Semana del 14 al 20 de diciembre del 2014 (Viaje a Japón III)
Esta semana es de locas. Cada una
anda por su entorno ‘’divirtiéndose’’ con las compras de Navidad. Parece que la
gente se ha vuelto majareta con eso de que ‘la
crisis es historia’, y todo el mundo anda cargado con paquetes de todos los
tamaños por la calle.
Al Pisha no sé si lo veremos de
nuevo pues, con las sobras del famoso ‘pan de Cái’ que están dejando los
obradores de su ciudad, va a coger una indigestión que va a llevarle, por lo
menos, al hospital.
La Txu-Txori, como lo de comer
bien lo tienen asumido como algo consustancial que hay que practicar todo el
año, se dedica a impulsar las tradiciones laborales ‘ancestrales’. Aunque, bien
pensado, es algo que solo practicaban los más ‘’pringaos’’ de la época o, con
palabras más elegantes y actuales, los ‘’descartados’’ sociales de aquellos
tiempos: el olentzero. Y este año, en vez de conformarse con que baje de los
bosques, donde vivían enmontañados, con carbón y regalos, se han dedicado a
reconstruir esa antigua realidad organizando la fabricación del carbón de leña
al estilo antiguo, y en medio de las poblaciones.
OLENTZERO EN LA FASE
PREVIA A SU REENCARNACIÓN ACTUAL
Al Filloas no creo que aparezca
antes del mes de marzo, pues con las campañas de marisco que hay en toda la
costa gallega para poder hacer el agosto en el mes de diciembre, va a poder
almacenar comida para un par de meses. Y eso, porque a los humanos se les
ocurre comer lo mismo al mismo tiempo, y aunque los precios se pongan por las
nubes: besugo (40/50 €-kilo), percebes (85 € ración en un buen restaurante),
marisco de todo tipo, angulas (500/600 € el kilo),…
Del Borni no tenemos noticia,
pues lleva tiempo sin decir ‘este pico es mío’. Sospechamos que, ante el
tsunami de imputados que hay en su zona, se ha puesto a buen recaudo por si le
salpica cualquiera de los mil casos de chapuzas y corruptelas que han emergido en sus costas.
A la Tatiqui no le veo el pelo o,
mejor dicho, las plumas, desde hace quince días. Lo más probable es que uno de
estos días regresará, pues se le acaba el tiempo de repartir felicitaciones y
regalos a diestro y siniestro antes de que lleguen los días navideños.
Y de los demás nada de nada. Lo
más posible es que el Guindilla ande investigando en qué queda ese anuncio de
que se reanudan las conversaciones sobre Gibraltar; la Surfi seguro que
esperando que empiecen a llegar las borrascas y las olas consiguientes a las
playas de Tarifa; y la Coyotita creo que está preparando las famosas
‘’posaditas’’ mejicanas que, según parece, quiere implantarlas en Andalucía
como método de recogida de fondos para las familias sin recursos.
Por todo ello me he decidido a
seguir publicando eso del viaje a Japón que encontré, cuyo nuevo fragmento pongo
a disposición de los que quieran conocerlo.
22-23 de Junio del 2005 (final del día/s)
Al entrar en el hotel, lo primero de lo que
nos acordamos fue de la noticia que comentaba el último invento japonés:
‘’hoteles’’ con habitaciones de un par de metros cuadrados en las que solo
podías estar tumbado. Eso sí, ¡¡baratísimas!! Pues este hotel no era de esos,
aunque tampoco era nada barato. El hall era, o nos parecía, como un campo de
fútbol, y el mostrador de Recepción que estaba situado a lo largo de una de las
paredes, tenía entre 10 y 15
metros , y estaba atendido por una docena de personas.
Cuando nos enteramos de los datos del hotel, unos cinco años después, no nos
extrañó nada de lo visto:
Tres
edificios de 40, 30 y 17 plantas
1.455
empleados
1.479
habitaciones con capacidad para 2.919 personas
38
restaurantes y bares
En recepción empezó nuestra acomodación al
mundo oriental, cuya primera característica en la relación entre personas es la
de las inclinaciones: de cabeza (lo que te den de sí las cervicales), la de
cabeza y torso a 30º, la más respetuosa que es de cabeza y torso con un ángulo
de 60º. Lo malo era que por muchas inclinaciones que hiciésemos, yo, por lo
menos, no me hacía entender con mi incipiente inglés, y eso que lo llevaba
estudiando desde hacía más de 40 años. Al final, entre sonrisas, enseñar
papeles uno detrás de otro (pasaporte, reservas, empresas de viaje,…)
conseguimos que nos dieran las llaves de una habitación y nos indicaran por
señas cómo podíamos llegar hasta ella.
En el ascensor empezamos a hacer prácticas
de inclinación de cabeza, y no por propia iniciativa, sino como respuesta a las
que nos hacían el resto de usuarios del ascensor. Llegamos a nuestra habitación
sin incidentes y gracias a que los números son iguales en todos los idiomas, y
lo primero que hicimos fue sacar la consabida foto de lo que se veía desde
nuestra ventana, que no era otra cosa que una zona con árboles entre cuyas
copas se perfilaba una construcción de dos o tres plantas que, según nos
enteramos más tarde, era el Parlamento japonés.
VISTA DEL PARLAMENTO DESDE EL HOTEL
Luego revisamos la habitación que tenía dos
zonas a distinto nivel. La más baja con las dos camas, un rincón para trabajar
con su mesita y su silla, y otro espacio a los pies de la cama, delimitado por
un sofá con su mesita de salón correspondiente, y flanqueado por un mueble en
el que estaban dispuestos todos los utensilios para hacer el té: calentador de
agua, tacitas y sobres con distintos tipos de café.
Luego revisamos la habitación que tenía dos
zonas a distinto nivel. La más baja con las dos camas, un rincón para trabajar
con su mesita y su silla, y otro espacio a los pies de la cama, delimitado por
un sofá con su mesita de salón correspondiente, y flanqueado por un mueble en
el que estaban dispuestos todos los utensilios para hacer el té: calentador de
agua, tacitas y sobres con distintos tipos de café.
Y al lado de los armarios, la puerta de
entrada al espacio que más nos llamó la atención: ¡el cuarto de baño! Había de
todo, incluso un pequeño televisor por si te aburrías, aunque cuando lo
enchufabas no entendías no jota, cosa que no importaba pues la cadencia de la
lengua japonesa te relaja y adormece.
Y lo más importante: la taza del váter con
tres botoncitos que, al no encontrar por mucho que buscamos las instrucciones
de uso, no teníamos ni idea para qué servían.
Digo mal, instrucciones de uso las había,
pero en japonés, con lo que para nosotros es como si no existieran. Lo que
vimos y pensamos fue lo siguiente:
¡Esto no lo entiende ni su padre! ¿Qué
querrá decir? ¿No quitar el culito antes de dar al stop o, en su caso, llamar a
la camarera de planta?¿No pulsar más de un botoncito a la vez pues puede darse
un susto de muerte?
Menos mal que los botoncitos contaban con un
ideograma y una palabra en inglés que te permitían hacer pruebas sin un
excesivo peligro para tus ‘’partes’’. De todas maneras, y para mayor seguridad,
las pruebas las hicimos sin sentarnos en la taza y mirando con atención y a
cierta distancia, lo que nos libró de mojarnos la cara con algún chorro
inesperado tanto en cuanto a su fuerza como a su dirección. Lo que dedujimos,
más o menos, fue lo siguiente:
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiIuqVeUfObso0pR-2D11Q8CdNVUn_88lg7afDIShyftu143IhrzYG184H47ia2Fqg1_xqcd1oMyY1IzASs6i506pATdwcdCMuvNJMzLcXUsY6GwFkR8-BhsACsekbeEaEXCeFu694u7lYh/s1600/14-12-19--water+2.jpg)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXZVV9RvJIVZeVawmeyRvum4KS1BiGzfgv5DYggPlzq6WW78bzjLdb5UtrMnHXBRQXCV96c6iWnDOKrfa9kFM7ek2ME_sJIv9LPu8KSRQ1leDVZ33TXDraW06s0EZD9boF8Ma01JotFBrj/s1600/14-12-19--water+3.jpg)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxx9Sos55ZUFHWUSgANgk_suIpwDTKjQGUn_hmuzP8qp3bUz2y-tRikdscvCWiYUhTcCJVcOK7IvA8ZQSg1TcdSFe-r6WHZlKM9FlnEoHPiO6zOkEJx8DCReIxxvaDSlsk2IH2UnesJcOM/s1600/14-12-19--water+5.jpg)
Como colofón, y no sé cómo, acertamos con un
botón (ya no me acuerdo si era el de STOP) que tenía como efecto el de calentar
la tapa sobre la que estabas sentado. ¡La carcajada que me eché al imaginarme
el salto que daría el japonesito que se durmiera ‘obrando’, hizo venir a la
camarera de planta preguntando si necesitábamos algo!
Una vez que ordenamos lo que traíamos para
el viaje (el plural del primer verbo es ‘mayestático y debería ir, para ser
sinceros, en tercera persona femenino singular), nos fuimos a ver las
instalaciones de la planta de Recepción para aprendernos el camino y evitar
carreras inoportunas posteriores. Para nuestra tranquilidad comprobamos que,
una vez fuera del ascensor, ya no era necesario ir dando cabezadas a todo el
que se cruzaba con nosotros, ya que a los dos primeros que se las hicimos nos
miraron de aquellas maneras, como a bichos raros. Como teníamos té caliente en
la habitación, yo me fijaba sobre todo en los locales que parecían de productos
alimenticios o similares, hasta que tropezamos con una ‘’Patisserie’’, ¡con
nombre francés y productos dulces! Como no habíamos probado nada desde que habíamos
comido en el Polo Norte (¡y no es metáfora!, pues en aquel momento lo
sobrevolábamos) elegí unos dulces que los prepararon como si fuésemos a
trasladarnos con ellos a la selva amazónica: todos en receptáculos ‘ad hoc’ y
alguno de ellos, como tenían nata, rodeado todo él de hielo machacado. ¡Así nos
los cobraron!¡casi, casi como una comida en El Bulli del Ferrá Adriá ese! Como
es natural, después de esta experiencia sin haber consultado previamente el
índice Nikei en la Bolsa, nos subimos directamente a la habitación a disfrutar
de una frugal cena en la que, por lo menos, la bebida era gratis, y enfundados
ya con el kimono japonés que ponía a nuestra disposición el hotel.
Para relajarnos, nos dimos un baño,
intentamos desentrañar unas instrucciones que teníamos en la mesilla y que nos
parecía que eran para cumplirlas en caso de terremoto y…¡a dormir!
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