miércoles, 16 de agosto de 2017

Semana del 6 al 12 de agosto del 2017

Y con las líneas que vienen a continuación se acaba lo escrito y publicado en este blog los cuatro últimos años. Y como siempre en estas fechas, se va a hablar de un tema recurrente año tras año: los veraneantes.

Pero con esto de la llamada ‘’turismofobia’’ hay que empezar por distinguir claramente los conceptos de ‘turismo’, ‘veranear’ y ‘vacaciones’. Y nada mejor que acudir a una fuente segura como el Diccionario del Español Actual de Manuel Seco y otros que algunos pueden considerar una antigualla, dado que se editó por primera vez en 1999 y se ha utilizado la reimpresión del año 2005.

TURISMO
Hecho de viajar por placer

VERANEAR
Pasar el verano o las vacaciones de verano en un lugar diferente al de residencia

VACACION
Suspensión, por descanso, de la actividad laboral o de la ocupación de una persona durante uno o más días

      Y si uno se remonta al siglo pasado, allá por 1968, puede comprobar en el Diccionario Ideológico de la Lengua Española de Julio Casares, que los conceptos citados están definidos prácticamente con las mismas palabras, con excepción de TURISMO, que lo precisa con ciertos matices y lo define como ‘’Práctica de viajar por diversos países para distracción y recreo’’.

Y pasemos a hablar de los veraneantes en los que se incluyen tanto a los que vienen a pasar hasta un mes completo en su segunda residencia como a los que alquilan un apartamento por una o dos semanas, y que lo ocupan con el máximo de familiares y amigos que sus dimensiones y las buenas relaciones interpersonales lo permitan. Y lo primero es advertir es que las características personales que se van a desarrollar a continuación, tienen un marco de referencia claro: una urbanización de unos cien apartamentos, y piscina incluida, en la que viven y residen durante todo el año unos veinte vecinos, propietarios o no de los apartamentos que ocupan, y que se multiplican por dos o por tres durante los meses de julio y agosto gracias a los que se han denominado con el apelativo de veraneantes. Y estos últimos pueden clasificarse en función de su manera de actuar y de relacionarse con el resto.

Estereotipos hay muchos. Pero en estas latitudes a donde se viene a tumbarse en una hamaca colocada a la sombra, si la hay, a comer en chiringuitos más o menos elegantes, y a cenar en restaurantes-escaparate, los estereotipos más abundantes, entre otros, son los que se describen a continuación.

Veraneantes PREPOTENTES

No suelen ser EMINENTES, aunque a veces ellos mismos se lo crean, pues a los que se les puede adjetivar así viven y pasan sus días en urbanizaciones exclusivas o en villas que son más mansiones que casas de campo.

Estos veraneantes tienen que aprovisionarse en los comercios locales de alimentación, no como los EMINENTES que envían a sus empleados hispanitos, filipinos, malabares o de otra procedencia cualquiera. Y en cuanto entran en ellos emplean las mil y una estrategias para reavivar la memoria de sus propietarios, si lo consideran necesario, con el fin de que se les reconozca como cliente ‘’habitual’’ del verano o estancia anterior. E incluso, si el nivel de adquisiciones pasadas lo aconsejase, para que se le asigne un estatus especial de cliente por su aportación pecuniaria en favor del mantenimiento del clan de autónomos en estos tiempos pasados de crisis. Y si es de las primeras veces que acude, por mor de no ser veraneante ‘habitual’, se hará notar con alguna o varias de las siguientes actuaciones:

a)      Preguntarán por productos y precios, incluyendo siempre alguno que sea de difícil aprovisionamiento, como el pepino enano tailandés.

b)      Harán ver gestualmente al resto de clientes, y los muy PREPOTENTES de palabra y obra, que los productos son de más calidad en el lugar en que residen habitualmente y, sobre todo, más baratos.

c)       Preguntarán si puede pagarse con tarjeta de esas de contacto, y si la respuesta es negativa mostrarán una amplia sonrisa, cuyo significado se comprobará al final de su compra, cuando muestren sus billetes de 200 ó 500 euros acompañados siempre de esa humilde pregunta…’’¿Tienen cambio?’’

Pero este tipo de veraneantes acumulan calificativos cuando participan en las tan manidas Asambleas de Comunidad de Vecinos que, por ‘respeto’ a los propietarios de segundas viviendas, se celebran siempre en el mes de agosto para facilitar su participación. En esas circunstancias, lo de PREPOTENTES se puede sustituir, matizar o complementar con otros calificativos, tales como ENGOLADOS, DEMAGOGOS, MANIPULADORES, INTRIGANTES, LADINOS,… Para empezar, suelen dejar claro de mil maneras a los residentes habituales que gracias a ellos, y solo a ellos y a sus cuotas religiosamente abonadas, los citados residentes gozan de una situación de privilegio y de unos servicios que más quisieran ellos en sus lugares de procedencia. Y muchas veces pretenden compensar sus meses de ausencia con un trato de favor casi personalizado: las mejores hamacas en la piscina, y colocadas en el lugar más adecuado a sus necesidades; la limpieza de sus escaleras y portales realizada con frecuencia, esmero y simpatía; las labores de jardinería y mantenimiento a punto para cualquier incidencia que se produzca en su entorno vital; las actuaciones de vigilancia a su servicio, incluso para reprimir conductas consideradas incívicas desde su punto de vista, sea de sus vecinos de urbanización o de ocupantes de apartamentos en las urbanizaciones colindantes, tales como ruidos excesivos a horas intempestivas, utilización de barbacoas con productos que provocan olores molestos,…

En fin, que al cabo de quince días todo el mundo está deseando que renuncie a su estatus de veraneante, y se vuelva para su residencia habitual, allende las nacionalidades.



Veraneante RESIGNADO/A, SOMETIDO/A

Su identificación es fácil. No se le ve a menudo, a menos que tenga que vigilar a los nietos en la piscina o tenga que llevarlos a la playa cuando, por la edad, no es aconsejable tenerlos con la chavalería junto a la piscina comunitaria. En este último caso suele dudar entre meterlos en el coche junto a todos los bártulos playeros, o arriesgarse a perder a alguno de los nietos o varios de los bártulos, o ambas cosas, en ese recorrido.

En su ronda por los comercios de la zona también presenta rasgos específicos. Normalmente lleva una lista más o menos visible a la que acude con frecuencia para consultar si la está cumpliendo adecuadamente. Cuando llega su turno en cualquiera de las tiendas, suele tener claro el qué, con solo echar un vistazo al papelito que lleva, pues aún no se ha visto a ninguno consultar el iPod o teléfono móvil, aunque sí han echado mano de este último para evacuar alguna consulta cuando no existía lo especificado en su guía personal. ¡Pero cuando hay que puntualizar el cuánto! Son preguntas clave a las que dudan responder ‘’Pimientos, ¿cuántos?’’, ‘’De cigalas, ¿medio kilo?’’, ‘’Tomates, ¿para ensalada o para gazpacho? ¿qué cantidad?’’ Menos mal que el problema lo soluciona la dependienta correspondiente con una sencilla pregunta que vale para cualquiera de los interrogantes ‘’¿Para cuántos?''

Y algo muy importante y muy tranquilizador o problemático, según se mire, sobre su presencia y participación en las Asambleas de la Comunidad: esperan para añadirse a la mayoría, cosa altamente peligrosa, pues son carne de cañón para los PREPOTENTES.



Veraneante VIRTUAL, DECORATIVO/A


Por razones que serían muy complicadas de desarrollar, se da sobre todo entre los extranjeros o españoles de mediana edad y con personal de entre 10 y 15 años a su cargo.

Se mueven entre los residentes sin hacer ruido (ellos, ¡claro!). Acuden casi exclusivamente a las grandes superficies para hacer sus compras y no se les ve por los comercios de la localidad, con excepción de sus visitas inexcusables a los mercadillos que se organizan puntualmente en toda la zona un día a la semana.

Pero tienen un rasgo diferencial característico: ni están, ni se les espera en cuanto sus vástagos o tutelados organizan un folklore de cualquier tipo que afecte a uno o más de los vecinos. Y lo mismo si son timbrazos en apartamentos que no son los suyos, como si son jolgorios a voz en grito a horas intempestivas, como si organizan fiestas ‘sui géneris’ en torno a la piscina a altas horas de la noche. A posteriori todo se reduce a solicitar comprensión para las salidas de tono de la gente joven y prometer que todo se va a solucionar



¡Y mejor finalizamos aquí! Y ya hablaremos la próxima vez del gobierno, como decían Tip y Coll, o de los buenos veraneantes, que los hay.

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