sábado, 26 de mayo de 2018


Semana del 20 al 26 de mayo del 2018

¡Por fin unos cuantos días con sol! Todos (y todas, ¡claro!) andaban con ganas de ‘’charrear’’, como dirían algunos hispanohablantes, a costa de los relatos cortos del Pirulo.

- ¡Menos mal que mis oraciones han surtido efecto! Van desapareciendo las borrascas y espero que no vuelvan, comentaba en un grupillo el Guindilla. Y lo digo porque si en la próxima concatenación de bajas presiones le da al Pirulo por escribir, es capaz de montar una serie al estilo de la de ‘’Allí abajo’’.

- ¡No es para tanto! Por lo menos da ‘carrete’ a su imaginación y no la emplea en imaginar maldades y diabluras, dijo la Surfi. Como las que practicaba en su juventud con nuestras congéneres de la ría del Urumea.

En ese momento se oyeron una serie de graznidos procedentes del otro extremo del pequeño pinar colindante con la pequeña playa de Lindavista

- ¡Eh! ¡Vosotras! Dejaros de murmuraciones y de formar grupillos y veniros p’acá, con el resto del grupo.

El tono y timbre de los graznidos no dejaba lugar a dudas sobre quién era la que los emitía, así que el Pisha y sus incondicionales se aproximaron rápidamente al lugar de donde procedía la propuesta, que más parecía una orden de obligado cumplimiento.

- De murmuraciones, ¡nada de nada!, se excusó el Pisha nada más llegar. Estábamos comentando las buenas dotes de cuantacuentos, o de cuentista  o como se diga del Pirulo, pues nosotros además no tenemos su riqueza de léxico. ¡Hierofantes! Hipocondria! ¿Y de donde se ha sacado las palabrejas? ¿de las inscripciones de los sarcófagos fenicios de Cái?

- ¡Hay que ser un poco más cultivado, Pisha! O por lo menos intentarlo, le contestó el Filloas, que tenía fama de lingüista. Y prosiguió. Hierofantes viene del griego y eran así denominados los  sacerdotes de Eleusis, y que ahora se aplica a los maestros de nociones recónditas. E Hipocondría también, aunque me reservo la explicación de su etimología para no fundir las conexiones de tus escasas neuronas cerebrales.

- Filloas, ¿y por qué no te metes con el Borni y le explicas la etimología de Puigdemont? , contraatacó la Surfi.  Que según he oído es algo así como ‘’Cerro del monte’’, o dicho en lenguaje paladino, no sabe ni lo que es. ¿Será cerro? ¿Será monte? ¿Será President? ¿Será fugado en búsqueda y captura?

La Txuri-Txori, no se sabe si con buen criterio o para evitar verse involucrada en una discusión interautonómica, intervino rápidamente interrumpiendo la inconsciente ‘puya’ de la Surfi.
- Dejemos los temas pasados de moda y vayamos a lo positivo y más importante. ¿Ganará el Madrid la Champion? ¿Saldrá algún condenado en la sentencia de los EREs? ¿Quién será el nuevo entrenador del Athletic?
- En tu tierra solo existe lo del entrenador del Athletic? ¿No te olvidas de otras cosas?, intervino el Borni, sonriente por primera vez desde hacía mucho tiempo.

Y dirigiéndose a la Txuri-Txori, prosiguió

- Por ejemplo eso de que a vuestros jubilados se les ha acabado eso del paseo matutino de protesta por las pensiones pues, según dicen, vuestro lehendakari ha logrado que les suban el IPC, pues con su voto han aprobado los presupuestos del 2018. ¿O son tan obstinados como vuestros ‘harrijasotzaile’ y van a seguir pidiendo más aumento?

- ¡Tú calla, Borni! Que vas a desaparecer en cualquier momento para ir a votar de nuevo a tu tierra, o para ver cómo os va sin el 155, le contestó la aludida. Que antes se decía eso de que ‘’El que se fue a Sevilla, perdió su silla’’, y ahora dicen que ‘’El que se fue de Cataluña con el ciento cincuenta y cinco volverá tras unos cuantos años hasta dando brincos’’. Y no me refiero a nadie. Lo malo es que aun no se sabe si formaréis gobierno, pues vuestro nuevo president está empeñado en nombrar ministros a encarcelados y fugados. ¿Os imagináis la que se armaría si el presidente de todos nosotros quisiera nombrar ministro a uno de los de la Gurtel? El mayo del 68 francés parecería una verbena pueblerina comparada con la que se iba a organizar en la mayoría de las autonomías.

La Tatiqui, como cada vez que intuía un intercambio de dardos afilados que podía acabar en descalificaciones y algo peor, llamó a la calma y como quien no quiere la cosa, propuso lo siguiente:

- Si no tenéis mejor cosa que hacer que enredaros en discusiones inútiles y que no llevan a ninguna parte, vamos todos a nuestro refugio de invierno y lo recogemos entre todos que en un santiamén se nos echa encima el verano. Y si nos da tiempo lo vamos adecentando para los días de calor.

Y sin dar tiempo a la más mínima réplica, levantó el vuelo y se dirigió a las Termas de Guadalmina, volviendo la vista atrás para comprobar si el resto del grupo le seguía.  Y así fue, pues todo el mundo sabía que salía más ‘barato’ cumplir sus deseos que discutirlos o ponerlos siquiera en duda.


domingo, 20 de mayo de 2018


Quincena del 6 al 19 de mayo del 2018




HIPOCONDRIA JUBILAR


Cuando se despertó de su breve e intranquilo período de somnolencia que, como siempre, se había iniciado a mitad del telediario de las tres de la tarde, se sintió incómodo y desasosegado. No tenía ni idea a qué se debía esa sensación, ya que no podía haber sido originada las imágenes de la película que emitía en ese momento 13tv, pues eran las mismas que se ofrecían en esa cadena cada siete o diez días, y su visualización no había producido en ocasiones anteriores ningún efecto pernicioso ni de ningún otro tipo.  Cerró los ojos e intentó poner en marcha alguna de las técnicas de autoreflexión y de autocontrol de emociones que había practicado en otros tiempos. Pero en vez de conseguirlo lo que provocó fue que volviesen a su memoria, como un tsunami, los recuerdos de las faenas que le hacía su jefe  en su anterior trabajo y que, por recomendación del médico de cabecera, le llevaron a una de esas escuelas orientales de meditación trascendental y control corporal.

El jefe le tenía enfilado desde el día en que se le ocurrió demostrar, ante el propietario, el error que había cometido su superior y que afectó seriamente al reparto de productos perecederos del que se encargaba la empresa. En principio, el error se lo habían cargado a sus espaldas, pues era el responsable de la logística, es decir, de definir a cada conductor el recorrido que tenía que hacer, previamente calculados de manera que los kilómetros recorridos y los tiempos empleados fuesen los mínimos posibles. Y fue gracias a que siempre conservaba los papeles en los que se consignaban qué productos y a qué destinatarios había que entregarlos. ¡Y ahí se pudo comprobar la equivocación! Había destinatarios y productos cruzados, algo que una vez realizado por el personal de atención al cliente, tenía que supervisar el jefe. Y desde entonces trataba de entorpecer y hacer fracasar mis cálculos contratando repartidores autónomos entre emigrantes, muchos de ellos magrebíes y, para colmo, algunos sin papeles. Y como no conocían la zona, no entendían los recorridos que se les proporcionaba o se los saltaban al menor atisbo de que podían encontrarse con cualquier autoridad local o estatal que controlase el tráfico. Con lo cual, nunca se cumplían las previsiones de kilometrajes ni de tiempos programados. Y cuando intentaba convencer al propietario de la conveniencia de cambiar de repartidores, el jefe contraatacaba argumentando que con ese tipo de ‘autónomos’ el ahorro era considerable.

Y en esos pensamientos estaba entreteniéndose, cuando una punzada en la tripa, en una zona próxima al ombligo, le rompió el hilo de la rememorización de su vida laboral pasada y le centró en lo que él, en ese momento, consideraba más importante.

Y eso le llevó a hacer un repaso pormenorizado de lo que había ingerido en las últimas 48 horas, prestando especial atención a las cenas, en las cuales tenía propensión a ‘pasarse’ con los ‘bocatas’, cuyo tamaño y contenido no era el más apropiado ni para su edad ni para el momento del día. Y además, siempre los acompañaba de una buena cerveza.

Estaba llegando a la conclusión de que tanto las  cantidades como los ingredientes utilizados no se diferenciaban en nada de los usuales, cuando un retortijón, esta vez intestinal con toda seguridad, le hizo doblarse en dos, y le hubiese tranquilizado a no ser por una especie de sofoco que le invadió, acompañado de lo que él creía que era una taquicardia. En el momento en el que la intensidad de las sensaciones se debilitó lo suficiente como para que su cerebro empezase a funcionar normalmente y dejase de estar relacionando neuronas en modo ‘diagnóstico’, trató de identificar todos los síntomas del funcionamiento anómalo de su cuerpo.  Y por orden de aparición, concluyó que habían sido los siguientes: incomodidad general, desasosiego, punzada dolorosa en cavidad intestinal, retortijones, taquicardia y sofocos.

Y ni corto ni perezoso se fue al ordenador, lo encendió, se conectó a internet, y anotó uno detrás de otro en el Google y separados por un signo +, las tres palabras que él consideraba claves: retortijones+ taquicardia + sofocos. Y le aparecieron nada menos que 1.930 resultados, y muchos de ellos dedicados a la fisiología femenina, detalle que no concordaba en absoluto con su situación. Hasta figura entre ellas una llamada en la que calificaban al glutamato sódico como un producto neurotóxico y, por lo tanto, peligroso para la salud. Y para colmo, presente en la mayoría de los productos transformados. Como le pasaba siempre que entraba en internet, estuvo tentado de acceder a esos vídeos que hay en ‘youtube’, y que explican todo lo habido y por haber, pero se resistió. Y al ver que los resúmenes de las llamadas no le aclaraban nada, anotó directamente en el buscador las palabras ‘’angina de pecho síntomas’’. Abrió al azar una de los enlaces que se le ofrecían y se encontró con que entre los posibles síntomas que nombraban estaban algunas de las sensaciones que había experimentado aunque, a decir verdad y entretenido como estaba, en ese momento habían desaparecido casi totalmente. Volvió al salón y se dejó caer en el sofá preocupado, por una parte, por lo que había leído y las coincidencias con lo que le ocurría que, a pesar de ser consciente de que su imaginación las magnificaba, no dejaban de mantenerle en vilo. Y, por otra parte, atento a la aparición del más leve indicio de opresión pectoral que, de sentirla, sabía que iba a impulsarle a coger el teléfono y marcar el 112.

lunes, 7 de mayo de 2018


Semana del 29 de abril al 5 de mayo del 2018

Por lo menos que haya flores, que estamos en mayo




Buganvilla con una semana de diferencia


La otra cara el 7 de mayo



Hiperastium blanco



Camelia

martes, 1 de mayo de 2018


Semana del 22 al 28 de abril del 2018

Y esta semana otro relato del Pirulo y unas cuantas flores de las que estas creciendo estos días







EL EXPEDIENTE FANTASMA

Estaba harto, enfadado o, si no mejor dicho sí más claro, cabreado. Me levanté de mi mesa de trabajo y, sin mirar siquiera a mis subordinados, me dirigí a los ascensores que me conducirían a la salida del edificio en el que estaban la mayoría de los Servicios de la Consejería. Al llegar al hall de acceso a las instalaciones administrativas, activé como un autómata el molinillo que controlaba la entrada y salida de los funcionarios con la tarjeta de identificación, y ni siquiera contesté al saludo del ‘segurata’ que controlaba el arco de entrada de visitantes. Nada más pisar la calle encendí un cigarrillo mientras cavilaba sobre el mejor sitio donde tomar un café tranquilo, sin tener que oír constantes saludos de compañeros de trabajo o, lo que es peor, verme forzado a aceptar la invitación de cualquiera de los múltiples usuarios de los servicios y tramitaciones de los que soy responsable. 

Callejeé un rato al albur hasta que di con una cafetería que aun no había colocado las mesas de la terraza, tal vez por la amenaza de tormentas que anunciaban los pronósticos meteorológicos. Entré y me senté en la mesa más alejada de la puerta de entrada, no sin antes especificar la comanda al personal que atendía la barra. Y una vez que di cuenta del café con leche y del cruasán a la plancha que había solicitado, traté de digerir lo que había ocurrido a primera hora de la mañana, y de analizar posibles soluciones a los problemas que derivaban de lo acaecido, que brevemente podían resumirse como viene a continuación.

No había revisado siquiera los correos electrónicos de mi ordenador, cuando me convocó a su despacho el político de turno que en esta legislatura tenía el poder, o eso creía él, de hacer y deshacer lo que se le ocurriese o le sugiriesen personas de su confianza, sin tener en cuenta nada de lo legislado hasta el momento. Y sin saludarme ni invitarme a sentarme, me entregó una carpeta aclarándome que contenía una petición de subvención correspondiente, según dijo, a esa convocatoria de ‘donaciones’ para hacer algo que, la mayoría de las veces, ni se controla ni se entrega. No me costó imaginarme que se refería a la ‘’Convocatoria de Ayudas a Grupos de trabajo, para la implementación didáctica de contenidos curriculares transversales’’, pero cuando me entregó la dichosa carpeta y fui a cogerla, la retuvo un momento y, mirándome a los ojos, me recalcó que tenía que ser una de las seleccionadas.

En cuanto volví a mi mesa de trabajo y antes de hacer nada de lo que tenía previsto, eché una ojeada al contenido de la carpeta y lo que vi me hizo fruncir el ceño y lanzar al aire una imprecación, corta pero rotunda. Miré a mi alrededor por si alguien la había escuchado, y al comprobar que nadie se había dado por aludido seguí con la revisión de los papeles. ¿Impreso de solicitud? Inexistente. Lo habían sustituido por un folio en el que figuraban el nombre del grupo (‘’Los/Las hierofantes de lo recóndito’’), los datos personales de los integrantes del mismo, y la cantidad solicitada para el trabajo (50.000 €). Y un único folio más en el que se daba un escueto resumen de lo que pretendían hacer esos autoproclamados hierofantes. Y aunque leí un par de veces lo que aparecía en ese segundo folio, no pude identificar lo que pretendían con el trabajo, al que titulaban ‘’Elaboración de materiales para potenciar la transversalidad de la educación sexual’’, ni en qué consistía concretamente la contraprestación a los 50.000 € que solicitaban. Y cuando ya estaba por introducir en la carpeta el par de folios, me di cuenta de un detalle en el que no había reparado, tal vez por el nerviosismo provocado por la manera en que había llegado la solicitud a mis manos. ¡¡¡No figuraba por ningún sitio el sello del registro de entrada!!! Y fue esa ‘nimiedad’ administrativa la que había subido mis niveles de hartazgo y me había impulsado a que tomase las de Villadiego sin avisar a nadie. Porque, además, esa ‘nimiedad’ lo mismo solucionaba que agravaba el problema.

Estaba a la puerta de la cafetería saboreando un cigarrillo antes de volver a atender mis obligaciones, cuando recibí un WhatsApp de uno de mis subordinados que, escuetamente, decía: ‘’El jefe pregunta por ti’’

Volví apresuradamente con la esperanza de que la ausencia de Registro de Entrada dejase finiquitado el tema y, después de pasar por mi puesto de trabajo para recoger la carpeta que contenía la petición de los ‘hierofantes’, me acerqué al despacho de mi superior jerárquico. Y me preguntó amablemente si había surgido alguna dificultad respecto a lo que me había ordenado. En plan sumiso, y aparentando estar apesadumbrado, le comenté que la petición carecía de un elemento fundamental que la invalidaba, pues el plazo de presentación de peticiones había finalizado hacía un par de días y carecía del imprescindible registro de entrada. Aquel dato ni le inmutó, y con toda la tranquilidad y seguridad de quien desconoce los trámites administrativos, me comunicó que preparase una Resolución para ampliar el plazo de presentación de solicitudes. Y en cuanto se me ocurrió invalidar sus sugerencia diciéndole que con una Resolución no puede ampliarse un plazo que aparece en una Orden, me dijo, desabridamente, que parecía que los funcionarios de carrera solo estábamos para contradecir y entorpecer a los políticos, y que le dejase el expediente ya que él mismo se encargaría de arreglar el ‘’insuperable’’ impedimento, repitiendo con retintín la palabra que he entrecomillado.

No habían pasado 48 horas, cuando me entregaron la ‘viajera’ carpetilla a la que habían unido, con un clip, un folio que contenía una declaración jurada del responsable del Registro de Entrada en el que afirmaba que la solicitud había entrado hacía una semana y que, por un descuido personal, se le había dado curso sin el sello correspondiente. Sin entrar a discutir la validez del escrito, y sabiendo que si no lo aceptaba se iban a encontrar otros subterfugios que complicarían aun más la resolución del problema, me limité a incorporarla al expediente general de la dichosa Convocatoria. Y acto seguido, le entregué el expediente completo al técnico que se iba a encargar de todo el proceso de su resolución.

En las semanas siguientes me olvidé del asunto, y lo retomé el día en el que volvieron a colocar encima de mi mesa el expediente de la citada convocatoria, al que se habían incorporado, entre otros documentos, el resultado de la valoración de las peticiones presentadas así como la propuesta de la resolución definitiva.

Como puede suponer cualquiera sin temor a equivocarse, no pude evitar el revisar el listado de grupos cuyas ayudas iban a darse por oficiales, buscando a mis ya ‘queridos hierofantes’. Y para mi asombro, no los encontré, lo que me descolocó totalmente. Como tenía la completa seguridad de haberlos incluido en el expediente, revisé las Actas de las reuniones de la Comisión de Valoración, pues ese era el único paso del proceso en el que podían haber sido excluidos. Y en una de ellas estaba claramente expresada la eliminación de su solicitud de ayuda, aunque no se decía nada de las razones que habían provocado tal decisión. Solamente se decía lo siguiente:

‘’Ante la propuesta del representante de centros públicos, y en todo conformes con las razones administrativas y técnicas aportadas por el mismo, esta Comisión acuerda no dar por válida la solicitud de ayuda del grupo ‘’Los/Las hierofantes de lo recóndito’’. Lo que se comunicará a los interesados para su conocimiento y toma de medidas que considere oportunas en contra de esta decisión’’

Por si acaso, reexaminé con más detenimiento que el habitual todos los papeles del expediente por si detectaba algún error o fallo y, al no encontrarlos, le di el curso normal para su publicación y ejecución, tratando de olvidarme toralmente del asunto.

Y mira por donde, un día en el que estábamos tomando juntos un café varios de los responsables de servicio de la Consejería, uno de ellos me preguntó si conocía a Fulanito de tal. Y yo le contesté que no, aunque advirtiéndole que no tengo retentiva para los nombres y menos aun para unirlos a personas de carne y hueso. Pero cuando añadió que era el representante de centros públicos que estaba a todas horas mariposeando por la Consejería, caí en la cuenta de su papel en la resolución de la convocatoria de ayudas e, inocentemente, pregunté por él. El hacerlo tuvo el mismo efecto que cuando se quita la chapa de una botella de cerveza que previamente se ha agitado con energía. Mi compañero de trabajo empezó a despotricar contra él, sin preocuparse de lo que pudiesen oír los que estaban a nuestro alrededor y, a tal velocidad, que lo único claro que pude captar era que estaba ‘’a partir un piñón’’ con mi Jefe. Y que le había hecho aumentar a la brava el presupuesto de actividades docentes de un centro amparándose en que lo habían definido como ‘’Centro singular Trans’’. Ingenuamente le pregunté que si eso de ‘Trans’ se refería a lo de la transversalidad curricular y si el montante del aumento presupuestario ascendía a unos 50.000 €, a lo que él me contestó a lo gallego, preguntándome a su vez qué cómo sabía yo lo de los 50.000 €. Me encogí de hombros, le dije que era una cantidad que se me había ocurrido a bote pronto, y traté de cambiar de conversación.

Y como se comprenderá, cerré definitivamente el tema con la conclusión de que en la Administración hay fantasmas que, por caminos inescrutables, encuentran siempre la salida adecuada.