Semana del 17 al 23 de
noviembre del 2013 (Sanidad)
Esta semana nos ha llegado el
frío y han empezado a estornudar hasta las palomas, Y eso que por aquí se dice
que ha llegado el invierno cuando bajamos de 15ºC, aunque suceda cuando estamos
bien tapaditos en la cama. Y a mí ya me
ha pillado el primer ‘trancazo’ por culpa de ponerme al sol mientras leo las
noticias y luego pasarme, sin solución de continuidad, a la sombra de los
eucaliptos.
Para evitar males mayores o,
mejor dicho, males de mayores que, en el caso de la gripe y a nuestra edad,
puede ser desde una neumonía a una ‘debacle’ del sistema inmunitario, he
intentado por teléfono conseguir una cita en el ambulatorio más próximo. Y lo
de pedir cita es más difícil que ganar en cualquiera de los múltiplos concursos
televisivos basados en preguntas y respuestas. Veamos:
-
¿Dígame?
-
Es para
pedir una cita
-
¿Número de
historial?
-
Mire Vd.,
no me lo sé de memoria y, además, lo tengo en la cartera que por culpa de las
telarañas que tenía, la he tenido que dejar en la terraza. ¿Le da lo mismo mi
DNI que es lo que más uso?
-
Vale, pero
por si acaso deme también su apellido
-
GONZALEZ, y el DNI es el 3.247.633
-
¿GONZALEZ?
Pues hay más que personas en las lista de peticionarios de VPO
-
¿VPO?
-
Sí,
hombre, sí. Viviendas de Protección Oficial. ¡Ande! Repítame el DNI
-
El
1.587.321
-
¿Qué? ¿Ese
es el que me ha dicho antes? Creía que empezaba por tres.
-
¡Perdón!
Me he equivocado. Que ese es el de mi mujer. El 3.247.633
-
Aquí lo he
encontrado. Le voy a dar el número de su historial para que lo utilice la
próxima vez. ¡Ya sabe!, los programas de ordenador. Es el 5.624. ¿Lo ha
anotado?
-
Sí. ¿Y mi
cita?
- Vamos a
ver… (silencio más o menos prolongado, tendiendo a más). Puede venir Vd. pasado mañana a las 12 h, a la consulta del Dr.
Cerruti.
-
¿Dr.
Cerruti? Si yo hace 25 años, desde que me casé, voy a la del Dr. Del Velón. ¿Es
que ya no está en el ambulatorio?
- Sí, sí.
Pero acaban de poner en marcha un programa informático de atención médica que
hace listas compensadas entre los médicos, para que no se desnivele el número
de enfermos que atiende cada uno, y a Vd. le han asignado a la del Dr. Cerruti
-
¿Y no
pueden reasignarme a la del Dr. De Velón?
- Mire Vd… (el
tono de voz va adquiriendo paulatinamente matices más duros) Esto es un programa de ordenador
automático, ¿entiende?, au-to-má-ti-co. Yo no puedo hacer nada. Si quiere puede
pasar por las oficinas de la Seguridad Social y rellenar los impresos que han
diseñado a estos efectos. Bueno, ¿quiere o no quiere la cita de pasado mañana?
-
Pero, ¿me
puedo cambiar? Si relleno los impresos, ¿tardarán mucho en asignarme al Dr. De
Velón?
-
Mire, no
puedo entretenerme (el tono se hace más agudo, el timbre chirriante y el
volumen…no te digo). Dígame sí o no.
Además, si rellena los impresos igual el programa no acepta el cambio hasta
dentro de un mes.
Esto no estaría completo si no
trato de reflejar una visita al médico. Para empezar, el cubículo de espera se
parece más a una ONG que a un ambulatorio andaluz. Se oye hablar en todos los
idiomas y a personas de todas las razas. ¡Viva la Alianza de las
Civilizaciones! El rumano al que le ha caído un saco de cemento en el pie; la
jubilada alemana que tose con una fuerza que parece que quiere sacarnos de la
crisis; las árabes que no abren la boca y tienen su mirada perdida en los
muchos defectos que tiene la solería; la hispanita dicharachera y alegre con el
crío que no deja de corretear entre las piernas de los enfermos potenciales; y
hasta el chinito que te ofrece la tarjeta de su tienda ‘’Todo a un euro’’.
Lo primero que hace uno a la zona
de espera es preguntar si ha llegado el médico, y luego indagar de qué hora es
el último enfermo atendido. Cuando, con una sonrisa de oreja a oreja, dices
‘’Yo soy’’ al oír tu nombre de boca del galeno que se asoma por la puerta de la
consulta, te levantas (si es que habías conseguido asiento), y entras en la
consulta sentándote sin siquiera pedir permiso. Y empieza uno de los diálogos
posibles:
-
Buenos
días, doctor
-
Buenos
días. ¿Cómo está Vd. hoy?
-
Pues casi
como en la última visita hace tres meses
-
Y ese
‘’casi, casi’, ¿qué significa?
- Pues que con
el frío no puedo subir ni el escalón de la acera cuando cruzo un paso de
peatones
- Pues siga
por la calzada tranquilamente que con los años que tiene nadie se atreverá a
atropellarla.
-
¿Y no
podría recetarme Dacortín? Antes me facilitaba la respiración
-
¡Ni
hablar! ¡Eso es veneno para Vd.! ¿A quién se le ocurrió recetarle eso?
- Perdone
doctor, pero fue Vd. quien me la prescribió hace un año. Si quiere, puede
comprobarlo en el ordenador.
-
¡Vale!
¡Vale! Pues me equivocaría. ¿Y aparte del EPOC?
-
Pues me
duelen los nudillos de la mano, sobre todo le del dedo pulgar.
-
¡No se
preocupe! Será un poco de artrosis. ¡Ya sabe! Achaques de la edad.
-
¿Y hay
algo para eso?
-
¡Hombre!
Lo mejor sería tener diez años menos, pero eso no se lo puedo recetar. A partir
de ahora le va a tocar aguantar. Si le duele mucho, tómese un paracetamol, pero
ni se le ocurra tomar ibuprofeno que es muy malo para la respiración. ¿Algo
más?
-
No, no,
nada más. Con el ánimo que me está dando mejor es no decirle nada.
-
Pues nada.
Le renuevo la medicación en la tarjeta y hasta dentro de tres meses.
Otro diálogo posible, si
tropiezas con un médico que debido a los recortes tiene su puesto en peligro de
extinción, sería el siguiente:
-
Antes de
empezar le advierto que hoy tenemos limitadas las recetas, pues con eso de la
de la deuda a las farmacias… Yo se lo incluiré en la tarjeta y en su farmacia
ya verán lo que hacen. De todas maneras le aconsejaré sobre tratamientos
alternativos.
-
Pues se me
ha agudizado lo del EPOC con este frío
-
Mire, le
recomiendo que pasee descalza por la orilla del mar. Los baños de pies o le
curan o le mandan a la tumba. En consecuencia, el problema siempre se
soluciona.
-
¡Pero
doctor! ¡Que aun me faltan años para alcanzar los de la esperanza de vida!
- ¡Bueeeno!
Pruebe hacer un curso de esos que organizan los sindicatos. Hay uno que le
recomiendo. Se titula ‘’Aprender a respirar en ambientes enrarecidos’, y dicen
que ha dado muy buen resultado para los que van a los juzgados, y que eliminan
los ahogos por ataques de ansiedad.
-
¿Y para la
artritis que tengo en los dedos de la mano derecha?
-
¡Y cuál es
el origen? ¿Contar dinero negro? Porque si esa es la causa, es mejor que se
vaya al Caribe a contarlo. El clima de aquella zona y una alimentación adecuada
casi eliminarían los síntomas.
-
¡Doctor!
¡Que soy una jubilada normal y no de las incluidas en los EREs! Ha sido porque
me gusta hacer frivolité mientras veo la tele.
-
Eso tiene
fácil remedio. Apague la televisión y váyase a la cama. De esa manera descansa
la mano y sus conexiones neuronales del cerebro no se alteran. Y si le duele,
ya sabe: paracetamol, paracetamol y paracetamol. Se lo incluyo en la tarjeta
-
Gracias
doctor, y hasta dentro de tres meses
-
¡Claro! A
no ser que los recortes me echen al paro.
En cualquier caso, sales como
habías entrado, pero más convencido de que a partir de cierta edad lo mejor es
adaptarte a tus posibilidades y no hacer ‘locuras’. Y es que si vas al médico,
además de no remediarte lo que tienes, te encuentra otros tres o cuatro fallos
más y te deriva, como manda el ‘protocolo’, a alguno de los especialistas que
te revisará, con suerte, antes de que pase el año.
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