemos con esto, que algunas depresiones provienen precisamente de dar excesivas vueltas al ‘’coco’’, buscando explicaciones razonables a la situación actual de uno mismo.

Todo puede resumirse así: a medida que pasa el tiempo, ellos, los peques, crecen y se implican cada vez más en el mundo que les rodea; nosotros, los de más que mediana edad, encogemos, andamos cada vez menos erguidos, y nos aislamos al máximo posible de nuestro entorno personal y social.