domingo, 15 de junio de 2014

Semana del 8 al 14 de junio del 2014

Esta semana ha estado acompañándome la Tatiqui para pasar estos días conmigo, pues va a ser mi guía en un viaje que tenemos previsto desde hace tiempo para la semana que viene. Lo hacemos invitados por unos congéneres que viven a orillas del Támesis y con los que, gracias a que sus graznidos son semejantes a los nuestros aunque un poco más guturales, hemos hecho buenas migas, sobre todo compartiendo comidas de productos exóticos. Ellos pasan temporadas por aquí atraídos por el clima y…, ¡pero eso es otra historia!

Al verme un poco decaído, tal vez debido a la ingestión accidental de pesticidas, me ha levantado el ánimo recordándome situaciones por las que pasamos en Santa Cruz de la Sierra. Como, por ejemplo, mis esfuerzos para convertir mis graznidos en un zurear aceptable para camelar a alguna de las palomas con las que convivíamos a ratos en las torres de la iglesia de la Plaza 24 de Septiembre. Sobre todo con una que tiraba los tejos diciéndome que de noche se embutía en un ‘’camisón escaparate’’. Lo de embutirse debía ser porque, además de estar rechoncha y bien alimentada, utilizaba prendas dos tallas inferior a la que le correspondía, y lo de ‘’escaparate’’ era, según me explicó zureando de una manera casi inaudible, era porque así llamaban a las prendas transparentes. ¡Menos mal que en aquella época podían más las normas de convivencia con los aborígenes que las tendencias personales! No me dejé seducir por su zurear meloso que me dedicaba cada vez que tenía ocasión y que, en cuanto lo percibía, buscaba la protección del grupo. Y eso que intentó convencerme para ir los dos de excursión hasta Montero, a unos 50 km de Santa Cruz y que se conocía con el pseudónimo de ‘Ciudad de la Nieve’, o ‘Ciudad Nevada’  o algo así, pues hasta los gorriones inhalaban cocaína o picoteaban hojas de coca en los tejados. En aquella época, Montero debía de ser el hipermercado donde se ponía a la venta la producción del Beni.

Luego tratamos de reconstruir los días que pasamos viviendo ‘in situ’ el levantamiento militar que se produjo con epicentro en la misma ciudad de Santa Cruz, donde se atrincheró el general Natusch Busch, hasta que logró la renuncia del Presidente García Meza.

Lo primero que detectamos desde nuestras atalayas eclesiales fue la presencia de personal con uniformes de camuflaje y que, con ametralladoras pesadas, ocupaban las esquinas de los tejados de los edificios que rodeaban la plaza. Luego se corrió la voz de que a media tarde iba a desfilar el grupo más selecto del ejército sublevado y de que el propio general golpista iba a explicar a la población el motivo del levantamiento. Para nosotros, que veníamos de unas costas en la que se había iniciado una democracia, aquello nos sonaba a México y Pancho Villa, así que permanecimos expectantes en nuestras posiciones desde las que podíamos observar todo lo que pasaba en la plaza.


Efectivamente. A media tarde y precedida del sonido de una marcha militar o similar, accedió a la plaza, por una de las calles laterales, una columna militar. La única imagen que me queda de ella, por lo que me impactó, fue la de un escuadrón de boinas verdes. Debía ser descendiente de uno de esos que formaron los americanos en Bolivia para dar caza al Ché Guevara, pero debió de haber pasado tiempo desde su época de instrucción, porque yo, que lo veía todo desde arriba, no pude distinguir ni una boina verde que estuviera en buen estado de uso. Todas tenían algún roto, descosido o zurcido, pero, eso sí, eran llevadas con gallardía y un aire militar aceptable.




Cuando estaba acabando la parada militar, apareció en una de las balconadas de un edificio de la plaza el general Natusch Busch en persona, e inició el típico speach revolucionario con el clásico: ‘’¡Pueblo de Santa Cruz! ¡Cruceños todos!’’. Y allí trató de justificar su levantamiento contra las autoridades de La Paz. Lo único que nos quedó claro es que quería forzar la renuncia del Presidente de la República, aunque no quedó tan claro si era para ponerse él o para qué. Al final de su discurso, soflama, alocución, arenga o lo que fuese, quedó más que diáfano lo siguiente:
  1.   El levantamiento militar quedaba inaugurado
  2. Que a partir de ese momento, en Santa Cruz, quien mandaba era él.
  3. Que quedaba bajo su control los suministros para la tropa y los ciudadanos
  4. Y, como siempre en estos casos, se implantaba el toque de queda.

Y comenzamos a vivir unos días en el meollo de una revolución que tuvo hasta sus toques cómicos.
Lo primero que notamos es que el espacio vital de los humanos se reducía considerablemente, pues no podían ni salir del hotel. Menos mal que alguno de ellos estaba diseñado en horizontal y constituido por una serie de bungalows de una sola planta, por lo que los que se hospedaban en ellos podían pasear,  jugar a las chapas al aire libre, o curiosear en el espacio de recepción a una unidad de logística de los amotinados, que coordinaban el transporte de reses desde el Beni para alimentar a la tropa, como pudimos comprobar.


1981- BUNGALOW DEL HOTEL


1981- RECEPCIÓN DEL HOTEL

Lo segundo fue el descenso drástico de las posibilidades de encontrar desperdicios de comida, pues los hoteles, ante la falta de suministros que eran acaparados para las tropas, impusieron un régimen alimenticio a base pan de molde que se rellenaban con fiambres de toda clase de texturas y colores.

Pero las imágenes más claras de aquellos acontecimientos se deben a lo que ocurrió después de un par de días de iniciarse el golpe militar. Las palomas aborígenes que se habían refugiado con nosotros en las torres de la iglesia zureaban por lo bajini, y por lo poco que entendimos se decía que estábamos rodeados por tropas del gobierno. Además, nos habían sobrevolado con vuelo rasante y atronador aviones a reacción que lograron despoblar de todo tipo de pájaros la plaza. Entre los humanos se decía que aquello iba a acabar enseguida pues el obispo de la ciudad estaba actuando de mediador, y que por aquellas tierras, la iglesia todavía tenía mucha influencia, según unos, o que su actuación no iba a traer ninguna consecuencia positiva, según los más descreídos. En fin, todo ese tipo de noticias que corren de boca en boca cuando realmente no hay noticias.

Y en esto, que al abrir los ojos, y según creo que fue al tercer día,… Pero estos son recuerdos que están aparcados en otro rincón de mi memoria y que trataré de relatarlos a mi vuelta del Támesis, si me quedan fuerzas para ello.

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