Quincena del 3 al 17 de junio del 2017
Esta última semana el Pirulo ha
estado ocupado en ordenar sus recuerdos del viaje que había organizado para los
primeros días de junio con sus congéneres de las riberas del Támesis. Si a esto
se le añade el que la Tatiqui está como un niño de la posguerra con zapatos
nuevos con eso de probar el oxígeno portátil, el resultado es que a ninguno de
los dos se le ve el pelo ni la pluma en las reuniones del grupo. Y todos se han
puesto de acuerdo en que lo mejor es dejarlos tranquilos con su nuevo juguete a
una
Y con sus recuerdos al otro
El comienzo
del viaje fue prometedor pues, a pesar de ser primer sábado de mes,
circulamos con comodidad. Hasta el cruzar la ciudad de Sevilla no supuso ninguna dificultad.
Al cabo de
unas cuantas horas decidimos hacer un alto en el camino con el problema
añadido de que la Ruta de la Plata, ahora convertida en autovía, impedía
elegir visualmente el lugar más apetecible, o guiados por recuerdos de viajes
anteriores, o por el aspecto que tuviese el chiringuito de carretera
correspondiente. Acuciados por la hora y por el kilometraje recorrido,
salimos de la autovía y nos detuvimos en Santa Olalla, pueblo que cuenta
hasta con un castillo de tiempos de Sancho IV. Cervecita 0,0, paseíto para
estirar las piernas, y de nuevo al coche para cubrir los últimos kilómetros
que nos quedaban para llegar a Mérida.
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Una vez
instalados en el Parador, salimos en busca de algún sitio para tomar un
pequeño ‘’lunch’’ que nos mantuviese con vida hasta la cena y, callejeando,
acabamos en la Plaza de la Constitución donde nos sentamos en el único sitio
que nos pareció algo decente, aunque la verdad es que, excepto un
‘’Burguer’’, era el único que estaba abierto en todos los soportales. No se
sabe si debido a lo que nos sirvieron o, tal vez, al calor que hacía a esas
horas, el caso es que no queda constancia fotográfica alguna ni del qué ni
del dónde ocurrieron los hechos.
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ARCO DE TRAJANO
Volvimos al hotel serpenteando por calles peatonales y tratando de cerrar un círculo
imaginario, y deteniéndonos un par de veces para que la Tatiqui recobrase el
aliento y, después de descansar, salimos todos menos la Tatiqui a visitar
las ruinas romanas.
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TEMPLO DE DIANA
ANFITEATRO
TEATRO
PUENTE ROMANO
¡Vaya
paseo! Para el Pirulo, fue como recorrer la costa mediterránea de Cádiz
al cabo de Gata sin agua que beber ni sitio donde posarse. ¡Pero aguantó!
Y después
de una buena ducha, que duró más que una misa solemne, a cenar y a descansar.
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