Semana del 19 al 25 de noviembre del 2017
CRÓNICAS DE UN VIAJE (III)
Jueves 2 de
noviembre
Y amaneció el día clave para convertir a un tibio madridista
en un partidario incondicional de la Real: el del partido de la Real Sociedad
con el Vardar de Macedonia. Partido de la Europa League que estaba en el
origen, hacía ya casi dos meses, de la
organización de la estancia en San Sebastián.
Como el tiempo acompañaba (soleado, sin nubes, con una
temperatura de unos 22ºC), decidieron subir a Igeldo utilizando el antiguo
funicular, denostado e infrautilizado durante unas cuantas décadas. Su
utilización había recibido un fuerte impulso con la celebración del centenario
de su inauguración en el 2012, y una de sus características era que seguía
funcionando con el sistema de tracción y los vagones de madera originales. Y
todo ello, a pesar de que algunos donostiarras pesimistas y algo gafes habían
intentado, sin éxito, extender el rumos de que el mantenimiento había dejado
mucho que desear.
Para llegar al pie del Monte Igeldo, nuestros viajeros
decidieron pedir un taxi y evitarles así a sus familiares vueltas inútiles en
el coche para recogerles en la puerta del hotel. Y también influyó en la
decisión el ‘’gusanillo’’ de comprobar que la casualidad del día anterior había
sido exactamente eso: una casualidad. Y es que para ir al Topa Sukaldaria
también habían solicitado un taxi por teléfono y….¡había aparecido su sobrino!
La sorpresa fue, además de agradable, enorme, pues acertar con el único
familiar taxista en una ciudad como San Sebastián , y en un día de fiesta en el
que la mitad de ellos se lo han tomado de descanso, es de una probabilidad
pequeñísima.
Cuando llegaron a la antigua estación del funicular que
estaba exactamente igual que hacía más de 60 años, y delante de la cual hasta
se había respetado la rotonda en la que solo faltaban las vías del tranvía que
circulaba por los años cincuenta del siglo pasado, comprobaron que el poner el
funicular en funcionamiento como reclamo turístico daba resultado, pues las
personas con las que compartieron la ‘cola’ de acceso era de lo más
internacional e interautonómica: franceses, orientales, aragoneses en viaje de
novios,…Dadas las dificultades de respiración de los más veteranos, se
introdujeron en el primer compartimento que encontraron libre, Pues las
escaleras de acceso a los vagones eran lo suficientemente empinadas como para
transformar una respiración armónica en un resuello incontrolable hasta en los
más sanos, exceptuando los menores de diez años.
Después de salvar el funicular el desnivel de 150 mts, los
adultos mejor dotados y los ‘escuincles’ se fueron a recorrer la zona dando la
vuelta al faro y buscando un mingitorio los unos, y correteando de un lado para
otro subiéndose a cualquier objeto susceptible de ello, los otros.
Los más adultos escogieron sentarse a la sombra después de
sacar unas cuantas fotos panorámicas de San Sebastián
Gracias a la experiencia adquirida, optaron por ponerse los
primeros de la fila para acceder al funicular de bajada, y así hacer posible la
ocupación del primer compartimento desde donde podía observarse todo el
recorrido hasta en sus menores detalles.
Desde allí se dirigieron al restaurante donde tenían
programada la comida, el Portuetxe, y después de disfrutar de sus variados
pescados a la brasa y otras viandas no menos apetitosas, volvieron a sus
respectivos lugares de reposo.
Caída ya la noche, se reunieron las tres generaciones
(antigua, media e infantil) para trasladarse juntos al Estadio de Anoeta, con
el tiempo de antelación suficiente para dar con el palco al que habían sido
invitados, pues no tenían ni idea de la situación de la puerta 14 por la que
debían acceder, y mucho menos de la del palco 25. Como puede imaginárselo
cualquiera, el perteneciente a la generación infantil se había enfundado la
correspondiente camiseta de uno de los jugadores del equipo y, por si quedaban
dudas, su progenitor le compró una bufanda al llegar a los alrededores del
campo de fútbol, con la excusa de protegerlo del relente.
Después de dos o tres intentos y con la ayuda de alguno de
los empleados que pululaban por los pasillos, dieron con dichoso palco 25, y se
encontraron con la agradable sorpresa de
que iban a ser solo cuatro personas para ocupar los nueve asientos existentes.
Así que pudieron acomodarse donde les apeteció, y encima disfrutar de un
catering previsto para nueve comensales, con lo que cada vez que les entraba el
gusanillo podían comerse lo mismo un mini-bocadillo de bonito con mahonesa o
dar cuenta de un pincho de tortilla de patatas.
Al final de un partido insulso a pesar de la victoria por
3-0, se trasladaron a la puerta por la que iban a salir los jugadores, pues
habían hecho las gestiones para que uno de los de la Real Sociedad se hiciese una
foto con el peque del grupo para reforzar así lo de convertirlo en un hincha de
la Real. Y así fue como se hizo una foto con el veterano capitán de la Real y,
de carambola, con una de sus estrellas emergentes.
Y de ahí a casa, es un decir, paseando hasta una parada de
taxis por la Avenida de Madrid que en esos momentos estaba totalmente desierta,
ya que había pasado más de una hora desde la finalización del encuentro.