domingo, 30 de diciembre de 2018


Semana del 23 al  29 de diciembre del 2018

Fiestas ¿navideñas?

Esto de las Navidades parece que se está complicando cada día más. O, tal vez, a mi me lo parece.

En mi infancia, el pistoletazo de salida era el 21 de diciembre, el día de Santo Tomás, que conocíamos todos como el ‘’día de la chistorra’’ (la ‘tx’ no existía en aquella época). Empezaban las vacaciones en el colegio, íbamos a buscar a mi padre a la Diputación , ya que en ese día daban fiesta a sus funcionarios a partir de las 12 del mediodía, y nos dirigíamos todos a la plaza de la Constitución, aunque no tengo la seguridad de que entonces se llamase así pero, fuese cual fuese la denominación en la postguerra, por ese nombre la conocíamos.

Y allí seguíamos el ritual que se trasmitía de padres a hijos, y que consistía en dar una vuelta por los puestos en que se vendían bocadillos de chistorra, elegir aquél en el que parecía que ofrecían la mejor relación tamaño/precio, y acercarnos, saboreando ya el bocata, hasta el corralito montado en el centro de la plaza donde se exhibía un cerdo que nos parecía enorme. Era un cerdo que, según la tradición, alimentaban los barrenderos del ayuntamiento con los restos orgánicos que seleccionaban en su trabajo diario, y que rifaban entre los que habían comprado el correspondiente boleto. Según se rumoreaba, el producto de la venta de participaciones en la rifa se repartía entre los que habían participado en el cuidado y engorde del cerdo para, de esa manera, aumentar el montante del magro aguinaldo navideño que tenía fijado el consistorio. Que yo recuerde, nunca compramos ningún ticket para el sorteo por razones obvias: una familia con seis hijos no podía arriesgarse a complicarse la vida, y menos las navidades, con el engorro que suponía hacerse cargo de un cochino de más de 100 kilos.

Y al día siguiente empezaban las navidades en todos los rincones del país, es decir, de España. Y eso ocurría teniendo casi todo el mundo una radio que les trasmitiese, con la cantinela que aún subsiste en el siglo XXI, los números y premios que iban saliendo en el sorteo del Gordo de Navidad. Por lo menos, hasta que los niños de San Ildefonso extraían el primer premio, a partir de lo cual la audiencia bajaba drásticamente.
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Y en cambio ahora, ¿qué? Las compras navideñas empiezan con un mes de antelación y por etapas. El pistoletazo de salida se da con el anuncio y celebración del ‘’Black Friday’’. Moda estadounidense que la han importado con éxito todo tipo de grandes almacenes. Se compra de todo, desde regalos de Papá Noel hasta las cosas que menos se necesitan, porque se ponen a precios ‘muy asequibles’ hasta los calzoncillos. Lo sigue el puente festivo, ya consolidado, de  la Constitución y la Inmaculada, en que los loteros hacen su agosto particular. Y a partir de ahí, la locura, ya que todo el mundo sabe que cuanto más se aproximan las fiestas navideñas más aumentan los precios de los productos estrella: langostinos, besugo, percebes,… Y, por lo tanto, interesa comprarlos cuanto antes y mantenerlos congelados hasta la hora en que toque sacarlos para confeccionar un menú adecuado con el que asombrar a los invitados. Con la salvedad del besugo que de plato ‘estrella’ ha pasado a plato exclusivo de restaurantes con un mínimo de ‘tres estrellas’ Michelin ya que, por lo que comentan los ‘’pescateros’’, han desaparecido del mapa o se han ido a pasar un par de semanas de vacaciones al Caribe.

Y no voy a decir casi nada en relación con las elucubraciones mentales, por no llamarlas de otra manera más soez, que se hace la gente para comprar el regalo adecuado. Antes con una muñeca para las niñas y un coche más o menos automatizado para los niños estaba todo solucionado. Solo había que escoger entre muñeca rígida u otra con articulaciones en piernas y brazos en el primero de los casos, o un coche con o sin cuerda de muelle con la que tuviese una autonomía de unos cuantos metros, para el segundo. Y con un criterio muy sencillo de aplicar en la elección: las disponibilidades monetarias. Y cuando éstas estaban bajo mínimos ya sabíamos lo que nos esperaba, algo de vestir o calzar. Y si cuando, de escuincles, sospechábamos que algo parecido podía ocurrir, nos encomendábamos al Niño Jesús, a la Inmaculada  o al santo que más devoción tuviésemos en aquel momento, para que se cumpliese una de las alternativas que se citan a continuación.

a)      Que si sus majestades nos traían zapatos nuevos, no fuesen de los de Segarra, más duros que una piedra, indeformables e indomables. Porque, al parecer, eran los que más a mano les venían pues, viniendo de Oriente, siempre tenían que pasar por Castellón, que era donde creo que los fabricaban.

b)      Y si la cosa iba de jerséis, chaquetas o pantalones heredados, que fuesen de un hermano mayor que hubiese dado un estirón repentino y no le hubiese dado tiempo a estropearlos en demasía.

Por otra parte, siempre tenías tiempo hasta enero para hacer la selección y la compra, ya que todo y todos entregaban sus regalos a través de los Reyes Magos. Ahora lo primero es elegir entre los intermediarios posibles. Unos se decantan por Papá Noel, otros por el Olentzero, muchos siguen con los Reyes Magos, y hasta algunos más ‘modernos’, hacen intervenir a las ‘’Reyes Magas’’. Y el tema de elección del regalo se transforma en un trabajo de cíclopes pues existen catálogos que te presentan más de mil posibilidades y que ponen en un brete al empleado al que solicitan algunos clientes que les diga si tienen disponible el juguete número 425 del catálogo. Al final, la solución suele ser pasear entre los estantes que tienen organizados los grandes almacenes por edad y finalidad educativa y utilizar el juego infantil de ‘’Pinto, pinto, gorgorito’’ para decidirse por uno de ellos. Eso sí, arriesgándose a que se lo tiren despectivamente a la cara cuando llegue el Olentzero, Papá Noel e incluso aunque sean los Reyes Magos.

Y son días de estrés, no post-traumático, pero casi. Todo el mundo de un lado a otro con prisa, andando o en coche, y quiere que se le atienda rápido y sin equivocaciones. Además, si vas tú conduciendo, te protestan si vas despacio buscando un aparcamiento o, a veces, hasta te insultan si no aciertas a la primera en aparcar en la zona azul y, si les viene a mano, te impiden hasta la incorporación a una rotonda que encuentres en tu camino. Y todo son exigencias en fruterías, colmados e, incluso, en la panadería.

- Estos kiwis están muy duros, y no digo nada de los aguacates que me has puesto. Esos no los puedo comer hasta la próxima Semana santa.

- Señora, ¡pues venga la semana que viene que ya estarán blanditos!

- Pues con el rato que lleva y las interrupciones y añadidos que le provocan las llamadas que atiende, a nosotras nos ‘’dan las uvas’’.

- ¡Eso! Pero miremos el lado positivo. Cuando nos llegue el turno, los kiwis y los aguacates estarán en su punto.
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- Caballero, ¿qué pan quiere?

- Aquél, ¿cómo se llama?

- ‘Pan payés’

- ¿Pan payés? Pues por la pinta que tiene yo creía que era ‘pan de pueblo’

-Tiene razón. Es que también se le conoce como ‘pan de pueblo’

- Pues aquí, en Andalucía, le llamamos ‘pan de pueblo’. Así que deje de llamarlo ‘pan payés’ que de los catalanes estamos hasta…¿Puede cortarme uno?

-¡Naturalmente! ¡No faltaba más!

- Pues me llevo uno bien cortado. ¡Y de payés, nada!

(En este diálogo me ha sido imposible reflejar las sucesivas expresiones de las caras de ambos interlocutores)


Y para los críos, chamacos, chavos o como quiera que se les llame en cada región, autonomía o país, ¿qué son las fiestas navideñas? Ni me lo puedo imaginar, pero supongo que para todos serán, fundamentalmente, una época de vacaciones. Su proximidad la habrán detectado en cuanto hayan visto colocar y encender las luces que iluminan las calles del lugar donde residan, y esa esperanza se habrá visto reforzada cuando la rutina colegial se haya roto debido, sobre todo, a la introducción de actividades extra-académicas. Fiestas de disfraces en unos casos, de celebración del solsticio de invierno en otros, representaciones teatrales para solaz de padres y parientes en algunos, o de Navidad con interpretación de villancicos en los menos. Estos últimos escasean cada vez más, pues eso de cantar villancicos, de visitar belenes, o de escribir cartas a los Reyes Magos, puede tacharse de intromisión en la intimidad de los infantes, o de ofensa a otras creencias religiosas.



Y cuando cierran los centros educativos, ¿qué pasa con ellos? ¡Pues vaya usted a saber! Las posibilidades son enormes, y van desde no saber con certeza hasta el último momento si toca pasar la Nochebuena (¡perdón! La noche de Santa Claus o de Papá Noel) con papá y la nueva mamá, o, con mamá y el nuevo papá, hasta si la cosa va a consistir en disfrutar de la compañía de los abuelos la mayor parte del tiempo. Aunque muchos quizá sueñen con que este año, ¡por fin!, van a irse a pasar unos días a una estación de esquí o casa de unos familiares. O, con un poco de suerte, comenzar el nuevo año en algún lugar exótico.


Yo quiero creer, y espero, que muchos de los que aún no tengan duda alguna de que los Reyes Magos existen, pasen estas fiestas en familia, saboreando esos momentos y manjares que cualquier persona de mi edad considera inolvidables: las almendras tostadas que solo aparecían en las cenas de Navidad; la sopa de pescado que preparaba el abuelo o la compota que siempre traía a las cenas la abuela; la ceremonia de preparar la bandeja de turrones y demás dulces navideños; el primer sorbo de una bebida alcohólica, y me refiero al champán, que te permitía probar el abuelo a escondidas y de su propia copa; el dormitar, agotado, entre los brazos de quien se prestaba a ello, en la únicas noches que no te acostaban a las 10 en punto; las travesuras que hacías metiéndote debajo de la mesa en un momento de descuido de los mayores, y de las que siempre se chivaban tus hermanos o hermanas;….


Y mejor es dejar de lado los recuerdos y desear a todos

¡¡¡FELICES FIESTAS NAVIDEÑAS!!

lunes, 24 de diciembre de 2018



Semana del 16 al  22 de diciembre del 2018

Por lo menos unas fotos curiosas. Se han hecho desde el mismo lugar y casi al mismo tiempo, con diferencia de pocos segundos, los necesarios para girar 180º. Una mirando al este, con la luna llena, y la otra mirando al oeste, donde se acababa de poner el sol.







Y preparando una mesa ‘elegante’ para la cena de Nochebuena









sábado, 15 de diciembre de 2018


Semana del 9 al  15 de diciembre del 2018

LA TELEVISIÓN Y YO (III y último)
(‘’El burro/a por delante para que no se espante’’)

Reality show

Incluyo aquí algunos de los anunciados como concursos, pero que debido a las ‘adherencias’ que aparecen solapadas o explícitas hacen que se parezcan a los Reality show, pero con gente más seria y centrada en lo que hacen en esos momentos y en lo que se juegan. Y empiezo por ellos, ya que me estoy refiriendo, entre otros, a dos que considero representantes genuinos de lo que pienso: ‘’O.T.’’ y ‘’Master Chef’’.

O.T.  lo prolongan y amplían como pueden: desayuno de los concursantes televisados en directo, ensayos de todo tipo y charlas  en grupo más o menos distendidas. Lo bueno o lo malo, según se mire, es que todos los concursantes son gente joven y la mayoría de sus mentores y jueces, profesionales de la generación de los 80, los más veteranos. Y todos ellos, reflejando las virtudes y vicios de sus coetáneos correspondientes. Los primeros, haciendo gala de su libertad de expresión que no suele distinguirse, en general, ni por sus formas ni por su riqueza de facetas que tocan ni por su léxico; los segundos, con una mezcla de autoritarismo y permisividad que lo mismo les inclina a imponer sus criterios sin razonamiento ninguno, que a reír las ‘gracias’ de sus supuestos discípulos. De ahí que puedan aparecer escenas en que uno de los ‘maestros’ ponga a un concursante como ‘hoja de perejil’, como que una de las participantes haga una performance tipo FEMEN. Y no digo nada de lo que puede ocurrir cuando, para dar colorido al programa, se decide admitir en la Academia a personas relacionadas con aquellos que han superado todos los procesos de selección previos, sean novios, novias, compañeros de vida, o familiares. Lo que vaya a suceder nunca es previsible, sea bueno o malo, agradable o desagradable, emisible o censurable porque, además, se vea o no en el programa correspondiente, tiene sus secuelas en las cuentas de twitter, algo que, por otra parte, es inevitable. No creo que haga falta más reflexiones para sacar la conclusión de que ‘’O.T.’’ no aparece en la pantalla de mi televisión a no ser porque me equivoque de canal cuando hago zapping mientras me bombardean con interminables anuncios en alguno de los múltiples cortes que se producen en las películas con las que me estoy entreteniendo.


Master Chef es otra cosa. Sobre todo en dos de sus tres variantes: ‘Junior’ y ‘Celebrity’. Son concursos mucho menos dañinos a la vista y al oído que ‘O.T.’. Tal  vez sea porque en la época de la ‘movida‘ a mí me dio por trabajar hasta en los fines de semana o, simplemente, porque soy de unos años en los que las normas de educación y de convivencia eran otras. En el ‘Junior’ se ponen de manifiesto la frescura de las intervenciones infantiles, las reacciones espontáneas frente a un éxito o un fracaso y, a veces, hasta el espíritu competitivo inculcado por los adultos. Pero te divierte, te engancha y estás pendiente de lo que ocurrirá después de la ‘metedura de pata ‘ de uno de los participantes. Y en la variante de los ‘Celebrity’ conoces a personas fuera del contexto en el que les tenías identificadas, ya sean actores, personajes sociales o famosos del mundo deportivo. Y, en muchos casos, cambias la imagen e incluso la opinión que tenías de ellos, unas veces a favor y otras en contra.

Pero aunque sea un programa que puedo ‘soportarlo’ tiene sus pegas. Primero, que es más largo que un día sin pan que llevarte a la boca, ya que lo prolongan hasta la una de la madrugada, y eso es algo que solo lo pueden asumir los jubilados que no tengan ninguna obligación en las mañanas de los lunes. Segundo, que utilizan unos criterios de selección de participantes con cierto tufillo de manipulación, con la que logran que el perfil de los participantes atraigan al sector de televidentes lo más amplio posible, algo de lo que no se salvan ni los telediarios, pues todas las cadenas buscan aumentar al máximo posible su propio ‘’share’’( con lo fácil es decir ‘cuota de pantalla’). Y lo tercero es que hacen un ‘cocinado’ de las imágenes de todo lo  que han grabado para reducirlo al tiempo de emisión, que dejan al actual director del CNI como pinche de cocina, o mejor, como un simple lavaplatos. Solo vemos lo que los productores, o quien sea, quieren que veamos para que nos hagamos la ‘historia’ ya predeterminada por ellos mismos.
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Y he tenido que poner una línea roja para que quede claro que entro en aguas procelosas: los auténticos ‘’ Reality show’’, de los que solo tengo datos por zapear en momentos de aburrimiento.

GH empezó en el 2.000, con el nuevo siglo, y un año antes de la serie con la que compite en longevidad: ‘’Cuéntame cómo pasó’’. No quiero ni pensar que ese modelo de convivencia de personas de distintas procedencias sea un reflejo total ni parcial de la sociedad española, pues si alguien me demostrase lo contrario, no solo pediría que se aumentase la edad de jubilación sino que también se rebajase, por los medios que fuese necesario, la esperanza de vida, por lo menos la mía, de diez en diez años.

Para que no decayese el público televidente se utilizaron los trucos y escenarios más diversos, según el efecto positivo que provocaban en el ‘share’. Que a la gente le gustaban las escenas más o menos eróticas de la piscina, pues escena de la piscina escogiendo previamente a sus protagonistas: el ‘’cachas’’ de turno junto a la ‘’desinhibida’’ del grupo. Y mejor no hablar de las peleas llenas de palabras malsonantes cuando ponían a los concursantes en las situación ‘límite’ de hacer en grupo la comida, cuidar el huerto, o lavar los ‘trastes’. Pero uno de los logros que más impacto supuso fue la utilización de la tecnología usada en las películas de los ‘navy seals’: cámaras de visión nocturna. La que se utilizaba en las acciones que llevaban a cabo en las selvas colombianas donde residían los narcos, y en las que todo se veía difuminado en un halo verdoso. Esas cámaras instaladas en los dormitorios de los concursantes daban alas a la imaginación de los televidentes cuando percibían movimientos de cuerpos debajo de los edredones. ¡ Y no digo nada cuando las implementaban con cámaras detectoras del calor! ¡Ah, esas pequeñas zonas rojas moviéndose suavemente sobre fondo verde! A veces, cuando estas técnicas empezaban a no dar el resultado previsto, se anunciaba hasta la saciedad que los concursantes ‘’pillados’’ iban a explicar lo que había pasado realmente en lo que se denominaba ‘’el confesionario’’.

Pero creo que es mejor no seguir hablando del tema pues, a lo mejor, el dar demasiados datos produce el efecto contrario al deseado y aumenta el número de televidentes del programa.



De los demás ‘Reality show’ poco puedo hablar, pues ni zapeando he conseguido algo más que imágenes sueltas. Hay uno, ‘’Adán y Eva’’, que duró menos que un suspiro, y del cual aun hacen reposiciones en alguna de esas cadenas de tercera o cuarta fila. Y que consiste en trasladar a una playa paradisíaca a un par de hombres y otro par de mujeres para que ellos compitan en la ‘conquista’ de la pareja (heterosexual, ¡claro!) que consideren más adecuada a sus gustos y aficiones. Eso sí, completamente desnudos y sin paredes ni biombos en las cabañas preparadas ‘ad hoc’, donde cocinan para la pareja escogida, o establecen ‘sesudos’ diálogos sobre los temas más variados, plácidamente sentados en la arena a orillas del mar. Pero siempre y en cualquier ocasión, con sus ‘partes’ pixeladas.
Tal vez por eso del machismo y de la libertad de cada uno en la elección de su propio ‘género’ haya aparecido en la actualidad el programa ‘’First date’’. Viene a ser lo mismo que la anteriormente citada, pero vestidos, de dos en dos y en torno a una mesa y, además, admitiéndose todo tipo de parejas y de participantes. La primera vez que lo anunciaron me llamó la atención que el conductor del programa fuese Carlos Sobera, pero ni siquiera por el talante, simpatía y buen hacer que le reconozco por otros programas en los que le he visto actuar, he sido capaz de detenerme ni un segundo si, zapeando, he tropezado con ‘’First date’’.

Por último, no puedo dejar de citar el más reciente invento televisivo: arreglar los problemas de pareja mediante un intercambio consentido de vivienda de uno de los integrantes de las mismas, durante un tiempo que creo que es de una semana. No tengo ni idea, ni pienso que la tuviese aunque fuese psicólogo, de la motivación que puede tener una pareja para meterse en tal berenjenal, ya que me parece imposible que puedan pensar que tal intercambio sea capaz de solucionar sus conflictos, sean éstos los que sean. A mí solo se me ocurre que únicamente puede impulsarles las ganas de pasar una semana divertida e incluso bien remunerada, pero con riesgos inherentes que no se pueden detectar previamente. Algo así como el ‘puenting’, pero prolongado en el tiempo y sin saber si la goma elástica que te mantiene en el aire es más corta o más larga que la altura que te separa del suelo.


Resto de programas

De las tertulias pseudo-sociales y pseudo-políticas, mejor no hablar. Así que me voy a limitar a retratarme y tratar de concretar qué es lo que veo por televisión. Y la respuesta la tengo muy clara: fútbol y más fútbol, menos los partidos en los que intervenga la Real Sociedad, pues me producen estrés e incluso cabreos poco racionales. Y películas, muchas películas,  en las que alterno las de acción y suspense con las del oeste y las bíblicas, por eso de equilibrar los gustos de los televidentes que estamos en el salón. Y gracias a Movistar la cosa se ha facilitado mucho, ya que se puede disponer de la programación de la última semana, con lo que puedes ver a las tres de la tarde películas que han pasado de madrugada. Mención especial merecen las comedias francesas e inglesas, que constituyen el mejor método de relajación previo a irse a descansar.

Y de política nacional o autonómica hablaremos pronto.

lunes, 10 de diciembre de 2018


Semana del 2 al  8 de diciembre del 2018

Llegó de nuevo la fecha en la que hay que adornar la casa y la terraza para las fiestas navideñas.









Y La Concha desde distintas perspectivas









domingo, 2 de diciembre de 2018


Semana del 25 de noviembre al  1 de diciembre del 2018

LA TELEVISIÓN Y YO (II)
(‘’El burro/a por delante para que no se espante’’)

Series

A nuestra edad, eso de estar ‘enganchados’ a las series no nos va. Yo, por lo menos, a la tercera o cuarta entrega ya estoy cansado del mismo esquema del guión: presentación de la nueva situación de los personajes; batalla dialéctica entre los protagonistas y sus oponentes; acercamientos amorosos, eróticos y hasta sexuales entre personajes del mismo o distinto sexo, por parejas o por tríos; …¡y vuelta a empezar!  A no ser que se les ocurra incluir un ‘flash back’ y repetirnos medio capitulo entresacado de alguno o algunos de los precedentes.

He de confesar que me gustan las series de temas históricos tales como ‘’Los Medici’’ o ‘’Babylon Berlin’’ cuya factura y actores suele estar muy cuidada. O alguna que tiene un guión original y próximo a mis estudios y aficiones como ‘’Breaking Bad’’. Pero las que podría calificar como juveniles o familiares no las aguanto, por muchas temporadas que lleven en antena.   Y entre ellas no puedo dejar de citar la famosa y eterna ‘’Cuéntame cómo pasó’’. He de reconocer que la primera temporada me mantuvo a la espera de su emisión todas las semanas durante unos cuanto meses, pero en cuanto comprobé que lo que describían que pasaba en los madriles era sustancialmente distinto de lo que ocurría en provincias o, por lo menos, de lo que yo había vivido y ‘padecido’, dejó de interesarme. Aunque tengo que confesar que hay una serie de este tipo que me ha enganchado no sé si por el contraste de ambientes, personajes y situaciones que refleja e incluye: ‘’Allá Abajo’’. Además de un guión que siempre guarda sorpresas y cambios de dirección, su acción se desarrolla alternativamente en dos zonas de España que las considero ‘’mías’’: Donostia, mi lugar de nacimiento, y Andalucía mi refugio en la jubilación.

Antes de cerrar este epígrafe no quiero de dejar de citar las series cuyo guión se basa en algún ‘best seller’, como La Catedral del Mar’’, ‘’La vida entre costuras’’, ‘’Los pilares de la tierra’’,… En este caso, casi siempre caigo en la tentación de ver algún capítulo, sobre todo si he leído el libro correspondiente. Más que nada por comprobar si lo que ha construido mi imaginación durante la lectura en cuanto a lugares o personajes, coincide en algo con lo que han decidido los responsables del casting y el de la ambientación de la serie. Además tienen la ventaja de que el número de capítulos, la mayoría de las veces, es limitado y controlable. Tal vez por ser tan ‘inconmensurable’, o tal vez por tener propagandistas y promotores de ideologías que no me son afines, exceptúo ‘’Juego de Tronos’’, serie de la que no he disfrutado ni padecido un solo capítulo.

Concursos

Los hay de todos los tipos y a todas las horas posibles. Y hoy viernes, pero no 13, he tenido más de hora y media para reflexionar sobre el por qué soporto mejor determinados concursos. Y esas reflexiones me han surgido cuando estaba tumbado e inmóvil mientras me hacían tres RMN de manera consecutiva y solo con una pequeña interrupción para recolocarme convenientemente. Parecía como si estuviese ensayando mi postura de ‘difunto’ de pro, pues el frío congelador que hacía en el habitáculo ayuda a conformar la macabra imagen.



Pero vayamos al grano. Hay concursos que debido a las horas en que se emiten es difícil, por no decir imposible, prestar atención. ¿Quién puede estar expectante, con los ojos abiertos y pendiente de las preguntas y respuestas a la hora de la siesta, que es cuando está programada la emisión de ‘’Saber y ganar’’? O, ¿quién está dispuesto a que se le estropee la comida por ver ‘’La Ruleta de la suerte’’? Porque a esa hora estás vigilando para que no se acabe el agua con la que has puesto los huevos a cocer, y que es lo que constituye tu magra comida junto a una crema de verduras, por eso de conservar la línea para no tener que renovar el vestuario. Y es que nadie entiende que a partir de los 80 te engorda hasta el respirar y, al mismo tiempo y en esas edades, el apetito y el gusto por las exquisiteces es lo único que se mantiene casi, casi como en tu juventud. Por tanto, lo que te apetecería comer son unas buenas pochas con borraja o unos langostinos tigre recién cocidos con mayonesa aunque, eso sí, siempre condicionado a lo que de de sí tu pensión. Y hay que convencerse de que esos deseos solo los puedes hacer realidad espaciadamente, aunque únicamente sea para no poner en riesgo tu salud.

Quedan los concursos vespertinos como ‘’Ahora caigo’’ y ‘’Boom’’, y es este último el que sigo asiduamente, sobre todo porque precede a un telediario que, por ahora, no me produce sarpullidos mentales ni al que tengo alergia intelectual. Y eso que cuenta con elementos que más de una vez han provocado el que prefiera permanecer inmerso en la lectura de una novela o el que me vaya a hacer solitarios al ordenador. Sobre todo cuando su presentador sobreactúa en los que debe de ser el estilo moderno o se mete en charcos originados por sus fijaciones infantiles (aquellas de culo, pito, pis, caca, pedo,..),  o alguno de sus concursantes demuestran un nivel cultural o de razonamiento más que discutibles. ¡ Dónde han ido a parar mi amigo Sobera, el de ‘’Atrapa un millón’’, al que ahora utilizan para promover apuestas o presentar ‘Reality show’!

Y de concursos, ya está bien.