lunes, 24 de septiembre de 2018


Semana del 16 al 22 de septiembre del 2018

Mazagón a los 80 (IX y último)

18 de julio

No sé si he tenido una pesadilla en los momentos previos al estado de vigilia, pero el caso es que me he despertado inquieto y mirando a mi alrededor, tratando de recordar el sitio en que me encontraba. Cuantos más años tienes, más se exagera la necesidad de dominar tu entorno, y más reacio se vuelve uno a cambiar el lugar donde duermes y vives habitualmente por otro desconocido. No hay nada más angustioso que levantarte a media noche y no saber con certeza dónde está el baño.

En el desayuno se ha dado una circunstancia extraña y es que, al contrario de la mayoría de las veces, todo el mundo tenía necesidad de mantequilla, por lo que se han vivido unos momentos de desabastecimiento con las consiguientes prisas y hasta empujones por hacerse con las últimas raciones. Y eso que Danacol sigue ‘machacando’ con sus anuncios intentando que bajemos el consumo de grasas o que, si no renunciamos a ellas, nos hagamos adictos a sus productos. Me da la impresión de que los anuncios y reportajes sobre los efectos nocivos del aceite de palma haya inducido a que la gente se fie más de los derivados directos de la leche de vaca y que, por si acaso, reduzca el consumo de margarinas.

Tal vez debido a que era el último día de nuestra estancia en el Parador, la elección de las hamacas fue más difícil de lo normal. De entrada, nos colocamos en las que estaban junto al acceso a la zona de la piscina que también eran las más próximas a los servicios. La llegada de la segunda pareja acompañada de sus churumbeles dando gritos de alegría y abrazados a sus flotadores, nos convenció de que estaríamos más tranquilos alejados de esa entrada, y nos trasladamos con nuestros bártulos a otra sombrilla. Al cabo de no mucho tiempo, unos diez minutos aproximadamente, y no recuerdo bien si fue porque la sombra de que disponíamos no era la adecuada por su tamaño u orientación, doblamos las toallas, las metimos en las canastas piscineras junto a los libros, la radio y demás, y…¡de hamaca a hamaca y te aguantas por la matraca! Y ya no cambiamos, más por agotamiento que por las cualidades y situación del nuevo emplazamiento.

En el intento de probar todos los servicios del Parador, hice una excursión hasta la cafetería para comprobar si podíamos comer en el jardín del que disponía. Si la gestión resultó un fracaso, no fue menos deprimente el comprobar, cuando llegué al lugar donde nos habíamos instalado, que el camino de vuelta se me había cagado encima un pájaro que, gracias a Dios, era de pequeño tamaño y no una gaviota de esas que revolotean a todas horas en las zonas de costa.



Menos mal que el pargo que nos sirvieron en la comida compensó en gran parte las vicisitudes padecidas por la mañana, lo que nos permitió volver animados a nuestra habitación para descansar e ir preparando el equipaje.

La despedida fue de lo más ascética: un sándwich misto para los dos. Y con ese escaso bagaje alimenticio nos fuimos a descansar, pensando ya en el viaje de vuelta.


19 de julio

El desayuno casi normal, pues me di el gustazo de disfrutar del bufet, atrapando y engullendo un ‘xuxo’, con la esperanza de que esa masa azucarada y cremosa mantuviese mi estómago en silencio durante todo el viaje de vuelta.

El recorrido por las carreteras de Huelva hasta Sevilla transcurrió con retenciones cuya causa trajo a mi memoria recuerdos pretéritos. Aquellos tiempos de la postguerra en los que veíamos a los peones camineros de la Diputación de Guipúzcoa empujando sus carretillas llenas de grava con la que iban rellenando los baches de la carretera antes de amalgamarla con lo que entonces conocíamos con el nombre de ‘galipot’. Y ahora, casi 80 años después, con otros medios más modernos, seguían haciéndolo en una autovía de alta densidad de circulación….¡a media mañana! ¿Es que no hay otros intervalos de horas con circulación más escasa en que pueda hacerse este tipo de reparaciones?

Aguantamos con estoicismo los no menos de cinco kilómetros de coches con que tropezamos un par de veces, y llegamos sin más problemas a San Pedro de Alcántara, donde lo primero que hicimos fue recoger las rosas que florecían en nuestra terraza




domingo, 16 de septiembre de 2018


Semana del 9 al 15 de septiembre del 2018


Mazagón a los 80 (VIII)


17 de julio

Es curioso pero, con la edad, entra en juego una nueva fase del sueño poco estudiada: la de las pesadillas ancladas en recuerdos remotos. Y las hay de dos clases: las angustiosas para el sujeto que las padece, y las inocuas, que reproducen situaciones vividas aunque trufadas con detalles que las desfiguran. Las primeras suelen tener lugar en las horas de sueño profundo, y provocan despertares bruscos a media noche y que, una vez comprobado donde te encuentras y con quien duermes, dan lugar a un estado de vigilia que cuesta reconvertir de nuevo en un plácido sueño. Las segundas son propias de las horas previas y próximas al momento en que uno tiene que levantarse, y son las que tienen como consecuencia el estado de ‘remoloneo’ que se prolonga en función de las obligaciones que le apremien a uno: responder adecuadamente a las necesidades fisiológicas, evitar la hora punta que siempre existe en los bufet del desayuno y que hay que tenerlo calculado previamente, cumplir con la planificación de tareas acordadas al acostarte o, simplemente, salir del estado de aburrimiento que te origina el estar dando vueltas en la cama sin nada que hacer.

Pues la noche previa a este amanecer fue la de las pesadillas. La memoria remota, que procuro mantenerla en ‘stand by’ y a poder ser sin conexión neuronal con el resto del cerebro, debió de ponerse en marcha fortuitamente y me trasladó a la época en la que ejercía como profesor en Vitoria, cuando aun no era ni se la conocía como Vitoria/Gasteiz. Y me hizo revivir una serie de situaciones conflictivas con elementos y personas  reales de aquella época, pero que no tenían nada que ver con lo ocurrido o, por lo menos, con lo recordado en estado de vigilia. Discusiones con D. Tomás (otro profesor de aquel tiempo), viaje repentino a Escoriaza por un camino intransitable y lleno de precipicios, buceo en un estanque lleno de verdín en busca de unas gafas perdidas y sin las cuales me era imposible conducir y, por tanto, volver a Vitoria, …Y fue durante ese buceo cuando me desperté bruscamente y con una especie de apnea que me obligaba a respirar entrecortadamente.  Y solo después de un tiempo que a mí me pareció interminable, logré conciliar nuevamente el sueño, por lo que al despertarme ese día me hice el remolón hasta que me advirtieron que, si no me daba prisa, íbamos a llegar tarde al desayuno.

Salvé el ‘overbooking’ que me encontré en torno al servicio personalizado de huevos revueltos y demás especialidades, aprovechándome de mi conocimiento del proceso de elaboración con un par de fintas disimuladas y una sonrisa a la cocinera que estaba de servicio, al tiempo que le decía ‘’Lo de siempre’’, y dimos cuenta del desayuno tranquilamente.

Como habíamos observado que el número de grupos familiares había aumentado significativamente, tal vez debido al cambio de quincena, decidí bajar a la zona de la piscina a reservar hamacas lo suficientemente alejadas de las que había en torno a la misma, ya que suponíamos que éstas últimas serían las preferidas de las familias con niños. Me senté a fumar un cigarrillo relajadamente y, en el simple hecho de encenderlo, fui consciente de que era el primer día en el que no soplaba siquiera una brisa y que, por tanto, iba a ser el primer día de calor.

Me quedé pensando en lo que me esperaba, y llegué a la conclusión de que subir la cuesta y bajarla con las bolsas piscineras era mucho mejor ejercicio que barrer una terraza con plumbago en todo su perímetro. Así que subí, bajé acompañado, y nos colocamos en nuestras hamacas de cara a la pendiente donde estaban instalando juegos infantiles: Una especie de petanca voladora con pelotas de bádminton (por algo estábamos e la tierra de la tricampeona mundial); conos, tal vez robados de la delimitación de un área de control de la Guardia Civil,  para acertar en ellos con aros de distintos diámetros; dianas en las que clavar flechas disparadas con arco; y hasta un castillo inflable. Lo divertido era ver a padres ayudando a sus vástagos a superar las pruebas, aunque alguno de ellos se sintió Robin Hood y no soltaba el arco y las flechas ni para respirar, mientras su crío, sentado en la hierba, le miraba con cara de asombro mezclado de sana envidia.




En una de sus idas y venidas mi ‘partner’, al acercarse a su tumbona atravesó, sin darse cuenta, una zona ‘pantanosa’ de esas que se forman cuando riegas en exceso el césped, y de la que salió dando saltitos y con los pies pringados de barro, pringue que paso a las toallas playeras lo más rápidamente que pudo. Esto provocó que colocásemos las hamacas en la posición de ‘matrimonio bien avenido’ y nos permitió iniciar una conversación sobre la idoneidad, conveniencia o utilidad de comprarnos lo antes posible una silla de ruedas. Pero analizando la pendiente de la subida que teníamos que salvar, de más del 20%, y la consiguiente velocidad de bajada en caso de que se escurriese de las manos del portador, ¡involuntariamente ,claro!, concluimos que mejoro era dejarlo como estaba. Es decir, subir y bajar pasito a pasito y fijándonos dónde poníamos los pies.


La comida, como siempre. O lo que es lo mismo, sin poder probar las afamadas gambas de Huelva. Y la tarde, también como siempre, aunque esta vez con alguna alegría parcial en la partida de chinchón. Lo mejor, la cena gracias al bocadillo de jamón con tomate que nos prepararon.



lunes, 10 de septiembre de 2018


Semana del 2 al 8 de septiembre del 2018

Mazagón a los 80 (VII)
16 de julio(cont.)

La sucesión de imágenes que se habían ido acumulando se vio interrumpida por la repetición incontrolada e incontrolable de la melodía del móvil que me indicaba la entrada de las sucesivas llegadas de mensajes de todo tipo. Así que me dediqué a agradecer escuetamente las felicitaciones por la misma vía y, mientras tanto, nos preparamos para ir a desayunar.

A la vuelta nos instalamos o, por lo menos, me instalé en la terracita e intenté reflexionar sobre el paso de los años y sus consecuencias. Y digo ‘intenté’ porque en el jardín que se extendía desde yo estaba hasta la piscina se encontraba uno de los jardineros circulando a la máxima velocidad que le permitía la auto-segadora que conducía, y dibujando con ella ochos debido a los parterres circulares que encontraba en su trayectoria. Acabé quitándome los audífonos para evitar que el ruido del motor interrumpiera el hilo de mis pensamientos que estaban empeñados en encontrar una solución a la diferencia de nivel entre lo que te sientes capaz de realizar mental y psicológicamente y las prestaciones que, por los años, tienen tus condiciones físicas para realizarlo. Desnivel que no puede salvarse con un repintado restaurador que se hace a esas caretas que adquieres en viajes a países exóticos, y que permanecen años a la intemperie.



Por si ese ‘apaño’ del exterior pudiese tener efectos positivos, nos pusimos elegantes para disfrutar de una comida en el restaurante del Parador, y que acabó siendo simplemente ‘normal’, sobre todo porque a la petición de un postre       que se denominaba algo así como ‘’Rosa de Armagedón’ o de Aracena (ya no lo recuerdo), el repostero correspondiente respondió con un simple gofre sumergido parcialmente en un líquido que, por el sabor, semejaba a unas natillas diluidas.



Volvimos a nuestros aposentos, nos hicimos las consabidas fotos conmemorativas de la efeméride, descansamos, leímos, e inauguramos el campeonato de chinchón del segundo período de mi jubilación. Ese período al que los pesimistas intitulan ‘’¡NO ME LO CREO!’’  y los optimistas ‘’¡¡¡TOMA YA!!!’’, ya que son las frases que utilizan frecuentemente cuando hacen algo fuera de los común (para ellos), tales como subir un tramo de diez escalones sin descansar, cruzar un paso de cebra sin que se forme una fila de pacientes y educados conductores de más de cinco coches, bajar la basura sin perderse de vuelta a casa,….



Y después de sufrir el primer revolcón del campeonato, y ante la falta de ‘’feeling’’ con mi contrincante al que rogué que hiciese la vista gorda a pequeñas trampas, a lo que se negó alegando principios éticos inamovibles, decidimos dejar reposar la baraja e irnos a tomar un pequeño refrigerio.

La atención que nos prestó el camarero de turno fue especial pues, al ver la mochilita de oxígeno, nos confesó que el también necesitaba algo parecido para dormir por culpa de una apnea que padecía y que, por tanto, comprendía perfectamente nuestras limitaciones, sobre todo las de la afectada. Así que disfrutamos del servicio más rápido e impecable de la concurrencia.

Y así terminaron las celebraciones del 80 cumpleaños, aunque no nuestra estancia en Mazagón.

lunes, 3 de septiembre de 2018


Semana del 26 de agosto al 1 de septiembre del 2018

Después de estas dos semanas de fotos de México, no puedo evitar rememorar los demás países que hemos conocido por vacaciones o por razones profesionales, que también los hay.

MARRUECOS (Marrakech)-1974


CROACIA (Dubrovnick)- 1974



BOSNIA-HERZEGOVINA (Sarajevo)- 1974



GRECIA (Atenas y Delfos)- 1974


ITALIA (Roma)- 1974



FRANCIA (París)- 1975



PORTUGAL (Algarve)- 1976


PANAMA (Canal) -1979



EGIPTO – 1979


ISRAEL (Jerusalén)- 1979



TURQUÍA (Estambul y Éfeso)- 1979


PERÚ (Lima)- 1981

BOLIVIA (Lago Titicaca)- 1981


ARGENTINA (Buenos Aires)- 1981


BRASIL (Río)-1981


NICARAGUA (Masaya)-1982

ALEMANIA (Colonia)- 1987

JAPÓN (Tokio)- 2005


INGLATERRA (Londres)-2014