lunes, 23 de junio de 2014

Semana del 15 al 21 de junio del 2014

Al comienzo de semana se acercaron la Txuri-Txori, el Filloas y la Surfi para animarnos y hacernos esas advertencias que todos los envidiosos  dejan caer ‘amablemente’ a los que se van de viaje a algún lugar que ellos están deseando conocer.

‘’Cuidado con el Canal de la Mancha que es muy traicionero en estas fechas. ¡Ysi os coge una de esas galernas!...’’

‘’Ya podéis aprender a graznar en inglés que si no, os engañan hasta en el cambio de euros en libras y…¡¡volvéis desplumados!!’’

‘’A ver si os apañáis en eso de cruzaros con las gaviotas de allí, que en esas tierras vuelan respetando en los cruces la izquierda y no la derecha.’’


A media semana, allí nos fuimos, y de los primeros días en Londres se nos acumulan imágenes a cual más colorista. Nuestra primera sorpresa fue…¡que hacía un sol espléndido! Más o menos ‘cloudy’, como dicen por allí, pero sol al fin y al cabo, y sin una gota de lluvia. El rincón donde vivían nuestros congéneres estaba apartado de Londres y en una zona la mar de tranquila y con unos jardines por los que podías pasearte sin que nada te perturbase.


EL JARDÍN DE LAS DELICIAS

La primera mañana, nuestros anfitriones nos llevaron a lo alto de un edificio para que viésemos el ambiente turístico que había en la ciudad. No se lo que darían allí dentro, pero tenía que ser excepcional y gratis a tenor del trasiego de personas. Aquello parecía la Torre de Babel. Había gente de todas las razas, procedencias, idiomas y colores. Pero a quienes se les distinguía mejor era a los japoneses pues parecía que hacían reverencias a todas las personas con las que se cruzaban. Pero, si te fijabas mejor, era porque llevaban unas máquinas de hacer fotos colgadas del cuello que si una era voluminosa, la otra tenía tal tamaño que parecía que llevaba incorporado un escáner. Según comentaban los expertos del lugar, eran para sacar simultáneamente la foto del sarcófago egipcio, de los que existía una colección en el edificio, y la de la momia que muchos contenían dentro. Realmente, nosotros lo único que podíamos atisbar desde nuestra posición era el gran patio de entrada, pues nos habíamos instalado en la cúpula que lo cubría.


BRITISH MUSEUM COURT

Sin embargo, lo que nos esperaba por la tarde nos iba a dejar con los picos más abiertos que los ojos de los españoles cuando vieron perder por segunda vez a la Roja en el campeonato de Brasil. Nos asentamos en lo alto de de la ROH (Royal Opera House), desde donde podíamos contemplar el antiguo Mercado de las Flores (actual Coven Garden Market), y allí podías encontrar más cosas que en el Google y sin tener que teclear lo que buscabas, solo tenías que recorrerlo con la vista. Lo mismo veías a un prestidigitador aficionado ‘engañando’ a un grupo de críos con el juego de trileros, aunque ni él sabía donde se había quedado la piedra, que a un grupo vestido con ropajes militares del s. XIX, imitando a un pregonero real  acompañado por una fanfarria que tocaba sus instrumentos de viento para dar énfasis a alguno de los anuncios que proclamaba.


COVEN GARDEN MARKET



Entre tanta gente que circulaba por el mercado, nos llamó la atención la elegante vestimenta que lucían algunos y que, después de curiosear por las tiendas y tenderetes, acababan accediendo a alguno de los muchos restaurantes de la zona. Nuestros anfitriones nos explicaron que era porque iba a haber una representación de ópera, y que muchos de los que acudían a ella se ponían más elegantes que para una boda.  Menos mal que los graznidos entre las gaviotas son universales porque si no, no hubiésemos seguido su consejo de demorarnos en la zona un rato más. La razón que nos dieron fue muy fácil de comprender: la mayoría de turistas pedían para cenar, en las terrazas y restaurantes, el ‘’Fish and chips’, por ser el plato más típico y económico. Y como a la mayoría de ellos les gustaba más las ‘chips’ que los ‘fish’, disfrutamos de una cena abundante pero, en algunos casos, con consecuencias no muy agradables para nuestro aparato digestivo, pues las gaviotas autóctonas no nos habían advertido de la costumbre de rebozar el ‘fish’ con algo picante para disimular el tiempo que llevaba fuera del medio en que vivían.

La mañana siguiente la pasamos sobrevolando el Támesis en ambas direcciones, siguiendo a los cruceros de turistas que dejaban caer al agua no un ‘fish’ cualquiera, que sería lo natural, sino los restos de otro de los platos que ofrecen los restaurantes en sus mil variedades: ‘chickens’. ¡Vamos! ¡El pollo de toda la vida! Asado, en salsa de tomate, a las finas hierbas, con arroz basmati y sus guisantitos, al curry, con salsa picante, relleno, entero, a trozos, destrozado,… Eso sí, ver Londres sobrevolando el curso del Támesis es todo un espectáculo. 


TOWER BRIDGE



GAVIOTAS EN EL TÁMESIS

Hasta existen pequeñas zonas arenosas de vez en cuando para poder tomar aire, descansando un rato, y comentar al mismo tiempo nuestras impresiones que, entre otras, fueron estas y son aplicables a cualquier capital con más de tres millones de habitantes:

- Aquí viven personas de todas las razas y colores

- Los humanos pasan más tiempo en su coche que en cualquier otro sitio, pues casi ninguno vive cerca de donde trabaja.

- Todos deciden coger el coche al mismo tiempo porque, por lo que vimos, o las carreteras están congestionadas, o pasa por ellas un coche cada media hora.

- Los conductores ya han asumido la situación, pues no suenan cláxones ni se detienen a discutir

- Llaman autopista a algo por donde circulan filas de coches como si tuviesen hipo, por culpa de más cruces con semáforo que las que hay en el cementerio de Arlington

- Los ciudadanos ingleses son mucho más generosos que su reina, pues por la noche hasta las gaviotas se golpean contra las paredes del palacio de Buckingham, que está más oscuro que el porvenir de la Roja

Bueno, por hoy vale. Y continuaremos si es preciso






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