lunes, 23 de julio de 2018


Quincena del 8 al 21 de julio del 2018



Mazagón a los 80 (I)

11 de julio


Cumplimiento exacto de las normas de tráfico en la autovía de Los Barrios, camino de Jerez, donde el pasado abril me pusieron una multa por …¡exceso de velocidad! ¡Y solo iba a 113 km/h! Menos mal que los controles de velocidad de crucero del volante permiten variarlo con facilidad de 120 a 100 km/h. Aunque cuando surge una señal que la limita a 80, la cosa se complica, sobre todo cuando no ves razón externa alguna para cumplirla, o cuando el mandato se prolonga durante un montón de kilómetros, lo que te provoca el que pienses que la DGT se ha equivocado y, en consecuencia, lo que te apetece es apretar el acelerador, y más si te sobrepasan una serie de coches a más de 120.

Como siempre, cruzar Sevilla aunque sea por las vías de circunvalación, lo hemos hecho en caravana con cruces de todo tipo en función de la dirección que cada uno quería tomar. Y a nosotros nos ha tocado la más complicada, es decir, pasar de la autopista de Jerez a la autovía de Huelva.

Sin problemas de ningún tipo y con una única parada para repostar, hemos llegado al Parador de Mazagón donde hemos tenido la primera sorpresa en lo referente a la habitación que nos tenían asignada. Estaba situada casi al final de un pasillo interminable, o así nos parecía, y al que se accedía mediante una escalera de unos diez escalones que, para la mayoría, es una nimiedad, pero que para alguien que tiene que autoabastecerse de oxígeno suplementario gracias a una mochilita INOGEN, constituye un reto. Reto que, además, hay que pensárselo dos veces y planificarlo cuidadosamente para determinar los lugares donde descansar y volver a restaurar una respiración sosegada.

Menos mal que las recepcionistas, al ver la lividez que se apoderaba de nuestros rostros a medida que nos describían el recorrido que teníamos que hacer, nos prometieron , haciendo uso de todo su poder de convicción, que al día siguiente nos asignarían otra habitación a nivel 0 y que ellas mismas se encargarían de trasladar nuestro equipaje. Y precedidos por la ‘’Alumna en prácticas’’, pues eso era lo que decía el cartelito que tenía prendido a su blusa, llegamos a nuestra sede provisional. Y después de abrir las maletas, pusimos en marcha nuestras rutinas habituales: pasar revista a la habitación, y contemplar las vistas de que disponíamos desde la terraza.



Cuando repasamos los horarios de los servicios de que disponía el Parador, caímos en la cuenta de que aun estaba abierto el restaurante, así que, tal como estábamos, allí nos dirigimos, con tan buena suerte de que disponíamos de ascensor para acceder a él. La comida, normal; el regreso a la habitación, por etapas; y la siesta, imposible: que si perdone Vd., pero le traigo el presente que la dirección del Parador hace a sus huéspedes VIP; que si un whatsApp de mi hermano avisándome de que está en un hotel a tiro de piedra del nuestro (¡y ya es casualidad viviendo en Pamplona!);…. Y como la conversación por ‘uasap’ tenía una cadencia de pregunta/respuesta de unos quince minutos, no había manera de pasar de una incómoda somnolencia. Harto, decidí recorrer la zona de los jardines y de la piscina para hacerme con el lugar y poder determinar los emplazamientos más favorables para pasar las mañanas los días de nuestra estancia.



Puerta de acceso a la bajada a la playa desde el Parador



Otra vista de la playa


Jardines


Piscina

Total que cuando quisimos darnos cuenta ya era la hora del comienzo de la retransmisión del partido entre Inglaterra y Croacia, por lo que organizamos la habitación de la mejor manera posible para poderlo ver cómodamente. Como la prórroga no era apta para corazones débiles y, además, ambos contendientes habían hecho sufrir a sus seguidores al máximo por llegar a la tanda de penaltis en enfrentamientos anteriores, decidimos cortar por lo sano y trasladarnos a la cafetería del hotel a tomar un tentempié que impidiese o, por lo menos, amortiguase las protestas del aparato digestivo durante el descanso nocturno. Y de allí, a reponer fuerzas mediante el ansiado sueño reparador.


Puesta de sol frustante desde la terraza

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