Semana del 15 al
21 de abril del 2018
Los primeros Hiperastium
Nuestras gaviotas, a medida que iban llegando, se han
distribuido por la orilla del mar para pasear y tomar el sol, cada una a su
bola y aireando casi todas las plumas para eliminar la humedad acumulada.
Y el Pirulo, aprovechando la ocasión, les ha repartido un
pequeño relato que ha escrito en estos días en los que ha estado confinado, por
culpa de las borrascas, en su rincón preferido de Guadalmina. Y ello, con la
sana intención de darles un buen tema de qué hablar y la ocasión de meterse con
él y con sus afanes literarios.
Ese pequeño relato es el siguiente:
EL MOTORISTA
Nuestro protagonista venía conduciendo automáticamente después de
hacer la compra diaria, y pensando en las musarañas. Cuando activó el
mando de apertura automática de la puerta del garaje, se sobresaltó al oír el
ruido que emitía una moto de alta cilindrada, que le sobrepasó por la derecha y
se coló en cuanto el movimiento de la puerta de acceso al aparcamiento
subterráneo dejó el espacio suficiente. Como todo lo desconocido le atraía,
hasta niveles peligrosos según opinión de su psiquiatra, aceleró cuesta abajo
por la rampa de acceso al parking comunitario de la urbanización aunque, al
acordarse del cambio de pendiente que había al final de la misma, tuvo que
frenar bruscamente para evitar que el cárter impactara contra el suelo. Al
recuperar su coche la posición horizontal, aceleró y, en plan rally, trató de
alcanzar al desconocido motorista, cosa que logró sin esfuerzo, pues éste
circulaba lentamente fijándose en la numeración de los aparcamientos, lo que le
obligaba a avanzar zigzagueando, mirando a izquierda y derecha. Cuando nuestro
aprendiz de espía estaba llegando a la plaza de garaje de su propiedad y se
estaba haciendo a la idea de que sus interrogantes respecto al motorista se
iban a quedar sin respuesta, vio que el intruso se detenía junto a una plaza de
aparcamiento casi colindante con la suya. Prolongó las maniobras necesarias
para dejar su coche bien colocado, al estilo de los conductores primerizos, para
poder observarlo lo más detenidamente posible, mientras el desconocido colocaba
su moto junto a la pared que limitaba el perímetro del garaje.
La moto era de
las antiguas, tal vez una Harley-Davidson tuneada y, quizá, con el escape
abierto, pues emitía el rítmico y sonoro ruido de las máquinas de gran
cilindrada. El piloto también iba vestido acorde con la moto, con una ‘chupa’
negra al estilo de ‘’Los Ángeles del Infierno’’ y un casco que no era tal, pues
consistía en una especie de pasamontañas de cuero perfectamente adaptada a la
cabeza y con unas gafas del tipo de la que llevaban los pilotos de aviación en
la Segunda Guerra Mundial.
Cuando el
individuo entró en el módulo de viviendas colindante con el suyo, se bajó del
coche y se acercó a la moto, al objeto de comprobar su matrícula y así poder
deducir la nacionalidad y procedencia de su propietario. Y al hacerlo, su
curiosidad se agudizó aun más, ya que se encontró con una placa que no había
visto nunca: fondo amarillo, de pequeño tamaño, y que solo tenía como elementos
identificativos los siguientes:
ELON 43
|
Subió a su
apartamento y cuando ordenó los ‘mandados’ que había traído, se sentó en la
terraza a reflexionar sobre los datos que había recogido. Se fumó un
cigarrillo, mientras unía esos datos al
hecho de que el motorista en cuestión había aparcado en las plazas de unos
propietarios de la urbanización que, unos meses antes, habían adquirido y reformado
a fondo la vivienda. Además, según todos los indicios, procedían de alguno de
los países del este de Europa. Y recopiló mentalmente, como significativa, la
siguiente información que tenía de ellos:
*Habían
hecho una reestructuración total del apartamento, tirando todos los tabiques y
dejando en pie solamente los pilares y paredes maestras.
*Después
de tres meses de trabajo de todos los gremios imaginables, habían llegado a
habitarla, pero nadie les había visto lo suficiente como para poder
identificarlos, pues salían de la urbanización siempre por el garaje y en
coches con los cristales tintados.
*Al
poco tiempo de ocupar su nueva vivienda aparecieron en sus plazas de
aparcamiento, y en otra que ocupaban ilegalmente, tres coches nuevos recién
matriculados: dos cupés del tipo Mercedes y una furgoneta enorme de marca
similar que, por muchas plazas libres de parking que probaron, no cabía, por su
longitud, en ninguna.
*Hacía
unas semanas, y sin motivo que se conociese, desaparecieron personas y
vehículos de la noche a la mañana, quedando el apartamento cerrado a cal y
canto por lo que podía observarse desde el exterior.
Todo lo
anterior le había hecho plantearse en su momento que, fuesen quienes fuesen los
propietarios, de lo que no cabía duda era de que disponían de una tesorería
bien provista, tal vez de dinero en metálico, pues la zona era propicia a
inversiones de bienes muebles e inmuebles de altos precios, ya que los
beneficiarios de tales inversiones miraban para otro lado a la hora de cerrar
los tratos, sobre todo si la seguridad del cobro estaba a niveles aceptables.
Al rememorar
todas estas elucubraciones, e impulsado por su imaginación calenturienta,
decidió bajar al garaje y, si tenía la suerte de que la moto seguía aparcada,
esperar acontecimientos. Cuando accedió al mismo lo hizo de tal manera que no
se encendiese la iluminación automática, y se llevó una alegría al percibir en la
penumbra la inconfundible silueta de la Harley-Davidson. Sigilosamente se subió
a su coche y aguardó en la oscuridad.
Al cabo de
casi media hora, y cuando ya estaba a punto de olvidarse de la vigilancia y del
asunto en general, vio que se abría la puerta de acceso al módulo en el que
había entrado el motorista, y que éste salía llevando una especie de bolsa de
basura. No debía de pesar mucho ya que la transportaba con facilidad,
balanceándola al ritmo de una cancioncilla desconocida que tarareaba. Cuando
llegó a la altura de su moto abrió una de las alforjas colocadas sobre la rueda
trasera, por cierto adornada con abundantes tachuelas, y trasvasó el contenido
de la bolsa de basura. Debido a la poca luz que iluminaba el garaje, nuestro
aprendiz de investigador no pudo determinar la naturaleza de lo que el
motorista guardaba en las alforjas, pero la alegría con la que parecía que
actuaba le indujo a pensar que no eran desperdicios ni ropa sucia, sino algo de
valor. ¿Fajos de billetes? ¿Joyas? Estaba abstraído en estas librescas
suposiciones, cuando el ruido que hizo la moto al arrancar le sobresaltó. Y sin
pensárselo dos veces, se arriesgó a seguirla. Esperó unos segundos a que desapareciese
el motorista en el primer cambio de dirección, y aceleró para poder salir del
garaje aprovechando la apertura de la puerta que tendría que activar quien le
precedía, cosa que logró por los pelos.
Al
incorporarse a la calle a la que daba el la salida del garaje, miró a izquierda
y derecha para localizar la moto, y la vio en el instante en que giraba hacia
la derecha en el cruce más próximo. La siguió con decisión, y cuando la volvió
a identificar un par de manzanas más adelante, sonrió con suficiencia. Pero
hete aquí que, inesperadamente y desde uno de los aparcamientos laterales de la
calle, se incorporó a la circulación un potente Porsche Cayenne,
interponiéndose en su visión. Después de un par de cambios de dirección
comprobó dos cosas. La primera que todo indicaba que se dirigían a la rotonda
de incorporación a la carretera de Ronda. Y la segunda, que el Porsche Cayenne
parecía que también iba en persecución del motorista, pues hacía las maniobras
necesarias, alguna de ellas incluso peligrosa, para no perderle de vista y
mantener una distancia prudencial, pero constante, del mismo.
Al iniciarse
la zona de curvas de la subida a Ronda, nuestro detective aficionado se dio
cuenta que su Nissan Micra no tenía nada que hacer en lo relativo a seguir la
estela de los que le precedían, pues su motor no contaba con la potencia
suficiente, ni él con la habilidad necesaria, para tomar las curvas a la
velocidad con la que las trazaban los que iban por delante. Así que, después de
unos cuantos kilómetros, y cuando ya les había perdido de vista, circuló más
lentamente hasta que encontró el ensanchamiento que correspondía a un bar de
carretera, y maniobró con prudencia para girar 180º y volverse a casa por donde
había venido, aunque cariacontecido debido al fracaso de sus indagaciones que,
por otra parte, se habían vuelto más sugerentes y misteriosas tras la aparición
del 4x4.
Una vez en su
apartamento, trató de constreñir su imaginación lo más posible para que no
interfiriera en sus quehaceres diarios, cosa que consiguió en gran medida
dejándola en unos niveles de funcionamiento mínimos. Pero cuando llegó la
noche, y en esos momentos de duermevela que preceden al sueño profundo, su
imaginación, sin ningún elemento de la consciencia que la retuviera, le
bombardeó con imágenes de finales posibles de la persecución cuyos prolegómenos
había presenciado: escenas de brindis del motorista con terceras personas en el
Parador de Ronda; maniobras suicidas del conductor del 4x4 para superar una
caravana que se había formado detrás del autobús de línea y que para nuestro
motorista había sido un juego de niños el dejarla atrás;…Y el sueño profundo le
llegó al mismo tiempo que se hacía la promesa de que en los próximos días iba a revisar a conciencia las noticias de la
zona en los diarios digitales a los que podía acceder desde su ordenador.
Y en eso se
entretuvo unos cuantos días, hasta que tropezó con la siguiente reseña en una
sección de sucesos:
La
autoridades está tratando de esclarecer el hallazgo de una Harley-Davidson de
gran cilindrada a unos 20 metros de desnivel en un barranco existente a la
salida de una de las curvas de la carretera de subida a Ronda, carretera muy
frecuentada por motoristas tanto aislados como en grupo. Al no encontrarse en
su entorno ningún cuerpo ni ningún otro elemento que pueda servir para
identificar a su propietario, se ruega a las personas que hayan circulado por
dicha carretera en la última semana aporten cualquier dato que crean útil
para tratar de esclarecer lo sucedido.
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A la noticia
le acompañaba un teléfono de contacto que levantó sus sospechas, pues la única
‘’autoridad’’ responsable de lo que ocurriese en esa carretera era la
Benemérita, y no conocía ninguna circunstancia en la que la Guardia Civil
utilizase la inserción de noticias en un diario digital para resolver sus
problemas. Además, no se citaba para nada la existencia de alforjas ni de su
posible contenido, ni se especificaba la matrícula que hubiese permitido
identificar, si no a su conductor, sí al dueño. Todo ello le aconsejó olvidarse
del asunto, aunque el lograrlo se le hizo difícil, pues aun después de pasar un
par de meses, al bajar al garaje miraba de soslayo la plaza de aparcamiento
donde había estado aparcada la moto. Lo que no pudo evitar nunca fue el leer
todo tipo de noticias en las que estuviesen involucrados coches o motos de alta
gama, ni recabar personalmente o mediante terceros el máximo de datos de
cualquier nuevo propietario o inquilino de la urbanización que procediese de
países del este de Europa.
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