Período
de tiempo comprendido entre el 2 al y el 22 de junio del 2019
¡Y vaya período de tiempo que ha sido! Ha habido de todo:
viajes, trabajos imprevistos, atención a las necesidades de vecinos…. Como en
los mejores tiempos, aquellos en los que se te acumulaban en una semana
reuniones que celebrar, informes que presentar a los jefes, acuerdos a los que
llegar con distintas instituciones…, y acababas la semana hecho unos zorros y
solo con ganas de perder de vista todo lo que te recordara el trabajo realizado
o el que todavía te quedaba pendiente.
La semana del 2 al 8 de junio fue tan normal e intrascendente
que ni si quiera me acuerdo de nada relevante. Pero el domingo día 9, comenzó
todo.
Viaje a Madrid de un tirón, pero con parada en santa Elena
como siempre. Cena familiar, con reparto de regalitos y a descansar.
El martes iniciamos nuestras ‘labores’, con la consabida
visita al cementerio y desde allí mismo telefoneamos al jardinero con el que
teníamos un acuerdo para que cuidase los rosales de la tumba familiar, con el
fin de quedar con él para abonarle el pago anual por su labor. Inicialmente no
nos contestó, pero al cabo de varias tentativas respondió a nuestra llamada
para decirnos que se pondría en contacto con nosotros en cuanto pudiese, pues
en ese momento estaba en la ambulancia que le trasladaba a un hospital para
hacerle un cateterismo. ¡Lástima de selfi! ¡Nos quedamos sin un documento
gráfico de la cara que pusimos ante la noticia! ¡En el cementerio de La
Almudena, ante la tumba familiar, y el jardinero que la cuida, con problemas serios
del corazón! Como es natural, en la siguiente llamada que recibimos de él, le
tranquilizamos, insistimos en que no se preocupase, y en que eran más
importantes los vivos que las rosas de los muertos.
Tal vez para compensar el mal trago o por equilibrar
sensaciones ‘negras’ con otras de colores más gratificantes, nos fuimos a
pasear y ver escaparates por la calle Serrano, con la consecuencia habitual:
compras, pruebas en el hotel, y cambios de talla y modelos a cargo del menda.
Una vez equilibrados anímicamente, acudimos a la comida
familiar al ‘Treze’ y, sin solución de continuidad, nos trasladaron al
domicilio familiar del Soto de la Moraleja a pasar la tarde y cenar.
Iniciamos el miércoles con un desayuno-bufet rejuvenecidos
por la compañía que tuvimos y nos dispusimos a otra de las costumbres
inveteradas de nuestros viajes a Madrid: comprar hilos en Pontejos. Y a pesar
de las veces que he estado en este vetusto y particular comercio, sigo
asombrándome del aspecto, productos que pueden encontrarse y organización de
esta tienda que no ha debido cambiar ni siquiera de dependientes desde que se
fundó, allá por 1913. Hay dos detalles que le sitúan en el siglo XXI: tiene
página web y se puede pagar con tarjeta. Pero el laberinto de cubículos que
posee, la habilidad de los dependientes veteranos para encontrar o darte
respuesta a tus solicitudes, y la variada turbamulta que se apretuja y circula
por los pocos espacios libres, puede ser objeto, como mínimo, de un documental
sobre la persistencia a través del tiempo de lo que funciona bien.
Nos fuimos a comer al restaurante del Edificio ABC y de ahí,
después de despedirnos adecuadamente de todos los familiares presentes, nos
volvimos al hotel.
Por la tarde nos dimos un paseo, con silla incluida, por la
Feria de Artesanía que estaba instalada en el paseo de Recoletos. La bajada desde
el hotel por la calle del mismo nombre fue agradable y sin esfuerzo alguno, lo
mismo que el recorrido de la Feria. Pero la subida desde Cibeles a la Puerta de
Alcalá fue otro cantar. Las pendientes más suaves se te vuelven ascensiones a
las Dolomitas si es que vas empujado una silla de ruedas, y sobre todo si ya
has cumplido los 80. Pero con mentalidad juvenil, todo se supera, menos la
lumbalgia si tienes la mala suerte de que aparezca. Para compensar, me di una
vuelta por el Mallorca de Serrano para que la ‘cena’ compensase mis bajos
niveles de azúcar en sangre, cosa que logré a base de torteles y ensaimadas.
El jueves iniciamos el camino de vuelta con fin de etapa en el
Parador de Almagro, al que llegamos pasado el mediodía, pero con la suerte de
encontrarnos con el comedor todavía abierto. Así que degustamos algún plato
típico de la zona y nos fuimos a descansar a nuestra habitación.
Entretenimientos
Mojete con ahumados
Habitación
Y por la tarde nos dedicamos a recorrer Almagro, comprar
algunos de sus productos típicos hecho con encajes de bolillos, y tomar una
cerveza en uno de los muchos patios del Parador.
Entrada al Parador de Almagro
Patio de Los Arcos
Ayuntamiento
Plaza del Ayuntamiento
Entrada al Corral de la Comedia
Al día siguiente hicimos la etapa Almagro-San Pedro de
Alcántara, y nada más llegar comenzamos las jornadas intensivas poniendo lavadoras
de todos los tipos una detrás de otra. Jornadas intensivas y variadas que iban
a prolongarse casi hasta final de mes, y de las que seguiremos hablando.
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