Semana del 8 al 14 de junio
del 2014
Esta semana ha estado
acompañándome la Tatiqui para pasar estos días conmigo, pues va a ser mi guía
en un viaje que tenemos previsto desde hace tiempo para la semana que viene. Lo
hacemos invitados por unos congéneres que viven a orillas del Támesis y con los
que, gracias a que sus graznidos son semejantes a los nuestros aunque un poco
más guturales, hemos hecho buenas migas, sobre todo compartiendo comidas de
productos exóticos. Ellos pasan temporadas por aquí atraídos por el clima y…,
¡pero eso es otra historia!
Al verme un poco decaído, tal vez
debido a la ingestión accidental de pesticidas, me ha levantado el ánimo
recordándome situaciones por las que pasamos en Santa Cruz de la Sierra. Como,
por ejemplo, mis esfuerzos para convertir mis graznidos en un zurear aceptable
para camelar a alguna de las palomas con las que convivíamos a ratos en las
torres de la iglesia de la Plaza 24 de Septiembre. Sobre todo con una que
tiraba los tejos diciéndome que de noche se embutía en un ‘’camisón
escaparate’’. Lo de embutirse debía ser porque, además de estar rechoncha y bien
alimentada, utilizaba prendas dos tallas inferior a la que le correspondía, y
lo de ‘’escaparate’’ era, según me explicó zureando de una manera casi
inaudible, era porque así llamaban a las prendas transparentes. ¡Menos mal que
en aquella época podían más las normas de convivencia con los aborígenes que
las tendencias personales! No me dejé seducir por su zurear meloso que me
dedicaba cada vez que tenía ocasión y que, en cuanto lo percibía, buscaba la
protección del grupo. Y eso que intentó convencerme para ir los dos de
excursión hasta Montero, a unos 50 km de Santa Cruz y que se conocía con el
pseudónimo de ‘Ciudad de la Nieve’, o ‘Ciudad Nevada’ o algo así, pues hasta los gorriones
inhalaban cocaína o picoteaban hojas de coca en los tejados. En aquella época,
Montero debía de ser el hipermercado donde se ponía a la venta la producción
del Beni.
Luego tratamos de reconstruir los
días que pasamos viviendo ‘in situ’ el levantamiento militar que se produjo con
epicentro en la misma ciudad de Santa Cruz, donde se atrincheró el general
Natusch Busch, hasta que logró la renuncia del Presidente García Meza.
Lo primero que detectamos desde
nuestras atalayas eclesiales fue la presencia de personal con uniformes de
camuflaje y que, con ametralladoras pesadas, ocupaban las esquinas de los
tejados de los edificios que rodeaban la plaza. Luego se corrió la voz de que a
media tarde iba a desfilar el grupo más selecto del ejército sublevado y de que
el propio general golpista iba a explicar a la población el motivo del levantamiento.
Para nosotros, que veníamos de unas costas en la que se había iniciado una
democracia, aquello nos sonaba a México y Pancho Villa, así que permanecimos
expectantes en nuestras posiciones desde las que podíamos observar todo lo que
pasaba en la plaza.
Efectivamente. A media tarde y
precedida del sonido de una marcha militar o similar, accedió a la plaza, por
una de las calles laterales, una columna militar. La única imagen que me queda
de ella, por lo que me impactó, fue la de un escuadrón de boinas verdes. Debía
ser descendiente de uno de esos que formaron los americanos en Bolivia para dar
caza al Ché Guevara, pero debió de haber pasado tiempo desde su época de
instrucción, porque yo, que lo veía todo desde arriba, no pude distinguir ni
una boina verde que estuviera en buen estado de uso. Todas tenían algún roto,
descosido o zurcido, pero, eso sí, eran llevadas con gallardía y un aire
militar aceptable.
Cuando estaba acabando la parada
militar, apareció en una de las balconadas de un edificio de la plaza el
general Natusch Busch en persona, e inició el típico speach revolucionario con
el clásico: ‘’¡Pueblo de Santa Cruz! ¡Cruceños todos!’’. Y allí trató de
justificar su levantamiento contra las autoridades de La Paz. Lo
único que nos quedó claro es que quería forzar la renuncia del Presidente de la
República, aunque no quedó tan claro si era para ponerse él o para qué. Al
final de su discurso, soflama, alocución, arenga o lo que fuese, quedó más que
diáfano lo siguiente:
- El levantamiento militar quedaba inaugurado
- Que a partir de ese momento, en Santa Cruz, quien mandaba era él.
- Que quedaba bajo su control los suministros para la tropa y los ciudadanos
- Y, como siempre en estos casos, se implantaba el toque de queda.
Y comenzamos a vivir unos días en
el meollo de una revolución que tuvo hasta sus toques cómicos.
Lo primero que notamos es que el
espacio vital de los humanos se reducía considerablemente, pues no podían ni
salir del hotel. Menos mal que alguno de ellos estaba diseñado en horizontal y
constituido por una serie de bungalows de una sola planta, por lo que los que
se hospedaban en ellos podían pasear,
jugar a las chapas al aire libre, o curiosear en el espacio de recepción
a una unidad de logística de los amotinados, que coordinaban el transporte de
reses desde el Beni para alimentar a la tropa, como pudimos comprobar.
1981- BUNGALOW DEL
HOTEL
1981- RECEPCIÓN DEL
HOTEL
Lo segundo fue el descenso
drástico de las posibilidades de encontrar desperdicios de comida, pues los
hoteles, ante la falta de suministros que eran acaparados para las tropas,
impusieron un régimen alimenticio a base pan de molde que se rellenaban con
fiambres de toda clase de texturas y colores.
Pero las imágenes más claras de
aquellos acontecimientos se deben a lo que ocurrió después de un par de días de
iniciarse el golpe militar. Las palomas aborígenes que se habían refugiado con
nosotros en las torres de la iglesia zureaban por lo bajini, y por lo poco que
entendimos se decía que estábamos rodeados por tropas del gobierno. Además, nos
habían sobrevolado con vuelo rasante y atronador aviones a reacción que
lograron despoblar de todo tipo de pájaros la plaza. Entre los humanos se decía
que aquello iba a acabar enseguida pues el obispo de la ciudad estaba actuando
de mediador, y que por aquellas tierras, la iglesia todavía tenía mucha
influencia, según unos, o que su actuación no iba a traer ninguna consecuencia
positiva, según los más descreídos. En fin, todo ese tipo de noticias que
corren de boca en boca cuando realmente no hay noticias.
Y en esto, que al abrir los ojos,
y según creo que fue al tercer día,… Pero estos son recuerdos que están
aparcados en otro rincón de mi memoria y que trataré de relatarlos a mi vuelta
del Támesis, si me quedan fuerzas para ello.
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