Semana del 8 al 14 de
diciembre del 2013
¡Por fin! El Guindilla ha
aparecido justo en el momento en que la mayoría se estaba preparando para
volver a sus lugares de origen. Nos tenía a todos preocupados, y nuestra
situación anímica no ha mejorado cuando le hemos visto llegar dando bandazos y
con una de sus alas prácticamente fuera de uso, pues la movía a destiempo y
casi sin energía. Ya antes de recuperar la respiración normal le llovían las
preguntas desde todas las direcciones y hasta en euskera y catalán. Cuando al
cabo de unos minutos nos hemos dado cuenta de que si no nos callábamos mal
podríamos enterarnos de lo que le había pasado, hemos escuchado atentamente su
explicación.
- Ha sido un estúpido accidente laboral porque, esencialmente,
cualquier accidente laboral es estúpido. Ya que, ¿a quién se le ocurre ir a
trabajar con la crisis que padecemos? ¿Qué fatal atracción tiene el trabajo
frente a subvenciones y empleos familiares en este estado del bienestar? Pues
como os decía, estaba buscando comida entre los contenedores de Sotogrande…
- ¿Buscando comida? ¿Y lo que te pasa en esos momentos se considera
‘’accidente laboral’’?, le dice con cara de asombro la ‘Surfi’
- Por lo que yo sé y según dicen, contesta el Guindilla, cuando los políticos están comiendo afirman
que es por trabajo. Y lo mismo en las mariscadas de los sindicatos. ¡Que no
están para pelar gambas! ¡Que están allí para solucionar problemas serios! ¡Que
lo del marisco es secundario y totalmente accidental!
-¡Vale!, digo yo apaciguando los ánimos, pues ya empezaba el resto
a poner su granito de arena o de picante a la situación. Dejad que el Guindilla nos explique lo que pasó.
- A lo que iba, continuó el Guindilla. Estaba buscando comida en los contenedores, totalmente despreocupado de
lo que ocurría a mi alrededor. Escarbé un poco, echando hacia fuera unas piezas
de pollo asado que algún vástago de las familias que habían venido a pasar el
fin de semana, había despreciado olímpicamente por ser comida basura o,
simplemente, por hacer la puñeta a sus progenitores. Cuando ya estaba en el
suelo acabando con una raspa de besugo asado al ajillo, percibí con el rabillo
del ojo que algo se acercaba. ¡¡Dos rottweiler!!
- ¿Dos rottweiler? ¿No serían dos chinos disfrazados?, interrogó la
Tatiqui; y prosiguió: Con lo que dices
que había en los contenedores, el restaurante chino del Peñón podría preparar
mañana unos rollitos y un pato laqueado para todos sus clientes sin necesidad
de ‘contrabandear’ productos alimenticios.
- ¡Como se enteren las gaviotas del vertedero de Beasain, emigran en masa
a estas costas! Allí en los ‘txokos’ de las sociedades gastronómicas no dejan
ni las raspas, puntualizó la Txuri-Txori.
-¡Dejadme acabar!, graznó irritado el Guindilla, ¡no eran chinos disfrazados!¡Ni pensionistas
a finales de mes! ¡Eran rottweiler! Y por los huesos que se les dibujaban bajo
la piel eran de los ‘’olvidados’’. De esos que sus amos se olvidan de dejarles
la comida para cuando no están ellos. Se lanzaron gruñendo sobre los trozos de
pollo. Estos, desaparecieron de la vista más rápido que los sobres con dinero
negro en una transacción urbanística. Miraron a su alrededor y fijaron su
mirada en mí, reconociéndome como de la familia del pollo, es decir,
comestible. Eché a correr. Echaron a correr. Intenté remontar el vuelo.
Intentaron darme una dentellada. Salvé a duras penas un murete. Uno de ellos,
ciego de hambre, se estampó contra el murete. Pero el otro, a pesar de tropezar
con las patas traseras en el murete, cosa que me salvó, logró darme una
dentellada en el ala, que desde entonces no funciona como debiera, aunque ya no
la tengo dislocada.
- ¡Lástima no haber sacado uno de esos vídeos ‘telefónicos’! Lo hacíamos
con un iPod, lo colgábamos en’ yutu’, lo
veía todo el mundo en su ‘táble’ o ‘blacberri’, y acabarían haciendo un juego
para los ‘pleisteishon’ esos, sentenció el Pisha.
El Borni completó la ronda de
intervenciones aconsejándole al Guindilla lo siguiente:
- Lo que tienes que hacer es buscar uno de esos abogaduchos que circulan
por las urgencias de los hospitales y pedir una buena indemnización a la
comunidad de propietarios de Sotogrande. Que esos, con el dinero que tienen y
la aversión que sienten hacia los juicios por temor a que descubran sus
trampas, te sueltan lo que les pidas.
A partir de ahí, todo fueron
consejos de ‘’expertos’’ fisioterapeutas recomendando ejercicios para recuperar
el tono muscular de las alas, menús de dietistas aficionados a búsquedas en
internet que favorecieran la regeneración ósea y nerviosa, y un sin fin de
perogrulladas que se dicen a los amigos achacosos desde la perspectiva de quien
está sano y lozano.
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