Semana del 11 al 17 de
septiembre del 2016(Brasil XIV)
Y antes de seguir con el relato del
viaje a Brasil, actualicemos algunas vistas de la zona Sur de San Pedro de Alcántara
ANOCHECER DESPUÉS DE LAS
PRIMERAS LLUVIAS DEL VERANO
LANCHAS PLAYERAS MUNICIPALES
PARA MORAGAS
GABARRÓN DEMOCRÁTICO
LA CONCHA DESDE EL PASEO
MARÍTIMO
PASEO MARÍTIMO Y PLAYA
CON SOMBRILLAS RENOVADAS
VIAJE A BRASIL (XIV)
8 de noviembre del 2007
Último día en El Sitio. Y como
cualquier día en que se va a emprender un viaje, siempre hay dos perspectivas
distintas entre los que van a viajar. La del o de la que conduce que, como
conoce los trayectos y el tipo de circulación que transita por él, prefiere
salir cuanto antes. Y el de los que son transportados, que según el lugar donde
están (prescindible, agradable/desagradable, …) y cómo de a gusto se encuentren
en él, coincidirán con el conductor o estarán dando la tabarra para que les deje
gozar un ratito más de la tranquilidad y del buen rollo de los que están
disfrutando. Y esta vez, por lo que sucedió, la que tenía la sartén por el
mango fue la que llevaba el coche.
Por lo menos el Recovecos durmió
profundamente hasta las 8 de la mañana. Pero tuvo que esperar a que se
levantara el Palmeras para poder desayunar decentemente y como dios manda, pues
no tenía ni idea de cómo funcionaba la máquina de hacer café.
La mañana se les pasó tomando el
sol, jugando a los numeritos y acabando con las existencias de zumo de
maracuyá. Y de repente, y sin previo aviso, a una de las anfitrionas le entró
la prisa y se pusieron todos a comer un ‘filet mignon’ sin que hubieran dado
todavía las doce del mediodía. Algunos aun tenían la papaya y el bizcocho del
desayuno asomando por el gaznate, lo que no fue excusa para sentarse en la mesa
y hacer que comían algo. No contenta con eso, la autora se la sugerencia u
orden de obligado cumplimiento del adelanto del ágape, mandó a todos a echar
una siestecilla antes de emprender el viaje de vuelta a Sao Paulo. La Flores y
el Recovecos, una vez que se aseguraron que tenían todo recogido, cambiaron la
siesta por estar sentados, recogidos y silenciosos en la galería que daba al
jardín donde, además, se disfrutaba de un calorcillo que facilitaba la
somnolencia.
Pero hete aquí que cuando la que tenía que trasladarlos
de vuelta a Sao Paulo les ve tan tranquilos, pero despiertos, manda al
Recovecos a despertar al Palmeras, y en menos de lo que dura el canto del
gallo, estaban todos subidos al coche, con los equipajes en la ‘cajuela’, y
preparados para recorrer los kilómetros que les separaban de su destino.
¡Y cómo los recorrieron! Con los
ojos cerrados la mayor parte del tiempo, rezando entre curva y curva, y cuando
circulaban en paralelo a camiones de todos los tamaños,…,¡aquello se parecía a
las series de clasificación de Fórmula 1 en Interlagos! Y todo ello amenizado
con frenazos repentinos para dejar incorporarse a la autopista a algún que otro
autobús de línea.
Una vez llegados al hotel y
deshechas las maletas, la Flores y el recovecos salieron a dar una vuelta por
los alrededores para reponer las pastillas de fibra (que, por cierto, resultó
que estaban fabricadas en Barcelona), comprar postales, localizar alguna
oficina de correos que, por suerte, estaba a dos pasos del hotel, y así hacer
tiempo hasta la hora en que habían acordado encontrarse con el Palmeras en la
cafetería del hotel. Y cuando se reunieron, comprobaron que una cosa es estar
seguro de lo que se pide al camarero y otra muy distinta es que éste lo
entienda. En resumen, que pidieron unas cervezas y unas patatas chip para
acompañarlas, y les trajeron las cervezas enseguida, pero no las patatas chip.
Estuvieron esperando un rato, extrañados de que al personal les costase tanto
abrir una bolsa de patatas, cuando apareció el camarero no con un plato, sino
con un platazo de patatas fritas en la cocina en vaya usted a saber qué aceite.
No se sabe si para gastar las
calorías que habían metido en su cuerpo o para buscar un sitio donde acompañar
las patatas fritas con algo más sabroso, salieron de nuevo a la calle y se acercaron
al Italian Shoping, galería comercial que estaba a unas cuantas manzanas del
hotel, en la misma avenida Paulista. Dieron una vuelta por la zona de
restaurantes pero al no convencerles ninguno, volvieron al que habían estado el
primer día de su estancia en Brasil, el Tahitiano, aplicando el viejo refrán de
que ‘’más vale malo conocido que bueno
por conocer’’. Y acertaron. Nada más
entrar, les reconocieron de inmediato y eso que habían estado una sola vez. No
se sabe si por el bigote del Recovecos, la calva del Palmeras o las abundantes
canas del Peluche, pero el caso es que la amabilidad y la simpatía con las que
les trataron y la comida apetecible que les recomendaron, provocaron que
saliesen sonrientes y con la sensación de haber acertado en la elección.
Cruzaron la avenida, tomaron un
té en la cafetería del hotel y…¡a la cama! Bueno, no directamente, pues todos,
menos el Recovecos, se pasaron un rato subiendo y bajando en el ascensor sin
que a estas fechas se sepa todavía la causa de tal jueguecito de niños.
9 de noviembre del 2007
Para el Recovecos, noche movidita
y amanecida de galerna. Y todo por culpa de un inicio de gripe combinado con
una ducha en la que lo fácil fue enjabonarse y lo difícil acertar con el manejo
de los dispositivos de regulación de la temperatura del agua para poderse
quitar los restos de jabón. Y cuando él y la Flores se fueron a vestir, se
encontraron con una situación que, a pesar de estar prevista, no dejó de incomodarles: estaban bajo mínimos
en lo que a mudas y ropa limpia se refería. Así que bajaron a recepción y
preguntaron cuál era el proceso para que les lavasen la ropa sucia y, al
enterarse de la cantidad de papeles que tenían que rellenar, dudaron de que les
diese tiempo a tener la ropa disponible antes de una semana, a pesar de lo cual
decidieron arriesgarse, rellenaron los papeles necesarios a cuatro manos, y
salieron de compras ‘sanitarias’ y a desayunar.
Compraron en una
droguería-perfumería próxima una caja de
Desenfriol brasileño y material de baño y, como el hambre apretaba, entraron en
el primer sitio donde vieron gente desayunando y que resultó ser un
autoservicio donde se encontraron con una novedad inesperada: cobraban lo que
llevabas en la bandeja al peso.
Una vez repuestos, se alejaron de
la tumultuosa Avenida Paulista, y volvieron al hotel zigzagueando por calles y
callejuelas mucho más tranquilas, lo que les permitió identificar, primero una
tienda de Xerox donde hicieron unas fotocopias que necesitaban, después la
oficina de correos donde dejaron las postales que tenían preparadas y,
finalmente, una cafetería al estilo español con mesitas en la acera en la que
se fijó el Recovecos y la situó en su navegador cerebral para acudir a
desayunar en jornadas posteriores.
Una vez que se reunieron con el
resto de compañeros de viaje, pidieron un taxi para 5 y acudió uno que debió de
entender que los pasajeros que iba a recoger eran pigmeos o de talla semejante,
pues entraron a duras penas y entreverados como las sardinas en lata, todos
menos el Palmeras que se instaló como copiloto. Les llevaron a la avenida de
San Luis donde habían quedado con la co-anfitriona y allí, unos fumando un
cigarrillo y otros curioseando por los alrededores pero sin apartarse mucho del
grupo, esperaron a que llegase para acompañarles a una oficina donde les iban a
organizar la visita a la ciudad que tenían previsto realizar al día siguiente.
Y allí empezaron con el juego ‘De
oca a oca y corro aunque no me toque’’ o, dicho de otra manera, ir de un sitio
a otro como pollos sin cabeza. A saber:
- No se puede
pagar la visita a la ciudad con tarjeta sino solo en efectivo o mediante
transferencia
- Deciden
pagarlo por transferencia y, una vez recolectados los reales necesarios, van a
un banco y hacen la transferencia
- Buscan
afanosamente una tienda donde hacer una fotocopia del justificante y vuelven a
la agencia de viajes a cerrar el trato
- Les llevan a
comer a un buffet donde se paga no por lo que se come sino por el peso que
llevas en la bandeja.
- Pirulean por
la zona buscando una tienda de semillas donde la Flores se hace con unos
bulbos…¿de alienígenas?
- Entran en un
súper supermercado a comprar café y chorradicas mil y aprovechan para tomar un
café en una barra.
- Entran en el
shopping Santa Lucía a comprar discos de música brasileña, un libro para la
co-anfitriona, un abre-frascos no sé para qué, y más chorradicas
- Van al
apartamento de la citada co-anfitriona a tomar una cerveza con queijo y un café
con patatas fritas (o eso le pareció al Recovecos)
- El Palmeras,
para evitar envidias insanas entre el personal doméstico, bendice a Lourdes, la
asistenta de la casa, y así la deja conforme, aunque todos están convencidos
que lo que quería es una bendición con confesión incluida.
- Después de
tanto ajetreo, algunos se miden el aura aunque nadie se fía ni de los
resultados ni de las subsiguientes interpretaciones.
Aun hubo más cosas y trajines de
aquí para allá, aunque a los viajeros todo les quedó ya como una nebulosa:
visita al apartamento de un familiar, a la peluquería de la anfitriona…De lo
que sí se acuerdan es que volvieron al hotel en otro taxi de los que llaman de
5 personas, y en los que, una vez dentro, quedas inmovilizado en la primera
postura que coges por falta de espacio: sentado en el filo del asiento, con el
reposabrazos o la manivela de la ventanilla clavados en el costillar o los riñones,
con la rodilla del vecino tocándote las narices,… Y el viaje se hace eterno y
la salida del taxi un tanto complicada, pues al variar la posición relativa de
cualquier parte del cuerpo, al sujeto que lo hace le dan calambres hasta en la
rabadilla.
Al llegar al hotel, y con muy
buen criterio, algunos se fueron a descansar y otros a buscar un cajero donde
compensar los gastos del día. Al caer la tarde, se reunieron todos a tomar unas
cervecitas y salieron a cenar a un sitio bastante ‘apañao’ que habían visto la
Flores y Recovecos en su recorrido matutino. Pero el restaurante estaba
completo y acabaron sentándose a tomar unos ‘fritos brasileños’ variados en un
lugar sin nombre y sin referencia siquiera en el listín telefónico de Sao Paulo
y, encima, con zumo de maracuyá.
Como es natural, cuando no se
‘huele’ ni una birra, volvieron silenciosos al hotel y se fueron a la cama sin
rechistar.
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