sábado, 24 de septiembre de 2016

Semana del 18 al 24 de septiembre del 2016(Brasil XV)


10 de noviembre del 2007

Antes de iniciar el tour turístico por Sao Paulo, el Recovecos desapareció y, según contó,  se fue a una cafetería próxima al hotel, se sentó en una de las mesitas instaladas en la acera, y se tomó un desayuno estilo europeo (café con leche, zumo, croissant y una porción de bizcocho casero) mientras leía el periódico y veía pasar coches acelerados y oficinistas con prisas.

Y una vez que la guía vino a recogerles al hotel, iniciaron la visita a la ciudad religiosamente, es decir, comenzando en primer lugar por la catedral y la iglesia de San Benito.





LA CATEDRAL



UNA CAMPANA CUYO SIGNIFICADO Y LUGAR PERMANECEN AUN EN EL ARCANO




PATEO DO COLLEGIO, PRIMERA CONSTRUCCIÓN DE LOS JESUITAS EN SAO PAULO







IGLESIA Y MONASTERIO DE SAN BENITO



ESTACIÓN DE METRO DE SAN BENITO

Y a continuación

 VISTAS DESDE UN LUGAR PRÓXIMO A LA IGLESIA DE SAN BENITO




 


 



Desde ahí, y pasando por delante de algunos edificios singulares, se acercaron hasta la estación de ferrocarril donde aprovecharon para hacer una ‘paradinha’ y acudir, el que lo necesitase, a los ‘banheiros’. Intentaron tomar un café en la cafetería de la pinacoteca que había en el mismo edificio que la estación y, al encontrarla cerrada, decidieron tomarlo en el Mercado, en la zona de establecimientos de comida que ya conocían.




EDIFICIOS SINGULARES



ESTACIÓN DE FERROCARRIL

Y allí se dirigieron pasando por la llamada ‘’Calle de las Novias’’, donde todas las tiendas lucen en sus escaparates vestidos de todos los estilos y precios para la ídem. Y cuando llegaron a su destino se sentaron en una mesa y pidieron los consiguientes cafés y, aunque esta vez lograron librarse de las famosas empanadillas de bacalao, no pudieron evitar el acompañarlo con las no menos ‘sabrosas’ empanadillas de queso. Después de un tira y afloja a raíz del llamado ‘’café de cortesía’’ y que se tradujo en que el Palmeras pudo degustar su segundo cafelito, bajaron a recorrer de nuevo la zona de puestos de venta de alimentos de todas clases, y aprovecharon para saludar al frutero que habían conocido el primer día de su estancia, y que les reconoció y recibió cariñosamente.



DE COMPRAS POR EL MERCADO

Del Mercado fueron a ver y pasear por el Parque de Ibirapuera y ver el Auditorio, por lo menos por fuera pues estaba cerrado al público debido a unos ensayos de no sé qué que se estaban realizando.




AUDITORIO

Después de dar una vuelta por una zona residencial, acabaron en una tienda de gemas donde nuestros viajeros se desmelenaron, pues había piedras de todos los precios, tamaños y colores, muy propias para regalitos y regalazos. Llegó la hora de comer y Mónica, la guía, les llevó a ‘’O Mineira’, donde ofertaban un buffet más que apetecible, y que el Peluche y el Recovecos acompañaron con abundante cerveza negra



EXTERIOR DE ‘O MINEIRA’


INTERIOR DE ‘O MINEIRA’


BUFFET



EL BUEN COMER, MEJOR CON BUENA COMPAÑÍA

Como es muy fácilmente deducible, de ‘O Mineira’ se fueron directamente al hotel y, después de descansar un rato, jugaron unas partidas de cartas en el lobby, hicieron cuentas y vieron que el más calladito, el Peluche, era el que más había ganado a costa, sobre todo, de la Flores y el Recovecos. Y dado que más de uno estaba sintiendo síntomas de gripe o sus últimos coletazos, decidieron tomarse unos sándwiches e irse a dormir.


11 de noviembre del 2007

Por lo que se ve, al Recovecos le había encantado la cafetería próxima al hotel y, sin avisar a nadie, se fue para allá a desayunar. Al volver al hotel se encontró al resto ya preparados para cruzar la avenida y asistir a misa en la iglesia de San Luis Gonzaga.



IGLESIA DE SAN LUIS GONZAGA

El  Recovecos, ni corto ni perezoso, se excusó y dijo que él tenía que ir a comprar tabaco pues se le habían acabado las provisiones y comenzaba a sentir los efectos del síndrome de abstinencia. Eso sí, les prometió que se reuniría con ellos en cuanto solucionase el problema. Pero en realidad no fue así, pues se quedó ‘ramoneando’ con el boy del hotel para hacer tiempo. Al final se decidió, cruzó la  calle y accedió al templo con la esperanza de llegar al ‘’Ite misa est’’. Pero no, la misa fue de las largas e historiadas así que, resignado, aguardó a que finalizase para reunirse con el resto del grupo y poder iniciar todos juntos el plan del día.

En un taxi que cogieron en la puerta del hotel y que, ¡ya es casualidad!, lo conducía el mismo que les había trasladado días antes al aeropuerto, se trasladaron al distrito de Liberdade donde se concentra la mayor población japonesa existente fuera del Japón, y donde habían quedado con sus anfitriones para disfrutar del ambiente del ‘’pueblo japonés’’. Pasearon por la calle principal entre una multitud de turistas como ellos, entraron en comercios a comprar recuerdos de todo tipo de precio y de  material y, cuando estaban dando las doce del mediodía, les dijeron que ya era suficiente y que había que buscar un sitio para comer. 



LA AVENIDA PRINCIPAL

En el primero que entraron fue en uno de los que ya eran habituales para ellos, uno de esos en los que la comida se paga al peso, pero se negaron a comer en él. Y no fue por la comida que vislumbraron a lo lejos, sino porque se encontraron a la cola de una fila cuya cabecera ni se veía. Deambularon por la zona y accedieron, por una entrada estrecha, a un restaurante típico japonés, de esos divididos en compartimentos y en los que te tienes que sentar en el tatami con la mesa tropezándote en las rodillas, y en los que, una vez descubierta la postura ideal, todo es fácil y cómodo a no ser que te veas obligado a levantarte por urgencias mingitorias. Como era previsible, tomaron tempura y sushi, invitaron a sus anfitrionas, y salieron en busca de un lugar donde poder tomar café. Solo encontraron uno que les diese confianza, pero con tanta gente esperando a ser atendida que optaron por volverse al hotel y tomarlo allí.

El trayecto de vuelta lo hicieron en metro, y hasta utilizaron un ascensor para acceder a la estación en el que, por cierto, sufrieron lo que para ellos les quedó grabado como una encerrona, aunque visto en retrospectiva, tal vez fue solo un funcionamiento normal del artilugio, si bien lento, a trompicones y con paradas imprevistas.



LAS ESCALERAS QUE SE EVITARON AL TOMAR EL ASCENSOR


De la tarde, poco que reseñar, a no ser lo de la niña, que anunció que iba a andar un poco o, dicho de otra manera, que iba a dar una vuelta a la manzana, y desapareció con el Peluche durante nada menos que dos horas. A pesar de todo, ambos fueron admitidos a la cena y a la partidita de cartas que ganó el Palmeras, después de las cuales todos se fueron a dormir.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Semana del 11 al 17 de septiembre del 2016(Brasil XIV)

Y antes de seguir con el relato del viaje a Brasil, actualicemos algunas vistas de la zona Sur de San Pedro de Alcántara


ANOCHECER DESPUÉS DE LAS PRIMERAS LLUVIAS DEL VERANO



LANCHAS PLAYERAS MUNICIPALES PARA MORAGAS



GABARRÓN DEMOCRÁTICO


LA CONCHA DESDE EL PASEO MARÍTIMO





PASEO MARÍTIMO Y PLAYA CON SOMBRILLAS RENOVADAS


VIAJE A BRASIL (XIV)


8 de noviembre del 2007

Último día en El Sitio. Y como cualquier día en que se va a emprender un viaje, siempre hay dos perspectivas distintas entre los que van a viajar. La del o de la que conduce que, como conoce los trayectos y el tipo de circulación que transita por él, prefiere salir cuanto antes. Y el de los que son transportados, que según el lugar donde están (prescindible, agradable/desagradable, …) y cómo de a gusto se encuentren en él, coincidirán con el conductor o estarán dando la tabarra para que les deje gozar un ratito más de la tranquilidad y del buen rollo de los que están disfrutando. Y esta vez, por lo que sucedió, la que tenía la sartén por el mango fue la que llevaba el coche.

Por lo menos el Recovecos durmió profundamente hasta las 8 de la mañana. Pero tuvo que esperar a que se levantara el Palmeras para poder desayunar decentemente y como dios manda, pues no tenía ni idea de cómo funcionaba la máquina de hacer café.

La mañana se les pasó tomando el sol, jugando a los numeritos y acabando con las existencias de zumo de maracuyá. Y de repente, y sin previo aviso, a una de las anfitrionas le entró la prisa y se pusieron todos a comer un ‘filet mignon’ sin que hubieran dado todavía las doce del mediodía. Algunos aun tenían la papaya y el bizcocho del desayuno asomando por el gaznate, lo que no fue excusa para sentarse en la mesa y hacer que comían algo. No contenta con eso, la autora se la sugerencia u orden de obligado cumplimiento del adelanto del ágape, mandó a todos a echar una siestecilla antes de emprender el viaje de vuelta a Sao Paulo. La Flores y el Recovecos, una vez que se aseguraron que tenían todo recogido, cambiaron la siesta por estar sentados, recogidos y silenciosos en la galería que daba al jardín donde, además, se disfrutaba de un calorcillo que facilitaba la somnolencia.




Pero hete  aquí que cuando la que tenía que trasladarlos de vuelta a Sao Paulo les ve tan tranquilos, pero despiertos, manda al Recovecos a despertar al Palmeras, y en menos de lo que dura el canto del gallo, estaban todos subidos al coche, con los equipajes en la ‘cajuela’, y preparados para recorrer los kilómetros que les separaban de su destino.

¡Y cómo los recorrieron! Con los ojos cerrados la mayor parte del tiempo, rezando entre curva y curva, y cuando circulaban en paralelo a camiones de todos los tamaños,…,¡aquello se parecía a las series de clasificación de Fórmula 1 en Interlagos! Y todo ello amenizado con frenazos repentinos para dejar incorporarse a la autopista a algún que otro autobús de línea.

Una vez llegados al hotel y deshechas las maletas, la Flores y el recovecos salieron a dar una vuelta por los alrededores para reponer las pastillas de fibra (que, por cierto, resultó que estaban fabricadas en Barcelona), comprar postales, localizar alguna oficina de correos que, por suerte, estaba a dos pasos del hotel, y así hacer tiempo hasta la hora en que habían acordado encontrarse con el Palmeras en la cafetería del hotel. Y cuando se reunieron, comprobaron que una cosa es estar seguro de lo que se pide al camarero y otra muy distinta es que éste lo entienda. En resumen, que pidieron unas cervezas y unas patatas chip para acompañarlas, y les trajeron las cervezas enseguida, pero no las patatas chip. Estuvieron esperando un rato, extrañados de que al personal les costase tanto abrir una bolsa de patatas, cuando apareció el camarero no con un plato, sino con un platazo de patatas fritas en la cocina en vaya usted a saber qué aceite.

No se sabe si para gastar las calorías que habían metido en su cuerpo o para buscar un sitio donde acompañar las patatas fritas con algo más sabroso, salieron de nuevo a la calle y se acercaron al Italian Shoping, galería comercial que estaba a unas cuantas manzanas del hotel, en la misma avenida Paulista. Dieron una vuelta por la zona de restaurantes pero al no convencerles ninguno, volvieron al que habían estado el primer día de su estancia en Brasil, el Tahitiano, aplicando el viejo refrán de que ‘’más vale malo conocido que bueno por conocer’’. Y acertaron.  Nada más entrar, les reconocieron de inmediato y eso que habían estado una sola vez. No se sabe si por el bigote del Recovecos, la calva del Palmeras o las abundantes canas del Peluche, pero el caso es que la amabilidad y la simpatía con las que les trataron y la comida apetecible que les recomendaron, provocaron que saliesen sonrientes y con la sensación de haber acertado en la elección.

Cruzaron la avenida, tomaron un té en la cafetería del hotel y…¡a la cama! Bueno, no directamente, pues todos, menos el Recovecos, se pasaron un rato subiendo y bajando en el ascensor sin que a estas fechas se sepa todavía la causa de tal jueguecito de niños.



9 de noviembre del 2007

Para el Recovecos, noche movidita y amanecida de galerna. Y todo por culpa de un inicio de gripe combinado con una ducha en la que lo fácil fue enjabonarse y lo difícil acertar con el manejo de los dispositivos de regulación de la temperatura del agua para poderse quitar los restos de jabón. Y cuando él y la Flores se fueron a vestir, se encontraron con una situación que, a pesar de estar prevista,  no dejó de incomodarles: estaban bajo mínimos en lo que a mudas y ropa limpia se refería. Así que bajaron a recepción y preguntaron cuál era el proceso para que les lavasen la ropa sucia y, al enterarse de la cantidad de papeles que tenían que rellenar, dudaron de que les diese tiempo a tener la ropa disponible antes de una semana, a pesar de lo cual decidieron arriesgarse, rellenaron los papeles necesarios a cuatro manos, y salieron de compras ‘sanitarias’ y a desayunar.

Compraron en una droguería-perfumería  próxima una caja de Desenfriol brasileño y material de baño y, como el hambre apretaba, entraron en el primer sitio donde vieron gente desayunando y que resultó ser un autoservicio donde se encontraron con una novedad inesperada: cobraban lo que llevabas en la bandeja al peso.

Una vez repuestos, se alejaron de la tumultuosa Avenida Paulista, y volvieron al hotel zigzagueando por calles y callejuelas mucho más tranquilas, lo que les permitió identificar, primero una tienda de Xerox donde hicieron unas fotocopias que necesitaban, después la oficina de correos donde dejaron las postales que tenían preparadas y, finalmente, una cafetería al estilo español con mesitas en la acera en la que se fijó el Recovecos y la situó en su navegador cerebral para acudir a desayunar en jornadas posteriores.

Una vez que se reunieron con el resto de compañeros de viaje, pidieron un taxi para 5 y acudió uno que debió de entender que los pasajeros que iba a recoger eran pigmeos o de talla semejante, pues entraron a duras penas y entreverados como las sardinas en lata, todos menos el Palmeras que se instaló como copiloto. Les llevaron a la avenida de San Luis donde habían quedado con la co-anfitriona y allí, unos fumando un cigarrillo y otros curioseando por los alrededores pero sin apartarse mucho del grupo, esperaron a que llegase para acompañarles a una oficina donde les iban a organizar la visita a la ciudad que tenían previsto realizar al día siguiente.

Y allí empezaron con el juego ‘De oca a oca y corro aunque no me toque’’ o, dicho de otra manera, ir de un sitio a otro como pollos sin cabeza. A saber:

- No se puede pagar la visita a la ciudad con tarjeta sino solo en efectivo o mediante transferencia

- Deciden pagarlo por transferencia y, una vez recolectados los reales necesarios, van a un banco y hacen la transferencia

- Buscan afanosamente una tienda donde hacer una fotocopia del justificante y vuelven a la agencia de viajes a cerrar el trato

- Les llevan a comer a un buffet donde se paga no por lo que se come sino por el peso que llevas en la bandeja.

- Pirulean por la zona buscando una tienda de semillas donde la Flores se hace con unos bulbos…¿de alienígenas?

- Entran en un súper supermercado a comprar café y chorradicas mil y aprovechan para tomar un café en una barra.

- Entran en el shopping Santa Lucía a comprar discos de música brasileña, un libro para la co-anfitriona, un abre-frascos no sé para qué, y más chorradicas

- Van al apartamento de la citada co-anfitriona a tomar una cerveza con queijo y un café con patatas fritas (o eso le pareció al Recovecos)

- El Palmeras, para evitar envidias insanas entre el personal doméstico, bendice a Lourdes, la asistenta de la casa, y así la deja conforme, aunque todos están convencidos que lo que quería es una bendición con confesión incluida.

- Después de tanto ajetreo, algunos se miden el aura aunque nadie se fía ni de los resultados ni de las subsiguientes interpretaciones.

Aun hubo más cosas y trajines de aquí para allá, aunque a los viajeros todo les quedó ya como una nebulosa: visita al apartamento de un familiar, a la peluquería de la anfitriona…De lo que sí se acuerdan es que volvieron al hotel en otro taxi de los que llaman de 5 personas, y en los que, una vez dentro, quedas inmovilizado en la primera postura que coges por falta de espacio: sentado en el filo del asiento, con el reposabrazos o la manivela de la ventanilla clavados en el costillar o los riñones, con la rodilla del vecino tocándote las narices,… Y el viaje se hace eterno y la salida del taxi un tanto complicada, pues al variar la posición relativa de cualquier parte del cuerpo, al sujeto que lo hace le dan calambres hasta en la rabadilla.

Al llegar al hotel, y con muy buen criterio, algunos se fueron a descansar y otros a buscar un cajero donde compensar los gastos del día. Al caer la tarde, se reunieron todos a tomar unas cervecitas y salieron a cenar a un sitio bastante ‘apañao’ que habían visto la Flores y Recovecos en su recorrido matutino. Pero el restaurante estaba completo y acabaron sentándose a tomar unos ‘fritos brasileños’ variados en un lugar sin nombre y sin referencia siquiera en el listín telefónico de Sao Paulo y, encima, con zumo de maracuyá.


Como es natural, cuando no se ‘huele’ ni una birra, volvieron silenciosos al hotel y se fueron a la cama sin rechistar.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Semana del 4 al 10 de septiembre del 2016

Después de la semana de transición, la semana de puesta a punto. Y eso lo ha decidido el Pirulo porque los sitios que hay para reposar, reunirse o disfrutar de las distintas perspectivas han variado en San Pedro de Alcántara. Y esa variación ha sido la consecuencia de la construcción de nuevos edificios, sobre todo en la zona sur de la población. Mucha crisis, muchos promotores españoles agazapados o huidos, pero el caso es que una empresa inglesa comenzó hace un par de años a comprar terrenos y a construir apartamentos que, por lo que se ve, ha vendido a inversores de su misma nacionalidad, no se sabe si temerosos de las consecuencias del Brexit o ansiosos de disfrutar de  su jubilación al sol.

De ahí que el Pirulo haya llevado a su grupo, en primer lugar, a la pasarela del Boulevard para que tomaran el punto de referencia en la Concha y, al mismo tiempo, fijasen en sus locas cabecitas la localización de los distintos gastro bares y lugares de esparcimiento instalados en el citado Boulevard.




De ahí se han trasladado a la azotea del hotel NH, desde donde han podido contemplar el nuevo edificio de apartamentos de lujo, o por lo menos así lo anuncian, en el que algún inversor arriesgado, pero sobrado de billetes de 500 €, ha decidido gastar su dinero con la esperanza de lograr, si no pingües beneficios, por lo menos ‘desatascar’ el dinerito que tenía apalancado. Y el edificio está, nada menos, que a la entrada de la calle Córdoba.


Luego les ha llevado a todos a que viesen los tres bloques del inglés ya citado, dos de ellos ya terminados y vendidos en su mayoría  y con los bajos ocupados sobre todo por restaurantes y cafeterías, y el otro en avanzado estado de construcción.

Fotos


BLOQUE 2

BLOQUE 1 DESDE LA AVENIDA DEL MEDITERRÁNEO



SOPORTALES BLOQUE 1


BLOQUES 1 Y 2, AVENIDA SALAMANCA


BLOQUE 3 EN CONSTRUCCIÓN


BLOQUE 2

Y desde ahí, se han dirigido hacia la playa, posándose en el tejado del restaurante ‘Casa Fernando’ para contemplar la urbanización ‘’luxuriosa’’ que el inglés está acabando para que sus compatriotas con exceso de euros ‘oscuros’ puedan ‘moverlos con tranquilidad mientras se estabiliza la libra pues, como todo el mundo sabe, San Pedro de Alcántara está más cerca del reino Unido que Panamá, con la ventaja de que Gibraltar está a un tiro de piedra.








DESDE LA AVENIDA DEL MEDITERRÁNEO


AVENIDA SALAMANCA-FASE FINAL


Y para terminar, se han ido todas al paseo marítimo para ver si caía algo de cena en las proximidades del antiguo chiringuito donde trabajó el Cachuli, el Flamingo. ¡Y casi ni lo reconocen! Se lo han encontrado todo remozado al estilo caribeño con techumbre de paja, y con unos precios que les han forzado a volar a otros rincones menos elegantes, pues si el precio de un solomillo de ternera está marcado a 20 €, no hay comensal que deje restos, ni siquiera en el caso de haber pedido unos humildes boquerones.









Y al final se han refugiado junto al Kala-Kalua para ver si allí ‘pescaban’ algo y no se veían obligadas a irse a descansar con el buche vacío. 

domingo, 4 de septiembre de 2016

Semana del 28 de agosto al 3 de septiembre del 2016(Brasil XIII)

Y SEGUIMOS CON EL RELATO DEL VIAJE AL BRASIL


5 de noviembre del 2007

Amaneció en Río con un cielo plomizo que presagiaba lluvia, y que comenzó a caer cuando bajaron a desayunar. Se sentaron los cinco en una mesa de cuatro y allí, bien apretaditos, pasaron la primera hora de la mañana. Las demás horas, anulando la excursión turística al Pan de Azúcar, mirando por la ventana, dando vueltas por Recepción, consiguiendo un chubasquero gratis por si acaso, y jugando a las cartas.

Ya era cerca del mediodía cuando el Recovecos, harto de no hacer nada, decidió darle utilidad al chubasquero que había conseguido y salió a dar una vuelta con el pretexto de comprar tabaco. Al oír ese pretexto tan manido, la Flores reaccionó rápidamente y se añadió a la incursión por los alrededores, en este caso con la excusa de que tenía que comprarse unas chanclas para poder andar cómodamente por la calle que, ya en ese momento, era más un charco continuo que una acera practicable. A la vuelta y con los deberes hechos, pues mostraron el paquete de tabaco Benson y unas chanclas con el nombre de Ipanema grabado en donde se apoyaba el pie, comunicaron a los demás que habían localizado en su recorrido un restaurante en el que podían estar a cubierto y que no tenía mala pinta. Y allí se fueron todos menos el Palmeras, a tomar un plato de picanha y unos camarones.

Y por la tarde, más de lo mismo. No hay cosa más aburrida que Río con lluvia continua. Y para aprovechar el tiempo, no se sabe a quién, pero a alguien se le ocurrió proponer el dar una vuelta en taxi para, por lo menos, visualizar la zona centro de Río. Ver, lo que se dice ver, no vieron mucho, porque entre la lluvia y el tipo de conducción del taxista solo podían vislumbrar los alrededores del taxi cuando éste se paraba para no sobrepasar un semáforo en rojo o porque la circulación se hacía pausada por culpa de la lluvia y de las consiguientes retenciones. El resto del tiempo, la mayoría iba con los ojos cerrados para no ser conscientes de lo que se libraban por los pelos cada par de minutos, aunque el taxista iba tan tranquilo identificándoles los edificios que veían a su paso y, en más de una ocasión, señalándolos con una o con las dos manos que, como es natural, dejaban de sujetar el volante durante unos segundos que se les hacían eternos a los pasajeros.

Al volver al hotel tuvieron que poner todos los medios que tenían a su alcance para relajarse, por lo que organizaron unas cuantas partidas de cartas que, por cierto, ganó el Peluche, y tomándose mientras tanto sendas caipirinhas. Y cuando el Recovecos consideró unilateralmente que ya había perdido suficiente, puso como excusa el que había que prepararse para el viaje del día siguiente y, ante su negativa a echar una partidita más, se fueron todos a sus habitaciones sin cenar y sin rechistar, ya que todos conocían el mal humos que se le ponía al Recovecos cuando perdía más de dos euros.


6 de noviembre del 2007

¡Vaya madrugón! Les hicieron levantar a todos a las cinco y media (¡5,30 a.m!) y, como es natural, no hubo siquiera un desayuno decente. Con un café y un zumo salieron hacia el aeropuerto, ¿y para qué?. Para encontrarse con un montón de vuelos que se habían cancelado o atrasado Y les tocó esperar cerca de la puerta de embarque suspirando y rogando para que su vuelo a Sao Paulo fuese de los que antes se pusiese en marcha. Por fin se anunció que el vuelo estaba dispuesto a salir pero…¡ en otra puerta de embarque distinta a la que habían anunciado inicialmente! Cogieron rápidamente el equipaje de mano, el Recovecos se hizo cargo de la silla de ruedas de la Flores y, como ya había cogido práctica, llegaron a su destino sin provocar ningún accidente digno de mención, a base de anunciarse a los viandantes con el grito que ya había aprendido.. ¡Obrigato!, ¡Obrigato!



AEROPUERTO SANTOS DUMONT


El vuelo se les hizo corto y, como ya tenían la jornada planificada, cuando llegaron a Sao Paulo tomaron un taxi y se fueron a casa de sus anfitriones, donde ya estaba preparado un practicante que inyectó al Palmeras una buena ración de antibióticos para impedir que el enfriamiento se transformase en algo peor. Y…¡a viajar otra vez!

Y esta vez a una finca llamada ‘El Sitio’ situada a poca distancia de una población  que tenía por nombre Louveira, donde se detuvieron a comprar un par de cosas para completar el avituallamiento que ya llevaban. Y cuando ya estaban llegando a su destino, aceleraron para evitar que les cayera encima la tromba de agua que se acercaba, cosa que solo lograron parcialmente. Y es que cuando ya tenían el coche a la puerta de la casa, comenzó repentinamente una de esas tormentas tropicales que les impidió salir del coche, pues lo que no querían es que, por no esperar cinco minutos, entrasen en la casa chorreando agua. Cuando la lluvia torrencial se transformó en un txirimiri casi inocuo, salieron del coche, bajaron el equipaje y se instalaron en los aposentos previstos con anterioridad por sus anfitriones.

Antes de comer una buena freixoada dieron una vuelta por la finca, comprobando que estaba rodeada en sus tres cuartas partes por una zona boscosa salvaje y en la que, según les dijeron, había hasta un grupo de monos que, por las mañanas, parecía que formaban un coro y se dedicaban a gritar al unísono, con distintas cadencias, ritmos y volúmenes de ‘voz’.




EL SITIO
Y como nuestros viajeros habían madrugado y no habían descansado ‘’comm’il faut’ en toda la mañana, después de la abundante freixoada que les dieron para comer, se permitieron una buena siesta, de esas que se denominan como ‘’de orinal y pijama’’.




El resto de la tarde  se les pasó en un suspiro. Entre enredar con los perros, tomarse un buen té con bizcocho y echar unas cuantas partidas de Rumikub,  llegó la hora de cenar  para quienes había digerido la freixoada y de irse a la cama a todos, casi sin darse cuenta.





7 de noviembre del 2007

Primer día, después de mucho tiempo, en el que nuestros turistas toman un desayuno normal, de esos que se toman en casa todos los días: café, un poco o un mucho de fruta según los gustos de cada cual, y una buena porción de bizcocho casero o algo semejante. Y después, división de ‘funciones’. 

La Niña y el Peluche acompañaron a sus familiares a dar un paseo matutino deseos que le gustan tanto al Peluche y de los que reniega la Niña y que, además, le quitan la sonrisa por el esfuerzo al que le obligan.

Los otros tres, es decir, la Niña, el Palmeras y el Recovecos se decidieron por lo que desde hace años están acostumbrados a hacer en vacaciones, a saber, tumbona, sol y/o sombra, y piscina. Y desde esa posición tan cómoda contemplaron la naturaleza que les rodeaba, sin esforzarse excesivamente y, sobre todo, entreteniéndose en localizar entre el ramaje del grupo de árboles que había próximos a la piscina, a los monos que, como les habían anunciado, suelen iniciar su coro de gritos hacia el mediodía.






En un momento determinado se les acercó para saludarles, o eso creyeron, el casero-cuidador de la finca con el que mantuvieron una charla intrascendente. Intrascendente porque el Palmeras y el Recovecos no entendían nada, y se limitaron a sonreír y a hacer gestos de atención y aquiescencia en los momentos que consideraron oportunos.

No se sabe si como consecuencia de esa conversación o porque así lo tenía ya previsto, se acercó Celia, que era la que atendía las labores de la casa, preguntando por el ‘Pai’ a lo que el Recovecos hizo rápidamente gestos que indicaban que no era él sino el Palmeras, y apartándose por si acaso al rincón más lejano de la piscina para evitar cualquier tipo de confusión. Y la Celia, con una amplia sonrisa y la cara iluminada y radiante, le dio un beso en la mano al Palmeras con un gesto y una actitud propias del que está besando el anillo papal. Dijo algo al Palmeras, y allá se fueron los dos, debajo de una palmeras (valga la redundancia), se supone que para poner en práctica el sacramento de la confesión. No se sabe cómo se entendieron, pues el Palmeras entiende el portugués sólo un poco más que el cheso, pero el caso es que allí estuvieron un buen rato del que Celia, por la cara que tenía cuando volvió al edificio, salió alegre y reconfortada o, por lo menos, eso se supone. No pasaron ni treinta segundos, cuando el Recovecos se acercó al Palmeras para indagar si los pecados en portugués se dicen lo mismo que en castellano, o si lo que había hecho era repasar los mandamientos extendiendo uno a uno los diez dedos de las manos, y pidiendo que se le hiciese la afirmación o negación con la cabeza. A pesar de lo que insistió, el Recovecos no pudo aclarar cómo funcionaba eso de la absolución en distintos idiomas y, como el Palmeras no soltaba prenda, volvió a su tumbona a hacer elucubraciones religiosas mil.

Cuando volvieron los caminantes formaron un grupo alrededor de una mesa donde charlaron y algunos tomaron por primera vez zumo de maracuyá, haciendo tiempo para la comida que ese día iba a ser a base de platos libaneses: humus, sémola con picadito, berenjenas con crema de sésamo y algo que se llamaba kibbeh y que para el Recovecos, que le encantan las mezclas aunque no sepa de qué, estaba buenísimo. Según le dijeron, consistía en carne picada con piñones y aderezos a gusto del que lo cocinase.





Después de la comida libanesa, la siesta. Aunque la verdad es que lo de la siesta se hubiese producido igualmente con una comida portuguesa, húngara y hasta australiana.

Y ya, con la mitad de la tarde superada, unas cuantas partidas a la ‘mona’ en las que perdieron casi todos menos la Flores, cosa que provocó que el Recovecos iniciase la ‘estampida’ por eso del perder, y que se solidarizasen el Palmeras y el Peluche, abandonando a las mujeres a su suerte que no fue otra que organizar partidas entre ellas a un juego más ‘intelectual’, el Rumikub.




Y esas pérdidas monetarias ofuscaron la memoria del Recovecos que no la reseteó hasta la mañana siguiente y que, por lo tanto, no recuerda nada de lo que pasó ni antes ni después de la cena.