Semana del 1 al 7 de
julio del 2018
Viaje Madrid (IV y
último)
6 de junio
¡Qué diferentes son las
sensaciones y pensamientos que te invaden en los distintos momentos de un viaje
en función de la edad que tienes!
Los preparas con ilusión,
imaginándote todas las posibilidades que se te pueden abrir y esperando con
impaciencia el día de la partida, si eres joven o incluso un tanto entrado en
años. Pero a partir de una edad, sobre todo si han empezado achaques que no
puedes soslayar porque tienes que convivir con ellos, esperas que no pase nada
que te impida llevarlos a la práctica. Y en los días previos te preocupas más
por disponer de todos los medicamentos que usas casi a diario que de la ropa
que vas a necesitar. Y además estás atento a todos los partes meteorológicos
para descartar sorpresas inoportunas.
Cuando llegas a tu destino, antes
de deshacer las maletas ya estás planificando la salida que vas a realizar y
con la ilusión de recorrer nuevos entornos y experimentar nuevas sensaciones,
que complementen lo adquirido hasta ese momento y enriquezcan tus recuerdos.
Pero con la edad lo que te apetece es colocar todo lo que llevas de la forma
más parecida posible a como lo tenías en tu casa, y pasar en el hotel las
primeras horas para también dominar todos sus rincones en un grado lo más alto
posible. Por eso a las personas mayores no hace falta fidelizarnos pues, en
cuanto nos encontramos a gusto en un hotel, independientemente de sus
estrellas, no dejamos de acudir al mismo a no ser que nos hayamos descuidado e
intentemos reservarlo a última hora.
Y no digamos nada de cuando llega
la hora de volver a casa. De jóvenes, y no tan jóvenes, nos entristecemos,
deseamos que ese tiempo de estancia se prolongase unos días más, esperamos
hasta última hora para hacer las maletas, y hasta organizamos una buena cena en
algún lugar que creemos que nos dejará recuerdos imperecederos. Cuando has
pasado de los 75 se te alegra la cara porque vuelves a tu hogar, al sitio en el
que dominas todos los rincones, en el que das con seguridad y sin duda ninguna
todos tus pasos, por mucho que trastabilles a veces. Y eso, aunque dadas tus
limitaciones no puedas hacerlo de un tirón y lo programes en una o más etapas.
Y algo parecido a esto último que
he citado ocurrió este día. Hicimos un desayuno tranquilo, sosegado y
frugal, dada la noche que habíamos pasado, y salimos de Madrid sin problemas y
haciendo el recorrido ya conocido: O’Donell, M-40 y M-50 para desembocar en la
R-4.
Cuando atravesamos Despeñaperros
comenzó a caer una lluvia fina y, aunque estábamos cerca de nuestro destino,
decidimos parar en La Perdiz a tomar un refrigerio. Aconsejados por
experiencias previas, pedimos media ración de pan, tomate y jamón, pues la
primera vez que solicitamos ingenuamente una ración por persona, nos
presentaron unas rebanadas de pan inmensas y nos costó casi una hora dar cuenta
de ellas.
Entramos en Úbeda a media tarde
y, por las balsas de agua que encontramos en algunos de los cruces por los que
tuvimos que pasar, dedujimos que en la zona había descargado una tormenta hacía
poco tiempo. Atravesamos el núcleo de la población circulando por calles
estrechas y girando a izquierda y derecha según nos indicaba el navegador, y
tratando de eliminar de la cabeza las dudas que surgían. E hicimos bien, ya que
al cabo de unas cuantas vueltas desembocamos en la plaza que existe delante del
Parador, ubicado en el antiguo Palacio del Deán Ortega.
Esta vez nos sentimos tratados
realmente bien, pues además de proporcionarnos el contacto de quien iba a venir
a recoger el coche y aparcarlo, nos asignaron la habitación más cercana al
ascensor y que, además, desde el mismo se accedía directamente al comedor del
hotel.
¡Y qué habitación! De esas
palaciegas de una altura de techo de más de tres metros y en la habían adaptado
un cubículo donde estaba instalado el cuarto de baño, cosa de la que, en sus
tiempos, seguro que no habría disfrutado el Deán.
Como tenía tiempo hasta la hora
de la cena y algún encargo que hacer, di una vuelta por los alrededores del
Parador viendo algunos de los muchos edificios singulares que tiene la villa y
acercándome también al mirador sito en la plaza de Santa Lucia desde donde se
podían apreciar las enormes extensiones de olivos que rodean Úbeda.
Sacra Capilla de San Salvador
Basílica Santa María
Palacio de Vela de los Cobos
Vista desde la plaza de Santa Lucia
Y a cenar que para eso habíamos
hecho la reserva con Gastropack, aunque no nos atrevimos más que con una ración
de cada plato. El mejor el denominado ‘Remojón’, una especie de ensalada de
bacalao, cítricos y verduritas mil,
Salí a la plaza a fumar un
cigarrillo, a sacar alguna foto, y… ¡a descansar!
7 de junio
Vuelta a casa con todo lo que eso
conlleva: ordenar ropa, recoger maletas, poner lavadora, revisar existencias
y….¡lo que más me gusta! Darme una vuelta por el pueblo, saludar a los amigos,
conocidos y jubilados, hacer compras y, si se tercia, algún dulce capricho.
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