Quincena del 8 al
21 de julio del 2018
Mazagón a los 80 (I)
11 de julio
Cumplimiento exacto de las normas de tráfico en la autovía de Los Barrios, camino de Jerez, donde el pasado abril me pusieron una multa por …¡exceso de velocidad! ¡Y solo iba a 113 km/h! Menos mal que los controles de velocidad de crucero del volante permiten variarlo con facilidad de 120 a 100 km/h. Aunque cuando surge una señal que la limita a 80, la cosa se complica, sobre todo cuando no ves razón externa alguna para cumplirla, o cuando el mandato se prolonga durante un montón de kilómetros, lo que te provoca el que pienses que la DGT se ha equivocado y, en consecuencia, lo que te apetece es apretar el acelerador, y más si te sobrepasan una serie de coches a más de 120.
Como siempre, cruzar Sevilla
aunque sea por las vías de circunvalación, lo hemos hecho en caravana con
cruces de todo tipo en función de la dirección que cada uno quería tomar. Y a
nosotros nos ha tocado la más complicada, es decir, pasar de la autopista de
Jerez a la autovía de Huelva.
Sin problemas de ningún tipo y
con una única parada para repostar, hemos llegado al Parador de Mazagón donde
hemos tenido la primera sorpresa en lo referente a la habitación que nos tenían
asignada. Estaba situada casi al final de un pasillo interminable, o así nos
parecía, y al que se accedía mediante una escalera de unos diez escalones que,
para la mayoría, es una nimiedad, pero que para alguien que tiene que
autoabastecerse de oxígeno suplementario gracias a una mochilita INOGEN,
constituye un reto. Reto que, además, hay que pensárselo dos veces y
planificarlo cuidadosamente para determinar los lugares donde descansar y
volver a restaurar una respiración sosegada.
Menos mal que las recepcionistas,
al ver la lividez que se apoderaba de nuestros rostros a medida que nos
describían el recorrido que teníamos que hacer, nos prometieron , haciendo uso
de todo su poder de convicción, que al día siguiente nos asignarían otra
habitación a nivel 0 y que ellas mismas se encargarían de trasladar nuestro
equipaje. Y precedidos por la ‘’Alumna en prácticas’’, pues eso era lo que
decía el cartelito que tenía prendido a su blusa, llegamos a nuestra sede
provisional. Y después de abrir las maletas, pusimos en marcha nuestras rutinas
habituales: pasar revista a la habitación, y contemplar las vistas de que
disponíamos desde la terraza.
Cuando repasamos los horarios de
los servicios de que disponía el Parador, caímos en la cuenta de que aun estaba
abierto el restaurante, así que, tal como estábamos, allí nos dirigimos, con
tan buena suerte de que disponíamos de ascensor para acceder a él. La comida,
normal; el regreso a la habitación, por etapas; y la siesta, imposible: que si
perdone Vd., pero le traigo el presente que la dirección del Parador hace a sus
huéspedes VIP; que si un whatsApp de mi hermano avisándome de que está en un
hotel a tiro de piedra del nuestro (¡y ya es casualidad viviendo en Pamplona!);….
Y como la conversación por ‘uasap’ tenía una cadencia de pregunta/respuesta de
unos quince minutos, no había manera de pasar de una incómoda somnolencia. Harto,
decidí recorrer la zona de los jardines y de la piscina para hacerme con el
lugar y poder determinar los emplazamientos más favorables para pasar las
mañanas los días de nuestra estancia.
Puerta de acceso a la bajada a la playa desde el Parador
Total que cuando quisimos darnos
cuenta ya era la hora del comienzo de la retransmisión del partido entre
Inglaterra y Croacia, por lo que organizamos la habitación de la mejor manera
posible para poderlo ver cómodamente. Como la prórroga no era apta para
corazones débiles y, además, ambos contendientes habían hecho sufrir a sus
seguidores al máximo por llegar a la tanda de penaltis en enfrentamientos
anteriores, decidimos cortar por lo sano y trasladarnos a la cafetería del
hotel a tomar un tentempié que impidiese o, por lo menos, amortiguase las protestas
del aparato digestivo durante el descanso nocturno. Y de allí, a reponer
fuerzas mediante el ansiado sueño reparador.
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