Semana del 7 al 13 de diciembre del 2014 (Viaje a Japón II)
En cuanto se reunió de nuevo todo
el grupo a tomar el sol, todos asaetearon al Pirulo a preguntas sobre los
posibles autores del par de folios que les había dejado leer, y que se referían
a un viaje al Japón.
- ¿Es que ese par de jubilatas no habían viajado nunca en avión, o qué?,
preguntó la Txuri-Txori.
- Seguro que, por lo menos, ya habrían ido a Benidorm en uno de esos
viajes del IMSERSO, contestó el Pisha.
- Pero en esos tiempos, ¿se podía fumar en los aeropuertos?, indagó
ingenuamente la Surfi
- En los aeropuertos, en los cines, en las consultas de los ambulatorios,
y…¡hasta en las clases de cualquier centro educativo!, le aclaró la Tatiqui
- Ahora, en cambio, ni se te ocurra sacar un cigarrillo en una zona
prohibida porque, aunque no tengas ninguna intención de encenderlo, siempre se
te acercan tres o cuatro garantes del cumplimiento de la ley para recordarte,
como mínimo, de la prohibición vigente, apostilló el Guindilla.
- ¡Vale!, dijo el Pirulo. Os
prometo que os leeré un par de folios más sobre ese viaje Japón. Pero antes de
nada, comentarme como visteis ese puente que tuvimos el pasado fin de semana en
vuestras zonas.
- ¡De puente, nada!, corrigió el Pisha. ¡Tres días seguidos de fiesta, y no más!
- Pues en Galicia se ha notado, intervino el Filloas. Parece que todo el mundo quiere llegar
limpito y sano a las Navidades y, tal vez por eso, hasta había overbooking en
las piscinas de nuestros balnearios.
El Borni, tímidamente y con voz
muy suave, susurró:
- En nuestra tierra, y por la zona pirenaica, ¡a cañonazos!
- ¡Que dices!, dijo asombrada la Txuri-Txori, ¿Qué habéis empezado la reconquista de ‘’els països catalans’’? Estáis
‘zoruas’
-¡Txuri-Txori! ¡No desvaríes!, continuó el Borni. Me refiero a las pistas de esquí del Pirineo
que estaban más secas que el desierto del Kalahari, y como han bajado
suficientemente las temperaturas y ha empezado a nevar, pues han puesto en
marcha todos los cañones de nieve artificial disponibles para tener algunas
pistas practicables. Y así, retener un par de días más a los aficionados que
suben todos los años por estas fechas a inaugurar la temporada de nieve.
- Por ahora, ya basta, interrumpió el Pirulo, que os voy a leer un par de folios más de ese viaje a Japón y luego nos
vamos a la inauguración del nuevo paseo de San Pedro de Alcántara.
Y comenzó la lectura de lo
siguiente:
22-23 de Junio del 2005(Cont.)
La llegada a Tokio no se diferenció en
nada a la de cualquier otro aeropuerto,
excepto por la expectativa de cómo nos identificaría el o la que nos tenía que
estar esperando para indicarnos qué hacer, y también por las dudas sobre el
cómo nos íbamos a enterar de lo que teníamos que hacer. Lo primero debió ser
fácil pues éramos casi los únicos del grupo que salimos de la sala de equipajes
que no teníamos los ojos rasgados y, además, identificamos enseguida el cartel
que sostenía una guía, pues era el único que no estaba escrito en caracteres
japoneses. Lo de entendernos ya fue otro cantar. Menos mal que a las preguntas
que hacía la guía contestaba con otra, a lo “indio”, para confirmar si lo que
había entendido era lo correcto. De esta manera, después de varios dimes y
diretes nos dimos cuenta que no nos iba a llevar a ningún sitio, sino que iba a
ir ella a sacar unos billetes de “no sé qué” para “no sé dónde”. Nos quedamos
quietos como unos pardillos hasta que volvió con unos billetes de autobús en
los cuales, ¡menos mal!, el número del autobús y la hora de salida estaban
escritos en números árabes, pues el resto era un conjunto de caracteres
japoneses muy bonitos y muy ordenados, pero que de los cuales no podíamos
deducir ninguna información.
Cuando vio que habíamos captado que lo que
nos había dado eran billetes de autobús nos llevó al exterior del aeropuerto
sin perder la sonrisa y como si fuéramos dos tímidos alumnos de un aula de tres
años, nos dejó en un asiento enfrente de una de las innumerables paradas de
autobús que estaban situadas en el borde de la acera. Después de
insistir en el número del autobús y su hora de llegada hasta que estuvo segura
de que lo habíamos entendido, desapareció sin dejar rastro.
Como puede comprender cualquier fumador que
se precie, y después de doce horas sin inhalar humo de tabaco, lo primero que
hice fue mirar a mi alrededor hasta que descubrí a mis espaldas un pequeño
rectángulo de 2x3 metros pintado en el suelo, y casi con tanta gente como en el
metro de México D.F. en hora punta, pero fumando de una manera que, desde aquel
momento, la califiqué de compulsiva. En cuanto se hizo un hueco gracias al
elevado ritmo con el que llegaban los autobuses a las paradas, me fumé un
cigarrillo sin quitar ojo a los sucesivos autobuses que se detenían en la
parada que nos había indicado la guía y que, cuando nos fijamos, llevaban todos
la indicación del recorrido que hacían, que no era otro que una serie de
hoteles.
ZONA DE AUTOBUSES
En el cuarto de hora que estuvimos esperando
nos dimos cuenta del grado de organización que había en los servicios públicos
del Japón. Las llegadas y salidas de los autobuses se producían exactamente en
los horarios indicados; una japonesa uniformada saludaba y despedía con una
ligera inclinación al autobús correspondiente; otra persona uniformada atendía
a los pasajeros que, sin ninguna aglomeración ni manifestación de prisa,
entregaban su equipaje para su colocación en los bajos del autobús; la
encargada de recibir al autobús iba recogiendo los billetes de los pasajeros e,
instantes antes de la hora fijada para la partida, los entregaba al conductor
con una nueva inclinación de cortesía, quien cerraba la puerta e iniciaba la
ruta indicada en el lateral del autobús. Cuando llegó el que tenía el nombre de
nuestro hotel de destino y a la hora prevista, ya habíamos asumido el proceso,
y nos acercamos a la zona donde se entregaban los equipajes, dejamos nuestra
maleta, dimos los billetes a la entrada del autobús correspondiendo a quien los
recibía con una inclinación de cabeza, subimos al autobús volviendo a saludar
con otra inclinación de cabeza a un chofer que llevaba puestos unos guantes
blancos impolutos, nos sentamos en dos asientos que tenían unos reposa -
cabezas “monísimos” (y que luego comprobamos que eran “obligatorios” en todos
los transportes públicos al igual que los guantes de los conductores), Y nos
preparamos para captar imágenes del recorrido hasta nuestro hotel de Tokio.
No habíamos recorrido ni cien metros cuando
tuvimos nuestra segunda sorpresa: tapón de más de diez minutos en el semáforo
de salida de la zona de aparcamientos. Aunque a decir verdad, la sorpresa no
fue el tapón sino que en esos diez minutos no se oyese un solo bocinazo, y que
ese tiempo estuviese asumido por la organización pues no influía para nada en
la exactitud horaria de llegada y salida de los autobuses. Tardamos dos horas
aproximadamente en llegar al hotel, con dos recorridos claramente
diferenciados. El primero, el más largo y con más duración, a lo largo de la
autopista que une el aeropuerto con Tokio y que atravesaba zonas urbanas e industriales
mayoritariamente, excepto espacios que suponíamos interurbanos, pues el
arbolado que bordeaba la autopista impedía cualquier otra visión. El otro, por
una serie de calles de Tokio con paradas en distintos hoteles, y después de una
entrada en la ciudad a través de una serie de autopistas situadas a distintos
niveles y con la característica de que las detenciones en los semáforos de los
cruces eran mínimas. Cuando nos dejaron a las puertas de nuestro hotel, el New
Otani Hotel, lo primero que nos llamó la atención era el amplio aparcamiento
que tenía, pues en los hoteles por los que habíamos pasado para dejar pasajeros
los tenían tan minúsculos que el autobús solo podía entrar y salir por el mismo
carril, y, a veces, sin poder girar y dar la vuelta. Y eso era porque
estaban situados en alguna de las múltiples colinas que había en la zona de la
ciudad donde estaban el Parlamento y demás edificios de instituciones y
organismos gubernamentales.(continuará)
HOTEL NEW OTANI-
Entrada principal
HOTEL NEW OTANI- Torre ''auxiliar'' de habitaciones
Cuando finalizó la lectura, todos
volaron hacia la zona centro del pueblo, animados por la Surfi que era la que
más ganas tenía de ver las luces de Navidad que había instalado el
ayuntamiento. Y nos encontramos con la sorpresa de que ya habían inaugurado el
nuevo paseo de San Pedro de Alcántara.
BELÉN JUNTO A LA PARROQUIA DEL ROCÍO
ENTRADA A SAN PEDRO DE ALCÁNTARA
Y ahora, varias vistas del nuevo paseo de San Pedro de Alcántara, construido sobre el túnel de la N-340 que atraviesa la zona urbana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario