Semana del 15 al 21 de junio
del 2014
Al comienzo de semana se
acercaron la Txuri-Txori, el Filloas y la Surfi para animarnos y hacernos esas
advertencias que todos los envidiosos
dejan caer ‘amablemente’ a los que se van de viaje a algún lugar que
ellos están deseando conocer.
‘’Cuidado con el Canal de la Mancha que es
muy traicionero en estas fechas. ¡Ysi os coge una de esas galernas!...’’
‘’Ya podéis aprender a graznar en inglés que
si no, os engañan hasta en el cambio de euros en libras y…¡¡volvéis
desplumados!!’’
‘’A ver si os apañáis en eso de cruzaros con
las gaviotas de allí, que en esas tierras vuelan respetando en los cruces la
izquierda y no la derecha.’’
A media semana, allí nos fuimos,
y de los primeros días en Londres se nos acumulan imágenes a cual más
colorista. Nuestra primera sorpresa fue…¡que hacía un sol espléndido! Más o
menos ‘cloudy’, como dicen por allí, pero sol al fin y al cabo, y sin una gota
de lluvia. El rincón donde vivían nuestros congéneres estaba apartado de
Londres y en una zona la mar de tranquila y con unos jardines por los que
podías pasearte sin que nada te perturbase.
EL JARDÍN DE LAS
DELICIAS
La primera mañana, nuestros
anfitriones nos llevaron a lo alto de un edificio para que viésemos el ambiente
turístico que había en la ciudad. No se lo que darían allí dentro, pero tenía
que ser excepcional y gratis a tenor del trasiego de personas. Aquello parecía
la Torre de Babel. Había gente de todas las razas, procedencias, idiomas y
colores. Pero a quienes se les distinguía mejor era a los japoneses pues
parecía que hacían reverencias a todas las personas con las que se cruzaban.
Pero, si te fijabas mejor, era porque llevaban unas máquinas de hacer fotos
colgadas del cuello que si una era voluminosa, la otra tenía tal tamaño que
parecía que llevaba incorporado un escáner. Según comentaban los expertos del
lugar, eran para sacar simultáneamente la foto del sarcófago egipcio, de los
que existía una colección en el edificio, y la de la momia que muchos contenían
dentro. Realmente, nosotros lo único que podíamos atisbar desde nuestra
posición era el gran patio de entrada, pues nos habíamos instalado en la cúpula
que lo cubría.
BRITISH MUSEUM COURT
Sin embargo, lo que nos esperaba
por la tarde nos iba a dejar con los picos más abiertos que los ojos de los
españoles cuando vieron perder por segunda vez a la Roja en el campeonato de
Brasil. Nos asentamos en lo alto de de la ROH (Royal Opera House), desde donde
podíamos contemplar el antiguo Mercado de las Flores (actual Coven Garden
Market), y allí podías encontrar más cosas que en el Google y sin tener que
teclear lo que buscabas, solo tenías que recorrerlo con la vista. Lo mismo
veías a un prestidigitador aficionado ‘engañando’ a un grupo de críos con el
juego de trileros, aunque ni él sabía donde se había quedado la piedra, que a
un grupo vestido con ropajes militares del s. XIX, imitando a un pregonero
real acompañado por una fanfarria que
tocaba sus instrumentos de viento para dar énfasis a alguno de los anuncios que
proclamaba.
COVEN GARDEN MARKET
Entre tanta gente que circulaba
por el mercado, nos llamó la atención la elegante vestimenta que lucían algunos
y que, después de curiosear por las tiendas y tenderetes, acababan accediendo a
alguno de los muchos restaurantes de la zona. Nuestros anfitriones nos
explicaron que era porque iba a haber una representación de ópera, y que muchos
de los que acudían a ella se ponían más elegantes que para una boda. Menos mal que los graznidos entre las
gaviotas son universales porque si no, no hubiésemos seguido su consejo de
demorarnos en la zona un rato más. La razón que nos dieron fue muy fácil de
comprender: la mayoría de turistas pedían para cenar, en las terrazas y
restaurantes, el ‘’Fish and chips’, por ser el plato más típico y económico. Y
como a la mayoría de ellos les gustaba más las ‘chips’ que los ‘fish’, disfrutamos
de una cena abundante pero, en algunos casos, con consecuencias no muy
agradables para nuestro aparato digestivo, pues las gaviotas autóctonas no nos
habían advertido de la costumbre de rebozar el ‘fish’ con algo picante para
disimular el tiempo que llevaba fuera del medio en que vivían.
La mañana siguiente la pasamos
sobrevolando el Támesis en ambas direcciones, siguiendo a los cruceros de
turistas que dejaban caer al agua no un ‘fish’ cualquiera, que sería lo
natural, sino los restos de otro de los platos que ofrecen los restaurantes en
sus mil variedades: ‘chickens’. ¡Vamos! ¡El pollo de toda la vida! Asado, en
salsa de tomate, a las finas hierbas, con arroz basmati y sus guisantitos, al
curry, con salsa picante, relleno, entero, a trozos, destrozado,… Eso sí, ver
Londres sobrevolando el curso del Támesis es todo un espectáculo.
TOWER BRIDGE
GAVIOTAS EN EL
TÁMESIS
Hasta existen pequeñas zonas
arenosas de vez en cuando para poder tomar aire, descansando un rato, y comentar
al mismo tiempo nuestras impresiones que, entre otras, fueron estas y son
aplicables a cualquier capital con más de tres millones de habitantes:
- Aquí viven personas de todas las razas y
colores
- Los humanos pasan más tiempo en su coche
que en cualquier otro sitio, pues casi ninguno vive cerca de donde trabaja.
- Todos deciden coger el coche al mismo
tiempo porque, por lo que vimos, o las carreteras están congestionadas, o pasa
por ellas un coche cada media hora.
- Los conductores ya han asumido la situación,
pues no suenan cláxones ni se detienen a discutir
- Llaman autopista a algo por donde circulan
filas de coches como si tuviesen hipo, por culpa de más cruces con semáforo que
las que hay en el cementerio de Arlington
- Los ciudadanos ingleses son mucho más
generosos que su reina, pues por la noche hasta las gaviotas se golpean contra
las paredes del palacio de Buckingham, que está más oscuro que el porvenir de
la Roja
Bueno, por hoy vale. Y
continuaremos si es preciso
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